domingo, 12 de abril de 2020

Pobres y ricos - Capítulo 2 - Tomar las riendas

Cuando salió de la redacción, llevaba un contrato a prueba por quince días y un posible futuro en lo que ella deseaba. Pero ahora comenzaba, de verdad, su carrera.  Sabía que tendría menos tiempo libre para dedicarlo a los estudios, pero este trabajo había sido una inyección de fuerza para conseguirlo
     Trataría de sacar tiempo de donde fuera, pero tenía que obtener su título y licencia como periodista. Partió de regreso a  Corte Madera, después de anticipar a sus padres que lo había conseguido.

    Y puso la radio a todo volumen con la misma canción, pero ahora deseaba escuchar algo distinto y más alegre, acorde con su estado de ánimo.  Estaba eufórica y capaz de comerse el mundo.  Y con la música de fondo, comenzó a recordar lo que tenía que llevarse, porque indudablemente, si pasara los quince días de prueba, estaba decidida: se mudaría a Fremont, muy a su pesar, pero ya lo sabía , que esa sería una condición.  Sus padres también lo imaginaron.  Debía hacerse un porvenir y en donde vivían no pasaría de reflejar ,  en algún comentario, las pocas cosas  que sucedían allí.  Mayormente era algún  cotilleo, con el fin de entretener a los lectores, y ella picaba más alto.

    Durante un buen rato, estuvo contando a sus padres todas las impresiones que había recibido en su entrevista, y como  tenía tiempo, había dado una vuelta por los alrededores de las calles del periódico, situado en una zona céntrica de Fremont, aunque en realidad, toda la  ciudad era céntrica,  por sus comercios, restaurantes, y sus casas.  Se notaba que allí vivía gente con alto poder adquisitivo, no en vano se encontraba no muy lejos de Palo Alto y eso era punto y aparte.

    Estaba entusiasmada y con muchas ganas de comenzar.  Todos sus esfuerzos se verían compensados al fin. Tan entusiasmada estaba que no se dio cuenta de  la sonrisa triste que su madre esgrimía, al decirles que tendría que ir a vivir a Fremont, ya que, aunque no estaba muy lejos, si lo suficiente para tener que madrugar mucho,  referente a su entrada al trabajo y,  además,  el gasto extra que supondría en gasolina al tener que viajar todos los días.  Ellos lo comprendieron, y al contrario la animaron.  Aunque luego, a solas, el matrimonio se miró sin palabras, pero reflejando la pena que les causaba el tener que separarse de ella.  Lo sabían desde que les dijo la profesión que había elegido para ganarse la vida, y lo comprendieron; ellos habían hecho lo mismo cuando se independizaron, y a Lucy le había llegado la hora.


Preparó su equipaje, al menos lo más necesario, ya que su pensamiento era pasar los fines de semana con sus padres, y tiempo tendría de  llevarse más cosas si las precisara.  Estaba emocionada y apenas podía conciliar el sueño, y cuando las primeras luces del día se asomaban, ella ya estaba despierta.  Aguardó en la cama un poco más, pero al cabo de un rato, debido a su propia impaciencia, decidió prepararse para el viaje.  Nuevamente revisó todo, y todo estaba guardado.  Se asearía y se  pondría ropa cómoda para el viaje, porque aunque no era muy largo, sus nervios la hacían sudar.  Desayunó con sus padres, y les prometió que pasaría con ellos los fines de semana, si el trabajo se lo permitía.

    El ruido del motor al arrancar, la hizo darse cuenta de que en verdad iniciaba su aventura. Lo más difícil fue despedirse de sus padres que con su brazo alzado la decían adiós.  Pudo serenarse ya en carretera.  El viaje no era muy largo, pero debía aprovechar el tiempo, y lo primero de todo encontrar un lugar donde hospedarse.
 Su corazón dio un vuelco, cuando a lo lejos vislumbró  la silueta de la ciudad.  Sintió de golpe unas ganas enormes de gritar.  A esa hora no había nadie en carretera, siendo además viernes, así que ensanchó sus pulmones y con una sonrisa de oreja a oreja grito:

-¡ Fremont....!  ¡ Allá voy!

    Estaba exultante.  Era feliz.  Estaba esperanzada.  Aparcó su coche en el arcén y se dirigió hacia un guardia cercano,  y le preguntó si podía indicarla alguna pensión que entrara dentro de sus posibilidades.  Tras el saludo del agente, se metió de nuevo en el coche y hacia allí se dirigió.
Aparcó,y se detuvo frente a la entrada.  Era una casa con la fachada agradable.  No muy grande ¿ Se habría equivocado? Pero no, en un lateral mostraba una placa en la que se leía :  Pensión Juarez.  Allí era, y decidió entrar.  Si no fuese de su entera satisfacción al menos pernoctaría esa noche, y al siguiente ya vería.  Pero si la gustó y decidió, tras informarse de los precios, que se quedaría allí.

    Estaba regentada por un matrimonio joven oriundo de Santa Rosa y de padres mejicanos. Los huéspedes, según la indicaron, no eran muchos, porque la pensión era pequeña, pero eran conocidos y formales, con lo cual se sentiría más acompañada que en otro sitio más grande.



Una vez instalada y tras comer, decidió que debía calibrar la distancia que tendría hasta la redacción, tanto a pie como en el coche.  Fremont era mayor que Corte Madera, y allí iba andando, pero aquí... Y eso también sería un tanto a su favor si pudiera ir caminando hasta el periódico, algo a tener en cuenta para sus ahorros.  Y comprobó que podría ir andando perfectamente, pero debería llevarse el coche, por si acaso la enviasen a algún reportaje que lo precisara.  Debía tener en cuenta todos los cabos, ya que de esa manera les impresionaría con su capacidad  y profesionalidad.  Decidido:  llevaría su coche, ya que además podría aparcar en el garaje del periódico, y la ventaja sería que podría  quedarse un ratito más en la cama , aunque madrugase para no llegar tarde nunca.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES