martes, 17 de octubre de 2017

La primera vez que visité Londres - Capítulo 22 - La visita de Guillaume

La sorpresa de Maille fue grande al ver frente a ellas a Guillaume dando  la mano a una preciosa mujer que entendió de inmediato que era su esposa. Alta, esbelta y guapísima, cumpliendo exactamente los requisitos para ser azafata.  No la extrañó que lo suyo fuese un flechazo.

Los amigos se abrazaron con cariño y alegría, y a continuación procedieron a las presentaciones.  Al llegar a Liz, y decir que era la abuela de James, Guillaume sonrió e hizo un comentario que dejó perplejas a las dos mujeres:

- ¡ Vaya, me alegro ,   al fin os habéis reconciliado !
-No, Gullaume, todo sigue igual, pero nosotras somos amigas. -.  El hombre carraspeó, y cambió automáticamente de conversación al tiempo que pedían un refresco.  En una de sus conversaciones Maille había confiado a Guillaume su situación con respecto a James.

Estaban de paso, en Málaga para incorporarse cada uno al  destino de sus trabajos, pero querían saludar a Maille y serle presentada su esposa.  Estaban cerca, así que acordaron ir  hasta Marbella para poder verla, siquiera por unas horas.

En lo alto de la escalera que conducía al hotel, alguien presenciaba la llegada del matrimonio y escrutaba atentamente el abrazo dado a Maille.Giró sobre sus pasos y se perdió en el vestíbulo y salida del recinto.

Ralph, al fin había recibido la información que solicitó a su abogado y efectivamente , habían unas tierras en venta a muy buen precio y pertenecían a los MacKenzie.  Últimamente los negocios no andaban muy bien debido a la crisis en toda Europa, y andaban cortos de liquidez, pero ellos interpretaban que se estaban arruinando.   Ralph decidió dar lugar a ese viaje que tenía en mente a Londres. A nadie diría a qué se debía, se inventaría alguna excusa para justificar su ausencia.  Aprovecharía el momento en que Maille estaba en casa, así el trabajo seguiría su ruta.  Abordaría el tema durante la cena y partiría lo más pronto posible.  Quería zanjar el tema cuanto antes.

Y planteó su viaje cuando estaban cenando. Las dos mujeres se extrañaron, pero el argumento era convincente, de modo que lo dieron por bueno. En un aparte, preguntó a su hija si deseaba decir algo a James, puesto que al estar en Londres podría acercarse a verle. La respuesta fue negativa. En un principio le hizo dudar de su proyecto, pero sólo fue una fracción de segundo, porque de inmediato, sintió que debía hacerlo, era como un presentimiento, y se reafirmó en que su decisión era lo acertado.  Dos días después tomaba un avión que le llevaría a Londres.

En Heathrow le esperaba un abogado perteneciente al bufete de Marbella para acompañarle en todas las gestiones que debía realizar .  Antes de pasar ante el notario quiso conocer los terrenos, y vió con satisfacción  que no estaban muy lejos de la mansión de los padres de James.  Era un terreno extenso, con lo que tenía muchas posibillidades para lo que él tenía en mente.  Una vez cumplimentados todos los trámites se despidio del abogado que le había acompañado y dejado en el hotel.  Regresaría a casa en el espacio más breve de tiempo.  Pero aún le faltaba una gestión que realizar, así que tomó un taxi e hizo que le llevara hasta la mansión  de los Sheridan, hijo de Elizabeth.  Tardaron más de una hora en llegar a la dirección. Dijo al taxi que esperara.  Al salir del coche,  se detuvo frente a la regia portada que daba entrada a la casa.  Era la primera vez que la veía, pero la conocía de haber escuchado a su padre su descripción.  Carraspeó un poco, y decidido, se encaminó a la puerta. Llamó al timbre y le fue franqueada por un hombre de mediana edad que dedujo era el mayordomo.  Le dijo que le anunciase entregándole su tarjeta en la que sólo figuraba su nombre y apellidos y la ocupación que ostentaba " Industrial ".

Mientras esperaba, recorrió con la mirada el amplio salón que había descrito su hija, y pudo comprobar que no había exagerado en nada. Grandioso, lujoso, refinado,portador de un esplendor de tiempos pasados, algo rancios, pero exquisito.  Enseguida se abrió la puerta del despacho del señor Sheridan conduciéndole en presencia del padre de James.

