sábado, 9 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 11 - Isla Mauricio

A partir de aquel día Gerard viajaba hasta Dublín todos los fines de semana para verme.  Lo que en un principio fue halagador, comenzaba a tomar unos derroteros que a mi no me gustaban.  Comprendía que día a día se iba forjando más esperanzas, algo que estaba muy lejos de ser realidad, porque yo seguía enamorada de su hermano, y desde que supe  su actual vida, aún más me sentía conmovida por él.  No sabía cómo solucionar la situación creada.  No deseaba  hacerle daño, pero tampoco que concibiera falsas esperanzas.

Sabía que tenía que decirle algo pero no sabía cómo ni de qué manera desengañarle de una vez.  Todas las formas que encomntraba para hacerlo, me resultaban demasiado frias y duras.  El no se merecía eso, y mil veces, a solas en mi habitación, me preguntaba por qué me había enamorado de alguien que muy posiblemente ni siquiera se acordase de mi.  Lejos de sentirme a gusto con su presencia y amabilidad, me incomodaba.  Pero debía hablar claro con él, y elegí el último fin de semana en que estuvimos juntos

- Verás, Gerard.  Me cuesta mucho tener que  decir lo siguiente, pero creo que cuanto más tiempo lo demoremos, será peor.  Has sido extremadamente paciente conmigo, pero mi situación no varia y mi corazón sigue ocupado por Niall.  Te aseguro que lo he intentado con todas mis fuerzas, pero no puedo, es imposible.  Siempre te tendré un cariño especial, pero creo que debes dejar de venir todas las semanas para verme;  nada ha  cambiado.  Pon tus ojos en alguien que te merezca más que yo.

El me miró fijamente, como hacía siempre, y bajando la cabeza, al cabo de unos instantes me dijo:
- Ya lo sabía. Lo notaba cada vez que estábamos juntos porque no era la relación de dos enamorados deseando tomarse de las manos, darse un beso o simplemente mirarse a los ojos.  Tu esquivas mi mirada y huyes cada vez que tomo tu mano.  El ha ganado aunque nunca lo sepa. Haré lo que me digas, y siempre tendré mi puerta abierta para tí. Y ojalá tus buenos deseos se cumplan y pueda olvidarte, pero creo que nunca será posible hacerlo, lo mismo que a ti te ha sido imposible olvidar a mi hermano.  Y por eso te entiendo y te comprendo. Creemos que mandamos en nuestro cerebro, pero en realidad quién tiene los mandos es el corazón, y éste se nos muestra esquivo algunas veces.  Concédeme al menos tu amistad y tu confianza.  Siempre que me necesites estaré a tu lado, siempre. Aunque encontrara a alguien con quién formar una pareja, siempre me tendrás .  No lo olvides.  Y ahora creo que debo marcharme. No conseguimos nada con mortificarnos.

Y de este modo dimos por finalizada una relación que en realidad no había llegado a ser.  Y con tristeza por lo ocurrido seguí adelante con mi vida.  Nos llamábamos por teléfono alguna vez y seguí con el mismo contacto con sus padres y con mis amigos de la Casa Grande.  Nada cambió en ese aspecto.  Cada vez que me llamaba,  o lo hacía yo a él, tenía la esperanza de que me dijera que al fin había encontrado a la mujer ideal y se había enamorado de ella.  Pero nada de eso ocurría, aunque jamás volvió a mencionar nada al respecto.

Y comencé a planificar mis vacaciones veraniegas.  Las campañas aflojaban hasta Septiembre, así que referente al trabajo, estaba más relajada.  Miraba todos los folletos de las agencias de viajes con infinidad de ofertas a lugares maravillosos.  Yo no terminaba de decidirme, hasta que las fotografías de uno de los paraísos existentes me pareció el más adecuado a lo que buscaba : aguas cristalinas, playas tranquilas, sol, y belleza. Y elegí Isla Mauricio ¿ por qué ? No lo sabría decir, pero me cautivaron sus playas con arena blanca, sus flores por todos lados y reserve el vuelo y el hotel, que según me informaron era extraordinario,  de cinco estrellas.    Iba a gastarme el dinero extra que había ganado como modelo, pero no me importó.  Por primera y,  posiblemente, sería la única vez en mi vida,  que lo hiciera como una gran estrella de cine.  Partiría en la segunda quincena de Julio y regresaría el día 1 de Agosto.  Todo perfecto. Aunque el vuelo era pesado, no me importó:   como un extraordinario saqué billete en primera clase.  iría más cómoda que en turista.  Un buen hotel y descanso, sobretodo descanso, que era lo que más necesitaba.  Dejaría en Dublín preocupaciones amorosas y estrés del trabajo.  Sólo pensaría en descansar y divertirme.  Era mi primer viaje al extranjero. De cómo resultara vería si lo repetiría.  A pesar de ir yo sola, confiaba en entablar amistad con alguien que estuviera en mi misma situación, es decir en solitario, pero algo tenía claro:  nada de hombres, sólo mujeres.  No quería más problemas.

No recordaba ninguna ilusión sentida en toda mi vida, como la preparación de aquel extraño viaje, que aún me pregunto por qué lo elegí.  Deseaba disfrutar de cada segundo desde que me senté en mi asiento en el avión.  Ni siquiera pensaba en las largas horas de travesía; lo apuraría al máximo. Serían quince días de ensueño. Éramos pocos pasajeros en primera, la cabina no era muy grande, lo que nos permitiría no estar obligados a mantener  una conversación, por puro compromiso.  Unas veces dormitando y otras viendo alguna película, no se me hizo muy largo, o probablemente si lo fuera, pero la novedad  lo superaba.  Miraba por la ventanilla nuestra aproximación a tierra y todo me parecía espectacular: un sol radiante, unas playas como había visto en el folleto, y grandes plantaciones de anturium esa exquisita flor de vivo color rojo.  Estaba impaciente por pisar tierra y comenzar mi aventura, aunque en realidad ya había empezado en el aeropuerto de Dublin.

Nada más instalarme en el hotel me asomé a la amplia terraza dentro de la habitación.  No me habían exagerado en la agencia de viajes.  El hotel era precioso y exactamente valía las estrellas de las que hacía gala.-
Teníamos acceso a la playa directamente y la terraza daba a ese lugar, por el salón a la piscina del hotel, que en ese momento estaba rebosante de público y de niños; gentes que pasaban sus vacaciones en familia.  No había tenido contacto con Gerard, pero si con sus padres, así que imaginé que sabía que estaba de vacaciones, no obstante descolgué el teléfono y llamé para decírselo personalmente.  El me dijo, que el verano lo pasaría con sus padres, que no le apetecía ir a ningún sitio.  De esta forma creí cumplir con un deber hacia él.


Anochecía y decidí prepararme para bajar al comedor a cenar.  Los huéspedes  eran de todas clases sociales, predominando los ricos, por eso dediqué más tiempo de lo acostumbrado a mi arreglo   .  No me las daría de rica, pero tampoco había necesidad de que nadie notara que este viaje lo podía hacer con un extra y no con mi sueldo.  En definitiva a nadie le importaba.  El camarero me llevó hasta una mesa de un solo comensal, algo que agradecí, porque al ir sola, tenía prevención con alguien que se acercara con el fin de tener un ligue, y esa no sería yo.


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