martes, 22 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 24 - El pasado vuelve

Contempló el dosier que tenía delante y comenzó a revisar su plan de trabajo muy por encima, sin siquiera fijarse en lo que allí se reflejaba.  Y a su memoria volvían escenas vividas entonces.  Las ilusiones del primer amor, su primera noche juntos, sus promesas, la distancia y al final la ausencia. Y también recordó las recomendaciones dadas por todas las personas más cercanas, incluso de su propio hermano.  No quiso hurgar más y decidió cerrar el dosier y pasar a otra cosa.  De repente todo lo vivido cobraba vida y una punzada de decepción  sintió dentro de ella. Y también recordó a lo que se dedicaba, algo que se lo hizo saber su propio hermano: Henry. ¿ Debía darle a él la documentación y que eligiera? Sería conflicto de intereses y no le pondría en esa tesitura exponiendole a un disgusto con la Junta. No, sería ella misma la que lo estudiara, y lo haría a fondo, no como venganza, sino para ser justa y ecuánime.  Atrás quedaron los rencores, al menos por su parte. Si el proyecto era bueno y cumplía con todos los requisitos, hablaría su cabeza y los intereses de la compañía, si por el contrario no lo hiciese, sintiéndolo mucho le diría que otra vez sería.

Elizabeth llegó malhumorada a casa.  No le había gustado nada en absoluto la visita de William;  había removido viejos momentos que creía ya superados. Aunque Michael notara que algo la ocurría, no le comentaría nada.  Deseaba, a solas, revisar lo vivido aquella tarde con su antiguo amor.  El matrimonio había hecho un pacto:  no llevar a casa los problemas del trabajo, y así lo cumpliría, al menos de momento.  Bastó sólo una caricia de su marido para que todo el malhumor se pasase en el acto.  Michael tenía esa facultad.  Pero también la observaba más de lo habitual, como adivinando que algo no marchaba bien.  Ella le dió un beso, y dijo

- Son cosas del trabajo que se irán solucionando.  Nada de lo que preocuparse

 Y él lo dió por bueno y el resto de la jornada fue normal. Michael había llegado temprano del despacho y fue a recoger a su hijo al jardín de infancia.  Colaboró en su merienda y estuvo largo rato jugando con él hasta la hora del baño que también él le dió.  Hasta que Else le acostó.  Miraba continuamente el reloj y llamó a la oficina para saber por qué se retrasaba tanto, pero nadie atendió su llamada y el móvil lo tenía desconectado.  El corazón le dió un vuelco. ¿ Y si la hubiera ocurrido algo?  En eso estaba,  cuando oyó  abrir  la puerta y el dejar las llaves en la bandeja de entrada a la casa

- ¡ Menos mal, ya está aquí !

Salió a su encuentro tratando de disimular la inquietud que sentía.  Ella se colgó de su cuello besándole, y todas las preocupaciones se borraron de sus cabezas.  Cenaron como de costumbre charlando de mil cosas, pero Elizabeth ni siquiera mencionó la presencia de William solicitando trabajo a cuenta de lo que habían sido hacia tiempo

-  ¿ Y qué habían sido ?  Porque no se podía definir como noviazgo, no sólo por la distancia entre nosotros, sino porque no existió comunicación ni explicaciones del porqué,  tampoco.  Tan sólo mi corazón resultó dañado. Y ahora viene de nuevo desplegando su atractivo y creyendo que volveré a caer en sus redes de nuevo.Será mejor que todo ésto lo guarde solo para mí.  En su día se lo diré a Michael, pero ahora no merece la pena ponerle en guardia

Pero, muy en su contra, no le podía borrar de su cabeza. Miraba de reojo a su marido mientras leía el periódico y una oleada de ternura le cerraba la garganta.  Era un extraordinario hombre, que por su amor había dejado todo y cada día la demostraba que era lo más importante para él.  No merecía darle un disgusto, porque aunque sólo se tratase de cosas del trabajo, sabía que al conocer sus intenciones y el interés en que fuera ella quién le recibiera, le supondría un disgusto.  De momento callaría. Pero en su intimidad, algo la desazonaba y Michael se dió cuenta de que algo no iba como debiera ir.  No es que le rehuyera, sino que era demasiado pasional, con fuerza desgarradora que no acostumbraba a sentir en sus momentos más álgidos y pasionales.  Y algo le anunciaba que  en la cabeza de su mujer ocurría algo y no era bueno.  ¿ Se habría cansado de él ?  Pero por otro lado le demostraba su cariño ¿ Habrá conocido a otro más joven?   Ni siquiera podía imaginar a qué o a quién se debía el desasosiego que ella sentía. ¿ Debía hablar con ella abiertamente? Si.  Decididamente debía hacerlo, y cuanto antes mejor.  Si es que había alguien en su vida que no fuera él, le rompería el corazón, pero si ella le amaba, no pondría obstáculos si es que pidiera el divorcio.  Y ese pensamiento le dolía profundamente y no quería ni pensar en ello. Su Elizabeth no podía estar enamorada de otro y fingir amor con él.  No era posible.  Ella era clara y diáfana y lo hubiera notado antes.  hay momentos claves en una pareja que no se pueden disimular, y ella sentía deseo por su marido y lo expresaba abiertamente, quizá demasiado abiertamente.  Tenía que haber otro motivo. ¿ El embarazo ? ¿ La tensión del trabajo ?  Quizá las cosas no estaban saliendo como ella pensara.

