miércoles, 3 de julio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 35 - De nuevo Serbia

Su presentación en el hospital no pudo ser más desastrosa. De nada valieron sus excusas y sus argumentos : que al desconocer el lugar se había perdido.  El jefe de equipo la echó una mirada aterradora y no volvió a dirigirla ni una mirada ni la palabra en toda la jornada.
Jasna estaba avergonzada.  Cuando hizo su entrada, ya todos sabían los enfermos que debían visitar con su jefe e instructor.  Su compañero más cercano fue el único que la dirigió una sonrisa de  comprensión e hizo una mueca que decía " no te preocupes, no pasa nada ".  Pero si pasaba y, tenía que ocurrir precisamente en su primer día.

 Era la última del grupo de seis;  se escondía a propósito para pasar desapercibida ante la inquisitoria mirada de  Goran Tarnoviç, que tal era el nombre de quién tenía que instruirla.  Trataba de estar muy atenta a todas las explicaciones dadas. Creía pasaba desapercibida, pero cuando mas tranquila estaba, era sorprendida por las preguntas del doctor Tarnoviç sobre el diagnóstico del enfermo de turno.  Nunca la decía si era acertado o no, pero con el paso del tiempo le iba conociendo y  supo que no era hombre de contemplaciones ni halagos. Les regañaba si se equivocaban o no sabían responder, pero nunca decía nada si la respuesta era acertada.

Pasaron los días, y al fin entabló amistad con la mayoría de sus compañeros, pero especialmente con Nikola y con él sería que volvería a  Bania Luka. Pero quién más llamaba su atención era el profesor. Había días en que su mirada era casi furibunda si creía haberla sorprendido hablando con su compañero más cercano, aunque fuese para preguntar algo que no entendía.  Y un día, la llamó a su despacho para reprocharla que era a él a quién debía preguntar mil veces si algo no le había quedado claro.

Era un hombre de unos treinta años aproximadamente, de rostro atractivo, pero no guapo.  Su complexión era fuerte y alto. De mirada al frente sin parpadear mientras hablaba con alguien y se había ganado el puesto  por su trabajo y honestidad, a fuerza de oposiciones, hasta llegar a la jefatura de obstetricia y ginecología.  Estaba considerado como una eminencia en el campo de la mujer.  Siempre tenía un gesto hosco y serio, y nunca confraternizaba con los alumnos; solamente con sus compañeros de profesión.

Llegaron los días de guardias nocturnas, de esas noches interminables  en las que no podían ni descansar un momento.  Jasna estaba de turno junto a Goran, de modo que se  sentía abrumada por la personalidad de él.  Le tenía miedo y rehuía su compañía siempre que podía. El tampoco se esforzaba mucho por tomar un café con ella durante el descanso, de manera que, al cumplirse los veinte minutos de su asueto, cada uno de ellos desaparecía de la vista del otro. El iba a veces a la cafetería y otras se encerraba en su despacho.  Jasna iba a la entrada del hospital y se sentaba en un banco respirando el aire nocturno.

Nada de esto comentaba con su familia al llamarles, ya que su padre no lo entendería e inmediatamente la pediría que regresase a casa, algo que estaba muy lejos de su intención.  Pese a todo, estaba contenta.  Tarnoviç era un excelente profesor y estaba aprendiendo mucho.  Confiaba que en cualquier momento esa rigidez protocolaria se rompiera, y fueran dos compañeros sin más.  No estaba acostumbrada a tanta seriedad en el comportamiento entre compañeros, por muy profesor que fuera, ella también era médico.
 A pesar de que el carácter inglés es reservado también, pero no tanto como el de este serbio.  Y su cabeza comenzó a elucubrar e imaginaba que alguna tragedia tendría en su vida, para ser tan hosco y antipático, a pesar de ser joven. Siempre acudía al hospital solo, y solo regresaba a su casa. Supo que había nacido en Sarajevo, y pensó que quizá le marcara la situación vivida durante la guerra el que fuera huérfano y que hubiera perdido a su familia en alguna contienda, y eso había marcado su carácter.  Ella misma sonreía y recordaba a Fionna

— Tengo la imaginación de novelista como mamá.

Siempre llevaba un libro de medicina para leer en los descansos, pero había días, sobre todo en las guardias, que lo cerraba y tomaba su café tratando de averiguar el porqué del carácter de su instructor. Ella había tenido también su tragedia personal, pero a diferencia de Goran tenía un carácter abierto y divertido.
Al fin llegó el fin de semana  en que viajaría a Bania Luka junto a Nikola.  Debido a las guardias realizadas, no tendrían que incorporarse al trabajo hasta el día martes por la mañana, así que tendrían al menos tres días para su viaje turístico.  En su mochila llevaba un croquis de las tumbas de su madre y abuela, muy distintas ahora que cuando estuvo con sus padres hacía algunos años.  Maxwell había encargado unas placas  de piedra con la inscripción de sus nombres. Había hecho un dibujo del lugar para que pudiera localizarlas. Y también llevaba dos direcciones: la de su primo y la de André, el médico amigo que le atendió cuando estuvo herido.

