sábado, 26 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 28 - Remembranzas

Paseaba.  Salía al jardín... pero no encontraba la manera de acortar el tiempo que le permitiera volver a verla , o al menos saber cómo estaba.Cada dos horas, salía un auxiliar de la UCI a darle su estado , que permanecía inalterable, lo que constituía, en parte un alivio para Michael.
Y de nuevo se recostó en el sillón y cerró los ojos, evocando la figura de su mujer.  Y comenzó a recordar cómo surgió todo.  No se acordaba de  por qué fue a ese lugar  y haciendo tiempo, cogió la revista y comenzó a pasar sus páginas. Y,  cómo esa mirada de ella le caló hasta lo más íntimo.

Recordaba la cantidad de veces que la había visto y cada vez sentía más interés hacia ella, hasta el  punto de llevarse la revista a casa. Y la emoción que sintió al subirse al avión para conocerla personalmente, y la impresión que le produjo al verla.  Su primera cena juntos, su primera charla juntos, y su primera vez que hicieron el amor.  El escalofrío que recorrió su espalda  cuando acarició por primera vez su piel, y besó sus labios.
 Eran recuerdos imborrables para siempre y que esperaba que para ella hubiesen sido iguales.  Al verla ante el juez, engalanada para ser su esposa, todas las palabras que había preparado para decirla, se le borraron de la memoria y su garganta no le obedecía.  Pero entonces ella le sonrió, y abrió su corazón dando rienda suelta a la emoción que sentía. Al poner la alianza en su dedo, fue de una emoción nunca antes sentida, a pesar de haberlo hecho con anterioridad.  Veía los ojos de Elizabeth brillantes, emocionados y a su vez él también lo estaba.  Nunca había sentido una emoción como aquella; su más ferviente deseo acababa de cumplirse. ¿ Se enamoró por primera vez de ella? ¿   Todo lo vivido con anterioridad no había sido enamoramiento?  De algo estaba seguro, como el que sintió con ella, indiscutiblemente no.
Todas estas sensaciones  quería decírselas . Hacerla comprender que era  su eje central que juntos habían formado un hogar y estaban creando una familia deseada y amada y que no podía perderla.

 No la perdería, porque la necesitaban tanto su hijo como él y que sin ella todo lo habría perdido.  Sabía el valor que representaba en  su vida : se lo diría a diario cientos de veces hasta hacérselo comprender.

- Ella te ama, no lo dudes. - le decía su yo interior

Y volvió a imaginarla con su vientre abultado de pre mamá, y ese hijo que esperaban con tanta ilusión no podía malograrse.  Ya le amaba sin conocerle,  por ser de ella, por ser un trozo de ambos.  Saldría adelante, y crecería en su vientre y le daría a luz, y jugaría con su hermano.  Y ellos les contemplarían felices.  Pero también todo eso podría truncarse;  no quería ni pensarlo.  Refunfuñó para si mismo de que no saliera alguien a decirle algo.  Miró el reloj y se dió cuenta de que el tiempo no corría, estaba detenido y su impaciencia era la que galopaba.

Trato de dar una cabezada, para al menos hacer más corta la espera.  Aún faltaba media hora para que salieran a darle noticias.  Se dirigió a la máquina del café y tomó uno, solo, cargado;  debía tener su cabeza despejada y a duras penas lo conseguía. Pensaba y pensaba mil cosas y todas negativas, y seguía culpándose del accidente.  Pensaba lo irónica que es la vida.

- Durante siglos hemos pensado que las mujeres son las débiles, que dependían totalmente de nosotros, pero no es así.  Sin ellas estamos perdidos. Son el pilar de nuestra vida; se multiplican, se dividen para atender a todo y a todos y siempre tienen una sonrisa para nosotros al llegar a casa, aunque hayan estado enfermas y agotadas por el trabajo:  la casa, los niños...,  y nosotros, que la mayoría de las veces llevamos los contratiempos del trabajo al hogar y ellas son nuestras terapeutas. No podría vivir sin ella, y ruego a Dios que no me falte-.  Y mientras apuraba el café,
 paseaba impaciente por la sala.


Estaba ya amaneciendo cuando una enfermera salió a decirle que en unas horas la trasladarían a planta, una vez que entrara el turno de día.

- La noche la ha pasado tranquila y ha preguntado por usted.  Le dijimos que estaba en la sala y sonrió suavemente.
- Gracias. No sabe lo que estoy necesitando noticas como esta
- No se preocupe.  Como le digo ella está tranquila.  Le avisaré cuando vayamos a bajarla.  Y ahora trate de descansar aunque sea un poco
- Muchas gracias, pero no se lo prometo - Ella se rió y entró de nuevo en la UCI

Suspiró aliviado y deseando verla, abrazarla y que el tiempo corriese.  Pero algo le tenía intranquilo y era la salud de su pequeño.  Tendría alguna secuela. Era un feto aún, se estaba formando y tenía un miedo espantoso  a que hubiera repercutido en él.  Sabía que ella le preguntaría y aunque la diera una excusa hasta que hablase con el médico más ampliamente debería mentir con algo que fuera creíble.
  Y eso justamente es lo que ella hizo, para evitar que él se encelara de William y lo que motivó su agria discusión.  Ahora lo comprendía, que no siempre puedes decir la verdad, sino disfrazarla un poco para que la otra persona no sufra. Eso fue lo que ella hizo y lo que él hará  si las cosas no salieran bien.  Pero lo importante ahora sería que dentro de poco estarían juntos y no adelantar acontecimientos hasta hablar con quienes verdaderamente tienen las respuestas a ese supuesto.

Para hacer tiempo, fue a la floristería del hospital y encargó un ramo de rosas, grande, espectacular.  Quería lo mejor para ella que se sintiera como en casa no en la fría habitación de un hospital.  Y el turno de día entró y media hora más tarde el chirriar de las ruedas de una cama llegó hasta sus oídos.  Salió de la sala en la que aguardaba y comprobó con alegría que se trataba de ella bajándola a planta.
 Les acompañó y a penas podía articular palabra.  Sólo tomaba su mano y sonreía, ambos sonreian. Besó su frente y tuvo que hacer esfuerzos para dominar la emoción que sentía.  Ella le miraba fijamente  sin hablar, buscando en su rostro algún signo que la dijera que todo estaba bien, que ellos estaban igual que siempre, y él adivinando lo que pensaba, dijo si,  con la cabeza y volvió a besarla.

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