sábado, 16 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 20 - Harvard

La ceremonia de nuestra boda fue sencilla e íntima, y la celebramos en la Casa  Grande.   Asistieron la servidumbre y algunos amigos de Gerard y Niall.  En total unas veinte personas.  Éramos rotundamente felices, no necesitábamos más. Nuestro viaje de novios sería pasar unos días en Nueva York y a continuación establecer nuestra vida lo más cerca  a la universidad de Harvard a la que asistiría Niall para ponerse al día de los estudios interrumpidos.  Yo había conseguido una recomendación de mis jefes para unos colegas  en una agencia como publicista, pero estaba lejos de la que sería nuestra residencia, así que renuncié a ella y comenzaría a buscar trabajo en cuanto nuestro hogar estuviera organizado.

Somerville era una ciudad no muy grande y cercana a Cambridge que era en donde estaba situada la universidad de Harvard a la que acudiría Niall.  Alquilamos un pequeño apartamento amueblado, que para nosotros dos era perfecto.  E inmediatamente Niall comenzaría sus clases y yo buscaría trabajo en lo que antes me saliera.  No me importaba si fuese de niñera, o acompañante de alguna persona mayor, o camarera en alguna cafetería.  Los padres de Niall le pagaban la universidad y Gerard también quería ayudarnos, pero nosotros no podíamos permitir ser una carga para él, por tanto yo aceptaría el trabajo que me saliese.  Recordé las enseñanzas de mi padre de contabilidad, y también mi facilidad para las matemáticas, por tanto también podría convertirme en contable de algún despacho o establecimiento.

Y una vez que nuestro apartamento estuvo organizado, mientras Niall acudía a la universidad, me dediqué a recorrer las calles más principales de Somerville y me detenía cada vez que veía un cartel que anunciaba algo, y por fin encontré una vacante como administrativa en una pequeña agencia inmobiliaria.  Ya tendría tiempo, una vez que estuviésemos situados  en la ciudad a seleccionar mi solicitud de empleo.  Revisaba  el periódico para averiguar si había algo más, y busqué en Internet   alguna agencia de publicidad.  Nada encontré que valiera para mis conocimientos, por tanto  acepté sin ningún género de dudas el papel de oficinista, algo que no entraba en mis cálculos, pero había que comer y pagar un apartamento, y aunque tanto sus padres como Gerard nos dieron dinero para los primeros gastos, éste se acabaría pronto, porque tuvimos que depositar una fianza al alquilar la vivienda y la factura del hotel en el que nos hospedamos hasta encontrar en donde vivir.  Ello suponía un buen pellizco a nuestros ahorros, por tanto no podía dormirme en los laureles y comenzar a trabajar enseguida.

Y pasaron unos meses.  Niall, había sacado con excelentes notas su máster "recordatorio" de la carrera: ya era médico, pero él quería ser especialista  y eso supondría  otros cuatro años mas de estudios.  Gerard nos visitaba  de tarde en tarde: quería comprobar por sí mismo si nos desenvolvíamos con holgura y no pasar necesidades-  Y lo cierto es que  lo hacíamos sin grandes dispendios, pero vivíamos dignamente.  Y siempre a su partida dejaba un sobre debajo de algún objeto que pudiéramos localizar con alguna importante cantidad de dinero.  Y gracias a ello, Niall se pudo comprar un coche de segunda mano, que le facilitaría el acudir a la universidad e incluso permitirnos hacer alguna excursión los fines de semana que no tuviera que estudiar.

Sólo faltaba un año para que fuera cirujano cardíaco y pensamos que era hora de tener un hijo, hasta ahora demorado.  Nuestra vida íntima seguía perfecta, como si el tiempo no transcurriera y nos amábamos profundamente.  Nuestro proyecto inmediato,  era  el de regresar a casa en cuanto terminara la carrera.  Nos habíamos acostumbrado a las costumbres americanas y habíamos creado un lazo de amistad con algunos compañeros de Niall.  No faltábamos a la barbacoa del 4 de Julio, o a la mesa en el Día de Acción de Gracias en casa de algún amigo, pero echábamos de menos la familia y nuestro país.   Éramos respetados y apreciados entre nuestros vecinos que al saber que mi marido era medico, nunca nos faltaba la visita, alguna noche, de  madres que llegaban a nuestra puerta con un chiquillo con fiebre.  Niall les atendía siempre de buen grado.

Hacía su residencia en un hospital cercano a Somerville, y ampliamos nuestro círculo de amistades, de las cuales alguna de ellas no resultaban de mi agrado, pero me cuidé muy mucho de advertírselo a Niall.  El era bastante popular entre sus compañeros debido a su carácter extrovertido y a su buen humor irlandés.  Entre ellos, había una joven promesa de la cirugía que me parecía que sentía demasiado interés por mi marido.  La señal de alerta se encendió en mi cabeza.  Era una mujer muy atractiva, joven, rubia con un cabello precioso, unos inmensos ojos azules y una figura  esculpida a base de entrenador personal.  Yo en cambio me veía vulgar.

  De nuevo la inseguridad volvía por primera vez en muchos años hasta mí.  Debido a mi embarazo estaba gorda, con las piernas hinchadas y andaba como un pato.  Mi cabello era de lo más corriente, y a pesar que entre nuestras amistades era la mimada de todos ellos, notaba algunas veces las miradas que ella, Terry, dirigía a Niall, y que en ocasiones , ambas se juntaban.  Lo cierto era, que me ponía de muy mal humor, o quizá fuese que debido a mi estado, estuviera demasiado sensible.  El caso era que comenzaron a aparecer las primeras discusiones entre nosotros. Y por si eso fuera poco, cometí el tremendo error de dejar de acudir a las reuniones que hacían los compañeros.  Motivado en parte por la incomodidad de mis últimos meses de embarazo y la asistencia de la propia Terry, que siempre buscaba la ocasión de acercarse a nosotros, es decir a Niall.

He de reconocer que mi marido estaba tremendamente guapo, siempre lo había sido, pero a medida que pasaba el tiempo, su rostro se volvía más interesante y atractivo.  Nunca tuve ninguna queja en la cama, al contrario me cuidaba y me mimaba, aún más, desde que había quedado embarazada.  Esperábamos con ilusión la llegada de nuestro primer hijo, demorado por causa de nuestra posición económica.  En el séptimo mes de embarazo dejé de trabajar porque las molestias eran grandes y Niall me obligó a ello

- Ya nos las arreglaremos, no te preocupes.

Pero si me preocupaba, porque su sueldo de residente  no daba para mucho más después de pagar el alquiler de la casa, los gastos del coche y nuestra propia alimentación.  Mi preocupación era cuando llegase el bebe y los gastos que trajera consigo.  Gerard nos visitaba con menos frecuencia y por tanto el dinero extra que siempre nos dejaba, dejó de llegar.  Hacíamos mil combinaciones para que llegase para todos los pagos, y comencé a dejar de lado algunas cosas que consideré superfluas, como por ejemplo acudir a la peluquería de vez en cuando, o comprar algún traje bonito, por ejemplo.  Todo eso redundaba en mi complejo y procuraba, si coincidía con Terry, nunca ponerme a su lado.  Y dejé de acudir a las reuniones o cenas a los que antes asistía.  El pretexto la incomodidad de los últimos meses, puesto que el embarazo tocaba a su fin.

Nuestras relaciones sexuales se había ralentizado por el mismo motivo, y por el mismo motivo aparecieron  los celos entre nosotros.  Y todo llegó al límite cuando una noche en la que fuimos invitados a una cena, después de mucho tiempo, decidí acudir con él.  Lo que ví no me gustó, aunque cuando el tiempo pasó, me dí cuenta de que había sido una insensatez por mi parte, pero en aquél momento no lo veía.

Niall se servía una copa y ví como Terry se acercaba a él y bromeaban.  Se reían  de algo, quizá, que les hubiera ocurrido en el hospital, de alguna anécdota, pero yo estaba muy sensible y en mi cabeza se forjó algo  que no tenía lógica ni sentido, pero que yo si se lo encontraba.   Estaba  con un grupo  de esposas de sus  compañeros, pero no me enteraba de lo que charlaban animadamente porque estaba pendiente de otra pareja, cuyo hombre era mi marido y ella mi rival.  Una de mis amigas se dio cuenta de la dirección de mi mirada, y levantándose de donde estaba, vino a mi lado, me tomó una mano entre las suyas, y me dijo:

- No te preocupes, querida.  Eso mismo lo hemos sentido todas cada vez que estábamos encinta.  Es inevitable.  Ellos trabajan junto a mujeres bonitas e inteligentes y les une que desarrollan una profesión muy sensible, a veces desgarradora, que desean olvidar al llegar a casa, pero casi nunca lo consiguen.  No te preocupes, en poco tiempo toda esta soledad que sientes desaparecerá con la llegada de vuestro hijo.  Ellos nos siguen amando y nos admiran por ser madres y dar vida, pero estamos poco agraciadas y viven rodeados de mujeres bonitas, que lo cierto es que ellos ni siquiera se les pasa por la cabeza sernos infiel, pero nosotras así lo sentimos.  Y no es cierto.  Nos siguen amando como el primer día y nada cambia, por mucho que nosotras creamos que no es así.  Tu marido está loco por tí habla de ti y del pequeñín que está a punto de llegar constantemente y está deseando de salir para ir a casa.  No te formes montañas de lo que no es nada.  Ella es su compañera de trabajo , pero nada más.  Lo cierto es que Terry les provoca aprovechándose de las circunstancias, pero Niall te es y será fiel siempre.  No pienses más en ello.  El te adora y no se le ha pasado ni por un momento en correr una  juerga con ella.

Siempre recodaré aquella charla y aquél consejo que me dio Felicity, pero en aquel momento no lo vi así y decidí que ya era hora de irnos de la reunión .  Exageré mi malestar y fui en busca de mi marido que al verme de cerca cambió su rostro de risa por preocupación.  Me puso la mano en la frente, me besó en la mejilla y decidió que debía estar cansada y regresaríamos a casa.

De soslayo miré a Terry, que había borrado la sonrisa de su cara y en mi interior me reafirmé que yo no iba descaminada con mis suposiciones, pero no iba a darle ninguna oportunidad de salirse con la suya.  Pero al percatarme de la verdad, mi malhumor iba en aumento y Niall se dio cuenta de ello. Íbamos en silencio hasta que llegamos a casa.  Me ayudó a salir del coche como hacía siempre, y abarcó con su brazo mi cintura para ayudarme a caminar.  Los pies se me habían hinchado muchísimo sin duda por permanecer tanto tiempo sentada, y lo cierto era que me costaba bastante caminar ya que las sandalias que llevaba, sus tiras, se clavaban en mi piel  .  Me sentó con infinita ternura, poniendo mis piernas en alto, beso mi frente y me dijo:

- No volveremos a ir a ninguna reunión mientras estés así. Se que estarás muy incómoda, y lamento no haberme dado cuenta de ello.  Te ruego me disculpes.

No dije nada, recordando lo que me había dicho Felicity, pero a eso siguió una respuesta desabrida por mi parte y otra por parte de él..., y así comenzó una discusión sin sentido pero que por ser la primera, quizá fuese la mas trascendente.+

-No son solo las molestias de mi estado, es el comportamiento que habéis tenido. Sé que ahora soy todo,  menos atractiva, pero estoy así porque ambos lo quisimos. Pero claro, tu sabías el resultado, que yo me quedaría en casa y así podrías disfrutar de otras compañías más  ocasionales, pero también más atractivas
- ¿ Estás diciendo en serio todas estas tonterías? ¿ En serio lo estás diciendo ? ¿ Te he dado algún motivo para que pienses eso? Eres todo para mi. Por ti me muevo. Por tí estoy haciendo todo,   bueno y malo, desde que te conocí. ¿ Cómo puedes pensar que me fijo en otras mujeres?  Para mí eres la más bella, vas a darme un hijo ¿ Crees que puedo pensar en otra cosa que no sea eso?  Estoy preocupado hasta que des a luz, esa es mi única preocupación. Y si,  Terry es un poco atrevida, pero conmigo no va a tener éxito, y no es la primera vez que se lanza sobre alguno de nosotros.  Por favor, no pienses otra cosa que no sea que te quiero, que siempre te he querido y que eres mi brújula.
- Y ¿ por qué le haces caso si piensas que es una tarambana ?  Porque en el fondo te gusta.  Te halaga ese interés por tí, precisamente

Me arrepentí inmediatamente de ese comentario, de haberme comportado como una niña pequeña, pero estaba extraña, me sentía extraña y cualquier cosa me provocaba tristeza.  Y celos, unos celos atroces de que Niall hubiera dejado de quererme.

Salió de la habitación alzando los brazos en señal de rendimiento.  Seguramente no quiso replicarme porque la discusión hubiera subido de tono y nos hubiéramos dicho algo que nos doliera.  Sentí un portazo y al poco el ruido del motor del coche. Corrí hacia la ventana y ví como salía a toda velocidad de la casa.

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