sábado, 10 de abril de 2021

El jefe - Capítulo 3 - Auditoría

 Y hasta allí se dirigió, con bastante  tiempo de antelación, incluso lo hizo antes que su jefe, con quién trabajaría codo con codo. Lo prefería así. Al entrar en el vestíbulo se quedó impresionada. Era un edificio muy grande, con muchos pisos y cada uno de ellos dedicado a un determinado despacho. Se vió pequeña comparando su  oficina con la monstruosidad del edificio que les había hecho el encargo.  Había algo que no comprendía ¿ Cómo una compañía tan fuerte como esta, precisaba de los servicios de una administración tan pequeña?

 Siempre había soñado con trabajar en una financiera como esta, sin embargo el hombre propone y Dios dispone, y lo suyo, al querer ser independiente, la obligó a aceptar el trabajo más modesto, pero de gran importancia por su buen nombre entre las financieras. Nunca les faltaba trabajo por parte de ellas, lo que les daba garantías de continuidad y no sólo durante la época de las declaraciones de renta.



Suspiró profundamente y preguntó en recepción a donde debía dirigirse para incorporarse a su lugar de  trabajo. La indicaron la planta octava, y allí de nuevo la mostrarían el despacho. Subió en el ascensor junto con otras personas y la dejó en la planta indicada. Había un largo pasillo y al final una puerta de cristal  opaco con letras doradas muy grandes indicando el departamento en el que estaban:  "Finanzas" 

No veía a nadie por ningún lado, así que decidida empujó la puerta y a la derecha de ella, a unos pasos,  de nuevo un mostrador con una señorita y ordenadores.  A ella le preguntó, haciendo referencia a lo que había venido. Y por fin la condujeron hacia otra puerta al final de otro largo pasillo. El despacho estaba perfectamente acomodado con dos escritorios, un armario y un ordenador en cada mesa con fotocopiadora en un rincón. En las paredes diáfanas, impolutas, había unos cuadros de una marina,  preciosos. Pero daba la impresión de que estaba oculto, o quizá lo hubiesen habilitado para el trabajo que iban a realizar, que sería lo más probable, para que nadie les interrumpiese. Probablemente, por eso estaba escondido, en el último rincón de aquél largo pasillo.

Abrió el armario y depositó en él su chaqueta y su bolso, después de dejar en la mesa su teléfono móvil y una botella de agua.

 Encendió los ordenadores y en la pantalla apareció el fondo de escritorio con el logotipo de la empresa.

 Hasta que no llegara su jefe no quería disponer de ninguno de los escritorios , así que se asomó la gran ventanal que tenían, desde el que se divisaba el paisaje de grandes edificios de la City.  Consultó su reloj y pensó que aún tardaría William en llegar. Quizás ella había sido demasiado previsora.  Esperaba impaciente, estaba nerviosa, y daba vueltas sin parar por la habitación. Al fin la puerta se abrió. La figura de un hombre alto, magníficamente vestido, con una amplia sonrisa, mitad galantería y mitad asombro, tendió su mano y se presentó a Rosemary.

— Buenos días señorita. Mi nombre es  Anthony Morgan, director gerente de estas oficinas. Compruebo que aún no ha llegado William.  No tardará. ¿ Quiere tomar algo ?

-—No, muchas gracias. Mi nombre es Rosemary Spencer.  Cierto, no tardará es muy puntual, seguramente el tráfico...

Él se la quedó mirando con detenimiento, pero no dijo nada; estaba claro que ella no se acordaba de él. No quiso preguntarla por el motivo de su primer encuentro, ni siquiera por la salud de su padre. Se hizo el cargo de que iba muy nerviosa y con un sólo pensamiento: llegar pronto al lado de su familia. Sin duda no recordó quién la ayudó en aquella ocasión desesperada. Guardó silencio y lo dejó pasar. Se disculpó ante una llamada telefónica que le pasaron y salió del despacho. 

Cinco minutos después, llegó William. Se excusó ante Rosemary y por ella supo que el director había estado allí. 

Procedieron a tomar su sitio y comenzó a organizar su escritorio mientras William iba en busca del gran jefe para concretar lo que en verdad deseaba de ellos.  Rosemary puso sus bolígrafos, la foto de sus padres que siempre iba con ella, sus gafas de cerca, el móvil y la botella de agua.  El ordenador permanecía abierto en el fondo de escritorio. Imaginaba que no podría entrar a la red sin antes poner una contraseña, que habría de ponerse de acuerdo con William, ya que debía ser exclusivamente para ellos y además muy, muy secreta. Imaginaba que sería algo relacionado con la compañía, pero lo que más la extrañaba es que fuera una auditoría de la empresa  misma. ¿ Qué ocurría, no se fiaban de sus propios auditores que necesitaban a alguien de afuera? Lo comentaría con William por si él pudiera aclararle algunas dudas.




