sábado, 15 de julio de 2017

Cuando no lo esperaba - Capítulo 12 - Una agradable velada

Como había anticipado Charles, la sorpresa y alegría de Agnes, fue grande al hacer la entrada en la salita su buena amiga Elise. Ambas mujeres  se fundieron en un entrañable abrazo y ambas se preguntaban al unísono por las ocupaciones de cada una.  Elise, en un momento que Charles salió de la habitación, relató a la chica su fracaso sentimental, y el malestar que ella sentía por la soledad de su sobrino.

También la contó el éxito alcanzado de su primer libro, ese que ella comenzó a corregir y sentía no tuviera más tiempo para dedicarse a la escritura, pero su trabajo en la universidad  le ocupaba bastante  Elise le habló del trabajo que desempeñaba en la editorial. Había tenido mucha suerte al encontrarlo .  Estaba muy bien remunerado y contaba con el aprecio de sus compañeros y jefes.  Estaba muy contenta, no en vano disfrutaba ejerciendo la profesión que más la gustaba.




La comida transcurrió muy amena y la charla no decayó en ningún momento. Agnes se mostraba feliz y satisfecha por haber recuperado nuevamente la amistad de Elise.    Hasta Charles estaba encantado con la visita.  La miraba de soslayo . La encontraba muy atractiva y no entendía cómo anteriormente le  resultaba hasta antipática.  

La sobremesa se prolongó hasta media tarde. Al despedirse, Charles, se ofreció para acompañar a Elise hasta su domicilio.  Ella no deseaba que eso ocurriera, no quería tener demasiado trato con él.  Durante todo ese tiempo no le había olvidado y temía que al encontrarse de nuevo, surgiera nuevamente esa llama que lucía tenue, aún, en su corazón.  Pero no pudo evitarlo.  Al llegar a su casa, tendió la mano a Charles agradeciéndole su deferencia


- He pasado un día fantástico.  Gracias Charles.  Quiero mucho a tu tía y me ha alegrado volver a verla
 - ¿ Por qué no lo has hecho antes?  Siempre serás bien recibida en esta casa
- Lo sé, lo sé, pero...  La situación era distinta... estaba Gisele y creo que no me tenía mucha simpatía
- Espero que volvamos a reunirnos otro día. Ha sido una reunión estupenda. Dame tu teléfono y quedamos otro día, no se.... quizá para ir al teatro, o al cine, o salir a cenar.  Eso suponiendo que no tengas compromiso con alguien
- No, Charles. No tengo compromiso con nadie
- ¿ Cómo es posible? Eres muy guapa y tu conversación es interesante
- Bueno...  Mi corazón fue ocupado hace tiempo , y no he tenido suerte.  Es así de sencillo
- Debía estar ciego. Francamente no lo entiendo
- Así son las cosas. Te enamoras y no eres correspondida. Vuelves a enamorarte y ocurre lo mismo.  Estoy predestinada a vivir la vida en solitario
- No lo creo.  Simplemente no ha sido el momento.  Estoy seguro que llegará tu hora. Bueno, Elise, ya me despido. Prometo llamarte
- Así lo espero, y nuevamente gracias

Elise entró en su casa y Charles, aguardó hasta que la ventana se iluminó.   Lentamente desanduvo el camino hasta llegar a su domicilio.  Allí, tía y sobrino comentaron la incidencias del día y una hora más tarde, cada uno se despidió para ir a dormir.

Elise estaba desvelada.  Había sufrido una pequeña conmoción al encontrarse nuevamente con Charles.  No había conseguido olvidarle, pero sabía que su amor era imposible, y a su memoria acudió la conversación que tuvo, hace tiempo, con su tía, lo que motivó su precipitada salida de aquella casa.

Estaba segura que tardaría mucho en verle nuevamente, a pesar de que él había prometido llamarla.  Sus vidas transcurrían con normalidad, pero el fín de semana siguiente, cuando Elise se disponía a salir para dar un paseo, el teléfono repiqueteó insistente


- Si ¿ quién es ? - respondió ella
- Elise, soy Charles ¿ Cómo estás?
- ¡ Charles !... pues muy bien. ¿ Agnes, está bien?
- Si, si, desde luego.  Oye, tengo entradas para el ballet ¿ Te gustaría acompañarme? - Ella tardó unos instantes en responder.  Le había cogido por sorpresa y tardaba en reaccionar
- ¿Elise?  Si tienes compromiso...  no hay problema
- No, no. Simplemente no esperaba que me llamaras
- ¿ Por qué ?  Quedamos en eso
- Si..., pero pensé que era pura retórica
- Ah, ya comprendo.  No te apetece
- Si, si me apetece y mucho...  De acuerdo¿ a qué hora debo estar lista?
- La función empieza a las siete. ¿ Qué te parece a las cinco y media?  Así tomamos café tranquilamente y charlamos
- Muy bien, me parece muy bien.  Estaré lista para esa hora
- Bueno..., pues entonces ... hasta luego
- Hasta luego, Charles

De repente una tensión nerviosa, Elise, comenzó a experimentar.  No esperaba que él la llamase,  y frenética se dirigió a su habitación, abrió su armario y comenzó a rebuscar el vestido adecuado.  Terminó eligiendo uno negro, "elegante siempre", pensó. Comió algo ligero, no tenia apetito y además debía arreglarse pronto.  No quería que la hora se la echara encima.  

Cuando a la hora señalada, sonó el timbre de su casa, ella estaba lista y arreglada.  Abrió la puerta y un sorprendido Charles la saludó, dándole un par de besos en ambas mejillas


- ¡ Uau !, estás radiante Elise.
- ¡ Vaya ! gracias Charles. Pasa... ¿ Quieres tomar algo antes de irnos?
- No, lo haremos en la calle. ¿ Nos vamos, pues?
- De acuerdo. Un momento, voy por el bolso y la chaqueta.

Disfrutaron de un brillante espectáculo de ballet y de una cena amable en un restaurante italiano que Charles conocía desde hacía tiempo.  Charlaron animadamente,  y,   cada uno de ellos, sin saber muy bien porqué, expusieron sus sentimientos y se confesaron mutuamente los fracasos sentimentales sufridos.  Salieron poco a relucir los nombres de sus respectivas parejas, y parecía que a ambos se le había quitado un gran peso de encima.  Ni Elise era tan antipática y fria, ni Charles era el enamoradizo galán al que había dado calabazas por,  dos veces,  la misma persona.

- ¿ Estás cansada, te apetece pasear? - dijo Charles
-Si. Me apetece pasear.  He de darte las gracias. La velada ha sido fantástica, lo he pasado muy bien
- Me alegro. Podemos repetirlo en otra ocasión, si te parece bien
- Desde luego. Estaré encantada

 Y despacio emprendieron un largo paseo.  Ninguno de los dos tenía deseos de concluir la velada, en la que habían derribado barreras y limado asperezas.  En lo sucesivo, sería diferente. Eran dos personas jóvenes, introvertidas y deseosas de amistades, que precisamente por su carácter, encontraban dificultades para llevarlo a cabo.




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