martes, 15 de enero de 2019

Te Esperaba - Capítulo 27 - Regreso a Santa Rosa

Con las primeras luces del alba, Agneta, Robert y tres  empleados de la empresa constructora que trabajaban en Santa Rosa, emprendieron el viaje hacia el sueño particular de Robert.  Nada, en todos esos años, había dicho nada a su mujer. La mayoría de los viajes que hacía, eran a Guatemala para ponerse al día de las obras que estaba realizando. Por eso se dilataba en el tiempo, porque era mucho lo que había que hacer y dinero que invertir.  Sabía que muchos de los enfados que Emma tenía se debían a celos al pensar que él tuviera alguna aventura fuera de casa, sobretodo con Agneta, pero había tenido la habilidad de desmentirlo y nunca le había pillado en un renuncio.  Probablemente alguna mano invisible le estaba ayudando a ello.  Deseaba darle la sorpresa, de ahí el secretismo con Emma. Lo cierto era que se demoraba más de lo debido, y en más de una ocasión estuvo a punto de decírselo.  De contarle los planes de futuro que tenía, pero también quería mostrárselo cuando estuviera todo listo.  Quería vivir allí. Que sus hijos se educaran junto con los nativos y confiaba en que Emma no pusiera objeciones, puesto que ella, años atrás había tomado esa opción.

Y la fecha de todo ello se acercaba; casi todo estaba a punto para la inauguración a la que acudiría con su familia, Patricio, Agneta y algunas de las autoridades de la zona.

Faltaban tan sólo los remates finales.  Esperaba que para el verano pudieran instalarse en esa nueva tierra, a la que regresarían al cabo de tanto tiempo. Y tras largas horas de viaje, al fin llegaron. Agneta se quedó sorprendida al comprobar todo lo que Robert había realizado allí para mejorar la vida de la gente.

Aparcaron en   la placita en donde estaba el Ayuntamiento.  A su lado la iglesia y la escuela y a unos veinte metros un edificio de una sola planta, blanco, impoluto y de gran extensión..  Al lado había otra  casa igual al hospital que era el pabellón infantil y de obstetricia.  En el tejado de ambos habían pintado una gran cruz roja, que pudiera divisarse desde el aire.  A las afueras de esos edificios, y en un terreno alejado de ellos, una gran explanada asfaltada que era  el lugar en donde aterrizarían los helicópteros para alguna emergencia.   Tuvieron que caminar unos metros para llegar a donde comenzaban las casas que estaban diseminadas por el terreno.  Algunas de ellas habían sido reconstruidas en su totalidad.  En su conjunto, eran muy agradables a la vista por bien cuidadas y rodeadas de flores por todos lados.

En nada recordaba a aquel pueblito desolado por el huracán y totalmente arrasado.

A recibirles salió de inmediato el párroco, don Luis,  que abrazó a Robert y estrechó las manos de Agneta, Patricio y el resto de personas que les acompañaban.  De inmediato acudieron a su encuentro varios vecinos conocidos todos ellos de Robert que le recibieron con inmensas muestras de cariño.   El aparejador  y encargado de las obras, acudieron también a saludarles y a poner al día a Robert que se mostró muy satisfecho por el trabajo realizado

- Espero venir con mi familia  este verano, y para entonces ha de estar todo terminado ¿ podrá ser ? - preguntó al aparejador
- Desde luego, señor.  Faltan algunos  retoques que dar.  Pienso que en unos quince días estará todo listo.
- Ahora si me disculpan, he de ir hasta el hospital, charlar con el personal y tomar nota de lo que habré de enviar para su equipamiento.

Agneta y Robert fueron en esa dirección. El estaba contento, se le veía feliz, en su ambiente.  Al entrar en el antiguo dispensario, ahora hospital, Albert Desmond estaba sentado en su despacho revisando un historial, cuando al levantar la cabeza, tuvo la alegría de abrazar a su amigo Robert. Ambos charlaban animados tras tardar algún tiempo en verse. Le informó que  Emma y los chicos estaban bien y que deseaba traerles durante las próximas vacaciones veraniegas para que lo conocieron, sobretodo sus hijos.  También le dijo que pensaba establecerse allí durante una larga temporada, quizá para siempre, pero eso estaba en el aire hasta que lo hablara con su mujer.  recordaron los momentos de angustia vividos cuando el huracán,  y lo preocupados que Emma les había tenido.

