domingo, 17 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 21 - Un mal entendido

Me quedé sin saber qué hacer y con la enorme preocupación por si pudiera ocurrirle algo.  Le conocía lo suficiente como para saber que se había marchado furioso, y que no quiso discutir más por mi estado, para que no me alterase.  Decidí llamarle y pedirle perdón.  Me daba miedo que tuviera algún accidente.

- ¿ Dónde estás ?.  Perdóname he sido injusta contigo.  Sé que me quieres, pero es que me veo tan horrible, tan distinta que no puedo evitar sentir celos, porque te quiero tanto que mi vida no tendría sentido si me abandonaras.  Siempre he vivido pendiente de ti y ahora te necesito más que nunca, y no quise decir que no te comportas como un marido cariñoso, no es eso.  Pero al veros esta tarde cómo charlabais,  de pronto me sentí horrenda y quería marcharme de allí.  Por favor, perdóname.

No obtuve respuesta, pero media hora más tarde, entraba de nuevo en casa.  Yo permanecí en el salón llorando desconsolada, cuando sentí el ruido de las llaves al abrir la puerta. ¡ Ya estaba en casa, había vuelto !  Salí a su encuentro y me abracé a él llorando, mientras, Niall , trataba de calmarme

- No existe ni existirá otra mujer en mi vida. ¿ Qué he de hacer para que lo comprendas?  Precisamente ahora es cuando estás más bella y te quiero aún más.  No dudes de mí, por favor.  Que no te asalten los recuerdos de otro tiempo, porque aún entonces, eras la protagonista de mis fantasías.  Te quiero Daphne, como no imaginas.  Pero también has de comprender, que paso muchas horas con mis compañeros, que compartimos muchas alegrías pero también situaciones muy duras.  Es normal que tengamos afinidad entre nosotros, pero eso no significa que me guste físicamente  la mujer que te provoca esos celos absurdos.  Simplemente comentábamos una anécdota graciosa, de las pocas que tenemos en el trabajo.  Tú eres mi única preocupación, mi único amor y lo has sido siempre.
- Niall.  Lo siento, lo siento de verdad.  El caso es que no he dudado de ti, sino de ella. Mírala a ella y mírame a mi ¿ crees que cualquier mujer no sentiría celos?


- Cariño, en poco tiempo estarás como siempre, como la mujer más hermosa de la tierra.  Y me habrás dado un hijo ¿ qué más necesitas para comprender que eso no se borra de un plumazo por muy atractiva que sea  tu compañera?  Cerremos esta desafortunada discusión y recobremos nuestra vida normal, la nuestra de siempre.  Olvida el incidente porque yo ya lo he hecho.

Me besó, me abrazó y decidimos cerrar esa página.  Y la cerramos por todo lo alto poniendo broche de oro en nuestra relación.  Tardaríamos algún tiempo en volver a repetirlo, porque al poco tiempo de aquello, nuestro hijo llamó a la puerta con bastante insistencia.  No era la fecha indicada para el nacimiento, pero faltaba poco, por lo que el ginecólogo decidió provocar el parto  antes de correr riesgos.  El niño estaba formado plenamente, y sólo en unos días saldría de cuentas.  Niall era un manojo de nervios; él hubiera deseado que todo fuese de forma natural, sin riesgos, aunque, por sencillo que sea un alumbramiento, nunca se sabe si surgirán complicaciones.  Ese pensamiento le torturaba  a medida que la fecha se acercaba.  , pero nuestro pequeñín tenía prisa por salir.  No quería pensar que ese adelanto fuese provocado por mi disgusto.  Interiormente me lo reprochaba y la conciencia no me dejaba vivir

 Pero no hubieron complicaciones y el bebe terminaría de engordar fuera del seno materno.  Pesó  casi tres kilos,  y su medida normal, por lo que el ginecólogo lo dio por absolutamente  normal. Máxime al hacerle la revisión correspondiente.  Al saberlo respiramos aliviados y nos emocionamos cuando le tuvimos en brazos..

Tres días después regresábamos a casa .  Ya éramos una familia, y Niall se convirtió en un padre amántísimo y las atenciones hacia mi eran extremas.  Por la noche, nos quedábamos mirando al bebe  mientras dormía.  El milagro de la vida que habíamos creado era el resultado de nuestro profundo amor.  Unos días más tarde, recibimos la visita de los padres de Niall y de Gerard, que no cabían de gozo al contemplar a su primer nieto y sobrino.
Todo marchaba bien entre nosotros.  Ninguna sombra se había vuelto a interponer en nuestras vidas y todo siguió su curso normal.

Y al fin, Niall terminó su especialización:  ya era cirujano, y además muy cualificado.  Sus compañeros le dieron una fiesta de despedida, ya que nada más recoger su doctorado, regresaríamos a Irlanda.  Y con ese pretexto,  Gerard  nos visitó nuevamente, pero un tiempo después nos confesó que había conocido a una azafata que hacía regularmente ese vuelo, y se habían comprometido. ¡ Qué mejor ocasión para presentarla a la familia !

De momento y hasta que nos instalásemos en Irlanda, viviríamos en la Casa Grande. Niall haría oposiciones a un hospital y montaría una consulta.  Pero para lo segundo debíamos tener nuestra propia casa, o al menos algún local donde instalarla .  Fueron días de mucho ajetreo y de nervios por parte de Gerard, al presentar a su futura mujer a sus padres.  Nosotros tuvimos oportunidad de conocerla durante el vuelo de regreso; nos la presentó él,   que nos acompañaba.  Desde el primer momento nos caímos bien. Al fin tendría una hermana.

Tenían prisa por casarse.   Ella dejaría de volar en cuanto se convirtieran en marido y mujer.  Quería acompañarle en sus viajes y estar a su lado siempre.  Me alegré por Gerard.  Merecía ser amado y el verle tan feliz, hizo que olvidara, en parte, mi pesadumbre por haber elegido a Niall .   Siempre se había comportado como me prometió: como un hermano.  Siempre nos apoyó en todo y le agradeceré eternamente la ayuda que nos prestaba cuando lo necesitábamos.  Niall también estaba feliz por su hermano porque al fin hubiera encontrado una mujer que le alejara de la soltería y le hiciera olvidar las malas rachas pasadas cuando eran jóvenes.  Y aunque no lo decía abiertamente,  tenía el mismo sentimiento de culpa que yo, respecto a él.  Pero Gerard era rotundamente  feliz y estaba coladito por la que sería su esposa al cabo de pocos meses.  Y el destino así lo quiso, y fueron un cúmulo de casualidades las que marcaron nuestras vidas.


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