La tenía a su lado, durmiendo plácidamente, algo que él no conseguía hacer.  El sólo pensar que podía perderla le volvía loco.  En cuanto se despertara, lo aclararía.  No podía vivir con esta duda.
Pero ella se levantó ese día más contenta que el anterior, volvió a ser ella misma, y entonces lo achacó al embarazo, que estaba siendo algo más problemático que el primero, al menos en los primeros meses. Y por ello debía cuidarla más, hacerla sentir que era tremendamente feliz con ese hijo que se anunciaba y que no había nada en el mundo más importante que ella para él.

Y la colmaba de cariño, y la compraba flores y la adoraba cada día y cada noche.  Que se sintiera amada  cada minuto del día.  Que no le impòrtaba que su cuerpo comenzase a cambiar al cabo de poco tiempo. Que no solo  se había unido a ella por la belleza exterior, sino también por la interior.  No sabía cómo hacérselo ver.  Y todo de nuevo volvió a ser como siempre, y ambos olvidaron los enfados y las preocupaciones, que solo ella conocía.

Llegó el día en que tenían que decidir por uno de los proyectos presentados y el ganador de todos fue el de William.  Era el más detallado, sostenible y el que con más garantías contaba. Bien era cierto que resultaba algo más  costoso, pero sin embargo los materiales serían mejores y el plazo de finalización de las obras estaban garantizadas por un descuento en el importe final, si no se cumplían.

Elizabeth se reunió con Henry para cambiar impresiones y decidir finalmente lo que harían.  Para ninguno de los dos era un tema fácil.

- Henry, en mi opinión el ganador absoluto es el proyecto de tu hermano, pero hay un problema: yo no puedo abiertamente votar por él, porque si alguien se enterara de la relación que tuvimos, a pesar de hacer mucho tiempo, pensarían que había tenido trato de favor, y seguro sería rechazado pòr ese motivo. Y en tu caso, ocurre algo semejante:  es tu hermano.  Creo que lo más adecuado sería que fuera la Junta quién decidiera y así no tendríamos ni tú ni yo, conflicto de intereses.  Al menos no podrían criticar que ha sido una decisión por los motivos que te he expuesto.
- Me has leído el pensamiento; iba a proponerlo. Que sean ellos los que elijan y de esta forma tendrán su responsabilidad y cerraremos muchas bocas.
- De acuerdo, la convocaré  en la más breve fecha posible.  Mientras tanto  confeccionaremos los dosieres que les entregaremos para que los analicen y decidan.

Una semana más tarde de esta conversación, se celebraría una junta extraordinaria para tratar del tema. Tuvieron discusiones , pero al final y como esperaban, el proyecto de William quedó aprobado, aunque no estaban conformes con que ellos fuesen quienes tuviesen la última palabra, y Elizabeth argumentó el parentesco que unía a Henry con la empresa que lo presentaba y ella mismo dijo de la relación de amistad que había tenido con su director gerente.  De momento, ese escollo estaba salvado.  Y convinieron en reunirse con el director de la empresa para firmar el contrato y registrarlo adecuadamente.  Y esto debía hacerlo ella, por mucho que la costase;  no la apetecía nada volver a verle. Se preguntaba porqué tanta prevención a hacerlo. Era el momento oportuno de decir la verdad a Michael, ahora sí. Se lo contaría como una anécdota, sin darle demasiada importancia, pero dudaba mucho de que a él le pareciera tan insignificante.  Se mantendría fria e indiferente para evitar que él sospechara que su disgusto y malestar de días pasados se debiese a algo diferente de lo que en realidad era. No quería lastimarle, aunque también esa indiferencia le resultara extraña después de la relación que habían mantenido. Michael era un hombre muy inteligente e intuitivo. Debía andar con pies de plomo para que el tema no se le fuera de las manos.  Por nada del mundo deseaba lastimarle, porque entre otras cosas,William ya no significaba nada para ella, aunque con su presencia la trajera viejos recuerdos.

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