jueves, 1 de noviembre de 2018

La Dama de la rosa - Capítulo - 27 - La boda-

El gran día había llegado.  Todo estaba preparado y la empresa que se ocupó de la organización del evento, daba los últimos toques y revisaba todo para que estuviera en perfectas condiciones.  No siempre tenían oportunidad de preparar la boda de un célebre compositor con una gran fotógrafa, aunque ella hacía tiempo que había dejado la profesión.

Anya, ayudada por Susan y Eva, terminaba de arreglarse.  La peluquera y la maquilladora, ya habían realizado su trabajo.  Se miraba frente al espejo y al verse vestida de novia, de repente la entraron los nervios y la emoción.  Emoción que embargaba a las otras  mujeres.  Madelaine sentada en un sillón en la misma habitación, lo miraba todo en silencio, y se limpiaba de vez en cuando alguna lágrima de emoción. Quería mucho a Connor y había vivido en primera persona los encuentros y desencuentros de la pareja que hoy se convertirían en marido y mujer.  También asistiría a la boda.

Susan miró por un instante a Anya complacida del resultado, mientras Eva sonreía.  estaba guapísima, aunque hecha un manojo de nervios.

- ¿ Le gustaré, Susan ?
- Hija mía, le volverás loco.  Estás preciosa. Has de calmarte un poco
- Tengo ganas de llorar.  Soy tan feliz, y me parece todo tan irreal que a penas puedo contenerme.

Susan la abrazó como si lo hiciera con su hija, pues tal la consideraba.  Trató de calmarla advirtiéndola que iba a estropearse el maquillaje.  Llevaba un traje con el cuerpo  de encaje y los hombros ligeramente al descubierto en color blanco roto.  El tocado con el cabello recogido y el anillo de pedida.  Unos pendientes de diamantes  en forma de botón, que le habían regalado sus suegros y nada más.  No necesitaba ningún abalorio más.  estaba verdaderamente bella.

En la sala contigua  esperaba pacientemente el padre de Connor y sentada a su lado, la pequeña Perl que no entendía muy bien eso de la boda de sus padres.  Ya la tenían a ella, eso significaba que ya estaban casados.  Su mente infantil, al ignorar la verdad, no entendía de las cosas de los mayores, simplemente lo aceptó porque sería una fiesta enorme.

Cuando Anya fue a reunirse con su suegro, éste se levanto y se quedó mirándola fijamente.  Estaba sorprendido de lo bonita que lucía.  Siempre le pareció guapa, pero ahora, estaba especialmente  bella.  tenía un brillo especial en sus ojos y la suavidad de su rostro le daban una sensación etérea, frágil, aunque en realidad no lo era.

- Creo que debemos ponernos en marcha - dijo a las mujeres que no paraban de parlotear.- Pongámonos en marcha, debemos ser puntuales

A la puerta del Ayuntamiento estaba Connor y su cuñado.  Todo estaba preparado y perfecto.  Sólo faltaba la novia.  Debía aguardarla en el interior, y hacia allí se encaminaron, Se situaron en un extremo de donde estaría el alcalde,  que iba a casarles.  Constantemente miraba su reloj, y los minutos se le hacían interminables, aunque en realidad no era así.  estaba  nervioso e impaciente. Aún le costaba hacerse a la idea de que hoy, en unos minutos, sus vidas cambiarían para siempre.

  Que Anya sería su esposa y que ambos compartirían la vida.  La diría lo feliz que se sentía y lo que la amaba, pero eso lo haría cuando estuvieran a solas, después de que toda la parafernalia hubiese concluido. La diría que siempre había sido importante en su vida, a pesar de todo lo que vivieron, y lo seguirá siendo siempre.

Y de pronto, a una señal de la encargada del evento, una música suave y nada conocida para el resto de los asistentes, comenzó a sonar.  Era la música que Connor había compuesto para ella, sólo para ella.  Era una ocasión especial y deseaba que sonase durante la ceremonia.

Cuando entró en el salón del brazo de su padre, y precedida por su hija, a Connor se le hizo un nudo en la garganta.  Nunca había visto a una mujer más bella. Más natural, sin a penas maquillaje, ni joyas ornamentales, sencilla como era ella.  Estaba deslumbrante, hermosa y sus ojos quedaron fijos en los de ella, que esgrimió una sonrisa cargada  de emoción.
Le fue entregada por el padre que dió un abrazo a ambos, quedando la niña junto a Eva que era su dama de honor.  No habían muchos invitados; además de la familia algún amigo de Connor de los que ella conoció en la fiesta y el compañero de Anya de cuando trabajaba en la agencia, que sería el encargado de hacer el reportaje fotográfico.


Toda la ceremonia transcurrió como estaba previsto, y lo más emocionante fueron los votos que se hicieron ambos, porque ellos estaban emocionados.  Al finalizar y poner los anillos en sus dedos, Connor tomó su cabeza y la besó largamente, y ella enlazó su cuello devolviendo el beso.  Ya todo se había cumplido;  estaban casados, unidos de por vida sin que nada ni nadie pudiese romper ese vínculo sagrado para ellos.

Se miraban, ambos emocionados, y abrazaron a su hija que lo veía todo como si fuera un cuento de los que mama la leía antes de dormir.  Su mamá era una princesa, y su padre, el príncipe que había ido a rescatarla. Y a pesar de que no era lo mismo, algo sí tenía en común con el cuento.  Un hada venida de no se sabía donde, había acudido en su ayuda para unir al príncipe y a la princesa para siempre.

Y tomados de la mano, como era su costumbre, abandonaron el salón en donde se habían convertido en esposos.  Perl daba la mano a su padre.  Se la veía feliz y contenta, asombrada por todo lo que estaba viviendo.
Estaba también algún periodista para relatar el evento más importante del año en Castlefin:  se habían casado dos ilustres vecinos, y la noticia figuraría en primera plana del periódico del lugar..

La comitiva se dirigió hacia el hotel en el que estaba contratado el banquete nupcial; tomarían un aperitivo mientas Anya se cambiaba de ropa por un traje más ligero que el de novia.  Eva ni siquiera se ofreció a ayudarla.  Ahora tenía quién lo hiciera, y con malicia, dijo a su hermano

- No os entretengáis demasiado.  Os estamos aguardando

Connor se echó a reír y Anya bajó la cabeza con vergüenza ante el comentario de su cuñada, que adivinaba lo que seguramente ocurriría al desvestirse..  Pero estaba tan contenta y era tan feliz, que también terminó riendo lo mismo que Connor

Como imaginaba, Connor, la ayudó a cambiarse de ropa, y él haría lo mismo poniéndose un traje más ligero, pero antes de eso, tomaría a su mujer en brazos y la conduciría hasta la cama.  Ambos lo deseaban.  Sería su primera vez como esposos y nada ni nadie les privaría de ese placer.  Habían convivido antes, se habían acostado juntos antes de la boda, pero ahora todo era distinto.  Todo había cambiado .  Ahora se pertenecían legalmente, ya eran algo más que una pareja que se amaba, porque eso lo hacían  pero ahora se entregarían de forma distinta sabiendo que  transcurriría el tiempo juntos, sin miedos, sin dudas, nada más que con su amor.  Y la beso largamente, recreándose en su rostro y en las caricias que sus cuerpos recibían mutuamente.  Y la hizo el amor, a pesar de que esa noche sería su noche, la de ambos, sin prisas, sin pensar que alguien les esperaba para comer. Relajados, dando lo mismo fuera de día o de noche; tenían todo el tiempo para ellos solos para hacer lo que quisieran cuanto quisieran y cuando quisieran.  Perl se quedaría con los abuelos y ellos partirían hacia su luna de miel al día siguiente o al otro, daba igual.  Pero esa noche, la pasarían en una habitación del hotel en el que celebrarían su banquete de bodas.
 Pero además Anya, tenía reservada una sorpresa para su marido.  Dudaba en decírselo o dejarlo para más adelante, pero pensó que ésta era la noche, el día y que quizá debían estrenarse como esposos y algo más.

- He de decirte algo
-¿ Qué es ello ?
- Quizá no sea el momento más oportuno para tí, pero para mí creo que sí lo es
- Dímelo ya.  Me tienes intrigado.
- Verás.  Hace tiempo que estábamos conviviendo antes de casarnos y no siempre tuvimos cuidado. Vamos a tener un bebe. Aún falta mucho, pero quería que éste fuera mi regalo hacia tí, para que disfrutaras desde el primer instante la sensación de saber que has creado una criatura y que día a día ves como va tomando vida, lo que hicimos con tanto amor y entusiasmo.  Te perdiste a Perl, pero éste quería que lo supieras desde el momento mismo de su creación

Connor, la miraba y no decía nada.  Anya estaba desconcertada ante su reacción, pero de repente sonrió abiertamente al tiempo que la abrazaba fuerte contra su pecho

- Anya, es el mejor regalo que podrías hacerme. Ser padres de nuevo es lo que más adoro y lo sabes  ¿Tenías miedo de decírmelo? ¿ Por qué ? Sabes que adoro a los niños y más si son nuestros. ¿ Has ido al médico ?
- No aún no., es pronto.  Posiblemente sea un retraso, pero por los síntomas creo que no me equivoco.  De todas formas no te hagas ilusiones hasta que no se confirme.  Olvídalo de momento.. Deseo con todas mis fuerzas que sea cierto, que esperamos un hijo. A nuestro regreso si todo sigue igual, iré a mi ginecólogo .
- ¿ Que me olvide de ello dices? No, ni hablar. Será real, pero si no lo fuera, en nada cambia mi amor por tí.  Seguiríamos intentándolo una y otra vez, hasta que lo consiguiéramos.  Te quiero, esposa mía, con toda mi alma, con todas mis fuerzas.  Sólo Dios sabe cuánto te quiero.


Y la besó y la levantó en vilo, y la abrazaba una y otra vez loco de alegría.  Eran muchas alegrías a un mismo tiempo, en un solo día.  Y reían felices sin acordarse que les estaban esperando.  De momento, sería un secreto para ellos dos; ya habría tiempo de anunciarlo a los cuatro vientos.  Se besaron antes de salir, y cuando lo hacían, una suave brisa con olor a rosas les envolvió a ambos.  Sorprendidos se separaron del abrazo mirando alrededor de la habitación, pero no había nadie y las ventanas  estaban cerradas.  No se asustaron, simplemente se miraron y sonrieron. La Dama de la rosa les daba la enhorabuena.

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