Albert le puso al corriente de lo bien que marchaba el dispensario y lo orgulloso que estaba de todo lo que se había conseguido.  Le dijo que acudían de distintos pueblos a la consulta, y que nadie era rechazado por nada, atendiendo las instrucciones de Robert.  Ya estaban instalando los aparatos que Agneta había conseguido para ellos en una donación de su empresa a quienes argumentó que sería, además de una buena obra social, una enorme publicidad para su negocio.  Aun faltaban por llegar algunos más pero sería cuestión de pocos días

- Tus sueños se hicieron realidad, muchacho. Al fin pudiste hacer esta enorme obra para estas gentes.  Bendito seas Robert.  mereces el triunfo y toda la felicidad del mundo.

Y al cabo se despidieron de todas las personas que acudían a saludarles.  Agneta fue instalada en casa de una vecina, encantada de poder atender a esa forastera que había venido a visitarles junto al doctor.  Robert se dirigió a la casa que fuera de Emma mientras vivió allí..  Llamó a la puerta y al abrir, Carmen  dió un grito de alegría.  No se podía creer que el doctor estuviera allí.  Preguntó ansiosa por Emma y por los niños, llorando de alegría.
Le sirvió la cena y tras una taza de café en la sobremesa, Robert le fue contando sus planes próximos.  La mujer escuchaba encantada y contenta por volver a ver a esa muchacha tan sola y desvalida que estuvo hace tiempo en su casa y a la que tomó cariño como si de una hija se tratara.

Ya en la cama, Robert paseaba su mirada por la  estancia,  tratando de recordar cómo era hace tiempo, cuando ella vivió allí.  Durmió en esa misma cama, y se mantenía igual a entonces. Irremediablemente volvió a recordar sus primeros encuentros, el primer encuentro amoroso que tuvo con ella, y lo que lamentó no haberla descubierto antes, en lugar de fijarse en Lissa. Comprendía que eran el uno para el otro, porque ella había conseguido borrar definitivamente la imagen de su hermana y de cualquier otra mujer que se hubiese cruzado en su vida. Y la discusión que mantuvieron la víspera de su partida y la desgarradora vuelta a aquel lugar devastado por la Naturaleza. ¿ Fue entonces cuando en su cabeza comenzó a fraguarse la idea que ahora  había logrado realizar?  No lo sabía, sólo que al morir su padre, buscó refugio allí, y no sólo lo encontró, sino que halló cariño y comprensión en aquellas humildes gentes y al amor de su vida. Emma.
Buscó su teléfóno móvil y lo abrió por donde guardaba las fotos de ellos, de los tres seres más importantes de su vida. Y volvió a sonreír con ellos recordando cuando tomó esas fotos.  Y contemplo la risa de Emma que no cesaba por alguna gracieta que hiciera Liam y que,  entonces  Christine,   era un bebe de pocos meses. .  No recordaba exactamente lo que originó aquella risa de ella que no cesaba, pero sabía que eran muy felices los cuatro juntos.

Y recordó que cuando  nació  su princesa  su alegría fue total.    Pero también tuvieron sus "tropiezos" a causa de la irrupción de Agneta en sus vidas. Una presencia que con el tiempo se había convertido en una buena amiga.  Esperaba que Emma comprendiera todo y la aceptase  en sus vidas, porque no tenían nada de lo que ella podía imaginar;  todo había quedado claro entre ellos  pero faltaba la parte más difícil:  hacer comprender a Emma que sólo existía amistad.
 Al llegar a este punto recapacitó al no estar seguro de si Emma aceptaría vivir allí y abandonar la gran ciudad.  Había pasado mucho tiempo desde la primera vez en que llegó.  Ahora tenían unos hijos y dudaba de que ella aceptara vivir en una vida  totalmente rural como él la proponía.  Todos se lo habían comentado, pero aún faltaba que ella dictara su veredicto ¿ cuál sería ?  En pocos días saldría de dudas.
La obra  casi había concluido, y lo estaría al llegar,  en un par de días  los últimos aparatos a instalar en el hospital.  Después partiría hacia Londres y se enfrentaría a la proposición que llevaba.  Agneta había decidido pasar  en Guatemala una temporada.  Al fin se había fijado en alguien que la gustaba y no solamente para acostarse con él:  Patricio hacía palpitar su corazón por primera vez. Al pensar en él no lo hacía como una conquista, sino en algo más serio que hacía mucho no experimentaba.  ¿Había llegado la hora de sentar la cabeza?
Por eso pasaría allí una temporada y analizaría sus sentimientos, y también los de él.  No soportaría un resbalón de ese calibre si él no la aceptase.  Siempre había sido ella la que dejara las relaciones antes las suplicas de no hacerlo de los varones, pero este chico moreno de allende los mares, era diferente.

