viernes, 12 de julio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 44- Su secreto

Cuando sus padres se hubieron acostado, Ana marcó el número de Jasna.  Al escuchar su voz, recordó de golpe el cariño inmenso que siempre se habían tenido y su culpa junto al sacrificio que ella había hecho por quién era el amor de su vida.  No la parecía justo que, ahora, todo se hubiera roto y, ella hubiese comenzado a salir con Bill, tal y como le habían anunciado.  Sólo necesitaba tiempo y nada de lo sucedido hubiera ocurrido, o por lo menos no hubiera sido tan terrible.  Supo que no confeso a Goran el por qué de su ruptura para no dejarla  en el lugar que se merecía por caprichosa y absurda.  Pero su tozudez había tenido consecuencias y, ahora, las tenía que afrontar su hermana en solitario. A su memoria volvieron las escenas de peleas que mantuvo con su familia para que olvidase ese amor que no le correspondía

Había madurado o probablemente el tiempo dio la razón a quienes la aconsejaron y Goran ya no era su primera opción.  Otro muchacho más o menos de su edad, acaparaba ahora su pensamiento.

Jasna preguntaba una y otra vez quién estaba al  teléfono.  Ana no podía responder, las lágrimas inundaban sus ojos y las palabras se negaban a salir de su garganta.  Al fin sólo pudo pronunciar su nombre:  Jasna.  Al otro  lado de la línea la sorpresa e inquietud no la dejaban responder ¿Les había ocurrido algo a sus padres?  ¿Por qué llamaba Ana?  Sólo cuando la escuchó lo comprendió todo

— Perdóname— la dijo llorando—  Sé que no lo  merezco. Que he sido estúpida y no atendí a los que me avisaron de lo que ocurriría y, ahora tú, estás pagando mi torpeza.  Yo te quiero, siempre ha sido así.  Sin embargo te dije que te odiaba, cuando no es cierto.  Te he echado mucho de menos y no me he portado bien contigo.  Quiero recuperarte, que volvamos a ser como antes.  Sé que ya no estás con Goran por mi culpa, porque a pesar de todo, seguías protegiéndome.  Nunca, nunca, me lo perdonaré

— Calla, calla. Eres mi hermana y te quiero, eso nunca cambiará.  No importa lo que ocurra entre nosotras siempre estarás en mi vida.

Siguieron pidiéndose perdón la una a la otra. Continuaron llorando consolándose mutuamente hasta altas horas de la noche.  No les importaba la hora que fuera. Eran de nuevo hermanas y seguían queriéndose.  Era lo que importaba.  El resto ya se solucionaría

Llegó el tan temido día en  el que Goran daría una lección magistral en el hospital en el que fuera profesor y el mismo en el  que Jasna trabajaba.  Estaba nervioso y emocionado al mismo tiempo.  La buscaba incesantemente sin localizarla.  Ella se escondía en cualquier rincón lejos de todo.

 Entró al tocador, y frente al espejo, examinó su silueta.  Aún era pronto para que fuese notorio su estado, pero su cuerpo había cambiado, poco, pero lo suficiente para darse cuenta de lo que sucedía.  Una falda de vuelo y una amplia camiseta, ocultaban la realidad.  No obstante trataría por todos los medios no tropezarse con él. Debía ausentarse de allí, regresar a su casa, pero su deseo por verle era más fuerte que su razonamiento.

Se sentó en las últimas filas, entre los asistentes, confundida con ellos para no ser localizada.  Y logró su empeño ante la decepción de Goran que deseaba verla.  Tenían una conversación pendiente desde hacía mucho tiempo.  En ese intervalo, había entablado amistad con una chica de buena posición, que no era lo que buscaba, sino borrar de una vez el rostro de Jasna.  Pero no lo había logrado y en cuanto le propusieron  acudir al hospital en Belgrado, decidió que eran inútiles todos los esfuerzos a realizar para olvidarla;  eso no sucedería nunca, así que habló con la muchacha claramente y cortó su relación.  Supo que siempre estaría marcado por ella, no importaba lo que hiciera ni con quién. Siempre estaría en su vida. Era como si le hubiera marcado con un hierro candente.

Jasna tuvo la fuerza de voluntad de que en un paréntesis, escabullirse de la sala y salir de allí rumbo a su casa.  Su corazón la decía quédate, pero su cerebro todo lo contrario, y decidió hacerle caso.

No volverían a verse y sin embargo debía informarle de lo que ocurría.  Su padre insistía en ello, pero ¿en qué momento? ¿La creería o pensaría que era de otro?  Sólo habían estado juntos un par de noches, pero la casualidad quiso que las fechas  fueran propicias.  Ambos son médicos; debieron tomar precauciones. Pero no lo hicieron. Fue todo tan extraordinario y maravilloso que ni siquiera se les ocurrió. Sin embargo había sucedido.  No sería la primera ni la última.  Sin duda el destino les tenía esta sorpresa preparada.

 Jasna se acostó, pero no dormía.  En el fondo tenía la esperanza de que él fuera hasta su casa  para verla, pero las horas pasaban y el hecho no se producía.  Esa era la intención de Goran, pero el director del hospital, sus compañeros de cuando ejercía allí y, el profesor que consiguió diera la clase magistral, deseaban agasajarle ofreciéndole una cena en uno de los mejores restaurantes de la ciudad.   No pudo rechazarlo y era muy tarde cuando terminó el agasajo;  no podía presentarse en casa de Jasna a esas horas.  Al día siguiente regresaría a Nueva York:  había sido un viaje relámpago.  Estaba visto que sus vidas nunca volverían a cruzarse

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