lunes, 8 de julio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 40 - El despertar de Ana

Sólo había tenido tiempo para darse una ducha en el hospital y acudir a su cita con la familia O'Sullivan a la  que a penas conocía, excepto a Jasna y ella no estaría presente.  Eran personas muy apreciadas por su padre y en honor a él debía acudir a la cita, aunque fuera por cumplir.  Habían tenido una noche agitada con tres  partos, dos al mismo tiempo. Aprovecharía, si tuviera oportunidad de averiguar algo sobre Jasna. Llegaba con tiempo suficiente, pero no le importó, esperaría tomando una copa.  No esperó mucho, ya que con la puntualidad que caracteriza a los británicos llegaron antes de la hora acordada.

— Así que tu eres el famoso profesor de mi hija. Nos habló mucho de tí y muy elogiosamente, por cierto— le dijo Maxwell mientras estrechaba su mano—  Te presento a Fionna, mi mujer y a mi hija pequeña Ana

— ¿Tú eres Ana? Tu hermana se quedó muy corta al describirte— La jovencita le miraba sin pestañear y algo tímida.

Mientras tomaban su aperitivo, iban charlando sobre sus trabajos y los de Jasna.  Trataba de refrenarse que no trasluciera el gran interés que tenía de hablar de la muchacha.  Charlaron sobre las vacaciones y lo bien que lo habían pasado en Garachico, que fueron acortadas por Jasna, como todos sabemos.  Al menos sabía dónde podrían acudir en vacaciones. 

Entre confidencias  transcurrió la sobremesa.  Fionna le había dando un "repaso" detenidamente. Cuando estuviese a solas analizaría la impresión que le había causado;  de momento era buena, y no sabía muy bien, pero presentía que Jasna le había calado muy hondo.  Pero no estaba segura si su hija sentía lo mismo por él.  En fin, cosas de jóvenes, se dijo.

Se abrazaron al despedirse.  No sabían cuando volverían a verse.  Sus mundos estaban en direcciones opuestas y sus trabajos les impedían relacionarse con más asiduidad.

 Ana estuvo silenciosa durante toda la comida.  Miraba de reojo a Goran, sin que éste se diera cuenta de que era observado por la chiquilla; tampoco los mayores lo percibieron. Así que sólo miraba y escuchaba atentamente sin intervenir.  Ya en  el hotel, el matrimonio comentaba anécdotas de la comida y la buena  impresión causada por Goran.  Y fue en ese momento cuando Fionna, extrañada del silencio de su hija durante toda la reunión, la preguntó:

—¿Y a tí qué te ha parecido Goran? 

— Un hombre guapísimo. El más guapo de la tierra y ¡qué alto y atlético es! No entiendo como Jasna no nos ha hablado de él.  Debe ser corta de vista— exclamó Ana

Era simpático, algo que  echaba por tierra la teoría de Jasna de que era hermético y antipático.  Físicamente no estaba mal. Tenía un algo que atraía y, eso tampoco casaba con la descripción que Jasna había hecho de él.

Una cosa estaba clara y era que  no la gustaba el médico y sin embargo tenía otra impresión de él 
 referente a su hija.
 

Siempre que podía preguntaba sobre ella, disfrazándolo con la excusa de seguir de cerca sus progresos en los estudios.     Les  llamaría una vez más para despedirse de ellos, ya que tenía unos días libres y los aprovecharía para visitar a su padre en Bania Luka y tratar de convencerle para que viviera con él en Nueva York.  Esa sería la excusa, pero el motivo era otro bien distinto:  Jasna.

A pesar de mantener una relación más que de amistad con una chica del alto status americano y hacer lo imposible por recobrar la calma borrando a Jasna  de su vida, había bastado encontrarse con su familia en aquella comida, para que de nuevo su rostro invadiera su intimidad.  Hacía mucho que no la veía, pero su atracción era muy fuerte y necesitaba verla y quizá proponerla alguna relación más íntima, fuera de lo profesional.  Pero para ello debía tantear el terreno. Quizá siguiera con Nikola o quería centrarse sólo en sus estudios. No sabía lo que sucedería, pero necesitaba aclarar sus ideas respecto a ella

El avión que llevaba a Goran, aterrizó en Belgrado.  Sabía que estaba de guardia, por lo que dejaría el equipaje en el apartamento y se dirigiría al hospital.  Según le había comentado Maxwell en la comida, había renunciado a unos días libres e intercambiado las guardias .  No la apetecía pasar las navidades sola encerrada en casa;  al menos haría un favor a algún compañero que si deseaba pasarlas con su familia.

Era la noche  mágica del cambio de año.  Había hablado con sus padres y hermana y se disponía a entrar en su turno. Esperaban una noche agitada.  Todas las de fin de año lo eran,  Pareciera que la gente estaba impaciente por pasar esa página del calendario, cuando en realidad son todas iguales.

