jueves, 25 de mayo de 2017

El otro lado del mundo - Capítulo 11 - Hoy mejor que mañana

Habían pasado toda la tarde y parte de la noche juntos. Habían hecho el amor nuevamente con renovadas ansias de placer, y de sus labios brotaban palabras de no olvidarlo nunca. Pero , pasada la media noche, Alessandro abandonó la habitación del hotel, en donde Bella había tenido la experiencia más extraordinaria que nunca había experimentado.  Agotada por el esfuerzo realizado durante tantas horas, rendida,  cayó en un profundo sueño.  Cuando despertó y recordaba lo vivido, sonreía y,  en su imaginación bailaba el rostro de Aless.  Nunca dormía desnuda, pero esa noche si lo hizo e imaginaba que él estaba con ella nuevamente.  Su recuerdo la escandalizó ¿ cómo había sido posible ese comportamiento en ella ? "la Naturaleza busca su salida, y entre un hombre y una mujer, ésto es la más natural ", le había dicho él.



De un salto se levantó y comprobó que ya era mediodía.  La extrañó que él no la hubiese llamado.  Lo normal es que lo  hiciese, pero de golpe recordó que él tenía novia y posiblemente estaría en su cama a estas horas.  Ese pensamiento le produjo angustia y melancolía: sólo fue un encuentro casual, que se dio por el vino de la comida y por la pregunta indiscreta,  de ella,  referente a la virginidad. Bien,  ella ya no lo era, y posiblemente él , se hubiera olvidado del momento que habían vivido. Una anécdota más en su vida, otra chica que había pasado por ella. Y recordó el amor de su abuela por aquel desconocido Giovanni que la dejó plantada por casarse con una mujer de posición acomodada, aunque en aquellos tiempos, la posición se adquiriese por medios no muy ortodoxos.

La entristeció el recuerdo, pero al mismo tiempo, la parte práctica  de su cerebro, le decía que debía cortar por lo sano,  cuanto antes, que aquello no debía repetirse, y que si volvía a ocurrir le sería muy difícil volver a su vida en Australia, y sin embargo debía marchar, porque su estancia en Taormina tocaba a su fin. Pensó que no pasaría por Roma de nuevo, sino que alargaría su estancia en Sicilia por dos días más.  Y al mismo tiempo lo desechaba.  No,   debía irse,  y cuanto antes mejor. Esperaría el día de hoy por ver si la llamaba, si no lo hacía, sería señal  que lo que buscaba desde un principio lo había conseguido aquella noche, y había perdido su encanto ante él.  "una extranjera más en su haber", pensó.

Pero no recibió la llamada tan esperada, ni al día siguiente supo nada de Aless, por tanto, decidió que era hora de hacer las maletas y abandonar Italia.  El recuerdo de su noche pasada con él, invadía su pensamiento y la torturaba.  Con razón no le importó si una chica se casa vírgen o no; a él le daba lo mismo.  Se casaría con su novia de siempre. La historia de su abuela volvía a repetirse, aunque de distinta forma, pero ocurrió en el mismo lugar. Cerró con rabia el equipaje y echando un último vistazo a la habitación, llamó para que vinieran a recogerlo. ¿ Cómo había sido tan tonta al haber confiado en ese chico? Furiosa como estaba, ni siquiera miró atrás, cuando el autobús tomaba la carretera de regreso a Palermo.  Haría noche en esa ciudad y al día siguiente vería de localizar un vuelo que la llevase de regreso a casa. Dejó el diario a mano; tenía un largo camino y de esta forma leería las páginas y no pensaría en su desilusión.

- Está visto que no se  puede confiar en nadie - se dijo para sí.



Sentada en su asiento del avión, una vez que tomaron altura, sacó de su bolso de mano el diario de Anna, y retomó la lectura en donde lo había dejado la mañana de su día triunfal con Aless.  Nuevamente él venía hasta su recuerdo.  Agitó la cabeza para ahuyentar su pensamiento y se acomodó para la lectura.  Tenía muchas horas por delante.

"Trabajé sin descanso para reunir el dinero que me permitiera volver a Europa. Alquilé una habitación en casa de una señora mayor, y trabajé, otra vez, sirviendo mesas en una taberna y cocinando comida italiana para los emigrantes que hasta allí acudían.  La verdad es que tuve mucho éxito, pero por las noches llegaba rendida a mi pensión, sin tiempo para nada más que para dormir.  Y pasaron unos tres meses, y una mañana mientras estaba en la cocina de la taberna, el dueño me llamó a la parte de atrás del local: tenía que  ofrecerme algo.  Intrigada, retiré del fuego lo que estaba cocinando, y acudí al lugar de la cita. Me extrañaba la forma de comportarse de aquel hombre.  Se me echaba encima cortándome la salida; olía a alcohol, y de repente sentí miedo.  Me hacía una proposición inaceptable, a cambio de mejorarme el sueldo y el trabajo."

