jueves, 20 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 26 - Viaje a Sarajevo

  Los días y los meses transcurrían, y Jasna crecía. Fiona se acostumbró a las expresiones de cariño entre padre e hija. Le satisfacía la complicidad que ellos tenían entre si ¿Conseguiría algún día ganarse de esa forma a la niña? Entre dudas el tiempo corría veloz y, al fin, decidieron que tenían que formalizar su relación.  Maxwell hacía de vez en cuando algún viaje corto que su cargo requería, pero deseaba volver a su casa cuanto antes, porque en ella encontraba el amor que siempre había buscado, y entre las mujeres no había problemas.  Todo marchaba bien.

Llegó la fecha de su unión en una ceremonia muy íntima.  Tan sólo ellos tres, los compañeros más allegados a Maxwell y el editor de Fionna,  Philip. Al fin pudieron besarse a la vista de todos, sobre todo de Jasna, que les miró sorprendida cuando Maxwell abrazando a su ya mujer la besaba con pasión.  Siempre habían evitado esa caricia, más que de pasada, pero aquél era un beso diferente, porque en él  Maxwell, depositó todo el amor y la pasión que sentía por Fionna y, que al fin no tendrían que esconder.
 Todos aplaudieron al presenciar esa escena y la niña miraba a todos asombrada de que rieran y aplaudieran.  Era el primer casamiento al que asistía porque no tuvo ocasión de presenciar el otro con Ana.  Ella cortó sus aplausos  y se quedó mirando muy seria a los esposos que reían felices y se abrazaban.

 Al día siguiente emprenderían un pequeño viaje que duraría una semana, pero la niña también iría.  Fiona propuso volver  a Sarajevo .  Maxwell se mostraba reticente, pero al fin su esposa le convenció

—Deseo conocer el lugar en donde está enterrada,  y que la niña debe también conocer.  Depositaremos unas flores y nada más.  Les debo la vida de mi  amor de siempre, y es lo menos que puedo hacer.  Creo que debemos preparar a la niña para ello.  No va a ser fácil aunque no tenga recuerdos de su nacimiento en aquellas tierras, pero debe conocer el lugar en donde reposan los restos de su madre y su abuela.  Ahora no se dará cuenta, pero cuando sea mayor te lo agradecerá— dijo Fiona a su marido. 
Así lo hicieron.  El tiempo había transcurrido y, borrado la mayor parte de los rastros de la guerra.  Otros soldados paseaban tranquilos por las calles, eran los enviados de la Naciones Unidas para pacificar aquellas tierras y ayudar a su reconstrucción.  Maxwell tenía muy vivo en su memoria lo vivido aquellos terribles días.  Estaba algo tenso y sus mandíbulas estaban  contraídas por la emoción de los recuerdos.  Se hospedaron en el hotel, ya reconstruido, en el que estuvo cuando fue enviado como corresponsal.

 Salieron a pasear e iba explicándoles donde estaba el mercado y en dónde le hirieron.  La casa de Ana ya no existía.  Había sido seriamente dañada y tuvieron que derruirla.  Se paró por un instante frente al solar y volvió a vivir las escenas de su rescate.

Había pasado el tiempo , pero lo tenía fresco en su memoria como si estuviera ocurriendo en ese preciso momento.  Hablaba poco y Fionna sólo agarraba fuertemente su mano, y él, a su vez, sujetaba la de su hija, como queriéndola transmitir las emociones vividas y el recuerdo de su madre.

La niña lo miraba todo con curiosidad, pero no entendía nada del porqué estaban allí y porque su padre no dejaba de hablar a Fionna, señalando con su mano las casas, las calles, las ventanas de algunos edificios.  Estaba cansada de tanto andar y se aburría.  A veces les pedía ir a tomar un helado, o llegar al hotel y sentarse.  Pero era todo tan alucinante que no se daba cuenta de que para su padre y para Fionna era imprescindible cerrar de una vez esa página tan dolorosa en sus vidas.

 Fue ella  quién ,le hizo notar que la jovencita estaba cansada y que debían dejarlo para el día siguiente, si es que deseaba recorrer de nuevo sus calles, algunas ya reconstruidas y, sus gentes poco a poco retomando su vida normal.  Sólo quedaban los vestigios en sus almas, en su dolor pasado, cuyas huellas eran difíciles de olvidar. Y vivió con su marido la angustia que seguramente sintiera ante aquella situación máxime herido, y sin saber nada de ella.  Ella,  en aquel entonces  removía cielo y tierra para tener noticias suyas, para tratar de averiguar su paradero.  También fue una víctima al igual que Maxwell, pero deseaba sobre todo que él  mantuviese la calma. Se arrepentía de haber realizado ese viaje, al menos hasta que la niña fuera algo mayor y entonces comprendiera la magnitud de lo que allí había ocurrido y la repercusión que había tenido en su propia vida.

Entraron en un bar y allí pidieron algo para entonar su espíritu y que su hija descansara. Después dando un paseo, desandarían el camino hasta el hotel.  Había sido un día de muchas emociones.  Se merecían un alto, porque al día siguiente tenían proyectado acudir al  lugar en donde se refugiaron y donde estaban enterradas aquellas buenas mujeres que no debieron morir tan prematuramente:  Bania Luka


Fiona estaba triste por su marido.  Le notaba nervioso, intranquilo, poco hablador; sabía que lo estaba pasando mal.  No cenaron apenas  y, lo hicieron en el hotel. Jasna se durmió enseguida, sin duda por el agotamiento del largo paseo dado y también por el aburrimiento. No le había gustado esa excursión que su padre le había anunciado.  Ni entendía lo que ellos dos hablaban.  Se contaban cosas que no comprendía, creyendo que se trataba de una película .  Por eso se durmió a los pocos minutos de que Maxwell se inventara una especie de cuento para dormir.

A solas, el matrimonio abrazado, permanecía en silencio,   tratando Fionna, de asimilar lo explicado por él, que era tan real que ella misma lo vivía a pesar de haber estado a cientos de kilómetros de distancia.  Se imaginaba las escenas narradas, tan veraces, tan vivas en su memoria. Aunque ella también tenía las suyas, no podía compararlas con las de él.  Con el miedo a salir de casa, las noches y los días.  Herido a punto de morir lejos de casa y, de la persona que más quería.  Del presentimiento que siempre había tenido y el afán de ir a buscarle y de la falta de colaboración con las autoridades de uno y otro lado, por tratar de localizar a un ciudadano.  Pero también entendía que era una guerra cruenta entre ellos y que las autoridades cerrasen las fronteras, aunque en aquellos momentos no lo creyera posible.

Maxwell, acariciaba suavemente la cabeza de su mujer, no hablaba, y su mirada permanecía perdida en algún punto de la habitación.  Fionna a penas respiraba, no quería interrumpir los pensamientos de su marido.  Sabía que, una vez más, evocaba lo sucedido.  De repente dejó de acariciarla, depositó un beso en su cabeza y la dijo:


— Durmamos.  Mañana nos espera un día duro también

— Perdóname.  No debí pedirte venir.  Está aún muy reciente algo tan difícil de asimilar.  Lo hice por la niña, pero ella tampoco lo está pasando bien.  Debí darme cuenta de que era un error

— No tengo que perdonarte.  Sé que lo has hecho con la mejor intención., Jasna debe conocer el lugar donde nació y donde reposa su familia, parte de su familia.  Yo estoy bien; sólo que al volver al lugar los recuerdos tomaron vida. No me obligaste a venir, fue una decisión acertada que yo también quise tomar.  Tratemos de dormir

Permanecieron abrazados  y en silencio. Maxwell, se quedó dormido rendido por las emociones, sin embargo Fiona, no conciliaba el sueño, pero permaneció quieta, sin moverse, para no despertarle y que descansara.  Cuando comprendió que estaba dormido, se levantó y se dirigió a la salita que había a la entrada de la habitación.  Allí se asomó a la ventana, recordando mentalmente la descripción que él había hecho durante la tarde.  Ahora todo estaba en paz y tranquilo.  Alguna pareja transitaba tranquilamente y las luces de las casas iluminaban la noche de Sarajevo, tan distinta a aquella otra iluminada por los disparos de los franco tiradores.

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