domingo, 1 de julio de 2018

Niall y Daphne - Capítulo 1 - Una vida estable

El tiempo fue pasando, unas veces lentamente y otras según el ritmo que le marcaran. Cada uno de ellos seguía su propio camino. Niall había ampliado su clínica y había alcanzado gran renombre, al mismo tiempo que había ascendido en su categoría en el hospital, y ahora era el  director .  Seguía conservando el atractivo de siempre,  que,  el paso del tiempo, había serenado sus facciones.

Daphne, conservaba su belleza y dulzura, pero tenía más fuerza que cuando era joven y las ideas más claras que entonces.  Los hijos de ambos Sean y Aisling, comenzarían pronto la enseñanza secundaria . Gerard y Moira tenían tres hijos: dos chicas y un varón, que llevaban por nombre Keira, la mayor. Aidan, el segundo , y Heather la tercera. .Las chicas se habían integrado con sus primas en la pandilla de amigos, puesto que todos iban al mismo colegio.  Los chicos iban por libre,  aunque tenían bastante comunicación entre ellos.

Moira ayudaba a su marido en la dirección del negocio familiar.  Las primas  salían al cine o simplemente pasaban alguna noche de pijamas junto con sus amigas.  Los chicos formaban parte del club deportivo del colegio y eran rivales de conjunto.  Todo normal y corriente , como sucede en las vidas de todos nosotros.

Daphne no había vuelto a trabajar.  Niall tenía ahora muchos compromisos al que debía acompañarle, incluso en sus viajes al extranjero para conferencias y congresos.  Los chicos ya tenían edad suficiente como para quedarse, al cargo de otra persona, durante un par de días.  Todo marchaba bien en su matrimonio. Nada lo alteraba y procuraban estar siempre juntos y buscar un hueco para charlar al final del día.  Según sus amistades eran un matrimonio del que hay pocos; ellos les escuchaban y se reian.  Sencillamente estaban tan enamorados como el primer día.

De vez en cuando acudían ambas familias a la Casa Grande a reunirse con sus padres, y allí hacían una barbacoa o un exquisito guiso irlandés preparado por la señora Pickford.   Saoirse y Nelly, les miraban cariñosamente.  Habían olvidado la tormentosa época que les tocó vivir cuando Niall desapareció de sus vidas durante mucho tiempo.  Les parecía mentira que ahora, ambos hermanos, compartieran la misma mesa, se quisieran, sin rencores y que sus respectivas esposas fuesen tan amigas, a pesar de conocer Moira el tumultuoso amor que sintió Gerard por la que hoy es su cuñada.  Eran cosas del pasado. Ahora Moira  era la que reinaba en su corazón, a pesar de guardar un especial rincón para Daphne a la que veia como una hermana, respetando a su hermano y a su propia esposa.  Nada alteraría esa convivencia que habían conseguido porque el cariño reinante entre todos los miembros de esa familia, era más poderoso que cualquier escapada de juventud.

Sus charlas,  eran de temas variados, puesto que variadas eran sus vidas.  Niall hablaba de sus viajes y anécdotas médicas y Gerard de sus compañeros de golf o de algún magnate venido a menos.  Ellas,  ¡cómo no !, de sus hijos de los que se sentían orgullosas.  Una vez a la semana se reunían con alguna amiga íntima para comer fuera de casa y charlar de cosas de "mujeres" y algún cotilleo de alguna otra.  .  Después de la sobremesa cada una de ellas recogía a su marido del trabajo, y marchaban a casa a controlar a los más jóvenes del clan Sullivan.

El trabajo de Niall le absorbia mucho tiempo .  Tenía que atender su puesto de directivo del hospital en donde trabajaba, sus propios enfermos, y dos veces a la semana la consulta de la clínica que cada vez tenía más especialidades.  A veces no podía cenar con su mujer, algo que la disgustaba, pero que comprendía que ser la mujer de un médico no es tarea fácil.  Procuraba esperarle despierta y de ese modo poder pasar un rato de charla en la intimidad de su dormitorio.  Las guardias eran tediosas para ella, y algunas veces él llegaba de malhumor porque habían surgido complicaciones durante la noche.  Todo eso lo había ido aprendiendo con el transcurrir del tiempo, y se había resignado a compartirlo con las exigencias de la medicina.
´
En otras ocasiones, cuando su marido disponía de tiempo, iba a buscarle al hospital, o a la clínica, según tocara, y comían o cenaban juntos, disfrutando de los escasos momentos en que podían hacerlo.  En silencio, Daphne soñaba con un viaje  a realizar ellos dos solos.  No tuvieron a penas luna de miel, y a medida que el tiempo pasaba cada vez eran mas escasos los proyectos para disfrutar de la soledad de estar juntos sin más compromisos ni premuras.  Ni siquiera cuando viajaban al extranjero por algún congreso o conferencia, podían hacerlo, porque enseguida debían regresar. Siempre Niall la decía que lo harían, al lugar que ella eligiera, pero había perdido las esperanzas de realizarlo,.

La única novedad en todo este tiempo es que se habían trasladado de domicilio.. En lugar de vivir en un apartamento, vivían en un chalet, no muy grande, pero alegre y bonito en una urbanización alejada del bullicio de la ciudad. No había vuelto a escribir en su diario; no lo creía necesario, porque ya todos sus desvelos e incertidumbres, se habían solventado.  Ahora su vida era clara y le bastaba con el amor de sus hijos y de su marido.  Se sentía totalmente feliz.  Había conseguido su meta:  Niall.  Su amor incondicional desde que fuera una niña.  Y estaba orgullosa de él; la seguía amando con la misma fuerza y sus esfuerzos por ofrecerla un futuro, se habían cumplido sobradamente.  Los hijos eran buenos chicos, aunque a veces algo rebeldes, como correspondía al acercarse a la edad difícil de la adolescencia.
Muchas veces mientras saboreaba un café, después de llamar a Niall al hospital, pensaba en todo el camino recorrido, y las metas fijadas que habían conseguido.  La gustaría volver a isla Mauricio, y recorrer junto a Niall las calles en donde se encontraron.

 Al recordar aquella escena, sonrió, e incluso notó que un débil rubor le subía a sus mejillas.  Allí fue protegida por él, a pesar de la enorme vergüenza que sintió cuando comprobó lo que él la decía referente a su ropa, y el azoramiento que tuvo cuando hubo de despojarse en la calle de su blusa y ponerse a toda prisa la camisa de Niall.
Le sintió tan suyo, tan cerca, que aún, al recordarlo, el corazón le latía más fuerte.  Las casualidades de la vida son caprichosas, y ahora pensaba que aquél viaje cambió todo, cambió sus vidas `para siempre.

Pero comenzaba a echar de menos algo en lo que ocuparse.  Tenía amigas, y sobretodo a su cuñada, pero ella trabajaba con Gerard y por tanto su tiempo estaba completo.  Sólo podía reunirse con ella en raras ocasiones, pero cuando eso ocurría, no paraban de hablar y de contarse cosas.  Eran más hermanas que cuñadas.  Entre ellas no había rivalidad, nunca la hubo, porque ambas estaban seguras del terreno que pisaban y Gerard en nada recordaba aquel novio frustrado, al convertirse en un amante marido y padre.  Se había distanciado de sus amigas, puesto que al trasladar su domicilio, se veían menos, por tanto se veía más sola. Acudía al gimnasio y allí entabló alguna amistad, pero eran sólo eso:  conocidas de gimnasio que a lo que más llegaban sería a tomar un café a la salida, después de hacer ejercicio.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES