sábado, 19 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 19 - El viaje

Y cosa extraña, había transcurrido una semana desde que la anunciara que regresaba de nuevo a Nueva York, una vez solucionado la cuestión en Canadá. Y aún no había contactado con ella.  Es cierto que se lo advirtió pero  no sabía cuál sería la  cuestión surgida, pero no la había llamado y eso la preocupaba.  Se estaba acostumbrando muy mal  a sus saludos nocturnos de buenas noches, y estaba contrariada y además, pensando en lo que no debía por demasiado atrevido..  De nuevo la sombra alargada de William se repetía.  No tenía motivo para desconfiar, pero lo hacía y no podía evitarlo.

Ya habían pasado los días suficientes  como para solucionar lo que tuviera que hacer. Al mismo tiempo se reconoció egoísta , algo que detestaba, pero es que la costumbre hace norma y ella no se podía dormir si él no la llamaba, y hoy tampoco lo había hecho.
Era viernes y tendría el fin de semana por delante y como de costumbre  Else lo pasaría con su familia, así que ella, quizás fuera a visitar a Henry y a Meredith, dependería de las ganas que tuviese y también del aburrimiento que  sintiera.  Cuando llegó a casa, todo estaba en silencio. Decidió darse una ducha y ponerse cómoda para hacer tiempo hasta la cena y después ir a la cama.  Debido, quizás, a su mal humor, había estado todo el día nerviosa y hasta cosa rara en ella, había discutido con Henry, por algo en que él llevaba la razón.  Así que trataría de relajarse bajo el agua.
Envuelta en el albornoz y el cabello en una toalla, se dirigió a la cocina y fisgoneó en el frigorífico a ver si encontraba algo que la apeteciera, pero que no tuviera que cocinar

- Un bocadillo y listo.  Además no tengo mucho apetito.

 Sacó un tuper con jamón y otro con queso, y se preparó un sandwich en la tostadora, acompañándolo con un poco de vino.  En una bandeja se acomodó delante del televisor dispuesta a encontrar algo que la distrajera.  Mientras zapeaba sonó el timbre del portero automático, y extrañada  dejó la bandeja en la mesa y se dispuso a ver quién era.  Cuando llegó ya no había nadie esperando, así que pensó que sería una equivocación.  Pero no era tal,  el timbre de la puerta sonó contundente varias veces. Elizabeth extrañada y algo asustada miró por la mirilla y no vió nada; alguien estaba tapando el visor con la mano.

- Voy a llamar a la policía - dijo gritando para quién fuera, la escuchase
- Abre cariño, soy yo. No te austes
-¿ Michael ?

La faltó tiempo para abrir y efectivamente él estaba allí sonriendo y extendiendo los brazos para abrazarla

- ¿ Qué haces aquí ? Me tenias preocupada, no sabía nada de...

En ese abrazo  iba incluido un beso con el que selló la boca de ella

- No podía aguantar más sin verte. Te he echado muchísimo de menos, así que pensé ¡qué demonios voy a verla ! Y aquí estoy.

Ella no sabía qué decir, sólo sentía una inmensa alegría por tenerle allí.   Él cortó el abrazo y la retiró un poco para mirarla

- ¡ Mírate ! Estás endiabladamente bonita con la cara lavada y con el cabello con ese turbante. Eres preciosa
- Es que me había duchado y lavado el pelo cuando...- dijo quitándose apresuradamente la toalla de la cabeza -.  ¿ Es cierto que has venido para verme ?
- Claro que lo es ¿ no me crees ?  Te quiero niña desconfiada te lo he dicho miles de veces y no me importaría recorrer el mundo para estar a tu lado.  Aunque espero que algún día  estemos juntos y no tenga que viajar tanto

De nuevo la abrazó y volvió a besarla.  Sólo habían pasado unos pocos días, pero era una eternidad el no estar a su lado. Esta actitud de él, sorprendía a Elizabeth que lejos de disgustarla, la hacía sonreír.  Se sentía querida, deseada y eso  la agradaba.  Tendría que darle un voto de confianza, de que en verdad la amaba y no era un mero capricho.  La mirada de él tenía un brillo especial recorriendo el cuerpo de ella envuelto en el albornoz.  Mil ideas se le pasaban por la cabeza, pero debía controlarse hasta que ella emitiera alguna señal de que estaba conforme y deseaba lo que él deseaba.

Pasados unos instantes de mutua admiración, la tomo por ambas manos y se dirigieron a una sala, allí la hizo sentar a su lado, y comenzó a explicarla el plan que había trazado durante el tiempo que habían estado separados. Ella no decía nada. le sobrepasaba la energía que él derrochaba y no sabía qué decir.  le escucharía atentamente y curiosa por eso tan importante que tenía que comunicarla.

-Perdona, antes de nada, permíteme que me cambie;  estoy incómoda así - le dijo algo avergonzada
- Estás perfecta, pero si ese es tu deseo, ve, y no tardes mucho.

Se sentía como una colegiala que hubiera descubierto  su primer amor. Rápidamente se puso unos vaqueros y una camiseta, y después de peinarse, volvió nuevamente a reunirse con él

- Ni siquiera te he ofrecido algo para beber - le dijo
- Veo que ibas a tomar un bocadillo.  Te acompaño

Y juntos se dirigieron de nuevo a la cocina para hacerle un bocadillo.  Era una situación inusitada para ella, pero él se manejaba perfectamente y hasta le agradaba esa especie de intimidad de pareja bien avenida.  Y Michael estaba contento y satisfecho, imaginaba que así podría ser convivir con ella. Pero también estaba nervioso y preocupado por lo que en breves instantes iba a proponerla, y sería el preludio de lo que ambicionaba para los dos.

Y de nuevo volvieron a la sala con sendas bandejas; cenarían de nuevo juntos, pero esta vez en plan más hogareño que era como él deseaba.  Ella mordisqueaba su bocadillo y él aclaraba su garganta con un sorbo de vino.  Era importante lo que había de proponerla y tenía la boca seca y estaba nervioso.  No recordaba desde cuando él estaba impaciente para proponerle algo a una mujer.  No recordaba y creía que nunca lo había estado, pero Elizabeth era alguien  extraño surgido de una anécdota, lo que significaba que era un guiño del destino.  Y comenzó a hablar

- Verás he de proponerte algo muy importante para mí.  Deseo que vengas conmigo a Nueva York, a mi casa.  Que conozcas mi entorno, mi trabajo, mis amigos, mi vida en el día a día.  Quiero que nos conozcamos y que lleguemos a algo más. Estoy impaciente, nervioso y bastante alterado, y necesito paz y tranquilidad en mi vida, pero contigo lejos es imposible lograrlo.  Creo que no me estás tomando en serio, que no crees lo que de verdad te digo y siento ,  y eso me intranquiliza

- ¡ Michael ! ¿ Te das cuenta de lo que me estás pidiendo ?  A penas nos conocemos, y no me tomo a la ligera tu deseo de estar juntos, solo que no termino de creer que eso este ocurriendo. Tu eres mayor que yo y no tengo más experiencia que la que ya conoces, y me da miedo de que todo sea un espejismo y que pasado un tiempo y la novedad, nos demos cuenta de que  ha sido un fiasco. Me da miedo enamorarme de nuevo y que otra vez mi corazón se rompa.  Apareciste de no sabe donde y lo pusiste todo del revés, y ahora me estás proponiendo dar ese paso tan definitivo en nuestras vidas, al menos en la mía  lo es.
Además necesito unos días para organizar todo; no puedo marcharme y ya
- Lo entiendo y esperaré hasta que tu me digas. ¿ Significa que aceptas mi plan?
- Si, Michael, lo acepto.  Creo que estoy sintiendo algo por ti.  Consigues que me altere, que lo desee y al mismo tiempo lo tema. Tengo la cabeza hecha un lio y tu la alborotas aún más
- Es que deseo que seas mi esposa, ya te lo dije y no sé qué hacer para conquistarte
- ¡ Pero si ya me tienes conquistada ! ¿ Crees que hago todas estas locuras con el primero que se presenta?  Hay algo dentro de mi que me empuja hacia ti y me siento incapaz de resistirme, así que sí. Iré contigo y conoceré tu entorno, Sólo dame una semana para dejarlo todo en orden

Con el impulso que le caracterizaba, se levantó y la tomó en sus brazos como si fuera un hombre joven que recién descubriera el amor. Y quién sabe si era así, porque todas sus relaciones habían sido fugaces, incluido su matrimonio, y nunca había sentido tanta fuerza hacia una mujer y una intensidad tan grande por hacerla suya para toda la vida.  Eso debía significar algo.  Todo en su encuentro había sido como la rueda de la fortuna, inesperado y absurdo si cabe, pero ahí estaban dos personas diferentes en casi todo, pero dispuestas a unir sus vidas


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