jueves, 1 de noviembre de 2018

La Dama de la rosa - Capítulo 28 y último - Y nació chico

Y la comida fue alegre y todos disfrutaron y hasta tuvieron baile.  Ellos se marcharon al poco rato, querían perderse y estar a solas.  Su primer secreto en común les había unido aún más.  Iniciarian su luna de miel sin prisas.  No tenían una ruta prefijada, sino que viajarían al lugar o a los lugares que Anya deseara.  Era la reina de su corazón, y ahora, después de saber  que posiblemente habían engendrado un niño, cuidaba en extremo sus atenciones.  Lejos de molestarle, disfrutaba atendiendo a su mujer y de su posible hijo.  Pero también echaba de menos a Perl, ese diablillo de cabellos dorados que le había robado el corazón desde el primer instante, aún sin saber que era su hija..

Pasaron diez días de completo y arrollador amor, sin ocuparse nada más que de ellos mismos.  Echaban de menos a Perl y deseaban volver a verla.  Regresaron y en ese instante daría comienzo a su verdadera vida de familia, algo que entusiasmaba a Connor.  La niña iría al colegio, Connor a sus composiciones y ella, ayudada por Madelaine a llevar la casa.  Tenía mucho tiempo libre, así que siguió con su afición a la fotografía.  Mientras Connor trabajaba, ella daba largos paseos fotografiando todo cuanto veía. A su lado, como hiciera Bruno 1, lo hacía Bruno 2, que ya era un cachorro crecido.  A veces se sentaba en cualquier claro del bosque y  repasaba mentalmente todo lo ocurrido en sus vidas  en los últimos tiempos pasados.  Su vientre iba creciendo y ambos esposos esperaban ansiosos el día en que pudieran abrazar a  Niall, el varoncito que vendría a hacer compañía a su hermana mayor. Connor explicó a Perl el proceso que su madre estaba viviendo y la alegría de la niña era enorme al saber que iba a tener un hermano del que cuidaría.

Hicieron algunos viajes juntos. Algún estreno de película en que la banda sonora había sido compuesta por Connor.  Alguna salida a algún concierto, cenas o comidas fuera de casa y poco más, constituía su vida diaria.  Los abuelos volvieron a Londres, esperando la llegada de su segundo nieto, ya que Eva no terminaba de decidirse a seguir el camino de sus hermanos.  Ya faltaba poco, el día del nacimiento se acercaba cada día más.  Connor comenzaba a estar preocupado ante la dificultad de Anya para moverse y al contemplar los cambios que su fisonomía estaba tomando.  Sabía que era temporal, pero no quería que ella pasase malos ratos, que por otra parte eran inevitables.

La amaba cada día más a veces ni él mismo se reconocía.  Subía de vez en cuando, sin que nadie se diera cuenta, hasta la galería de los retratos y se detenía ante la Dama de la rosa y mentalmente la daba las gracias por todo lo que había hecho por ellos, porque no tenía la más mínima duda, de que había intervenido en sus vidas. Aunque el retrato mostraba la imagen  original, algunas veces Connor la veía sonreír, pero se cuidaba de no  comentar nada a su mujer.  No quería sobresaltarla ahora que todo estaba en calma.

Una mañana llegó de su paseo un poco alterada y Madelaine al verla corrió a avisar a Connor

- Connor, ya llega, ya llega.

Para Connor era su primera vez, y comenzó a dar vueltas como si buscase algo, pero en realidad  estaba nervioso y sin saber lo que hacer.  Fue en busca de Anya, que en ese momento se apoyaba en un mueble soportando los primeros dolores.

- Anya, cariño  ¿ qué te pasa ?
- Connor lo que tenía que pasar.  He roto aguas en el bosque
- ¡ Dios mio !  Llamaré al médico para que envíen una ambulancia de inmediato.
- Cálmate mi vida.  Aún tardará, pero no pierdas tiempo y llévame al hospital en tu coche.  No puedo esperar.  Madelaine, por favor, recoge a Perl del colegio y avisa a mis suegros. Y ahora vayámonos a ser padres
- No entiendo cómo puedes estar tan tranquila en esos momentos - le comentó Connor desencajado
- No lo estoy, cielo.  pero alguien tiene que calmarse.  Y ahora, llévame al hospital, pero con tranquilidad, sin nervios, que aún falta un tiempo.  No creas que voy a dar a luz en el coche. Ojalá fuera así de rápido

Pero si lo era y ella lo sabía, pero no quería poner más nervioso a Connor, que había avisado ya al médico que debía atenderla.  Los dolores eran fuertes y bastante seguidos; no había tiempo que perder Liam llegaba con prisas.

Tres horas después, alumbraba a un varón tan hermoso como lo fue su hermana, aunque sólo ella podía establecer las comparaciones.  Connor lloraba abrazado a su mujer, que también lo hacía.  Todo había terminado y todo comenzaba en ese momento.  Habían traído al mundo una personita  hecha con amor supremo, lo mismo que fue hecha su hermana, aunque las cosas después se torcieran.  Pero ahora todo sería sencillo; ya eran una familia.  Ya toda la preocupación por el parto había terminado.  Iba a cuidarles con todo el esmero y amor del que fuera capaz. Nunca imaginó que él, el soltero impenitente, dueño de su vida y obra, fuera capaz de sentir tanta responsabilidad ante este ser tan diminuto que acababa de llegar al mundo, y tanto amor por la mujer que compartía su vida.  Que le hacía feliz minuto a minuto, día a día.  Ya no sería posible su vida sin ella.   ¿Cómo pudo vivir sin conocerla?  Su vida anterior le parecía anodina y aburrida, en comparación con lo que ahora tenía.  Su amor les desbordaba noche a noche, pero ahora dejaría pasar un tiempo hasta que ella se recuperase.  Se lo debía, porque ese momento de placer que habían tenido había dado origen, no sólo a una criatura, sino a la alteración total del organismo de su mujer.  La debía respeto y un amor y agradecimiento profundos, por haber creado ese hogar tan feliz.

Ya estaban en casa y Perl quería a toda costa tener a su hermano en brazos.  Connor con toda la paciencia del mundo le  hacía ver que Liam era frágil,  que debía dormir muchas horas, pero cuando tuviera que tomar biberón, sería ella la encargada de dárselo. Diríase que Perl, era el ojito derecho de su padre, o quizá quería resarcirse del tiempo que ignoraba su existencia.  Ahora la disfrutaba todo cuanto quería.  Algunos días la sentaba junto a él, en el piano y la niña aporreaba sus teclas  con el regocijo del padre y las reprimendas de la madre por consentirla tanto.

 Y pasó el tiempo y Liam daba sus primeros pasos y Connor tumbado en el suelo jugaba con ellos durante horas, bajo la mirada de su mujer que complacida les observaba. La parecía imposible que aquel hombre tan estricto se hubiera convertido en todo un padrazo con el que algunas veces tenía que pelearse por malcriarlos.  El sonreía y la decía


- La infancia pasa rápido, déjame disfrutar de ella porque crecen enseguida y poco a poco, sin darnos cuenta, se nos harán mayores y volarán solos.
- Tienes razón, pero estás criando a dos potrillos salvajes.¿ Yo seré el poli malo? No me importa. Tienes razón, disfruta de tus hijos.  En el fondo a mi me gusta veros a los tres
- ¿ Sabes que eres una mujer muy complicada?  Pero yo te adoro, te amo como eres, sin quitar ni poner nada: perfecta.  Eres el amor de mi vida, el que sin saberlo esperaba que llegaras y aquí estás.
- ¡ Oh Connor !  -  Se abrazaba a su marido y fundían sus bocas.

Eran rotundamente felices, aunque tuvieran sus discrepancias, pero todo se aclaraba a solas, en su dormitorio, y siguiendo el consejo que un día le diera Susan, en la cama.  Eso no fallaba nunca.

                                                         F    I    N

Autora:    1996rosafermu
Ilustraciones: Internet
Edición:  Octubre de 2018
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

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