lunes, 4 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 5 - Una charla con papá

Aquella noche me costó conciliar el sueño.  Ignoro si fue motivado por la preocupación por mi futuro, por haberme acostado después de la hora acostumbrada, o por el aburrimiento infinito que sentía y que presentía que iba a ser así siempre.  Al fin, tras dar vueltas y más vueltas en la cama, el sueño me rindió.  Al no estar los señores, el trabajo de la casa se relentizaba, y por tanto, también mi padre tenía más tiempo libre, a pesar de que fuera festivo, él siempre estaba trabajando sin descanso.  Tenía la impresión de que le costaba cortar el trabajo a una determinada hora, porque si así lo hiciera, tendría la cabeza libre de números para pensar en otras cosas. ¿Por qué era de carácter tan depresivo ? ¿ Sería yo igual cuando tuviera sus años ? Al menos no esperaba quedarme viuda tan pronto, si es que alguien se fijara en mí y me pidiera en matrimonio.

Después de desayunar, fuí a su despacho, y le encontré ¡ cómo no !, trabajando como siempre. Tras pedir permiso para entrar y felicitarle la Navidad, me senté frente a su escritorio y carraspeando ligeramente, comencé a exponer mis argumentos.  Sabía que él no tenía otra idea en mente, por tanto intuía  que iba a costar hacerle cambiar de idea, pero me equivoqué, como  otras tantas veces.

- Papa...
- Dime cielo ¿ te ocurre algo ?
- Si y no. He estado dando vueltas a la cabeza sobre mis estudios, y he resuelto que no quiero ser contable
- ¿ Cómo dices? ¿ Que no quieres ser contable ? ¿ Por qué ?  Eres muy buena con los números y pensaba que desearías ocupar mi puesto al jubilarme
-Si.  Todo eso era lo previsto y está muy bien, pero yo no lo quiero.  Deseo estudiar otra cosa que no esté tan sujeta a los mandatos de unas personas. De no tener tiempo libre para mi vida privada y no conocer otros lugares que no sean éstos.  Quiero estudiar y viajar y vivir en la ciudad donde tenga más posibilidades de hacer amistades.  Les estoy agradecida, no pienses que no lo aprecio, el que me paguen los estudios, pero mírame: no tengo amigos de mi edad con quién salir  o charlar.  Nací aquí y aquí sigo.  Ni siquiera me permites ir a la casa grande, me siento como si estuviera presa. Y habéis decidido que así debe ser para los restos
- Te entiendo, hija mía, y posiblemente tengas razón. El señor me ofreció pagar tu educación y yo acepté porque creí que este sería un buen trabajo seguro y digno. Que serías respetada y cuidarían de tí cuando ya no esté, pero tienes razón. No te preocupes, estamos a tiempo de rectificar.  Y dime  ¿que deseas estudiar ?
- Publicidad
-¿ Publicidad? Pero ¿ tú entiendes de eso ?
- No, pero me gusta y para eso están las escuelas.  Aunque para esta asignatura he de ir a la universidad y no sé si podemos permitírnoslo.  He pensado trabajar y con ese dinero ahorrar para los estudios

- Por eso no te preocupes, hija. El señor Sullivan se ofreció a pagar la universidad si no quería ser contable, que por cierto fui yo quién le dijo lo que había pensado para ti.  Pero te comprendo: vivir entre personas mayores no es bueno para un espíritu joven e inquieto como es el tuyo. Hablaré con el señor en cuanto pueda.
- Gracias papá.  Me has quitado un peso de encima.  Creí que me reñirías por haberlo planteado.
- ¿ Cómo iba a reñirte? Anda ve a donde quieras y déjame trabajar.  Me estás distrayendo

. Bien, pues ese asunto se había solucionado, al menos de momento, porque aún quedaba la parte algo complicada y era decirle al patrono que pagaba los estudios , que había cambio de planes.
Creía conocer al señor Sullivan.  Siempre había sido cariñoso conmigo y además andaba metido en política en un partido que pregona la igualdad entre las personas, de modo que si sus hijos van a la universidad ¿ por qué no podía hacerlo yo ?

No volvimos a hablar más del asunto.  Yo estaba convencida que terminaría el bachiller, la selectividad y a renglón seguido iría a la universidad en Dublín. Los señores volvieron de pasar las navidades y todo siguió imperturbable a un ritmo lento, o eso al menos era lo que a mi me parecía.

El invierno se resistía a abandonarnos y por el contrario se recrudecía más.  Mi padre tenía una gripe bastante persistente o él no ponia de su parte nada para curarla definitivamente.Era en vísperas de Semana Santa, cuando una profesora llegó a la clase y me llamó aparte.

- Verás Daphne.  He recibido una llamada del jefe de tu padre.  Quiere que regreses a casa de inmediato.  Tu padre ha tenido que ser hospitalizado. Nuestro chófer te llevará de regreso a casa  .  En pocas horas estarás allí. Coge lo que precises y date prisa, te espera en la puerta principal.  Suerte querida.

Los oidos me zumbaban e impedían seguir escuchando a la profesora ¿ Qué había ocurrido ? ¿ Qué le pasaba ? .  La última vez que había hablado con él me decía que estaba mejor, aunque aún le quedaba algo de tos. Pero mi cabeza pensaba alocadamente

- Si está ingresado es que está mal.  Mal de verdad.

No esperé más.  Corrí a mi habitación, recogí algunas cosas y el bolso y salí de inmediato en busca del chófer que aguardaba mi llegada.  Hicimos el viaje directamente y en poco más de tres horas me vi frente a la fachada de la Casa Grande y que Nelly salía para acompañarme hasta el hospital.  Durante el camino me fue poniendo en antecedentes y suavizando todo lo que pudo lo que iba a encontrarme

- Verás, tu padre te decía que estaba mejor, pero no era así. El señor Sullivan tuvo que obligarle a ir al médico y desde la consulta, en ambulancia le ingresaron con neumonía.


Llegue cinco minutos antes de que expirara. No había podido despedirme de él.  No le había dicho lo mucho que le quería y lo sola que me dejaba. No le pude decir tantas y tantas cosas que en su día no dije y ahora ya era demasiado tarde.  Me puse de rodillas junto a su cabecera y tomando una de sus manos, lloré amargamente. No terminaba de creer lo que estaba pasando; no había tenido tiempo de hacerme a la idea.  Nelly, mientras tanto, había salido para comunicar a los señores su fallecimiento  .  Tardaron muy poco en llegar al hospital.  Verdaderamente le tenían en gran aprecio y eso siempre se lo agradecí.

Me hablaban, me hablaban todos, pero yo no les escuchaba.  Sólo pensaba que mi padre  no me vería con la carrera terminada. Que no me vería convertida en mujer, Que nunca conocería a mis hijos si alguna vez llegara a tenerlos. Pero también, que ya no sufriría por la pérdida de mi madre, porque se había reunido con ella.

Todos los empleados de la casa asistieron al sepelio.  Todos lloraron su muerte, incluso la señora Sullivan derramó alguna lágrima. Pero yo no, no podía, Es como si se me hubiera secado la capacidad de llorar.  No podía apartar de mi cabeza la expresión de su cara al morir. Estaba sereno, relajado y hasta parecía que sonreía débilmente.

Con la última paletada de tierra, se enterraba también mi niñez y adolescencia, todo junto.  De ahora en adelante me las tendría que ver con la vida yo sola, sin respaldo de nadie.  Lo bueno o lo malo que surgiera, tendría que solucionarlo yo.  Por la noche, a solas en mi habitación, pensé en lo que hacer de ahora en adelante.  Lo primero que me vino a la cabeza fue la casa.  Ya no podría vivir allí, puesto que era una vivienda familiar y el contable que llegase a ocupar el puesto de mi padre, seguramente estaría casado y hasta con hijos.  Pero eso sería el menor de los problemas.  Tenía por delante casi dos meses para pensar en lo qué hacer .  Y de pronto, una imagen, sin saber porqué , ocupó mi pensamiento:  Niall.  ¿ Por qué pensaba en él en estos momentos? Hubiera agradecido su presencia y recibir unas palabras de consuelo de ellos, aunque también pensaba que quizá no les dio tiempo a venir. Estaban en Londres.  Y en esa excusa me refugié.  Estaba dolida con la vida que me había privado tempranamente de los seres que más amaba.  Estaba furiosa, pero en realidad lo que me dolía era que mis dos amigos de niñez, ni siquiera hubieran llamado por teléfono. No eran mis amigos, al menos no merecían que les llamase así.

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