viernes, 13 de octubre de 2017

La primera vez que visité Londres - Capítulo 11 - Protocolo

Ya me sentía pequeña antes de entrar ,  frente a la fachada de la mansión.  Cuando me encontré en el vestíbulo, mi cuerpo tenía la impresión de achicarse aún más. .  Miré hacia el techo y vi unas lámparas de cristal preciosas.  Sólo el vestíbulo era tan grande como el apartamento de James.  Hermosos jarrones con flores hermosas  sobre consolas de ricas maderas y encima, en la pared, hermosos lienzos al óleo, seguramente de los antepasados.  Aquello no era una mansión, era un palacio en miniatura.en el que me sentía como un pegote, como un objeto que poseyeras , pero que no supieras lo que hacer con él.

Me sentía agobiada y totalmente extraña en aquel ambiente, pero decidí que no me amilanaría ante aquel lujo de otra época, sin duda.  Todo era frío e impersonal, como si fuéramos dos extraños que van de visita. En realidad la extraña era yo, y por mi causa ni siquiera tuvieron la cortesía de ser recibidos por los padres, y esa acción me dolió en el alma.  Miraba de reojo la cara de James y notaba sus mandíbulas contraídas, señal de que tampoco estaba contento.

Un mayordomo nos condujo hasta una sala, y allí estaban sus padres y una joven muy bella.   Tomaban un aperitivo, aunque lo cortés hubiera sido esperarnos puesto que sabían de nuestra llegada.  Reflexioné y supe en ese momento  que esa situación se daría con asiduidad, por tanto poco o nada les visitaría en un futuro.  Yo no era una delincuente, ni una caza fortunas que persiguiera a su hijo.  Mi delito era enamorarme de él y ser correspondida.  Pero seguramente tendrían otros planes para James;¿ acaso la joven tan bella que les acompañaba?.

Me sentí examinada de arriba abajo por los ojos inquisitivos de la madre, pero, aunque menos agresivos, también por el padre.  La joven se levantó de inmediato a nuestra entrada, y corrió a saludar a James muy cariñosamente, probablemente me pareció excesiva la muestra de afecto.  También lo hizo conmigo, aunque no tan efusiva. James beso a su madre y extendió la mano hacia el padre.  Me pareció insólito esa forma de saludarse un padre y un hijo que hacía tiempo que no se veían.  Por consiguiente yo extendí mi mano cordialmente para saludar a mis suegros. Me hicieron sentar en sendos sillones frente a ellos y a continuación mi suegra nos preguntó por lo que deseábamos tomar. Yo pedí lo mismo que James.  Ni siquiera me atrevía a desear otra cosa. Pensaba que aquella situación no era normal y me apenó lo diferente que mis padres habían sido con James y la frialdad, casi desprecio,  con que mis suegros  me habían recibido.


Buscaba incesantemente en mi cabeza tema de conversación, pero el parloteo de ellos no daba  opción a que interviniese en nada, por tanto tomé la decisión de quedarme callada.  Y eso fue el aperitivo, y temblaba como una hoja al pensar que aún faltaba la comida, más protocolaria y más fría si cabe.  Sentía en el estómago como si una mano me apretara las entrañas, e incluso a veces se me secaba la boca y otras se me hacía agua, señal de que me estaba mareando.

 Como sospechaba la comida fue más de lo mismo y seguía  la madre, mirando con lupa los movimientos de mis manos, de la copa que utilizaba, del cubierto que escogía para determinado plato.  Sin duda no sabía que mis padres me educaron divinamente y que mi compostura era impecable.  De vez en cuando, James, apretaba mi mano, porque sabía perfectamente el calvario que suponía aquella comida, en general aquella visita.  Yo le sonreía como queriendo transmitir tranquilidad, que sabía muy bien estaba lejos de sentir.

Disimuladamente miraba el reloj, deseando que pasaran veloces los minutos, las horas.  Sospechaba que a propósito dilataban nuestra permanencia en esa casa, y lo comprendí cuando, al dar las cinco de la tarde, Margaret, la madre, pulsó un timbre e inmediatamente una doncella acudió a la llamada:

- Claire, por favor, tráiganos el té.

