martes, 16 de octubre de 2018

La Dama de la rosa - Capítulo 4 Un encuentro inesperado-


Las notas musicales seguían sonando cada mañana  y tarde.  Anya sonreía al pensar que estaba muy inspirado y a eso se debía que estuviera tocando el piano hasta muy tarde.  No era molesto ni mucho menos, al contrario le hacía compañía.  Pero si había observado que cada vez lo que fuera que componía,  era más largo.  Observaba y reconocía los primeros acordes que escucho hacía días y que cada vez agrandaba más o cambiaba alguna parte.
- Es curiosa la composición de la música.  Ocurre como en casi todas las cosas que el hombre crea.  Hace algo, pero luego lo rectifica mil veces hasta que está perfecto.

Abría las ventanas de par en par,  para escucharle.  Era una melodía suave dulce, que a ella la inspiraba paz y amor. Aunque no tuviera ni idea para lo que se dedicaría si para una balada para ser cantada, o para incluirla en alguna escena de película.  ¿ Tendría la suficiente confianza como para decírselo?  No, ni siquiera lo intentaría.  Sea para lo que fuera a lo que estaba destinado, era un secreto profesional.

La temperatura iba cambiando, a medida que también la estación cambiaba.  La encantaba ver el bosque en otoño.  Los árboles tenían un matiz diferente y la amalgama de colores era un verdadero mosaico imposible de imitar.  Pero ella quería reflejarlo en una foto, y para eso se adentró en el bosque con su eterno amigo Bruno.  Había sido una mañana muy gratificante y había hecho unas fotografías preciosas de las que estaba impaciente por revelar.  No tenía trabajo a la vista, por lo que se dedicaría  a  una colección de paisajes de las cuatro estaciones.  Comenzaría por la que ahora se acercaba: el otoño

Cuando llegó a casa vió que el coche de Connor no estaba.

- Habrá salido seguramente.  Llevaba días encerrado en casa - se dijo. Pero echaría de menos la compañía de su piano.
Tenía que acercarse hasta el pueblo.  Necesitaba comprar unas cosas. Metió en el coche a Bruno y partió hacia la cercana ciudad.  Compró lo que precisaba y también un bonito ramo de peonías en color rosa y ciclamen.  Le encantaban esas flores.  No se retrasaría mucho.  había dejado al perro en el coche y no quería que si tardaba, se pusiera a ladrar reclamando su presencia.

Ya iba de regreso, cuando un hombre con un niño de la mano llamó su atención

- ¡ Anya ! ¡ Cuánto tiempo sin verte !
- Philip ¿ Qué haces por aquí ? ¿ Este niño es tu hijo ?
- Si es mi hijo.  Estoy de paso. Voy de paso a casa de mis suegros
- Bien, pues no te entretengo.  tendrás prisa y yo también
- Anya por favor. Deseo que seamos amigos
- Philip elegiste tus amistades y te casaste con una de ellas.   Estaba claro cuales fueron tus preferencias.  Y ahora discúlpame, tengo prisa.-  Trató de sujetarla por el brazo, pero ella le miró con tal frialdad que él la soltó de inmediato

Anya siguió su camino y Philip se la quedó mirando cómo se alejaba.  Desde una mesa del pub contiguo, alguien contemplaba la escena con curiosidad.  Por su profesión era observador de todo,  y de la vida mucho más.  No le pasó desapercibido ese extraño encuentro, que a todas luces no fue agradable para ella.  El encuentro fue breve y frío, por lo que intuyó que habían tenido algún tipo de relación que no terminó de muy buena forma.

- Seguramente ella estuvo enamorada de él, y eligió a otra.   ¡Claro todo concuerda ! Por eso ella se desterró a este lugar.  Una mujer tan dinámica como Anya no se encierra en un lugar tan pequeño si no es por algún motivo. Está claro : mal de amores.  Pero el caso es que ella se muestra siempre contenta y jovial.  O debió suceder hace mucho tiempo, o no estaba tan enamorada como pensaba, sino simplemente  hirió su orgullo

Esos ojos la siguieron hasta que se introdujo en el coche y lo puso en marcha. A continuación siguió con su contemplación observando a quién iba y venía.  Las tardes eran suaves, pero se notaba el cambio de estación próximo a llegar.  Abonó su cuenta y se dirigió hacia donde había aparcado el coche.  Estaba satisfecho, el trabajo le había salido bien, y por ese motivo se tomó un respiro.  A pesar de haberlo dado por concluído, lo repasaría hasta quedar totalmente terminado.  Quería que todo concordara con la persona a la que iba dedicada, aunque ella no tuviera ni idea,.

Y lentamente tomó la dirección de su casa.  Llegó pronto cuando comenzaba a anochecer, pero aún había luz del día y asomaban las primeras estrellas.  Echaba de menos cuando en el verano, los días eran más largos e invitaban a estar en la calle.  Sin embargo, dentro de nada, la lluvia, la nieve o simplemente el frio, te metían en casa día tras día.


Cuando llegó vió que el coche de Anya estaba aparcado donde siempre, y las luces de la casa encendidas.  Ya había llegado.  Sonrió al recordar  la expresión de su cara al encontrarse con ese desconocido, pero al mismo tiempo sintió lástima por ella, si es que en algún momento hubieran destrozado su corazón.

- Siento una curiosidad inusitada por esta chica. ¡ Claro!,  estamos los dos solos en este lugar solitario.  No tenemos más vecinos, ni nadie con quién conversar.  No es lo mismo vivir en la ciudad en un edificio que aquí en mitad de la nada. Pero tampoco en la ciudad estableces contactos con nadie; cada uno va a lo suyo y si hablas con alguien, es en el ascensor.  Sería bueno invitarla a la fiesta de mañana. Si, lo haré

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