viernes, 9 de abril de 2021

El jefe - Capítulo 2 - Viaje inesperado

 Pero Rosemary llegó con el tiempo justo para dar un beso a su padre antes de expirar. Por mucho que su madre la preguntaba cómo había llegado, ella, no tenía la cabeza para dar explicaciones, porque sencillamente no coordinaba sus pensamientos. Ni siquiera se daba cuenta de que  debía, el  encontrarse allí, a un total desconocido al que ni siquiera había dado las gracias por ayudarla.  

Su madre estaba muy desmejorada debido a la enfermedad del padre, pero la consolaba el que ella hubiese llegado a tiempo de que el padre se diera cuenta de quién le besaba. Eso representaba un gran consuelo para ellas, que mutuamente, abrazadas trataban de seguir adelante con los trámites que, después, inexorablemente, han de seguirse.

Estuvo tres días con su madre, pero debía regresar a Londres.  Por mucho que insistió, la madre se negó a dejar su casa para vivir, siquiera momentáneamente. con Rosemary:

-—Tengo que recoger un montón de cosas, y además deseo estar sola. Quizá cuando pase algún tiempo, te haga una visita, pero ahora no puedo abandonar lo único que me queda de él. Aunque no lo creas, encuentro consuelo en ello, porque me retrotrae a los tiempos que vivimos juntos, que te tuvimos a ti y lo felices que fuimos por ello. Sé que lloraré, pero necesito hacerlo, aunque llore a mares, pero lo  necesito .  Ve tranquila; estoy bien. Te prometo que pasados unos meses pasaré una temporada contigo.

Y con el ánimo destrozado, regresó a su vida diaria. Lo miraba todo como ausente  y a la vez se recriminaba que el mundo no se había detenido. Y las gentes iban y venían a sus trabajos, a sus vidas, como si ella no hubiera perdido a uno de los seres que más había amado: su padre.
 Al mundo nada le importaba, y eso la desgarraba por dentro, por mucho que comprendiera que era así, que no podía poner un anuncio ni llevar un cartel que dijera:   "Que todo se detenga, hasta mi vida".

¡Si la hubiera dado más tiempo de estar con ellos, de atenderles mejor, de decirle cuánto le quería y lo agradecida que estaba por la educación recibida  con mil esfuerzos! Y, sin embargo tuvo que conformarse con besar su frente antes de exhalar el último suspiro. Le consolaría saber si él se dio cuenta de ello, pero hasta eso creía no ser posible.

Demacrada  se incorporó al trabajo aquella mañana. Hacía tan sólo cinco o seis días que emprendiera el viaje hacia sus padres y parecía que había pasado una eternidad. Era como una gota de polvo en el espacio, eso era su vida; nada ni nadie sabía nada de su tristeza ni de sus sentimientos sufridos. 

Al preguntarla sus compañeros todo lo concerniente al suceso, recordó de golpe al pasajero que la pagó el pasaje  de avión. ¿ Cómo lo había olvidado? No recordaba si al menos le había dado las gracias. Era una imagen totalmente borrada de su cabeza y de muy difícil averiguación.  Ni siquiera recordaba su cara. Y estaba claro porqué eso sucediera: ni siquiera había levantado la cabeza. Tan sólo recordó el extraño anillo en una de sus manos.  Lamentó profundamente su conducta y esperaba que el benefactor desconocido, se hubiera hecho cargo de las circunstancias que hicieron se portase con él tan descortesmente.

Esperaba que esa persona se hiciera cargo de lo que la ocurría y la dispensara de ese tremendo fallo. Ni siquiera le pidió su teléfono para agradecerle la lección de humanidad que les dio a todos. Y las atenciones que la dispensó durante el viaje. ¿ Cómo lo había olvidado todo? Ella era agradecida por naturaleza. En una ocasión normal lo hubiera recordado. Sería imposible volverse a ver. No sabía, no sólo cómo se llamaba, sino que ni siquiera sabía si era inglés o irlandés puesto que también se dirigía a Dublín.  Tendría que guardar el reconocimiento en lo más profundo de su ser, porque sería imposible volver a coincidir aunque fuera en otro lugar.

 Por no saber, ni siquiera recordaba su rostro, ni nada de su persona que la sirviera para identificarle.  Desecharía esa idea de la cabeza, guardando para sí el profundo agradecimiento hacia él.

Se centraría en el trabajo.  El lidiar con números, con hojas de cálculo, lo haría  en lo que tenía delante.  Dejaría las reminiscencias para cuando estuviera a solas, o en casa.  La economía de un determinado cliente estaba en sus manos y no podía permitirse el lujo de fallar. 

Entre su jefe y compañeros tenía fama de meticulosa y buscaba y rebuscaba todos los resquicios que la ley permitiera y que beneficiase a su cliente, por eso, sobre todo, las declaraciones de renta se las pasaban a ella.  Pero ahora no estaba en muy buena situación anímica para rebuscar hasta lo mínimo.  Pero debía hacerlo, era su trabajo.



El pequeño despacho administrativo,  de vez en cuando era requerido por otra empresa  más grande para que les descargara de tanto trabajo.  Su jefe había trabajado con  algunas de ellas, pero sobre todo  en, quizá la más importante de todas, antes de independizarse y formar su propio gabinete, por eso, al ser conocida su profesionalidad, le encargaban algunos trabajos cuando la época era fuerte y de esta forma se descargaban de ello. Les venía bien esa ayuda, porque además lo pagaban bien. Trabajaban noche y día, pero al final de la campaña, ellos también recibían alguna paga en compensación a su esfuerzo.

Tenía el escritorio abarrotado de carpetas que contenían documentación sobre los trabajos encargados. Lo cierto es que su cabeza estaba en otro lado; al menos debería estar más días sin trabajar, hasta que asimilase la muerte de su padre, porque ahora estaba reviviendo, casi constantemente la situación vivida. Pero el trabajo apremiaba y como esperaban, habían recibido una llamada telefónica del departamento económico de la financiera Morgan, Sons and Associates. para, como cada año, llevarles algunos documentos relativos a su propia auditoría. 

Su jefe y la financiera, estuvieron hablando largo rato por teléfono, pero al final de la conversación quedaron de acuerdo en que, al tratarse de un exhaustivo  trabajo auditor, se trasladaran a las oficinas de Morgan para,  así tener más a mano los documentos que debían consultar. Quedaría un retén en el despacho y el resto, junto con el jefe, trabajarían en las oficinas de Morgan Associates.

El jefe se frotaba las manos pues pensaba que la inyección económica que entraría en su despacho, sería suculenta, ya que el encargo era más relevante que lo que habitualmente les realizaban.  Junto al jefe  estaría Rosemary, ya que era un lince en esas lides. Sería a la mañana siguiente,  dado que era bastante urgente, 
O sea que tendría que desplazarse a la city, en lugar de a su trabajo habitual. Les acomodarían en un despacho y allí tendrían a su alcance la documentación que precisasen, los ordenadores..., en fin todo cuanto se les ocurriera.

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Autora; rosaf9494quer

Edición: Abril 2021


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