viernes, 13 de octubre de 2017

La primera vez que visité Londres - Capítulo 10 - ¡ Vivan los novios

El pabellón de convenciones del hotel de mis padres, había sido engalanado para la ocasión.  Había llegado el día en que nos convirtiéramos  en marido y mujer.  Me desperté como aturdida y nerviosa.  Nunca creí que todo ocurriera tan rápido y con tanto ajetreo, pero ya todo estaba a punto y nosotros íbamos a vivir la mayor aventura de nuestra vida.  Yo primeriza e inexperta. Amaba a James profundamente y ansiaba convertirme en su esposa, pero al mismo tiempo sentía un miedo atroz a lo desconocido. ¿ Qué nos aguardaría ?  Estaba en mis reflexiones, cuando la puerta de mi habitación se abrió bruscamente y apareció mi madre sonriendo feliz y muy emocionada.  Traía en sus manos todos los preparativos para engalanarme para la ocasión: el ramo de novia, algo azul, algo viejo, algo nuevo, algo prestado ... todo el ritual.  Colgado de una percha lucía mi vestido, mi maravilloso vestido blanco, de un encaje finísimo, corto, sin velos, pero  que al verlo no pude reprimir la emoción.  Estaba despierta, no era un sueño, muy al contrario estaba viviendo una feliz realidad. Me casaba con el hombre que me enamoró en el mismo instante en que le vi.  Nunca imaginé que aquello sucediera, sólo en las novelas románticas y en el cine, pero ocurría ¡ vaya si ocurría !.



A duras penas pude contener mis lágrimas  al entrar  al jardín en el que se  había montado una especie de altar en el que  el juez nos casaría.  Iba del brazo de mi padre, seguida por tres de mis amigas.  Me pareció una ceremonia preciosa, sin grandes lujos, pero muy a la inglesa.  Sólo faltaban los padres de James.  Al girar la cabeza buscando a mi madre, que estaba en la primera fila, ví con asombro que, a su lado estaba la abuela de James  ¿ Cómo ha sido eso posible, si nos había dicho que no asistiría ? James estaba radiante y sonriente; supongo que contento porque al menos una representación de su familia había acudido a la cita más importante de nuestras vidas: nuestra unión matrimonial.

Los votos de James eran muy sentidos, plenos de amor y ternura, que hicieron que no pudiera evitar que mis ojos se llenasen de lágrimas.  Ahora que ha pasado el tiempo, a veces me pregunto ¿ dónde han ido aquellas hermosas palabras que nos dedicamos?.  Al poner el anillo en mi mano, nos miramos largamente, como diciéndonos que al fin habíamos conseguido nuestra ilusión.  Y su beso fue largo y profundo, tan profundo y tan largo, que los concurrentes reían y aplaudían.  Nos dispusimos a recibir los parabienes de mis padres, y hasta la abuela se acercó a nosotros.   Al llegar a mi, me tomó de los antebrazos y los estrechó un poco, suavemente, quizá, mientras analizaba mi rostro , y sin perder la compostura con una sonrisa, que más bien parecía una mueca, no sé si de emoción o de tristeza, me dijo:

- Estás preciosa.  Mantente así siempre para tu marido y que nada ni nadie se interponga entre vosotros.


 No pude hacer más que darle las gracias ¿ A qué había venido eso, a qué se refería?  James sonreia y me hizo una mueca como diciendo " no te preocupes".  Al cabo de mucho tiempo, supimos a qué venía esa recomendación y la conversación que lo había motivado.

La comida se realizó en uno de los más grandes salones.  Estuvimos acompañados por los amigos de mis padres y mios, trabajadores del hotel, algún cliente asiduo desde hacía años..., en fin estuvieron todas las personas que nos apreciaban.  La única extraña era Elizabeth, pero también sonreia, mientras paseaba la mirada contemplando a todos los asistentes, e inluso hizo un ligerísimo movimiento con la cabeza de aceptación.  Estaba sentada al lado de James, ya que era la única persona de su familia , y además estaba sola.  En un aparte, entre plato y plato, se inclinó hacia ella y la dijo

 -Ves abuela, toda esta gente vive la vida sin tanta rectitud de protocolo, son espontáneos. Me extrañó su carácter cuando vine la primnera vez, pero ahora me encanta verles tan contentos.