- Si, definitivamente, lo voy a intentar.

Lo que en un principio serían un par de días para concluir su fundación, se retrasó tres días más,   algo que dolorosamente, Robert tuvo que anunciar a su mujer, con el consabido disgusto por parte de ambos, y las protestas airadas de ella

--¿ Pero qué demonios estás haciendo y dónde estás? - le increpó bastante enfadada - No lo entiendo, ni siquiera sé por dónde andas.  Estarás pasándolo bien ¿ verdad? Con Agneta allí.  Esa mujer con tanto mundo y tan divertida según tu opinión
- Emma.  No hay nada de lo que estás diciendo.  Ella hace su trabajo y yo el mio
- Eso ya lo he entendido:  es cosa de dos no sólo de uno
- ¿ Qué estás insinuando ?
- Nada, no insinúo nada.  Sólo que los niños no hacen más que preguntar dónde está su padre. Hace más días de los que anunciaste que te ausentarías  y que ni  siquiera sabemos por dónde andas. ¿ Crees que no es para insinuar algo?  Tienes una aventura con ella. Dilo abiertamente
- No, no es nada de eso. -  Robert guardó silencio, y al final comprendió que algo debía hacer si no quería tener un drama en su casa
- Está bien, tú ganas. Prepara tu pasaporte y el de los niños. En un par de días iré a recogeros y te enterarás de todo.  Consulta con el pediatra si has de vacunarles, puesto que haremos un viaje
- ¿ Un viaje ? ¿ Estás loco ? ¿ A dónde vamos a ir ?  He de decírselo al pediatra
- A Guatemala. No puedo decirte más; he de dejar la línea libre ahora. Haz todos los trámites que te he dicho en dos días estaré en Londres.

Y cortó la comunicación, dejando a Emma perpleja y sin entender nada.  Lejos de estar enfadado, Robert sonreía; había tenido que descubrir en parte su sorpresa, pero comprendía que algo debía decirla ante ese extraño viaje que iban a realizar. No sabía si al llegar a casa podría seguir ocultando la verdad, o por el contrario descubriría en parte su sorpresa.

Agneta también debía regresar a Estocolmo y plantear su dimisión.  Estaba decidida a cambiar radicalmente su vida. Pensó que si Robert con mujer e hijos había tomado esa decisión, sería porque merecía la pena hacerlo.  Volvería de inmediato.  Ella no tenía que dar sorpresas a  nadie, y por tanto lo haría en cuanto solucionase su trabajo.  Renunciaría a su puesto y solicitaría su ingreso en la organización que Patricio allí presidía.  Tenía el suficiente dinero ahorrado para vivir todo lo que le restase de vida.  Dejaría su apartamento y su casa en España, cerradas de momento.  No quería renunciar a ello hasta saber cómo se desenvolverían las cosas.  Era una mujer práctica y ataba todos los cabos  que pudieran estar sueltos.
  De momento a ella le gustaba Patricio, pero él no le había insinuado nada parecido a lo que ella sentía.  Estaba expuesta a que le rompieran el corazón, pero si no se arriesgaba no lo sabría nunca.  Por eso decidió esa noche tantear el terreno y averiguar de una vez si merecía la pena arriesgarlo todo.  Y así lo hizo, y así supo que él sentía lo mismo por ella y que lamentaba que tuviera que regresar a Europa.  Ella, al escucharle, sentía una acelaración de su sangre. ¡ Estaban enamorados ! Y en ese preciso instante supo sin ningún género de dudas que aquella tierra sería la suya de ahora en adelante.Y tomados de la mano forjaron su futuro.  Partiría con Robert y regresaría en cuanto solucionase todo. Dejaría una puerta abierta para seguir conectada a su empresa y de este modo poder seguir prestando ayuda a Robert para su fundación, si lo precisase. Abrazados hablaron de miles de cosas.  Tenían que conocerse tan solo en un par de noches, ya que partirían rumbo a Londres en dos  días.  Llegó con curiosidad y  teniendo en su cabeza a  Robert.  Regresaría con la mayor ilusión de su vida y en su espíritu, el rostro amable de Patricio: un hombre bueno que la había enamorado.


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