domingo, 13 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 2 -Los diecinueve

A la mañana siguiente, en hora del recreo,fui llamada a la tutoría y allí estaba la señorita Fiona, la enfermera, que me hizo sentar junto a ella, y me explicó concienzudamente lo que me ocurría, y las precauciones que debía tomar de ahora en adelante. Yo debía poner una cara extraña y abrir mucho los ojos, pues en un intermedio, la enfermera me hizo una caricia en la mejilla y me sonrió

- No estés intranquila, querida.  No se trata de una enfermedad.  la menstruación la tenemos todas las mujeres, es lo que nos permitirá a su debido tiempo, convertirnos en madres.  Es posible que alguna vez te duela el vientre, no te alarmes, Si eso ocurre, ven por la consulta y te daré un calmante.  ¿ Quieres saber algo más ? ¿ Tienes alguna duda ?
- No señorita Fiona. - Estaba muy asustada; nadie me había hablado de ello.

Cuando salí del despacho, estaba más tranquila, pero al mismo tiempo pensé que no era ninguna ventaja convertirse en mujer; habían más inconvenientes que otra cosa y sería un incordio y una incomodidad.  Pero no tenía más remedio que conformarme, no me quedaba otra.
Los estudios los llevaba con normalidad, lo que hacía que mis profesores estuvieran contentos conmigo, y así se lo hacían saber a mi tutor, ya que mensualmente hablaban con él por teléfono si es que no iba al internado para consultarles algo..

Y paso a paso se acercaban mis dieciocho años, y mi ingreso en la universidad.  Sabía a lo que estaba destinada; economía y finanzas, algo que odiaba profundamente, y mentalmente me reprochaba a mi misma el porqué se me habían dado tan bien los números.  Si hubiera sido más torpe para las matemáticas, seguro que hubiera podido hacer otra carrera que en verdad me gusta: periodismo.  Pero no.  Como todo en mi vida, otros lo habían  decidido por mi y mi lugar en la vida, estará siempre en un despacho de dirección en lugar de en alguna redacción de periódico.

 Seguro que mi padre dejó esas disposiciones en su testamento al ver  que era una chica y no un chico como hubiera querido, y que al morir no tuvieron tiempo de planificar otro ser.

- Muchas gracias, papa - dije mentalmente - Ruega porque no  hayas arruinado mi vida.

Rápidamente me arrepentí de ese reproche.  estoy segura que ellos también hubieran preferido engendrar otro ser en lugar de servir de simiente en una tumba en el cementerio.

En la universidad, el tiempo pasaba más rápido, pero no con más libertad, porque la mano férrea del albacea era muy larga y habían dispuesto para mi, vivir en un piso tutelado por monitores mujeres, con lo cual sería algo más libre, pero era tan poco que no merecía la pena.  Pero al menos los sábados por la tarde podía ir al cine, siempre acompañada, aunque fuera de lejos,  por la monitora.  Pero ya era algún  avance.  En la sala común, escuchaba las conversaciones de mis otras compañeras, y hablaban, aunque en voz baja, de algún que otro chico, de citas clandestinas y de besos perdidos.  Yo, las observaba asombrada y fingía  enfrascarme en la lectura que estaba siguiendo ¿ Cómo es que yo no sabía nada de eso? Y la respuesta me la daba yo misma

-¿ Cómo iba a saberlo si no me han dejado ni respirar?  ¿ Estaré destinada a ser la esposa de algún rey de esos perdidos por algún país extraño?  ¿ De qué demonios me asombro? Lo de ellas es lo normal a nuestra edad, lo que no es propio es lo mio. ¿ Por qué tengo que ser yo diferente? No lo entiendo francamente.  Solo sé  que donde quiera que vaya siempre llevo carabina.  Lo hablaré  con  mister Menzies en la primera ocasión que tenga. Han de dejarme un poco más a mi aire.  Posiblemente mis compañeras crean que voy para monja y se burlarán de mí.  Es normal que lo hagan. ¡ A estas alturas de la vida  aún me tienen entre algodones !

Y la ocasión se presentó antes de lo que pensaba y fue el día que cumplí diecinueve años.  Como regalo,  mi tutor y albacea,  me llevaría a la ópera.  Y para ello, salimos de compras ; debía tener el más bonito traje de noche que hubiera;  nos acompañaría para ello  una de las doncellas de la casa, y también     la asesora de imagen mas famosa que hubiera

- Pero ¿ a qué demonios me tienen destinada para tanta fanfarria?   Creo que tengo derecho a saberlo, se trata de mi vida - me dije

Y el día llegó y ciertamente que estaba hermosa. Me llevaron a una prestigiosa peluquería, me maquillaron discretamente debido a mi juventud, y me ayudaron a vestirme.  Y  todo eso, lo hicimos en la¡  Gran Mansión !  ¿ Por qué ?  Seguía sin entender nada  ¿ Cuántos años hacía que había salido de allí? Tenía cuatro años y he vuelto con diecinueve. No recordaba nada de la casa, pero si  las fotografías de mis padres. Hasta el servicio me resultó extraño.
Cuando el señor Menzies, vestido de smoking,  vino a buscarme, se quedó quieto ante mí y gratamente sorprendido:  me  había convertido en una princesa de  cuento de hadas, según su opinión. Bonita, culta, refinada...,  e inocente.  Me aguardaba un espléndido porvenir;  sería una directora general altamente cualificada en todo, y hasta posiblemente me elegirán al que será mi marido.  Demencial, totalmente de locos ¿ En qué manos me pusieron mis padres?  En las de alguien que vive en el siglo diecinueve, y no en el veintiuno.

