martes, 18 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 24 - El triunfo del amor

El timbre de la puerta, anunció a Fionna, que él estaba tras ella.  Se miró por última vez en el espejo y corrió para darle paso.  El tiempo había retrocedido y de nuevo, era una pareja de enamorados citados para pasar una velada agradable.  Pero ahora todo era distinto.  No sabía si lo que iba a proponer en esa trascendental cena, caería en saco  roto o por el contrario se llevaría una ovación.  Sabía a lo que se arriesgaba y que iba a ser difícil el papel que debía representar, pero era mucho lo que se jugaba y, por él, arriesgaría todo cuanto fuese necesario

Maxwell depositó un beso en su mejilla como saludo, al tiempo que la entregaba un hermoso ramo de rosas. Sólo se miraban y sonreían. Parecían una pareja en su primera cita.  Él, algo perplejo por esa repentina llamada   y,  ella no sabiendo como comenzar a explicar sus planes, porque antes de llegar a eso, debía hacerle un pequeño interrogatorio, muy necesario para ella.

— Gracias por las rosas.  Son preciosas. Aún recuerdas cuál era mi color preferido de ellas

— Recuerdo muchas cosas, Fionna, por no decir todo. Te lo he repetido hasta la saciedad: has sido y eres muy importante para mi.  Me ha intrigado tu llamada de esta mañana; no la esperaba

— Es que tengo algo que proponerte, pero antes he de saber algo importante para mi.  Hablaremos de ello mientras cenamos

— Me estás preocupando. Te veo demasiado reservada y tú no eres así.  Creo que quedó todo meridianamente claro, pero veo que aún tienes dudas.

— Es cierto

—¿Y es por eso la urgencia de esta reunión?

— Podía haber esperado, pero sabes lo impaciente que soy y hay algo que he de saber lo primero de todo

— Bien, pues dime

— No.  Como te he dicho, lo haré mientras cenamos.

—Como quieras ¿Nos vamos ya?

— Si, claro.  Voy por  mi bolso y nos vamos

Se había vestido para la ocasión. Iba con un traje algo atrevido en el escote  escogido a posta .  ¿Quería provocarle?  No exactamente, pero sí que recordara cómo era ella antes, cuando estaban juntos.  Al aparecer de nuevo, él la miraba detenidamente de arriba abajo. Estaba bonita, muy bonita.  Mantenía el buen gusto en el vestir; sabía elegir la ropa.  No era demasiado alta.   Tenía una esbelta figura y un rostro de facciones casi perfectas. Se enamoró de ella a poco de conocerse, y ese hechizo que ejerció sobre él, había perdurado a través del tiempo y de los avatares vividos


Había reservado mesa en un lujoso restaurante y advertido que a poder ser fuera un reservado o al menos, una mesa alejada lo más posible del bullicio de la gente. Presentía que algo debía ocurrir para citarle antes de lo previsto y al verla se ratificó en lo que pensaba.  De repente sintió miedo a que fuera algo que les alejara nuevamente.  Quizás ella estaba dudosa de lo por él explicado y deseaba conocer más.  Deseaba cuanto antes elegir el menú y que empezara de una vez el interrogatorio. Ella también estaba nerviosa, pero decidida a seguir adelante.

—Bien, ya estamos en el restaurante.  Nos van a traer el primer plato ¿Es suficiente para que comiences a hablar? ¿O me harás esperar a los postres? —replicó Maxwell, algo intranquilo.

—No. Podemos comenzar.  Necesito saber algo y te ruego seas sincero, porque de tu respuesta depende algo muy importante

— Adelante, pregunta

— ¿Estás con alguien?  Me refiero con alguna novia, pareja o  como quieras llamarla

— No Fionna, no hay nadie en mi vida. Alguna vez que otra salgo con una amiga, alguien que conozco desde hace tiempo

— Cuando dices "salgo" ¿Te refieres a que en un futuro piensas...?

— No, en absoluto.  Es una cita ocasional ¿Me entiendes? Vamos a un hotel o a su apartamento y después cada uno a su casa.  No tengo pareja, ni novia, ni mujer.  De vez en cuando necesito... bueno ya sabes...

— Si, si.  No necesito detalles

— ¿Por qué lo preguntas? No te entiendo. No me siento cómodo hablando de estas intimidades, precisamente contigo

— Maxwell, siempre te he querido.  Creí volverme loca cuando pensé que habías muerto.  Eres mi amor de siempre, ya lo sabes.  Te hago estas preguntas  porque me extraña que tengas una vida tan solitaria.  Eres guapo y sé que las chicas se te rifaban; me extraña que ahora vivas únicamente con tu hija

—Pero así es. Sólo he tenido un amor verdadero y has sido tú.  Ana,  fue cariño y agradecimiento, pero no estaba enamorado de ella, ya te lo he dicho.  Al regresar pensé en volver a vivir juntos, pero no tuvimos ocasión.  No sé a dónde quieres ir a parar.

