lunes, 16 de octubre de 2017

La primera vez que visité Londres - Capítulo 21 - Comida entre amigas

Con nervios, pero a la vez esperanzada, lady Elizabeth salió de su casa.  Quiso acudir hasta el hotel, no en coche como había hecho siempre, sino paseando;  de esta forma calmaría sus nervios y expectación, porque sí, estaba nerviosa y expectante.  De la conversación que tuviera con Maille dependía el futuro de la pareja.  Quería conocer de primera mano, si aún seguía enamorada de James, si volvería a unirse a él.  Estaba segura de su nieto, pero desconocía totalmente el pensamiento de ella.  ¡ Lástima de tiempo perdido !.  Pero estaba decidida a que de esa comida, saliese algo positivo, y para ello haría cuanto estuviese en su mano para lograrlo..


Cuando llegó al hotel, ya era la hora del almuerzo.  Se puso en contacto con Ralph indicándole que ya estaba instalada en su mesa y esperaba con impaciencia a Maille.  Y pasado un rato, la muchacha estaba , sorprendida, frente a Liz.

- ¡ Hola, querida  Estaba deseando poder tener una comida contigo.  Desde vuestra boda no nos habíamos vuelto a ver. Deseo, que al menos, seamos amigas ¿ Deseas comer conmigo ?
- Señora, me ha cogido por sorpresa.  Lo último que esperaba ...
- Deseo ser tu amiga y pedirte perdón por lo vivido hace tiempo. No me comporté bien contigo. Fuí descortés y maleducada.   He tenido la oportunidad de hablar con tus padres, y cometí un gran error. Quiero a mi nieto, y vuestra situación me preocupa. Si, ya sé,: es cosa vuestra y no debo meterme en vuestros asuntos. Pero ¡ me hubiera gustado tanto que estuvieseis juntos!
- Lo entiendo, pero eso es algo del pasado. Ésto ha sido una sorpresa para mi, y quiero que entienda que me hicieron mucho daño, y de momento quiero que las cosas queden como están. Posiblemente, habrá algún día en que perdone, pero ahora.. no puedo, lo siento..    Sé que para usted ha sido un sacrificio pedir perdón, pero ahora debemos dejarlo estar, ya no hay remedio y lo pasado, pasado está.. Y me resulta extraño poder tener una amistad con cualquiera de ustedes. Necesitaré tiempo para asimilar esta nueva situación y poner todo en el contexto adecuado.

- Lo entiendo. Dejemos pasar el tiempo, entonces.  Pero mientras tanto ¿ quieres comer conmigo  Ya que has venido hasta aquí...firmemos la pipa de la paz, al menos durante un rato- Se lo dijo con tanta amabilidad y modestia, que Maille no pudo rechazar la invitación.  Era la abuela de su marido y le había pedido perdón.. Respondió;
- Muy bien, pues comamos juntas.  --Te prometo que no mencionaré a James ni vuestro asunto.
-Si es así, de acuerdo. Comeré con usted. He de decirla que es muy doloroso para mí esta situación, por eso no deseo hablar de ello, porque sería escarbar en la herida una y otra vez.
- Pues si va a hacerte daño, no se hable más del tema.

Hizo una señal al maitre para pedir el menú.  Apretó con cariño la mano de Maille, y ésta la dedicó una sonrisa dulce, pero que casi era una mueca.

Y la comida trabnscurrió mejor de lo que se hubiera pensado. Liz era una mujer de mundo, y su conversación era divertida y muy variada. Hasta soltaba frases picantes en algún chiste que hizo que Maille riera como hacía tiempo que fuera así.  Habían llegado a los postres y la conversación no había decaído en ningún momento.  La sobremesa se prolongó bastante.  Después decidieron pasear un rato por la playa.


Maille no salía de su asombro cuando al pisar la arena, Liz se quitó los zapatos animando a la muchacha que hiciera lo mismo.  Ambas reían sin parar por cualquier cosa. Liz comentaba el placer que experimentaba al sentir la arena y el agua en sus pies.  Era un placer insignificante a disfrutar en cualquier persona, menos ella:  jamás se había descalzado en público y mucho menos andar sin zapatos por la orilla de la playa.

- No me puedo creer que esté haciendo ésto. Lo próximo que haga ¿ qué será ? - comentó Liz asombrada
- Ponerse un bañador. Tiene una bonita figura; puede permitírselo - dijo Maille
- ¿ Me lo estás diciendo en serio ? Sólo me he bañado en la piscina de mi chalet
- Bien, pero siempre hay una primera vez  ¿Qué tal mañana?  Las aguas son cálidas y templadas. Es un placer sentarse en una tumbona y mirar el horizonte. Contemplar el ir y venir de las olas, y disfrutar con las risas de los jóvenes y el ver cómo los niños juegan con la arena.
- ¿Puedo pedirte un favor? le preguntó Liz
- Por supuesto. Dígame
- Tuteame.  Somos familia y me sentiré más cómoda.  Eres mi nieta, aunque ahora estéis..., como estáis.  James me tutea
- Me va a parecer extraño, pero está bien.  Lo haré- contestó Maille

Elizabeth se la quedó mirando con admiración  ¿Cómo podía haber despreciado a esa criatura toda ternura ?  Entonces comprendió porqué su nieto estaba loco por ella. la agarró del brazo y reclinó su cabeza en el hombro de Maille, al tiempo que la decía:

-He sido muy tonta; me he perdido lo mejor y más sencillo de la vida, pero todo va a cambiar.  Y sí mañana me bañaré en la playa, pero primero he de comprarme un bañador bonito y alegre. El que tengo es demasiado rígido .  Me has infundido algo que tenía dormido: la ilusión por las pequeñas cosas, pero tan importantes,  y que nunca he disfrutado.  Gracias Maille por ser como eres.  Tendrás que acompañarme para comprar el bañador.
- Desde luego, y después te invito a tomar algo en alguna terraza. Gracias Liz, por este maravilloso encuentro-.

  Y así lo hicieron.

Acompaño a Liz, paseando, hasta su casa.  Algo extraordinario que nunca había hecho a pesar del tiempo que hacía que vivía en Marbella.  Habían muchas cosas que cambiar en su vida a partir de ahora.  Entendía perfectamente la filosofía de los de sur.: vivir las cosas sencillas y en todo momento.  Ella había llegado casi al final de su vida enclaustrada en la rigidez de un protocolo cumpliendo estrictamente lo que los demás la indicaban, pero no disfrutó nunca de una sobremesa como la de hoy, con una chica bastante más joven que ella y sin rencor por todo el daño que la pudiera haber hecho.

Mientras iba de regreso a su casa, Maille iba pensando en las cosas extrañas que ocurren en la vida, en la que a veces parece que el destino se aliaba con las personas para que ocurran cosas insospechadas que uno no podía ni imaginar.  Durante la cena, comentaba asombrada a sus padres todo lo ocurrido con Liz:

- Es una mujer divertidísima.  Nunca me lo hubiera imaginado.  Mañana iremos a comprar un bañador para después ir a la playa ¿ Os lo podíais haber imaginado ? Porque yo ni en mil años. Y riendo los tres, tras terminar la charla, se retiraron los tres a descansar.

Ya en la cama. Maille, repasaba mentalmente todas las escenas vividas desde que Liz se presentara en el hotel.  Y recordó a James , en aquel hotel de Canadá,  y pensaba por qué no había sido así tan natural, como hoy, y cuánto hubieran cambiado sus vidas.

Pero su vida, de repente, se había convertido en un carrusel y las noticias, y los acontecimientos se sucedían rápidamente. Probablemente iban a su ritmo normal, sólo que ahora estaba viviendo la vida y sus circunstancias, mientras que hasta hacía pocos días todo era monótono y solitario.

Era muy temprano cuando  Liz efectuaba la llamada a su recién estrenada amiga y nieta por casamiento:

- ¿ Estás todavía en la cama ?
- ¿ Quién llama ? -, dijo una voz adormilada .  Mirando el reloj enseguida se acordó que tenía que ir de compras con Liz
- Elizabeth ¡ son las ocho  de la mañana !
- Ya lo sé, pero estoy impaciente por comenzar mi nueva vida.
-¡ Por Dios, Liz ! tómalo con calma - Una alegre y sonora carcajada fue su respuesta
- Está bien. Voy a vestirme y salgo a buscarte ¡ Ay Señor ! Ten amigas para esto- contestó riendo Maille.

Estaba guapísima con el bañador.  Parecía haber rejuvenecido diez años. ¿ Qué vida había llevado esta mujer, que había descubierto este disfrute en tan pequeñas cosas ? No lo entendía, pero lo comprendió cuando, confidencialmente, Liz contó su historia que enlazaba con su padre.

- Así que también llevo sangre MacKenzie- dijo incrédula.
- Si querida, así es.

Se miraron las dos mujeres sin pestañear. Liz esperaba alguna reacción de la muchacha, que sonriendo sólo pudo exclamar ¡ madre mia !.  Y ambas rompieron nuevamente a reir.

Elizabeth frecuentaba  la casa de Maille de un tiempo a esta parte con asiduidad , mientras esperaba   a  Maille para acudir a la playa.  Sus padres deseaban que tuviera unos días de descanso antes de reintegrarse al trabajo que ella misma había solicitado en la dirección del hotel.

Y fue una tarde, cuando el sol ya declinaba, cuando una pareja se acercó hasta donde estaban Liz y Maille, degustando un batido en una tumbona del hotel.  Maille reconoció al instante a la figura masculina que estaba plantada frente a ellas.

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