sábado, 29 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 30 - Serás padre de nuevo

Pasaron los días y el retraso se convirtió en una esperanza. Haría todas las comprobaciones antes de que Maxwell regresara.  Deseaba darle esa sorpresa que tanto ansiaban  Una analítica la indicó que efectivamente sus sospechas eran acertadas. Maxwell tardó casi una semana más de lo esperado en verla ya que los planes se habían dilatado.  Sería maravilloso el ver su rostro emocionado cuando se lo dijera.  Pero se retrasaría su visita a Bockley por causas ajenas a él; el trabajo se había prolongado, y a pesar de que hablaban a diario por teléfono, Fionna no quiso anticipar nada. Entre unas cosas y otras, habían transcurrido varias semanas, más de las que se habían planteado en primer lugar.

Maxwell llegó contento y disgustado a un tiempo, por el retraso,  pero sólo le bastó el verla para que todo su mal humor se esfumara en el acto.  La situación con Jasna no había variado , muy al contrario la joven  se encontraba feliz, algo que disgustó a Fionna.  Debía resignarse.  Por mucha paciencia que tuviera, a medida que el tiempo transcurría, se daba cuenta de que no era un futuro halagüeño, y que en algún momento habrían de tomar una determinación, por mucho dolor que les causara.
Pero por ahora,   dejaría aparcado ese tema, de momento.  Era el tiempo de anunciarle su paternidad;  ya habría lugar para otros asuntos.  Y así lo hizo y la expresión de Maxwell no pudo ser más feliz y su amor por ella creció en aquel instante muchos enteros.  La abrazaba, la besaba y a punto estuvo de llorar por la emoción sentida.  Y al mismo tiempo, pensaba que se abría una nueva esperanza con Jasna.  Se lo anunciaría. Creía que el tener un hermano  haría que todas las heridas y resquemores, quedasen en el olvido..  Pero Fionna no lo pensaba así, aunque  se cuidó mucho de hacérselo ver a su marido, al menos por esa noche.  Que ninguna duda restase felicidad al anuncio que le había hecho.

Pasaron ese fin de semana olvidándose de cualquier inquietud. Habían estado separados más tiempo del que habían previsto y querían resarcirse de la ausencia.  Además tenían que festejar la buena noticia. No quería pensar en nada, sólo que estaban juntos y seguían amándose, y ahora reforzado su amor por un lazo fuerte, muy fuerte, que les uniría para siempre.

 Desechó de su cabeza a Jasna y su rechazo; encontraría el modo de hacerla entrar en razón, porque lo que si tenía muy claro es que no se perdería el embarazo ni abandonaría a su mujer; ahora le necesitaba más que nunca.  Por muchos llantos y caprichos de niña mimada que la joven esgrimiera, estaba Fionna, su amor de siempre, su mujer, que además iba a darle un hijo.  Ahora le necesitaba a su lado y  nada,  ni nadie,  le haría perder ni un solo instante de vivir junto a ella la gestación  de ese hijo tan deseado.  En su regreso a casa ya pensaría en qué momento hablaría con su hija y le anunciaría esa hermosa realidad.

Así lo hizo nada más llegar a casa;  la llamó y solemnemente anunció que iba a tener un hermano o hermana.  La chica reaccionó como esperaba:  negándolo y dando un portazo se refugió en su habitación.  Le dolía al máximo ese comportamiento, pero tenía la idea fija de no abandonar a su mujer y al bebe que venía en camino. Había malcriado a la joven y ahora estaban las consecuencias frente a él.  Y también la paciencia de Fionna; la situación duraba más de la cuenta y para proteger una parte, había arrinconado a la otra esperando que alguna vez cambiase.  Pero no había ocurrido y ahora debía tomar seriamente cartas en el asunto.