— No quiero perderte.   Si estuvieras con alguien, me retiraría silenciosamente Sé lo que me juego en esta confesión pero quisiera que lo intentáramos.  La niña necesita una madre.  Yo no tengo experiencia de ello, pero creo que podría hacerme con la situación.  Te estoy pidiendo que nos casemos.  No pongas esa cara de susto.  Sé que es todo muy precipitado y que posiblemente ni siquiera te lo has planteado.  Nos conocemos bien y creo que podría funcionar, cuando conozca a Jasna  y, si me aceptáis.  Si dices que no, lo entendería.  Seguiríamos siendo amigos.  Esta es mi proposición


—¿Estás segura de ello?  Me harías muy feliz, más de lo que te imaginas.  Pero como has dicho, no conoces nada referente a los niños y créeme son difíciles hasta que te haces con ellos. Y es cierto, no pensaba en formar una familia.  Sólo pensaba en tí y lo sigo pensando, ahora que por fin está todo claro entre nosotros.

—Lo sé. Para conocernos mutuamente, tendríamos que frecuentar nuestras salidas con Jasna, que se fuera acostumbrando a mi.  Al menos podríamos intentarlo.  Claro,   si no te parece un atrevimiento por mi parte

— ¿Atrevimiento? Eso es lo que quise a mi regreso.  Lo que he deseado siempre. Nosotros nos comprendemos, nos complementamos y, aunque nuestras vidas han cambiado, nuestro amor permanece inalterable, por eso te digo que si. Si, si, si. Pero hemos de ir con cuidado, de fracasar podríamos hacernos mucho daño. Tendremos que ir despacio, y he de advertirte que mi prioridad es el consentimiento de mi hija.  Ella es  pequeña aún  y no comprendería que nos necesitamos mutuamente. Si no lo aceptara, aún rompiéndome el corazón, tendríamos que dejarlo.  Ella no tiene más familia que yo y aún añora a su madre.  Quiero que lo tengas muy claro. Lo que me propones sería lo ideal, pero ante tu inexperiencia dudo de que tengas éxito.  Sería un papel nuevo para ti

— Lo sé. Pero por ti, por tu amor, haré cualquier cosa.  Deseo conocer a tu hija, comprenderla, que ella se acostumbre a mi y, poco a poco hacernos a la idea de que somos una familia.  Sé que es mucho lo que arriesgo y es una tarea difícil, pero tengo toda la vida para lograrlo. Verás, cuando pensé que habías muerto, mi mundo se derrumbó y cuando supe que eras padre y casado, creí morirme.  Todo está claro entre nosotros y deseo volver a conquistarte y a tu hija.  Hacerme querer por ella y ser una madre, no una madrastra.  Es mucho lo que le ha tocado sufrir desde tan pequeña.  Quiero conocerla;  como me presentes corre de tu cuenta, porque eres tú quién la conoce.  Pero deseo que sea cuanto antes.  No quiero volver a perderte Maxwell.  No lo soportaría

— Yo te quiero, Fiona, más de lo que imaginas. Para mí sería muy complicado tener que renunciar a tí de nuevo. Ella es una niña dulce, necesitada de una mujer joven que la comprenda, que participe en sus juegos, que la lleve al colegio... En fin, todo lo que una madre suele hacer por sus hijos.  Cuando la recojo cada día, veo cómo mira con envidia a sus compañeros cuando salen y abrazan a su madres, o simplemente les regaña porque no se han portado bien. Yo lo hago también, pero es a sus madres a quienes envidia.  Tu eres de carácter dulce y estoy seguro que no te costará hacerte con ella. Pero también verá que cuando llegue a casa, te besaré... jugaremos... y, nos reiremos juntos. A eso no está acostumbrada y puede sentir celos de tí.  Habremos de tener mucho cuidado al principio, hasta que se acostumbre y le hagamos comprender que eso es lo que ocurre entre una papa y una mama.  Creo que mejor sería convivir juntos antes de tomar la decisión más importante de nuestras vidas.  Ir despacio, poco a poco, hasta que se vaya acostumbrando a verte.  Mi propuesta es que de momento dejemos las cosas como están, pero que un día cenes con nosotros y duermas en casa y a la mañana siguiente desayunemos los tres juntos. Y pasados unos días, lo volvamos a repetir, así hasta que vivamos todos bajo el mismo techo.  Sólo te pido paciencia y que lo entiendas. Vamos a ser muy felices los tres juntos ¿Aceptas?

—Te he dicho que por ti haré lo que sea.  Acepto y me parece razonable tu planteamiento.

— Bien ¿Podemos empezar esta misma noche?— dijo Maxwell

— Lo había pensado.  Te he echado tanto de menos que no sé si me comportaré debidamente

—No te preocupes.  Yo te guiaré.

E impacientes Maxwell abonó la cuenta y, contentos agarrados, de la mano, salieron del restaurante rumbo a la casa de Fionna.  Sería su primera noche juntos al cabo de tanto tiempo. 

 Volvieron a vivir sus tiempos felices, aquellos antes de que marchara a la guerra. Rieron juntos olvidándose del mundo y de todo, porque todo les parecía factible después de haberse unidos por primera vez en tanto tiempo.  Efectivamente, nada había cambiado entre ellos; su amor permanecía intacto y su deseo también.  Comenzarían su nueva andadura a la mañana siguiente.  No querían perder ni un sólo instante.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES