lunes, 12 de abril de 2021

El jefe - Capítulo 5 - Una invitación

Tanto William como Rosemary se reintegraron a su trabajo de siempre. Atrás habían dejado las cifras, los gráficos y los trapicheos de alguien. Imaginaban lo que llevaría consigo el descubrir quién había cometido el delito, pero eso a ellos ya no les importaba, es decir no había nada que pudieran hacer al respecto. Era labor de la directiva, de sus componentes y como mucho de algún detective privado que hiciera las averiguaciones.  En las noticias financieras, se filtraba  de vez en cuando, algo  referente a  lo que pudiera ocurrir en esa compañía, pero poca cosa más. Habían silenciado todo lo descubierto con el fin de que no repercutiera malamente en la marcha del negocio.

No habían vuelto a saber nada de Morgan, al menos ella. Y era comprensible; demasiado tenía encima de él averiguando quién era el autor, y además en silencio absoluto para que nada trascendiera. Hacía su vida normal, como si nada ocurriese, pero lo cierto era que sí estaba muy preocupado y deseando que de una vez se conociera al autor.  Por la oficina había corrido el rumor de que tenía problemas en su vida privada, aun que nada más trascendió.


Una llamada a William de su parte, fue la primera noticia que tuvieron. Aparentemente todo iba bien, con normalidad. Les invitaba a una cena, tanto a William como a Rosemary; era lo mínimo que podía hacer después del trabajo bien realizado y que al fin, habían conseguido parar. Sólo faltaba descubrir al causante y encerrarlo entre rejas por robo.

Poco a poco todos iban recuperando su vida normal, incluso Morgan, que había depositado una denuncia en el tribunal de delitos monetarios; el resto corría por cuenta de las autoridades. Le habían aconsejado que todo siguiera lo mismo, ya que de este modo podrían "cazar" con más rapidez al autor del delito, al creerse impune de todo. Y con reticencia, Anthony autorizó a que nada trascendiera por el bien de los fiscales y de la propia compañía. Tenía que evitar cualquier filtración, para no levantar la liebre.

El teléfono de Rosemary, sonó, y ella recogió la llamada  sin prestarle demasiada atención, hasta que reconoció la voz de su interlocutor.

— ¿Señorita Rosemary? Discúlpeme por la tardanza en ponerme en contacto con ustedes.  Como puede comprender han sido días de locos, pero ya todo está resuelto. Mi llamada se debe a invitarles, tanto a usted, como a William, a cenar hoy, mañana o cuando ustedes quieran. Es lo mínimo que puedo hacer para corresponder con su trabajo. Ha sido meticuloso y exhaustivo sin el cuál no podría haber hecho nada.

— Señor Morgan. Era nuestro trabajo y por él nos ha pagado. Es nuestra obligación cumplir con nuestros clientes.  No se preocupe. Creo que ahora no debe estar para  invitaciones. De verdad, no es necesario


-—Pero es que me apetece pasar un rato con ustedes, así que no admito excusas. ¿ Cuándo la viene bien?

-—No sé qué decir...

— Pues diga solamente el día

-—¿ El sábado ? ¿ Le viene bien ?

-—Perfecto. Pasaré a buscarla a las ¿ siete, por ejemplo?

— Si. Es buena hora. Pero le repito que...

-—Deseo poder charlar tranquilamente. Hemos trabajado en el mismo lugar durante bastantes días y ni siquiera hemos podido tomarnos un café. Me vendrá bien despejarme después de tantos días extraños.

— De acuerdo. A las siete estaré lista . Mi dirección es …

— No se preocupe, conozco donde vive.  William me la facilitó

— Bien, pues entonces hasta el sábado

-—Que tenga un buen día, Rosemary.


Y llegó el día de la cita. Rosemary se puso su mejor traje porque presentía que les llevaría a un restaurante elegante, y no se equivocó. La desconcertó un poco que William no acudiera a la cita con la excusa de que no se encontraba bien. Esa situación la puso un poco nerviosa, ya que apenas le conocía y no tenía ni idea de lo que hablarían. De por si, era tímida. Nunca había alternado mucho más allá de alguna hamburguesería o pizzería, por lo que acudir a un restaurante de más o menos lujo, la intimidaba bastante. Tendría que dar la impresión de que dominaba la situación, aunque estuviese muy lejos de ello.


