lunes, 23 de abril de 2018

Las necias ilusiones - Capítulo 9 - Abrir su corazón

Y los días pasaban, y nada urgente sucedía en la empresa .  Todos los departamentos funcionaban bajo la supervisión de Morgan.  Ada echaba de menos a Susan, cuyo escritorio había sido retirado.  No tenía a su compañera con quien charlar a ratos perdidos, y la imaginaba en su luna de miel contenta y feliz. Y abrió el programa que tenían directo Brendan y ella.  Ante sí tenía una foto de él tomada en su despacho.  Ni en fotografía se relajaba;  en su rostro se mostraba la tensión, que nunca le abandonaba.  Se la quedó mirando durante unos instantes, pero lo cerró de inmediato, porque a ella misma asustaba el camino que estaba tomando su vida y no la gustaba.  No era el acertado y caminando por él, sólo obtendría dolor y decepciones.

Y empezó a pensar más seriamente en abandonar  Miller Dawson CO:  Si permanencia en ese puesto no tendría más que problemas y malos ratos.  Aún con todo eso, le echaba de menos; a veces tenía la impresión de que iba a abrir la puerta y entrar  dando los buenos días.  Pero no sucedía y ya eran muchos días los que faltaba al trabajo.  Su cabeza era un caos.  Conocía perfectamente lo que la estaba ocurriendo, y no se sentía capaz de soportarlo por mucho tiempo.  La confusión reinaba en su cabeza.  Tenía el trabajo de sus sueños,lo que había deseado durante todo ese tiempo, y sin embargo, estaba dispuesta a abandonarlo, porque no se sentía capaz de permanecer al lado del jefe con indiferencia, conteniendo el constante latido de su corazón cada vez que le viera, o  el fuerte dolor de cabeza cada vez que recibía alguna regañina de él.  Todo era superior a sus fuerzas.

¿ Debía intentar cambiar de departamento?  No lo creía posible:  había sido contratada para trabajar ahí, ser la mano derecha de su jefe.  Ella estaba dispuesta a ser  sus ambas manos y su vida entera si él la correspondiera, pero no era el caso y por tanto, la idea de poner tierra de por medio se abría paso en su cabeza .  Debía hacerlo cuanto antes, ya que de lo contrario  sufriría muchísimo.  Debía hacerlo cuanto antes, pero al menos debería esperar a que él regresase. A pesar de que su rostro nunca se borrase de su imaginación.

¿ A dónde iría ?  ¿ Volver a Bristol ?  A cualquier lugar antes que permanecer  allí, sentada frente a esa puerta, esperando que él la llamase, con frialdad, con profesionalidad, pero ajeno totalmente a lo que estaba ocurriendo en su vida.  ¿ Por qué había tenido que poner sus ojos en un imposible ? ¿ Por qué deseó venir a Londres?  Para todas esas preguntas no encontraba respuesta, porque no la había.  Apreciaba a sus compañeros y pensaba que había tenido mucha suerte al tomar la decisión de vivir en la gran ciudad, pero todo lo bueno tenía un precio y el suyo era haberse enamorado de un hombre para el que era totalmente invisible.

Deseaba cuanto antes solucionar esa situación; estaba metida en un laberinto de emociones y no sabía encontrar la salida.  Y como si el destino jugase su baza, su teléfono sonó y al otro lado escuchó la voz del jefe, como siempre dándola órdenes

- ¿ Ada ?
- Si. ¿ Está bien ? ¿ Ocurre algo ? Por aquí todo marcha con normalidad
- No pasa nada y si, quiero que venga lo más pronto posible.  Estoy cerrando un gran negocio y la necesito aquí
- ¿ Aquí, dónde ?
- En París. y traiga la documentación que la diré a continuación.  ¿ Podrá venir ?  Tome el vuelo que primero salga y díríjase al  hotel Ritz a la habitación 506.  Le repito cuanto antes.  Procure estar mañana por la mañana.  La necesito urgentemente.  Tome nota de los documentos que habrá de traer.
- Está bien.  Haré todo lo posible porque así sea.  Tomo nota
- Tienes que hacer más que lo posible
- Me está asustando.   ¿ Por qué no me ha avisado antes?
- No tengo ganas de discutir ahora.  Ven,  y punto. Hasta mañana

No dejaba opción a nada más. El daba una orden y todo el mundo debía ponerse en movimiento:  " si buana, si buana", repetía malhumorada.

-No quiero verle y...

Dejó de rezongar e inmediatamente se puso en movimiento.  llamó a la agencia de viajes y la consiguieron un vuelo a las cinco de la mañana.  En dos horas estaría en Paris.  Creyó que era la hora indicada para empezar lo que fuera que tuviera que hacer a primera hora.  A continuación se puso en contacto con la recepción del hotel Ritz en Paris para reservar una habitación.  Al decir su nombre, la dijeron:

- Ya está reservada.  Lo hizo el propio señor Miller .  Es la 508 en la misma planta.
- De acuerdo.  Gracias, Adiós

Se sentía furiosa. Había contado de antemano que ella iría inmediatamente, como si fuera un perrito faldero que corriera tras de su amo.  No estaba de acuerdo.  Debió pedírselo como un favor, y no como una orden.  Pero al mismo tiempo sentía algo agridulce en su interior.  Tenía ganas de verle, pero al mismo tiempo sabía que el despedirse sería más complicado y le recordaría siempre.  Quizá fuera una buena ocasión de plantear su dimisión.  Si.   Eso haría, en cuanto lo creyera oportuno.  Y volvió a contactar con él.  Marcó su número privado.  Creía era  una ocasión urgente, al menos para él lo era, pero esperaba una buena regañina por hacerlo

- Con este hombre nunca sé si lo que hago es lo correcto o no.  En fin, si no lo es, que se aguante.

Tras varios toques de conexión, una voz femenina atendió la llamada.  Ella no sabía si cortar la comunicación o preguntar por él.  Lo que no esperaba era encontrarse con esa situación que, al instante, entendió a que se debía.  Optó por colgar.  Además no tenía tiempo que perder.  Llamó a Morgan y le contó lo que Brendan le había pedido

- Ya lo sé, a mi también me llamó.  Váyase de inmediato.  Tiene el tiempo justo de recoger lo que precise y salir para el aeropuerto.

A pesar de la extrañeza de Margaret, no se entretuvo en explicarle más que tenía que ir a Paris.    Hizo el equipaje.  No sabía siquiera lo que debía meter en la maleta. Creyó que no estaría muchos días, no obstante, puso un traje de más vestir por si acaso.
Estaba en la ducha, cuando su teléfono sonó insistentemente.  Enjabonada como estaba, salió   refunfuñando

- Y ahora ¿ quién será ? - Dígame
-La digo.  Iré al aeropuerto a recogerla. ¿ Sabe la hora de llegada?
- Lo tomo a las cinco de la mañana, así que calculo que a las siete aproximadamente
- Va a hacerme madrugar
- No es necesario si tanto le incomoda. Yo no voy a dormir, así que estamos empatados.  Además usted trasnocha
- - ¿ Me estás regañando ? - dijo sonriendo, algo que perfectamente se percibía a través del aparato

Ella no supo que contestar sorprendida ante esa salida que no imaginaba. ¡ La había tuteado y se estaba riendo !  La verdad es que le había contestado muy enfadada, no por el madrugón, sino porque se estaba divirtiendo con una señorita, y a ella la gruñía por llegar tan temprano.

- Perdón, ni mucho menos. Sólo que me reprochaba la hora de llegada cuando usted mismo me obligó a hacerlo
- Yo no obligo a nadie.  Doy órdenes para que se cumplan.  Si así no lo hacen , pues...
- Entiendo: si no me interesa me voy
- Bueno, bueno.  De momento a donde vas a venir es a París. Iré a buscarte. - Y cortó la comunicación
- ¿ Qué demonios le pasa, está loco ? - repitió en voz alta. Y se volvió a meter en la ducha, antes que el gel se quedara reseco en su piel.

Quería llevar solo una maleta y muchas cosas, así que tuvo que sentarse encima para poder cerrarla..  Le costó trabajo, pero al fin lo consiguió.  Revisó todo lo que debía  llevar a mano y despidiéndose de Margaret, se metió en el taxi que la conduciría a Heathrow rumbo al Charles de Gaulle

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