Lo sabía, lo sabía. Por mi padre supe que esa ceremonia era muy importante para ellos y por tanto, desde muy pequeña, aprendí el ritual.  Si acaso me invitaba a servirlo, se llevaría un buen chasco, ya que segura de mi misma, parecí crecer ante ese reto.  Y no me equivocaba; al dejar la bandeja sobre la mesita, con una mano me dijo:

- Querida Maille ¿ quieres servir el té ?
- ¡ Cómo no, con mucho gusto! ¿Con leche y con azúcar? - la pregunté sonriente
- No, querida, sólo el té

Uno por uno fui preguntando al tiempo que a cada uno le entregaba la taza con una fina servilleta de hilo blanquísimo.  Observé al llegar a James, que me dirigió una mirada chispeante y una sonrisa de medio lado.  Se había dado cuenta de la maniobra de su madre y de mi respuesta.  Y aquello fue el broche final de la tarde.  Afortunadamente salimos de allí y me sentí aliviada, a pesar de que los nervios seguían agarrotados en  mi estómago

- ¿ Quién es esa joven tan bonita que estaba con tus padres? - pregunté a mi marido un poco celosa del encuentro, que fue tan exagerado en la despedida como lo fue a la llegada.  Bien es verdad que James estuvo correcto, pero ella me daba qué pensar
- Maureen- me dijo escuetamente
- ¿ Y ? - le pregunte
- Es una amiga desde que éramos pequeños.  La conozco desde hace tiempo; viene con frecuencia a casa
- ¿ Tuvísteis algo?
- ¿ A qué te refieres?
- Sabes muy bien a lo que me refiero. No hay más que ver la forma en que te ha recibido y despedido.  Eso era algo más que una simple amistad, quiero suponer que sólo de ella
- Oye mira, hemos tenido una tarde complicada, no lo compliques más con tus pensamientos absurdos., con tu forma de pensar tan hispana-.  Eso se llama celos, y no creo haberte dado  motivos

En la forma que me lo dijo, supe que no andaba descaminada. Callé y me dediqué a contemplar el paisaje que cruzaba por la ventanilla del coche.  Al cabo de un rato, y por el silencio creado, James me miró y apretó mi mano sonriendo. quizás adivinando mis pensamientos

- Cielo ha sido un día muy largo, que por fortuna ya pasó. Sólo tú ¿comprendes ? Sólo tú.

Le miré muy seria resentida por su respuesta. ¿ Acaso tenía razón ?. Sólo era extrañeza por la forma de comportarse de Maureen, máxime al ir acompañado por su esposa. No me conocía de nada, no teníamos afinidad en nada, puesto que era la primera vez que nos veíamos.  No me pareció bien  su actitud, simplemente.  Probablemente, también nos diferenciamos en eso.  Prefería no hacer más comentarios, no decirle que había notado cómo su madre miraba cada gesto mío y que estaba disfrutando al contemplar la charla de la amiga  con James, y mi silencio absoluto  en ella.

¿ De qué quería que hablara  Eran recuerdos de ellos, de cuando eran amigos ó algo más. Había sido una sorpresa para mi, el conocer que James estaba hablando con la chica que había sido su novia en tiempo pasado.  Posiblemente estaba sacando las cosas de quicio, pero ni siquiera cabía el consuelo de que él me lo explicase.  No sabía nada de su vida anterior a mi.  Es un nombre guapísimo, simpátíco y locuaz, algo que nos enamora a las mujeres, y además, a ratos, tiene un gran sentido del humor, aunque cuando le conocí, no sobresalió precisamente por su elocuencia, sino por todo lo contrario.  Aún recordaba su bronca. Claro, que el recordar era fácil., porque no habían pasado más que unas pocas semanas cuando me había convertido en su esposa.

Pero esta tarde, era todo diferente.  Hasta él había cambiado en unas pocas horas desde que llegamos a casa de sus padres. Era una visita obligada, pero no deseada, tanto, que la frialdad entre nosotros era patente, a pesar de que ninguno de los dos estuviéramos enfadados, simplemente era una secuela del comportamiento de su familia.  Cuando estábamos ya en la cama, me acercó a él y me dijo

- No estoy enfadado contigo.  Lo estoy con mis padres.  por la forma en que se han comportado contigo. No lo mereces y no es justo, pero también les has dado una lección por la manera en que te has comportado.  Entenderé que no desees volver en otra ocasión.   ahora olvidemos todo y centrémonos en nosotros, que en realidad es lo que importa.

Se incorporó , me besó, me acarició e hicimos el amor con la fuerza de siempre, incrementada por los nervios que habíamos pasado en este día.  Y olvidé todo bajo el influjo de sus caricias.


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