jueves, 17 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 11 - Volver atrás

La discusión con Nora fue áspera y de algún modo,  triste.  Llevaban años con esa amistad especial que surgió una noche cuando William era muy joven, sin duda influenciado por algún amigo y por su situación familiar.
 Tenía un cariño grande por su hermano, Henry, que era el orgullo de la familia, y siempre puesto como ejemplo ante él.  Más centrado, estudioso, y formal, muy distinto a William juerguista, despreocupado y demasiado pèndiente de las mujeres.  Su padre le impuso un trabajo al dejar colgados los estudios a punto de terminar la carrera de arquitecto.  Henry comenzó a trabajar en una financiera, mientras que él no cumplía con la labor encomendada.  Por tanto, el padre a modo de castigo, le retiró la asignación mensual , algo que le dejó sin un penique.  Por ese motivo los disgustos y las peleas con el padre se sucedían casi a diario, hasta que llegó un día en que le dijo que se marchara de casa y se buscase la vida como quisiera y donde quisiera.  De nada sirvieron las súplicas de la madre y del hermano. La decisión del padre era firme y no había vuelta atrás. Sabía que era la única forma de que cambiara su forma de vivir, demasiado alegre y despreocupada.
Recogió sus cosas y en tono airado y dando un portazo salió del domicilio familiar, yendo a parar a la casa de su amigo Fred que le había hablado de un trabajo fácil y muy lucrativo.

- Yo lo hago cuando ando justo de libras, y créeme merece la pena por pasar un rato con alguien.

William no entendía nada, pero una vez sabido en que consistía, le pareció fácil de hacer y esa misma noche, se puso en contacto con la agencia de "colocación ". Tuvo que personarse en ella y le hicieron varias fotografías resultando perfectas, ya que era un hombre alto, corpulento y guapo. Con buena presencia y saber estar en cualquier situación. Provenía de una buena familia, y creyó oportuno ocultar su apellido para no perjudicarles, ya  que ignoraban el destino que estaba tomando.  A partir de ese momento en su ficha figuraría como William MacNamara.

 A los tres días recibió su primera petición:  debía acudir a un hotel y recoger a una dama que acompañaría a una cena de negocios. Figuraria como su prometido, aunque no debía intervenir en ninguna de las conversaciones de negocios que  tuvieran, pero sí en las más coloquiales.  Por eso habían pedido a la agencia un chico con educación esmerada.  Se desenvolvía en círculos  muy poderosos y no querían quedar mal.
Posiblemente todos sabrían que no era su prometido, sino su acompañante, pero a él le daba igual  el adjetivo que le adjudicasen.  Sonrió y dijo

- A partir de hoy me he convertido en gigoló.  Espero que sólo sea requerida mi presencia en la cena, aunque si he de hacer horas extras con la señora, tampoco estaría  mal, pero con precio aparte.

Se había convertido en un ser egoísta y artificial. Trabajaría en "eso" porque le gustaba vivir bien, gastar con holgura y sentir los halagos de las féminas que siempre eran recompensadas  con una noche de pasión . Se hizo habitual en  compañía de una rica mujer de negocios  mayor que él, pero sabiendo satisfacer los caprichos de ella, altamente recompensados. Y así surgió la exclusividad con Nora Foreman, acaudalada, caprichosa, y aburrida de la vida,  rendidamente enamorada de él.  Eran ya cinco años los que duraba su "relación comercial ", aún a sabiendas que en cualquier momento surgiría alguien más acorde a su edad y la dejaría plantada.

Lo habían hablado en infinidad de veces, pero él siempre lo rechazaba.  Se había acostumbrado a esa forma de vivir y a la generosidad de ella. Se veía de vez en cuando con Henry que le reprochaba el camino que había tomado, y por ese motivo, fue espaciando las entrevistas con su hermano.  No quería ni necesitaba reproches de nadie. Vivía de la forma que él quería.
Nora era fija con él, sin importar si hubiera cualquier otro de por medio. Sabía los días en que debía estar libre para ella, pero esos días fueron aumentando, hasta que prácticamente se veían casi a diario. Pero William,  siempre  se reservaba   algún día de vez en cuando para él..  Quería pasar el día o la noche, con la persona que él eligiera ajena totalmente al círculo de Nora.  Y pasó el tiempo y William se acostumbró a vivir así y a frecuentar con ella los círculos más exclusivos de sus amistades, y fue en uno de esos días cuando acudieron juntos a la ópera y allí vió a alguien por primera vez que llamó su atención