Se impacientaba pues se demoraba en volver a su despacho. Creía que se alargaba la charla con el jefe supremo debido a que se conocían desde hacía tiempo y seguramente estaban poniendo al día sus novedades.  Al cabo del rato regresó con una carpeta bajo el brazo y el semblante algo contraído. Por lo que le conocía, sospechó que algo le preocupaba y era  relacionado con el trabajo que debían comenzar cuanto antes.

Se lo explicó muy por encima y lo primero que hicieron fue crear la contraseña que les conectase a ambos, pero que nadie más debía saberlo. La intrigaba el secretismo, pero fue mientras almorzaban que se lo contó, con la indicación de que nadie, bajo ningún concepto debía saberlo:

-—Es algo muy serio. Sospechan que hay una filtración de datos para la competencia, y no sólo eso, sino también desviación de grandes cantidades de dinero hacia paraísos fiscales. Por eso nos han contratado. Debemos averiguar quién es la mano que está meciendo la cuna. Es altamente secreto; bajo ningún concepto ha de haber filtración.


Ella dejó de sonreír al saber de qué se trataba el trabajo que realizarían ellos dos solamente. Arduo trabajo para tan pocas personas, y además guardando silencio, lo que significaba que al  solicitar cualquier documento tenían que andar con pies de plomo para que ningún empleado sospechase, por muy alto cargo que fuera, exceptuando, claro, el gran jefe que fue quién les contrató. Ella debía saber lo más imprescindible, así que todo el peso de las indagaciones las llevaría William que, además tenía la plena confianza del señor Morgan.  Y se pusieron manos a la obra.

— Esto va a ser muy pesado, Rosemary y arduo. Creo que mejor sería dividir el trabajo entre nosotros. A partir de una fecha determinada y así iríamos más aprisa, porque como puedes comprender corre prisa, mucha prisa. Cada hora que pasa es un chorro de dinero el que se pierde y muchas competidoras reciben unos datos que no les corresponden. Así que, venga, pongámonos a ello.
Le he explicado  al señor Morgan que necesitaremos tener acceso al archivo. Las anomalías parece ser que vienen desde hace cuatro o cinco años.

— ¿ Cómo no se han dado cuenta hasta ahora? No lo entiendo — respondió Rosemary

—¿ Por qué crees que nos han contratado? Porque tienen un atajo de inútiles que no lo han detectado.
Durante la comida te lo explicaré más detenidamente. Ve al archivo y sube lo que tengan desde cinco años atrás. Seguramente habrás de hacer más viajes porque serán muchos los archivos. Morgan me ha dado esta tarjeta para el acceso. Nadie debe saber que la tenemos ¿ entendido? Por lo visto tienen una especie de mesa transportadora y eso te facilitará el traer varios archivos de una sola vez. Anda, ve; sin ello no podemos empezar.

Rosemary se dirigió rápidamente hacia el sótano que es donde tenía los archivos atrasados. Si se encontraba con alguien en el ascensor, diría simplemente que iba a Archivos buscando algún papel, pero nada más. Seguramente nadie la preguntaría, puesto que no era la primera vez que en esta época de declaraciones de renta, contrataban a una empresa exterior a ellos, así que por ese lado estaba tranquila.


Al llegar e introducir la tarjeta que la diera acceso, se quedó sola ante un mar de carpetas, cajas y demás. No tenía ni idea de por dónde comenzaba el principio de todo aquello. No se desanimó. Eligió un pasillo y creyó que por lógica sería el más lejano,  el que tendría la documentación más antigua, es decir desde la creación de la Financiera.
 Con paciencia acercó el carrito para ir depositando todo lo que creyera de interés. Estaba ordenado por años, lo que le facilitaría más la búsqueda.

— Dijo que unos cinco años atrás, o sea que puedo partir de 2004. Partiremos de ahí, si acaso fuera anterior a este año, retrocederemos, pero de momento partiremos de esta fecha, que es anterior a los cinco años indicados. ¡ Uf , menudo trabajo nos ha caído! Prepárate no te va a faltar más que la cama e instalarla en el despacho. Y además con toda urgencia. ¿ Cómo puede la gente jugarse, no sólo el empleo, sino su buen nombre. ¡ Claro, que menudo pellizco se habrá llevado !

Y poco a poco fue depositando las cajas en el carrito hasta llegar al año actual. Era difícil de manejar, puesto que al llevar tanto papel, pesaba muchísimo.   Hubiera necesitado que alguien la ayudara, pero no era posible, así que se arreglaría como pudiera.

 RESERVADOS DERECHOS DE AUTOR / COPYRIGHT

Autora: rosaf9494quer

Edición : Abril 2021

Imagenes: Internet


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