La abuela se le quedó mirando sin decir nada, y con una sonrisa le acarició la mejilla y exclamó

- Voy a estar de vuestra parte siempre. La niña ya me irá conociendo y sabrá que no soy su enemiga
- ¿ Por qué dices eso, abuela? Ella no te considera su enemiga, sólo que cuando fui a presentártela sacaste a relucir tu vena de lady y la austaste un poco. Pero ya os conoceréis ambas
- ¿ La quieres mucho ?
- Si abuela, muchísimo.  Es muy importante y especial para mí
- Bien, pues disfrutemos de la fiesta.


No salía de mi asombro. Los camareros comenzaron a servir el menú, y entre los aperitivos nos pusieron a James y a mi, unos platitos con Chips and Tips. Tomé la mano de mi ya marido y la apreté al tiempo que le miraba riendo.  Él había encargado a mi padre ese aperitivo tan especial para nosotros que sin duda, marcó nuestro rumbo.  Aunque, en realidad no sé si fueron las patatas o aquel autobús del que me caí.

Tarta, champán y sobretodo alegría. Fue una boda muy a nuestro aire pero maravillosa y bonita..  Elizabeth se retiró temprano y al despedirse de nosotros, nos abrazó emocionada.  Ante mi se detuvo sonriendo y acariciaba mi mejilla al tiempo que me decía " eres muy joven ".  Yo también la abracé, porque era tan feliz que nada ni nadie podría empañar esa felicidad.

Bailamos durante un rato y después sigilosamente nos ausentamos.   ¿Dónde pasaríamos nuestra noche de bodas?  No quise hacerlo en una suite de nuestro hotel: me daba vergüenza por mis padres.  Ahora, al recordarlo sonrío. ¡ Cómo si ellos no supieran que a donde quiera que fuéramos, tendríamos nuestra primera noche!  James conducía el coche y fuimos a un lujoso hotel en Marbella.  Una romántica suite nupcial impresionante y lujosa al máximo. James me observaba con detenimiento estudiando cada gesto de admiración que hacía:

- Lo mejor para mi chica - me dijo
- Gracias, esposo. No lo olvidaré mientras viva

Y allí pasamos nuestra primera noche de esponsales. Guardo un recuerdo intenso, hermoso y lleno de amor y delicadeza.  Como es logico nos dormimos casi al amanecer, exhaustos y muy cansados, pero estábamos pletóricos de amor y felicidad.  Descansamos todo ese día, si a lo que hicimos puede llamarse descanso; decidimos iniciar nuestra luna de miel un día después. Fue un viaje maravilloso, organizado con sumo cuidado y detalle. Primero un crucero en un yate alquilado hasta el Mar Egeo. Recorrido por Grecia, en alguna isla perdida lejos de los turistas durante una semana.  Al cabo de ese tiempo tomamos el avión que nos llevaría a casa, es decir al apartamento de James en Londres.

El trabajo le aguardaba y en realidad comenzaba nuestra nueva vida.  Se había hecho cargo de su colsulta un compañero de la clínica, ya que con motivo de nuestra boda y luna de miel, había retrasado bastante su vuelta a casa.  Y  de nuevo, se hizo patente la cruda realidad: tendríamos que enfrentarnos a su familia.

Y fue en el primer domingo después de nuestro regreso.   James había hablado con sus padres por teléfono, pero yo no, con lo cuál pocas cosas haré más a remolque en mi vida que aquella visita.  Procuré templar los nervios y limitarme a seguir las reglas de la buena educación.  James se lo merecía.  El también estaba violento y nervioso.  Cuando llegamos frente a la casa, paró el coche, se giró hacia mi, y cogiendo mi mano, al tiempo que la apretaba ligeramente, me dijo:


-Sé que vienes a la fuerza, pero reconoce que estamos obligados a ello.  Es una visita protocolaria, por mucho que me duela, porque no debería ser así, pero no somos nosotros quienes hemos creado esta situación. cumplamos con el compromiso y listo.  Pasará mucho tiempo hasta que volvamos de nuevo. Sólo acuérdate de lo que te dijo mi abuela.  Defenderé nuestro amor y nuestro matrimonio a como dé lugar.

Me acerqué a él, puse mi mano sobre su mejilla y le bese.  Mi sonrisa era triste y distante, pero él no tenía la culpa, así que respiré hondo y le dije:

- Bien, entremos y terminemos con esta angustia de una vez..

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