viernes, 28 de febrero de 2020

Los mudos testigos - Capítulo 19 - La terrible verdad

   Erin no dejaba de mirar el rostro del médico, que, sentándose a los pies de su cama, venía a darle la noticia; fuera buena o mala, tenía que saberla, quería saberla.  Apretó la mano de Peter que permanecía muy pálido a la cabecera de su cama.  En sus ojos vio alarma, dolor, y expectación, aunque imaginaba que él ya sabría el resultado.     Y por fin, el médico que la operó comenzó a darles el veredicto.  Por sus dudas, por la dilatación en el tiempo para hacerlo, ella entrevió que  no iba a ser bueno.  ¿ Estaba preparada para, en el peor de los casos, enfrentarse a la verdad.  No, no lo estaba, pero tendría que hacerlo.  Y comenzó hablándole así:

  - Verás Erin, voy a ser claro y conciso, omitiendo la técnica para que me entiendas bien.  Las lesiones que te produjo fueron graves, pero lo fue aún más la pérdida de sangre.  Afortunadamente y quizá por algún milagro, llegamos a tiempo.  El disparo te dañó unas vértebras y el sacro.  Todo está reparado, pero tardarás mucho tiempo en recobrar la estabilidad que antes tenías.  Necesitarás rehabilitación, bastante..., y mucha paciencia y sacrificio

  - ¿ Cuánta paciencia, doctor?

  - No lo sé.  Dependerá de muchas cosas

  - ¿ De qué cosas?  Por favor, dígalo ya de una vez

  - No se sabe, Erin.  Depende de la fuerza de voluntad del enfermo.  Pero te adelanto que no será fácil de llevar.  Te verás limitada en algunas ocasiones, sobretodo al principio, pero poco a poco irás teniendo más fuerza y confianza en que vas a lograrlo.

  - Lo que significa es que no tendré garantías de volver a moverme con facilidad.   Que quedaré inválida ¿ no es eso?

   El médico miró a Peter, y a ella, sin saber qué decir.  Había procurado no desvelar más que lo preciso de su situación, pero era inteligente y dedujo que, entre líneas, es lo que le estaba augurando: no volvería a andar.  Miró rápidamente a Peter.  Éste apretaba su mano sin decir nada.  Dedujo que él ya sabía el resultado, aunque no lo hubiera dicho, además era médico.  Seguramente habría hablado con ellos el mismo día de la operación, pero ni siquiera le había insinuado  su estado, y la verdad descarnada era que sería una inválida.  No obstante, por él, haría todo cuanto fuese necesario por volver a caminar.

    Después de salir el médico acompañado por Peter, ella reflexionaba sobre lo que le habían explicado.  No le gustaba el resultado final, se negaba a admitirlo, pero no dijo nada a Peter cuando, después de despedir al médico, entró nuevamente en la habitación.  La observó detenidamente, no sabía qué decirla.  Porque la conocía bien, supo que se imaginaba cómo sería su futuro inmediato.  No encontraba las palabras que la infundieran algo de esperanza;  su cara era un poema de decepción. ¿Cómo podría ayudarla?  ¿ Qué palabras emplear para, sin engañarla, infundirla el ánimo que iba a necesitar.  Se aproximó a ella y depositó un beso sobre la frente.  Las palabras se atascaban en su garganta, no sabía cómo hablarle, porque pensaba que ella le haría preguntas .       Erin, estaba hundida anímicamente, pero no quería que trascendiera su estado de ánimo, y por eso, le dijo

- Me siento cansada. Trataré de dormir durante un rato.

    Cerró los ojos y fingió dormir.  Sentía dolor por él; tenía ganas de llorar. Se preguntaba qué era lo que había hecho mal ¿ hubiera sido mejor aguantar con su destino ? ¿ fue una torpeza no haberme ido a otro país ?  Sabía que él permanecería a su cabecera, y su tristeza era aún mayor por Peter. Daría cualquier cosa por saber lo que él pensaba.  No conciliaba el sueño ; si al menos pudiese  dormir, sería un momento de olvido de lo que tenía por delante, aunque en realidad  ignorase cómo sería y lo que duraría.  Probablemente toda su vida.  Pensaba, pensaba, y sólo una idea llegaba hasta su cabeza, aunque la desechase en el acto.
 
              Pero, poco a poco, en su interior fue tomando cuerpo :  tendría que renunciar a él.  No le ataría a ella.  Merecía tener una vida normal y no sujeto a una  inválida o quizá a una silla de ruedas.

Merecía ser feliz, y por ello renunciaría a todos los planes que se habían trazado. No se casarían;  merecía una mujer totalmente plena de facultades y ella no lo estaba, porque aunque no lo había comentado, era muy posible que también repercutiera en el aspecto sexual.  Tendría que madurar esa idea cuando estuviera a solas, o al menos cuando fingiese que estaba dormida.  Pero porque le quería muchísimo,  debía renunciar a su vida juntos.

   Los ojos se llenaron de lágrimas; trato de no gritar.  Lo que la estaba pasando no era justo, ni para ella ni para él.  Y odió con toda su alma a su primer marido que la había maltratado y agredido brutalmente, hasta dejarla casi inútil.  No quería verle nunca más, pero en su interior, deseaba con todas sus fuerzas que la policía actuara.

   Y el inspector se personó en el hospital ese mismo día.  Había esperado a que ella mejorase para someterla al interrogatorio de saber cómo efectuó la agresión, y que les contase todos los datos para tratar de localizarlo.  No sabían cómo descubrir dónde vivía y cómo pudo localizarla.  Todo eso era una incógnita, pero más aún era en dónde lo podrían encontrar.  Mucho se temían que  hubiera salido del país.  Erin escuchaba las reflexiones del inspector como muy lejanas.  Le producían náuseas todo lo que estaba viviendo, y vuelto a vivir,  una y mil veces con los médicos, ahora la policía ¿ cuándo van a dejarla en paz?

    Y nuevamente relató toda su vida con Liam hasta la última agresión anterior a la que la mantenía en esa cama de hospital

- Sí fue mi ex marido quién me atacó. Creo que quería matarme, pero en un acto reflejo quise huir, y por eso seguramente, el tiro se le desvió

- No tiene ninguna duda ¿ Le vió la cara

- ¡ Claro que le ví la cara !  Le tenía frente a mí. ¿ Cree acaso que  estaría viva si no fuese por el tiro fallido ?

  Deseaba que todo terminase cuanto antes .  El inspector se rascó la nuca, indicando que, en realidad, pocos datos podía aportar, ya que hacía tiempo de la separación y perdido el contacto.  Pero al recordar que ella le había denunciado, posiblemente en los archivos pudieran obtener algún dato, que poco a poco les llevase hasta él.  Se despidió de ella y de Peter: les tendría al corriente de todo cuanto averiguasen.

    Al fin solos, pensó mirando a Peter, que con rostro muy serio la miraba y acariciaba su frente.  Pronto la darían el alta, sólo a falta de unas pruebas .  Una vez en casa comenzaría la rehabilitación en un centro especializado, y con él,  en su tiempo libre, en casa.  Comenzaría, en breve, la segunda parte más larga y dolorosa , no sólo por los dolores que la pudiera ocasionar, sino por la determinación que había tomado.


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