domingo, 13 de enero de 2019

Te esperaba - Capítulo 24 - Un fin de semana con Agneta

Durante unos instantes, la mirada del uno estaba fija en la del otro.  Robert veía la pesadumbre en los de su mujer y sonrió dulcemente para que borrase de su rostro el signo de disgusto.  La estrechó contra su pecho y besó sus cabellos, ella también hizo lo mismo, y ambos se fundieron en un largo beso de enamorados.

- Me estás distrayendo.  Siempre lo haces, y he de terminar el informe antes de nada.  Quédate quieta, ni siquiera respires, o de lo contrario  no sabré lo que hacer. - la dijo él en broma.

Pero ella lo llevó a rajatabla.  Sabía lo importante que era que terminara su trabajo, y cuando lo hiciera quizá cenasen juntos y después regresaría a casa, pero con el ánimo mucho más calmado que cuando había llegado.

- Y bien. No es necesario que lo tomes al pié de la letra.  Te acalambrarás si no te mueves- dijo Robert riendo
- No quiero distraerte ni perturbarte
. -Tu siempre me perturbas de un modo u otro, siempre  lo haces

Emma sabía en el sentido que lo decía y una alegría interior volvió a renacer de repente.  Al fín Robert pulsó guardar y terminó su trabajo.  La mirada de él echaba chispas.  Se levanto decidido y echó el pestillo de la puerta de su despacho.  Ella le miraba extrañada y siguío sin moverse esperando que él dijera algo.

- Y ahora, no importa que me distraigas.  Es más estoy deseando que lo hagas.
Se dirigió hacia donde estaba ella con mal disimulada sonrisa.  Ella permanecía inmóvil.   No entendía muy bien lo que haría su marido.  Al fin Robert se decidió a hablar

- Puedes moverte, es más deseo que lo hagas

Ya estaba a su altura y sus ojos era dos lenguas de fuego brillantes `posadas en ella. Se hincó de rodillas y comenzó a desabrochar el vestido lentamente

- No tenemos mucho tiempo, pero si el suficiente para hacerte el amor
-¿ Aquí? ¿ Ahora ?
- Sí aquí y ahora. Voy a estar casi dos días sin verte y te necesito, así que si va a ocurrir ahora mismo
- Pero puede llegar alguien y me moriría de la vergüenza si ocurriera.
- No te preocupes.  He cerrado con llave.  Sólo no hagas ruido

Bajó su vestido hasta la cintura de ella y él se quitó la mitad del pijama verde del quirófano. La atrajo hacia él y comenzó a besarla y a apretarla contra sí

- Así piel con piel.  Quiero sentir tu corazón acelerado latiendo  por mi, por mis caricias y mi deseo.  Dime que tú también lo sientes
- Robert, Robert

El encuentro sexual fue más corto de lo que ellos acostumbraban.  Emma lo agradeció pues estaba pensando que en cualquier momento alguien llamaría a la puerta y les sorprendería medio desnudos y a todas luces comprenderían lo que habían hecho. Se acomodó la ropa todo lo rápido que sus nervios la permitían, y cuando estuvo vestida, al fin respiró tranquila exhalando un profundo suspiro

- Eres un bruto.  Esto no hemos debido hacerlo aquí
- Pero ¿ te ha gustado ?  Tiene su morbo.  A lo mejor hubieras preferido el cuarto de la lencería
- No seas tonto y no te rías de mi.  He estado muy nerviosa y alterada
-¿ Ha sido por mi, o por la situación ?  Quiero pensar que ha sido por lo primero.  Yo creo que lo has pasado estupendamente.  Tus sonidos no mienten, cariño,  y sé que lo has disfrutado
- Ya Robert.  Vas a sacarme los colores
-- Pero querida, llevamos casados mucho tiempo.  Estamos enamorados, nos amamos ¿ qué de malo hay en eso ?

- En eso nada, pero el lugar es lo malo
- Bueno dejemos ya ese tema.  Hemos de hablar
- Muy bien. Te escucho ¿ Qué vas a decirme ?
- El viernes por la noche, tomaré un avión con dirección a Edimburgo; regreso el domingo por la tarde
- ¿ Cómo es que viajas?
- He de hacer una demostración del robot ante un congreso médico
- ¿ Por qué no me lo has dicho antes?
- Te lo estoy diciendo ahora. Agneta ha sido la patrocinadora.

Emma bajó la cabeza sin decir nada, pero a duras penas podía ocultar el desagrado que la producía la presencia de la sueca.  No comentaría nada con Robert, pero él también sabia que no sería de su agrado, sin embargo debía advertirla para que luego no hubieran malos entendidos.

- Hay más que debes saber
- Me estás asustando
- No cielo.  No te asustes. Verás,  dentro de dos semanas he de hacer otro viaje, pero esta vez será más largo.  Estaré una semana o quizás más días, fuera de casa.
- ¡ Robert ! Estas haciendo guardias, este fin de semana vas a Edimburgo y me dices que vas a viajar y tardarás en volver. ¿ Por qué ?  Nunca lo has hecho
- Tengo responsabilidad y he de cumplir con ella
- ¿ Qué responsabilidades? Nunca me cuentas nada.  No sé nada
. Aún no puedo concretarlo.  A mi regreso probablemente te cuente de qué se trata.  Pero ahora aprovechemos lo que nos queda de estar juntos. He de irme en diez minutos, pero mañana por la noche, a mi regreso a casa, te compensaré de todo.

- Mañana vendré y comeremos juntos, aunque sólo nos dé tiempo a tomar un café.  Yo también necesito estar contigo.  Te he echado de menos estos días.  Perdóname, te prometo que no volverá a ocurrir
- Está bien.  He de irme. Llámame al llegar a casa. Si estuviera con algún paciente, deja el recado que me pasarán de inmediato. Así me quedaré tranquilo de que has llegado bien
- De acuerdo, así lo haré.  Te quiero Robert, más de lo que imaginas

Se besaron y cada uno de ellos tomó su camino.  Emma iba algo intranquila por los viajes que debía hacer Robert, pero no le diría nada.  No le reclamaría nada, por mucho que la doliese, porque fue  más angustioso el no hablarse, ni siquiera rozarse, que las dudas que pudiera sentir.

Y al día siguiente comieron juntos.  Por lo menos ese día sería más corto para reunirse después del trabajo, pero en unos pocos días, de nuevo se ausentaría.  Lo lamentaba porque necesitaba de Robert hasta para respirar, pero la sola idea de que "ella" estuviera cerca de él, la intranquilizaba y la ponía triste.  Si  la niña no fuese tan pequeña, le hubiera acompañado, pero sus hijos aún eran muy pequeños como para ausentarse, siquiera un par de días, de su hogar.  No quería ni pensar que se pusieran enfermos, o se cayeran y se hiriesen y ellos no estuvieran en casa.  Desechó esa idea y pensó que Robert la pertenecía en cuerpo y alma y que no tenía motivos para pensar otra cosa.

Y llegó el fin de semana y Emma llevó a su marido hasta el aeropuerto, y allí  se encontraron con Agneta que sonreía de medio lado, algo que no la gustó en absoluto, porque indicaba que  en esa sonrisa se escondía un triunfo y que lanzaba el mensaje que a Emma le pareció de triunfo, como diciendo

-Tu te quedas aquí, y yo le tendré para mí sola

Desechó de inmediato esa imagen flirteando con Robert, en cuanto la megafonía anunció que debía embarcar con destino a Edimburgo.

Y pasó la noche intranquila.  Entre sueños se imaginaba la escena:  ellos dos solos cenando tranquilamente en el restaurante del hotel, riendo ambos de alguna gracieta que se le hubiera ocurrido.  Era una mujer divertida.  Sus imágenes se mezclaban con las vividas en el despacho de Robert.  A penas pudo conciliar el sueño durante un par de horas.  No quería ni imaginar que ocurriera algo.  Robert no lo merecía;  no ocurriría nada.  Iban en plan de trabajo únicamente-

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