Salió a su encuentro afablemente extendiendo su brazo y su mano en señal de saludo..  En una rápida mirada a su rostro, pudo sacar el parecido con Liz, su madre.  Estaba en presencia de un miembro de su familia, y sonrió al pensar que hubiera podido ser su hermano si no hubiera ocurrido lo que pasó.


- Encantado de recibirle en mi casa, señor  Desmond.  No creo tener el gusto de haberle visto antes, de modo que me sorprende su visita, aunque he de decirle que estoy encantado de ello.
- Es normal que no me conozca. No vivo en Inglaterra desde hace años, pero he decidido recuperar un trozo de tierra de lo que en otro tiempo hubiera podido ser de mi propiedad.  Ya sabe conflictos de familia de hace mucho tiempo. Con esto le quiero decir que mi abogado me informó que estaban vendiendo un terreno de su propiedad y pensé en adquirirlo, y así ha sido.  De manera que seremos vecinos.
- Nada podía complacerme más.  Eran unas tierras que no trabajábamos y decidí ponerlas en venta, ya que eran improductivas y los impuestos por ellas muy altos.
- Así es, pero a mis oídos llegó el rumor de que no estaban pasando por un momento bueno, y que en realidad no era el motivo de los impuestos los que le habían impulsado a su venta, sino que están al borde de la ruina.  De modo que vamos a hablar claro. Como yo no tengo su alcurnia, lo diré claramente: tienen lo justo para ir viviendo y que gracias a su hijo pueden hacerlo.
- ¡ Cómo se atreve a lanzar esa calumnia !
- ¡Además de que es cierto, y usted lo sabe, es mi pequeña revancha por el sufrimiento causado a mi familia. Y con esto le quiero decir que no escupa al cielo porque puede caerle encima. Si ya sé que soy muy vulgar y que sus exquisitos oídos no están acostumbrados a la vulgaridad de la gente corriente, de la gente normal y trabajadora que se gana la vida haciendo algo que ustedes y su familia no han hecho nunca
-Le ordeno que salga de mi casa ahora mismo. Denunciaré toda la sarta de mentiras que ha dicho, eso se lo aseguro.
-Haría bien en hacerlo, pero no creo lo haga, porque en ese caso correría como reguero de pólvora la verdadera situación en la que están.  No obstante, por si se decide, aquí tiene mi tarjeta:   "Ralph Desmond ". Y por si esto no es suficiente, agréguele el MacKenzie también.  Si porque también ese es mi apellido.  Corresponde a la rama pobre de la familia, y es el  mismo que lleva la mujer de su hijo. Esa muchacha que tanto despreciaron porque no tenía un linaje como el suyo.  Quién iba a decir que , justamente esa muchacha, iba a aliviarles su posición económica.  Así que tenga un buen día, y no se olvide de saludar a su esposa de mi parte.

Salió y se metió en el taxi que le aguardaba.  En su rostro llevaba una sonrisa de satisfacción: les había dado una lección de humildad que deseaba hacer desde hacía mucho tiempo.  Era una triste forma de resarcir a su hija de todo el sufrimiento que esa gente le había producido.

Saldría para España al día siguiente. Estaba contento, no por la revancha, sino por volver a casa, con su familia. A pesar de que viajaba a Londres con frecuencia, era Marbella el lugar que consideraba como suyo.  Allí llegó siendo muy joven y fundó una familia. Tenía amigos leales y disfrutaba de la vida, algo que aprendió cuando llegó desde Inglaterra..

El avión que le traía de regreso,  estaba a punto de tomar tierra.  Miró por la ventanilla y contempló el cielo azul y brillante de España, tan distinto al a veces plomizo de Londres.Aspiró una bocanada de aire y se sintíó feliz de regresar a casa. Le estaban esperando su mujer y su hija, los dos pilares de su existencia. Sabía que tendría que decirles algo referente a su escapada. les diría en parte la verdad, pero omitiría el por qué y a quién iba destinada esa compra. S i Maille, alguna vez quería trabajar en ello, construiría el cottage, pero sería siempre si ella lo deseaba.

 A pesar de que hacía tan sólo dos días que faltaba, el recibimiento de sus dos mujeres fue de cariño, como si hiciera una eternidad que faltase de casa.Le habían echado de menos. Echaban en falta sus dotes de mando, su exquisita educación para con sus empleados.  Sus charlas de sobremesa y su cariño protector de siempre.  Y fue  mientras cenaban que les contó su motivo del viaje a Londres.

     
                           

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