Llegó puntual y con una amplia sonrisa. Ella estaba inquieta, no sólo por la situación tan violenta que pasaría, sino por si su atuendo no estaba acorde con la cita. Pero en cuanto la vió se reflejó en su rostro la complacencia que sentía. Rosemary suspiró un poco aliviada.

Mientras se dirigían al restaurante, comentaban la ausencia de William que debiera haber sido el árbitro, porque para Morgan , tampoco debía ser fácil esta extraña cita.  Pero se notaba a la legua que era un hombre de mundo y sabía sortear cualquier vendaval, tal y como había hecho en la Junta Directiva de su negocio con el tema que les había llevado a conocerse.  Ni siquiera de refilón hablaron del caso, no era pertinente y además debían guardar el más extremo secreto. Entonces  ¿de qué hablar ? Debería ser él quién iniciase alguna charla y después, según viera el panorama, ella intervendría.

-—Háblame de ti —la dijo afectuosamente

-—¿ De mí? Poco he de contar. Soy hija única, de padres irlandeses de una economía modesta. Con cincuenta mil sacrificios pudieron darme la carrera de económicas y ahora, cuando tenía un trabajo y podría ayudarles... Mi padre fallece y mi madre no desea vivir en Londres. Permanece sola en la casa familiar, así que... En fin, una historia muy común, como hay miles

— ¡ Vaya ! Lamento haber sacado el tema. Se nota que te duele, así que cambiemos de conversación

-—Ahora soy yo la que deseo saber algo más de ti, puesto que así lo has querido — le dijo sonriendo con los últimos coletazos de su emoción.

— Después de lo que me has contado... me avergüenzo


-—Eso quiere decir, que eres todo lo contrario a mí. Está bien. Cada uno de nosotros nace donde debe y no podemos elegir. Sólo te diré que fui muy amada por mis padres, que todo lo compartíamos y  feliz en mi niñez, y algo menos en mi adolescencia, porque me daba más cuenta de lo que ocurría a mi alrededor. De los sacrificios y a veces privaciones que mis padres pasaron. Pero bueno, basta de lamentos.


Rosemary, bajó la cabeza que hasta entonces había mantenido fija en el rostro de él, que permanecía con los brazos sobre la mesa. En su mano derecha, tenía la copa que como final de la cena tomaban a modo de sobremesa. Vió que en la mano izquierda y en el dedo meñique, tenía un anillo algo extraño.  De repente le vino a la memoria otra escena vivida hacía meses y en un día señalado  en su vida: la muerte de su padre del que acababa de hablar.  Quizá fue esa charla  lo que avivó su memoria, que hasta ese momento había permanecido escondida en su mente

-—¡ Fuiste tú ! - dijo con una expresión de extrañeza en su rostro

-—¿ Qué quieres decir? ¿ De qué fui yo ?

-—¡ Tú me pagaste el pasaje del avión que me conduciría a Irlanda, el día que murió mi padre! ¿ Por qué no lo supe antes? Estaba medio ida. No me daba cuenta de lo que pasaba a mi alrededor. Ni siquiera miré tu rostro, ni te di las gracias. Sólo estaba angustiada por llegar pronto al lado de mi familia. Cinco minutos después de llegar, mi padre murió, pero al menos supo que estaba a su lado. En mi descargo te diré que eso me traumatizó mucho. Miles de veces he pensado en esa mano benefactora que me ayudó en ese trance, a quién ni siquiera podía dar las gracias, porque no sabía quién era. Además guardé todo ese recuerdo como protección de mí misma, porque era volver una y otra vez a aquél negro día. Pero ahora al fijarme en tu mano... he recordado de golpe que me ofreciste un vaso de zumo y mi memoria volvió de golpe.  Mil años que viva no te agradeceré bastante lo que hiciste por mí Gracias, gracias, gracias.

RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora< rosaf9494quer

Edición< Abril 2021

Ilustraciones: Internet



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