Ignoro si fue el destino juguetón, pero en él se empezaba a gestar la monotonía de esa vida.  Tenía una buena cuenta en el banco ganada con sus sacrificios, porque no siempre le apetecía salir con Nora y  tampoco hacerla el amor una vez regresaran a su casa.  Necesitaba su espacio y no el atosigamiento que ella quería.  Le costó una discusión y un par de semanas de no verla, pero al cabo del tiempo, ella le llamó cediendo de su terreno, pero ya no era lo mismo y planteó que de ahora en adelante el necesitaba algo de libertad.
Nora estaba loca por él,  a pesar de que sabía que algún día ocurriría marcharse de su lado,   le concedió esa libertad.
Se compró un apartamento y no volvió a vivir con ella,   pero seguía siendo su acompañante fijo.

Sentados en el palco, una vez más, paseaba la vista por la sala.  Precisamente ese día estaba aquejado de un fuerte dolor de cabeza y aunque le gustaba la ópera que iban a presenciar, no estaba muy cómodo.  De buena  gana se hubiera quedado en casa, pero la "jefa" mandaba.  En la platea había una pareja, que llamó su atención especialmente por la diferencia de edad entre ambos.

- Serán padre e hija - pensó . Por curiosidad, preguntó a Nora si les conocía y ésta le dió la información de a quién se estaba refiriendo.
 No podía apartar la vista de ella.  Era como un imán y a veces debía disimular para que Nora no se diera cuenta de las miradas insistentes que dirigía en una sola dirección que estaban alejadas del escenario.  En el intermedio decidió salir a fumar un cigarrillo.  Entre el dolor de cabeza y la presencia de aquella muchacha, no se estaba dando cuenta de la representación y estaba deseando  que terminara.  Y la vió como perdida, mirando a un lado y a otro del vestíbulo como buscando a alguien, aunque en realidad no lo hacía, sino simplemente se recreaba en ese ambiente.  Vió desde lejos cómo se le acercaba un camarero con  una bandeja de copas de champán y que ella le pedía algo.  Se acercó  y ambos cruzaron las miradas por primera vez.
Quería saber más sobre ella. Cómo se llamaba, quién era, dónde vivía.. Todo,,  quería saber todo.Al cruzarse sus miradas por primera vez se creó algo inexistente pero que les atraparía. Fue como un relámpago, una fracción de segundo, pero lo suficiente para interesarse por ella. Nunca le había ocurrido con anterioridad; si surgía una ocasión semejante a la vivida, siempre había reaccionado de inmediato y ni mucho menos sintió ese impulso de dejarla de inmediato.  Mientras comentaba con Nora la representación, a la que a penas él había prestado atención, no dejaba de bailar en su imaginación los ojos de aquella chica.  Era muy joven y miraba igual que un perrillo asustado, sin conocer a nadie.  En sus ojos había algo de ansiedad, pero también deslumbramiento por lo que estaba viendo. Nora le había dicho que era la huérfana de los Randall, conocidos en el círculo en que ellos se movían, no sólo por el suceso de los padres, sino porque su hija y única heredera era una de las personas más ricas de Inglaterra.

- Seguro que al presentarla en sociedad, será presa fácil de algún desaprensivo que la conquistará.  Una inocente paloma. - dijo Nora riendo, pero que a William no le hizo ninguna gracia.

Conocía por rumores lo ocurrido con ella, y en los mentideros se hablaba de que la habían recluido por tener alguna tara que no querían que se supiera, pero nada más lejos de la realidad.  Allí estaba ella, frágil, tímida y hermosa.  Trataría de averiguar algo más sobre ella. No estaba de más conocer su historia, quién sabe si alguna vez vuelven a coincidir y pudieran llegar a ser amigos, o de necesitar algún acompañante.  No descartaría ninguna posibilidad.  Pero aquella noche, cuando se acostó ya tarde la imagen algo asustada de Elizabeth Clarisse Randall, bailaba ante sus ojos

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