- Dejarás de servir las mesas.  Sólo atenderás la cocina y...  a mi.  Dejarás la pensión y viviríamos los dos en mi casa.  Tú me atenderás y de esta forma ahorrarás todo el dinero que ganes.  

"Ante mi negativa, se ponía violento por momentos; yo trataba de salir de allí, pero él me cerraba el paso apoyando sus brazos en la pared, y acercando su cuerpo al mio.  Sentí asco.  Me repugnaba su olor a alcohol y a tabaco barato, pero aún más, el que tratara de abusar de una mujer sola y desamparada en un país en el que no conocía más que a una persona: mi fiel amiga y confidente.  Me tomó la cara con una mano, mientras trataba de desasirme de él, pero su fuerza era infinitamente mayor a la mia, y su repugnante barriga se clavaba en mi cintura presionándome contra la pared.  Cuando su boca se acercaba peligrosamente a la mía, unos brazos fuertes le separó de un empellón que le hizo caer al suelo.  Ni él ni yo, salíamos de nuestro asombro ante aquella providencial aparición. Aún le largó un puñetazo que le dejó semi inconsciente y le dedicaba unas duras palabras."





- Así aprenderás a no atacar ni faltar el respeto a una mujer decente que no tiene quién la defienda.  Hasta hoy, porque yo soy su marido y de ahora en adelante no volverá a aguantar a tipos desalmados como tú.

"Al oir aquellas palabras, y escuchar aquella voz a penas conocida, abrí los ojos que mantenía cerrados para no ver la escena que se estaba desarrollando ante mi, y la cara descompuesta de Lyan que mostraba su determinación"

- Recoge tu bolso o lo que tengas que coger y vayámonos de este infecto lugar.

" Es todo lo que dijo, y tomándome de la mano me introdujo en el interior de aquella  cocina para que pudiera recoger mis cosas.  Le miré con agradecimiento infinito, mientras mis ojos se empañaban por las lágrimas.  No quería ni pensar lo que podía haberme ocurrido de no estar allí Lyan.  Me había salvado en dos ocasiones providenciales. Le estaría eternamente agradecida.
Me sacó de allí a grandes zancadas que yo seguía con dificultad. Se le notaba que estaba furioso.  Apretaba mi muñeca hasta hacerme casi daño, pero en el fondo agradecí que pusiera tierra por medio de aquel lugar, en el que había trabajado bajo las insidiosas miradas de aquel hombre, que debieron ponerme alerta, pero que al mismo tiempo creí poder controlar. ¿ Qué hubiera pasado de no haber llegado mi salvador a tiempo? No quería ni pensarlo.  Y como si me leyera el pensamiento, me dijo, ya más calmado"

- No pienses en ello. Ya pasó.  Doy gracias  a Dios que llegué a tiempo, porque... no quiero ni pensar lo que ese animal te hubiera podido hacer. Cuando llegué y ví como restregaba su inmundo cuerpo sobre ti, algo en mi interior se desató, y a duras penas pude controlarme de no matarle allí mismo. Sabe Dios a cuántas chicas habrá atacado ese sinvergüenza.

"No pude remediarlo, y me eché a llorar; me relajaba, él estaba allí, y aunque no me amase, sabía que me protegería, que me había protegido, otra vez.  Pero¿ cómo sabía dónde estaba? Y de nuevo respondió a mi pregunta interior"

- Vamos a un lugar tranquilo, en el que nos calmemos y te lo explico.

"No podía articular palabra, no salían de mi boca, y las piernas me temblaban incapaz de sostenerme. No se por dónde fuimos, pero nos encontramos en un parque.  Me condujo hasta un banco, y allí hizo que me sentara. Y entonces rompí a llorar con toda la fuerza de mis nervios incapaz de controlarlos.  Él me atrajo hacia sí y me abrazó al tiempo que depositaba un beso en mi cabeza".

- Schss,  schss.. Ya pasó, vamos, ya pasó-. Y como si de una niña se tratara, me acunaba entre sus brazos, al tiempo que esperaba paciente a que el llanto cesara".

La azafata se disponía a servir la comida.  Cerró el diario, lo guardó y desplegó la mesita para que pusieran la bandeja con los alimentos.  Continuaría después; no podía dejar de leerlo. Le apasionaba la azarosa vida de Anna, y cómo ella valiente, iba saliendo al paso de las zancadillas del destino.

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