A pesar de ser un viaje de nostalgias, se encontraba en paz y contenta al poderlo realizar.  Durante el camino, no paró de charlar y contar a su amigo, la peripecia de su familia,  y por ella supo que su padre era periodista y su madre escritora.  Le habló del amor profundo que se tenían y del amor que la inculcaron desde pequeña a su verdadera madre, y ese era el motivo de su viaje.  Pasarían por Sarajevo y sobre el terreno contó cómo su padre se encontró herido entre dos fuegos, que dio origen a la historia de su familia.  Comieron en la capital, y después de hacerlo, tomaron el viaje hasta llegar a  Bania Luka en donde pernoctarían y saldrían a visitar la vida nocturna de ese lugar

Eran dos personas jóvenes que pasaban la semana enclaustrados en un hospital, estudiando y visitando enfermos, no siempre con buenos resultados en su salud.  Tocaban muy de cerca las enfermedades y trataban por todos los medios de ayudarles, pero no siempre lo conseguían. Y a fuerza de estudiar el comportamiento humano, principalmente de su instructor, se había dado cuenta de que le importaba mucho el dolor ajeno, el de sus enfermos y sus familias.  Que vivía para su profesión, y que lejos del hospital, probablemente no tendría vida privada.

A medida que pasaba el tiempo, pensaba si a ella le ocurriría lo mismo que a su jefe aunque no creía y, cada vez se reafirmaba más en que alguna tragedia le había tocado vivir para ser tan reconcentrado.   ¿Qué hacía en sus días libres?  Cada vez se mostraba más interesada en él, en conocerle mejor, pero no había forma de acercarse, porque siempre guardaba las distancias. Todos le llamaban de usted, aún siendo casi todos de una edad cercana a la suya.

Jasna trataba de hacer algo de vida social durante su libranza, pero no quería que fueran principalmente en el hospital, sino fuera de él.  Con personas que tuvieran distintas profesiones y, para ello, puso todo su empreño en hacerlo con chicos y chicas hospedados en la misma casa en que   ella vivía.  Cuando tuvieron la suficiente confianza , la preguntaron al respecto y Jasna les dio una explicación que les pareció plausible

—Me llevo bien con mis compañeros y, si se tercia, tomamos café o alguna copa, pero si salimos ,  nuestras conversaciones versarían sobre las clases o sobre algún enfermo.  Necesito distanciarme de las enfermedades cuando no estoy trabajando, porque si no desconecto llegaría un momento en que no sería objetiva y necesito serlo porque en ello va la vida de una persona.  No obstante  Nikola se unió a la tertulia que había formado con sus compañeros de pensión.

Eligieron en la floristería unos hermosos ramos de flores y se encaminaron hacia el cementerio.  Sería su primera visita desde que estuviera de niña. Sentía profunda emoción ante el trozo de tierra que enmarcaba una placa  de piedra en la que podía leerse el nombre de Ana.  Siempre había guardado un profundo amor hacia ella, aunque casi no la conociera al perderla cuando era un bebe.  Era como una figura mítica y, a pesar del tiempo transcurrido, no pudo evitar unas lágrimas de dolor por todo lo que ellos vivieron.


—Tras meditar durante unos instantes, abandonaron el cementerio. Darían una vuelta por el pueblo y tomarían algo en algún bar para serenar los ánimos, después de la visita a las tumbas familiares.  Nikola no había vivido la situación terrible de la familia de ella, que relataba no exenta de emoción, mientras tomaban el café.  Jasna miró su reloj y comprobó que era la hora precisa para pasar por la casa del primo de su madre.  El hombre recibió con emoción y alegría la visita de su pariente, a la que recordaba cuando les visitaron en familia. El tiempo había pasado y ahora regresaba hecha toda una doctora.  Prometió visitarla si viajaba a Belgrado, algo totalmente improbable, pero esa fue su promesa. 
Decidieron posponer la visita a André, ya que había llegado la hora del almuerzo, lo harían después de comer.  De nuevo se encontró frente a la puerta del amigo médico de Maxwell.  Como en una nebulosa volvía a vivir el viaje anterior que creó tan profundas dudas e inseguridades en su vida y en la de su familia, pero quizá fuese aquél viaje el que marcó su rumbo actual. Dando unos golpes en la puerta, escucharon unos pasos firmes y resueltos que acudían a abrir la puerta.

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