Su turno había terminado.  La noche se había vivido para no olvidar;  demasiados borrachos, peleas y accidentes. Estaba cansada, muy cansada y deseaba llegar a casa para meterse en la cama y no despertar hasta el día siguiente por la noche en que volvería a entrar de guardia.  Pese al frío, hacía un bonito día con un sol brillante.  Alzó la cabeza al cielo y respiró hondo.  Se encaminó lentamente hasta donde estaba su coche.  Ni siquiera tenía ganas de desayunar. Pasó junto a un frondoso árbol con un banco de piedra a su pie, y decidió sentarse a descansar durante un rato para respirar, al menos, los primeros aires de un nuevo año. Se caló más a fondo su gorro de lana, y tapó su boca con la bufanda. Solo podían verse sus ojos, y los cerró como para recibir mejor los rayos del sol.

Una silueta desde lejos la contemplaba.  Sabía perfectamente de quién se trataba.  Ni en mil años se le borraría de la cabeza esa forma de encarar el sol, de ponerse la bufanda y mil cosas más que recordaba de ella y que eran muy características.  Parecía dormida y, en realidad lo estaba, por eso no la dijo nada y se sentó a su lado sin dejar de mirarla.

Una profunda emoción ahogaba su garganta.  Hacía mucho tiempo que no la tenía tan cerca aspirando su mismo perfume de siempre.  Tenía sus manos enguantadas, así que se los quitó, quería sentir el tacto de su mano y despacio para no despertarla, la aproximó hacia ella.

¡Cómo podía quererla tanto, añorarla tanto y, sin embargo vivir tan lejos de ella y disfrutar con otras compañías!

Quizá fuese un sutil movimiento de él, lo que hizo de Jasna se despertara.   Miró a un lado y a otro buscando no sabía qué.  Había estado soñando con alguien difuso desconocido, sin conocer de quién se trataba.  Sólo sabía que el sueño le había gustado.  Con un ojo abierto y otro entornado, se quedó mirando a la persona que tenía a su lado, y que hizo que se despertara de golpe.  Y entonces supo  que la persona con la que había estado soñando era él.  Que el subconsciente la había traicionado y que era a él a quién echaba de menos. Que no deseaba otra cosa en el mundo más que volver a verle.   ¿Cómo era posible? ¿Seguía soñando? Goran estaba a miles de kilómetros de allí y ni siquiera se acordaría de ella.

Él sonreía, con una sonrisa que no le conocía. Ella abría los ojos sin entender lo que ocurría. Pero lo comprendió todo, cuando él acercó su mano a la cara de ella y acariciándola aproximó sus labios a los de ella, que no se resistió. Al contrario, agarró la cabeza de él con su mano.  No hablaron durante unos instantes, pero las respuestas a las preguntas no formuladas, se sucedían como si ambos leyeran el pensamiento del otro..

— Tenía que verte.  Hace mucho tiempo que nos separamos y sé a lo que me arriesgo, pero no podía más.  Sabía que estarías sola, trabajando y opté por venir a buscarte y estar juntos siquiera por unas horas.  Hace frío.  Tienes las manos heladas.  Ven te llevaré a casa

Se levantó y la tendió la mano para ayudarla a levantarse.  Entre el frio y el cansancio tenía los huesos entumecidos.  Goran pasó su brazo sobre los hombros de ella y Jasna entornó los ojos complacida.  ¡Cuánto le necesitaba!  Ese abrazo tierno, pero a la vez firme para protegerla y amarla.  ¿Cómo había sido tan estúpida al no haberse dado cuenta de lo que ambos sentían? No importaba, aún estaban a tiempo
— ¿Tienes coche? —la preguntó feliz.  El milagro se había producido : no le rechazaba.  Al contrario se sentía feliz entre sus brazos..  Se metieron en el coche de Jasna y se encaminaron al apartamento de Goran. Tenían casi dos días completos para disfrutar de su amor en plenitud.

Muy lejos de allí, Fionna observaba que Ana había perdido todo su interés por las fiestas, las vacaciones y Nueva York.  Había escuchado la conversación de sus padres respecto a Goran y un posible entendimiento entre él y su hermana. No podía ser verdad.  Jasna siempre hablaba despectivamente de él ¿cómo iban a tener una relación? 

 El sólo pensar en ello, la ponía de muy mal humor y triste, demasiado triste para su edad.  De repente había descubierto lo que es sentir atracción por alguien.   Aunque la consideraran una cría, ella estaba abandonando la niñez para entrar en la adolescencia.  Sabía que era un imposible.  Que no podía competir con la belleza de su hermana, ni con su edad tampoco.  Pero durante aquella comida celebrada en Cipriani había descubierto al hombre de su vida, del que se había enamorado.  En ese momento se sintió mujer a pesar de que aún le faltaba mucho para serlo de veras.

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