Algo palpitaba en la cabeza de Fionna y, como siempre, cuando Maxwell la llamó anunciando que ya estaba en casa, se atrevió a preguntarle cómo,  la joven,  había tomado la noticia.  El le dijo que bien, pero en su forma de decirlo, supo que había sido todo lo contrario y entonces decidió que pondría término a esta situación absurda que habían creado entre todos por el capricho de la joven.  Con la tristeza inundando su alma, sacó el diario y plasmó en sus hojas todos los sentimientos que la embargaban:

< Hoy le he declarado que vamos a tener un hijo.  Se ha emocionado y he sentido su amor.  Sin embargo he llegado al límite. Se lo ha comunicado a Jasna, pero tengo la impresión de que estamos en el mismo punto de partida y yo no puedo más.  Renuncié a él, pero en mi vientre se está gestando una criatura suya, que tiene el mismo derecho que Jasna a disfrutar de su padre. Por tanto, renunciaré al destierro que yo misma me he impuesto y volveré a Londres, pero le pediré el divorcio.  Se me rompe el alma tan sólo de pensarlo, pero no estoy dispuesta a encerrarme en vida, y lo que es peor, que mi hijo tenga que renunciar también a su padre.  Trabajaré nuevamente porque también he renunciado a ello, ya que mi cabeza no está donde debiera.  Sé que será un mazazo para él, pero estoy dispuesta a ello.  Deberá elegir >

Se lo plantearía en cuanto le viera.  Habría de esperar hasta el fin de semana, pero era una decisión tomada y no retrocedería.  Sabía que la iba a costar una enfermedad.  Debía enfrentarse a una maternidad en solitario, pero había muchas mujeres en el mundo que se enfrentaban a ello y salían adelante:  ella no iba a ser una excepción.  Pero sus conversaciones telefónicas se volvieron más escuetas, menos apasionadas y es que ambos tenían sus cabezas totalmente ocupadas por el problema  de Jasna que no cedía en absoluto y, que ni siquiera quería hablar del bebe.  Ni Stephanie  conseguía ablandar su duro corazón.  "Si no lo veo, es que no existe", esa era su máxima para ignorar a su hermano o hermana. 
 A solas en su habitación repasaba mentalmente esa novedad e imaginaba la carita del bebe, que en ocasiones la hacía sonreír.

—El bebe no tiene la culpa, pero es hijo de quién es y ella me ha robado el cariño de mi padre.  Ahora le querrá a él más que a mi. Para él serán sus caricias, su ternura y sus mimos para la madre, y yo no tendré madre ni a nadie que me acaricie.

Aunque eso era lo que sentía, en su interior sabía que no era del todo cierto..  Su padre había renunciado al amor de su vida que estuvo antes que su madre.  Pero no lo haría con ese hijo que pasados unos meses sería el rey de la casa.  Lo había dejado muy claro.

Si tuviera familia, se iría a vivir con ella, pero no tenía a nadie a quién recurrir, sólo Stephanie era la depositaria de sus dudas, y aunque la buena mujer la aconsejaba, ella hacía oídos sordos, porque sus consejos no la convenían seguirlos.

Se ponía enferma sólo en pensar que pudiera estar nuevamente en casa y presenciar las caricias que su padre le daría. ¿ Por qué la odiaba de ese modo ?  Mientras vivieron todos juntos, la trataba con cariño y la mimaba ¿ en qué momento comenzó su despego hacia ella?  Fue al darse cuenta de que su madre había muerto, que se enamoró de su padre, pero que era otra mujer quién recibía su amor. Pero ella no tenía la culpa de lo ocurrido. Por Stephanie supo que su padre estaba dispuesto a internarla en un colegio al no soportar a su nueva esposa, y que fue Fionna quién se opuso a ello, prefiriendo ausentarse antes  que eso ocurriera.  Debía reconocer que había sido cariñosa y condescendiente con ella, y sin embargo les había hecho la vida imposible.  Pero ahora ese bebe, había puesto su mundo patas arriba y todo había cambiado.

Era tozuda y caprichosa, ahí estaba el problema. ¿ Debía llamarla y darle la enhorabuena ?  Eso sería lo correcto; iba a tener un hermano o hermana, gracias a ella.  A su padre le había hecho rotundamente feliz y se amaban.  ¿ Podrían llegar a ser una familia?  Pensaba que ella tenía la llave para que eso tuviera lugar, pero al mismo tiempo, la costaba dar su brazo a torcer, aún a sabiendas de que hacía daño a su padre, al que adoraba.  Esperaría un tiempo más y ya decidiría.

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