Y el coche que nos condujo hasta el teatro de la ópera  nos dejó a la puerta. El Coven Garden estaba en todo su esplendor y  yo  asombrada;  nunca había visto mujeres más bellas y hombres más apuestos.  Lo cierto era que no había visto casi nada de nada.  Un acomodador nos llevó  hasta las butacas que estaban en las primeras filas.  Nos dieron un programa, y me entretuve en averiguar de qué iba la obra: La Bohème de Puccini.   Me  gustaba,porque también recibía clases de música, ¡ Como no !

La música en general me  gustaba. Y la ópera también, pero lo  que oían mis compañeras era más informal, más divertido, de esa que hace mover el cuerpo aunque no tengas sentido del ritmo. Di un repaso con la mirada a  los palcos que poco a poco se iban llenando de gente.  Los músicos en el foso, afinaban sus instrumentos, ponían en los atriles las partituras, en fin todo estaba ya a punto.

En uno de esos repasos que dí por la sala, tropezaron mis ojos con otros que me observaban  fijamente.  Desvié la mirada rápidamente y mis mejillas ardieron por unos instantes.  Y por primera vez sentí algo extraño en el estómago, parecido a lo que mis compañeras describían y que yo nunca había sentido y es que esos ojos, me perturbaban, me intimidaban.  Nunca nadie antes me había mirado así.  Había una mujer bellísima a su lado, aparentemente mayor que él, que le dió un suave golpe en el brazo y le preguntó algo, que hizo que apartara la mirada de mí.

Las luces se apagaron y los músicos comenzaron con la obertura de la ópera.  Era la primera experiencia que tenía de este tipo.  La música increíblemente bella, el teatro en sí  una preciosidad, el lujo y el perfume de las damas que todo lo envolvía,  hicieron que entornara los ojos para disfrutar y grabar en mi memoria  lo que estaba viviendo,  olvidándome de todo.  Pensé que no volvería hasta el año próximo,  de nuevo en mi onomástica, así que lo recordaría todos los días hasta esa nueva fecha,.

Al final del primer acto, hicimos un intermedio y sentía sed, una sed tremenda seguramente por la intensidad con que estaba viviendo todo. Pedí permiso para salir y Menzies dijo de acompañarme.   Me negué en redondo ¡ Jesús !  ¿Y si quiero ir al servicio ?  Deseaba respirar por mi misma, siquiera durante cinco minutos.En mi bolso de fiesta, me habían metido unas libras, y no se por qué , ya que no pagaba absolutamente nada,  pero en aquella ocasión,  si lo haría.  Tomaría un refresco en el bar del vestíbulo que  comenzaba a poblarse de gente y los camareros paseaban sus bandejas con sendas copas de champán entre todos nosotros. Yo miraba en rededor sin buscar nada concretamente, solo por el placer de mirar.  Uno de los camareros se me acercó ofreciéndome la bebida.  Le miré sorprendida y aunque me moría por beber una de esas copas, le pedí un vaso de agua.  Una voz a mi espalda dijo:

- Una mujer bellísima, una noche de gala, seguramente una ocasión especial, merece una copa de champán y no un vaso de agua.

Mentalmente le dí la razón, pero ante mi falta de costumbre no quise arriesgarme.  Entonces me giré y descubrí los ojos más azules que había visto en mi vida.  La mandíbula más fuerte y cuadrada y una sonrisa que derretía el hielo.  ¿ De dónde había salido este Adonis?, me pregunté , y al fijarme más, comprobé que era el hombre del palco.Me sonrió, con una sonrisa provocativa como con sorna, de medio lado, que me puso bastante nerviosa. El también me miraba detenidamente. Pero la inspección mutua, fue interrumpida por la mujer que le acompañaba en el palco. Era hermosa, vestida impecablemente para la ocasión, y con unos pocos años mayor que él, pero no los suficientes como para pensar que pudiera ser su madre.  Se trataría de su novia, o esposa,  Y pensé  "  ¡ Que suerte tiene ! "

Era la primera vez que me permití hacer un comentario, aunque fuera para mí misma, sobre un hombre. Eso me extrañó muchísimo, pero me acordé de los que hacían mis compañeras sobre sus amigos. ¡ Menos mal !, suspiré,  no era un bicho raro, come me consideré el primer día que las escuché hablar sobre el tema.  Y me daba cuenta que había estado toda mi vida en una nube:  Que me protegían de lo más mínimo, sin darme la oportunidad de vivir la vida tal y como se presenta. Quizá tuvieran miedo de que me ocurriera algo malo y pensaban que así me protegían.  El accidente de mis padres siempre estaba presente, pero no tuvieron en cuenta que no sólo los accidentes pueden cortar tu vida en pedazos, hay muchas cosas a lo largo de nuestro paso por la tierra que la parten por la mitad
y puedes irte de este mundo sin haber vivido.  Además a la vista de todos, siempre me veían como una niña boba y tonta, y no lo era.

Y entonces se abrió en mi mente la palabra rebeldía. Eso es, debía revelarme contra la tiranía que mi familia había implantado en mi vida.  Había pasado una noche preciosa y yo sola me la estaba amargando.  Tenía que hablar con  mi tutor al respecto.  Tenía diecinueve años, ¡por amor de Dios!  Otras chicas a mi edad eran ya hasta madres y yo ni siquiera había recibido el beso de un chico.

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