lunes, 6 de agosto de 2018

Amores menores, grandes amores- Capítulo 6 - Una foto

Lo de conseguir una fotografía del profesor Anderson iba a resultar más difícil de lo que imaginaba.  No coincidíamos por el pasillo.  No le veia en el jardín, ni en el comedor ó en la cafetería.  Pareciera como si hubiera presentido lo que quería hacer y se hubiera esfumado, pero de nuevo Ann tuvo la solución:  Richard estaba en su clase.  Le encargaría que lo hiciera y me lo pasase al móvil.  Y así lo hicimos, muy a regañadientes del hermano.  Pero el objetivo había sod conseguido y yo alucinaba con ello.

Y pasaron los días y poco a poco aquel proyecto inicial se convirtió en una historia de vidas humanas y sus peculiaridades.  Nada del otro jueves, como había miles.  Pero sería un comienzo.  Deseaba una opinión neutral, que no estuviera tan involucrada como Ann o mi tía, que lloraba cada vez que leía el borrador.  Posiblemente la recordara algo pasado en su vida.

- ¿ Por qué no se lo enseñas a Anderson ? - me dijo un día Ann
- No le veo casi nunca, y además no tengo confianza con él.  Al menos no tanta como para hacer que lo lea.  No, ni hablar, se reirá de mi.
- No seas tonta.  Alguna vez tendrás que romper el hielo.  Es asequible  y dispuesto siempre a ayudar a sus alumnos. Dámelo se lo pediré a Richard
- No, en serio.  He de hacerlo yo. Tienes razón alguna vez he de romper el hielo.

Supe que aquella tarde tenía tutoría, así que me armé de paciencia y tratando de sosegar mis miedos y vergüenza, me senté frente a su despacho y esperé a que el último alumno terminara su consulta.

- ¿ Qué haces aquí ? ¿ Vienes por tutoría ?  No me corresponde a mi - me dijo a modo de saludo
- Ya lo sé, y le ruego me disculpe por mi atrevimiento, pero no sabía a quién podía dirigirme. Verá.  Deseo ser escritora, y he escrito un relato, pero las personas que me rodean lo alaban y yo quiero que alguien ajeno me hable con sinceridad.  Había pensado que fuese usted

En un principio él se quedó sorprendido.  No imaginaba una aventura como esta.  Me miró fijamente durante unos instantes, recorriendo mi cara como si fuera la primera vez que me viera.  A continuación carraspeó, un poco y me lo pidió.  El corazón se me saltaba del pecho cuando su mano rozó ligeramente la mia al dárselo.  ¿ Qué me estaba pasando ?

- Siéntate - me indicó una silla frente a él

Se puso sus gafas y comenzó a leer lo que tenía delante.  Yo aproveché para mirarle detenidamente.  Era endiabladamente guapo y aún más con las gafas.  De vez en cuando sonreía, probablemente por algún chascarrillo que escribí.  No lo recordaba; no recordaba nada de lo que había escrito.  Pensé que lo cerraría en la segunda página y con cualquier excusa me diría algo, pero no lo hizo como imaginaba, sino que se detuvo, alzó la vista hacia mí y me dijo:

- Bueno.  Es magnífico que comiences a expresar tus ideas  tan pronto. Tiene muchos errores como es de esperar, pero el enfoque me gusta.  Me lo llevaré a mi casa y esta noche lo leeré con calma y mañana lo comentamos ¿ te parece ? Supongo que te habrás quedado con copias, porque al margen  anotaré las rectificaciones que sean oportunas, para que el resultado quede perfecto.  Te felicito...

No sabía siquiera mi nombre.  Seguro que no se acordaba de nuestro primer encuentro.

- Kylie McPherson es mi nombre - le dije algo azorada
- Kylie me has sorprendido.  Recuerdo que cuando nos vimos poco antes de comenzar el curso, no estabas muy entusiasmada por lo que habías elegido.  Este es tu camino.  Acertaste plenamente.  No lo dejes, sigue hasta el final. Serás una buena escritora pero tendrás que esforzarte y estudiar mucho,. Lee todo cuanto puedas de buenos escritores,  de los clásicos.  Ellos te aportarán no sólo ideas, sino la forma de encajar y seguir una historia.  Y ahora lo siento, pero he de irme, me están esperando.
-¡ Oh, si, si ! Perdone.  Esto se llama asalto.  Le ruego me disculpe, pero como le he dicho no tenía a quiébn recurrir.
- Hazlo siempre que necesites.  Aquí estaré.

Nos despedimos y el corazón hacía que las sienes me batieran descontroladas.  Instintivamente acaricié el móvil que llevaba en el bolsillo y a su fondo de pantalla que no era otro más que la foto de Dylan Anderson, el profesor de literatura mejor del mundo..

Pensé que se había olvidado de mi. Tardó casi tres días en llamarme a la tutoría.  Pensé que me daría una espuesta en la cafetería o en el parque, pero no en la tutoria.  Era todo como muy formal, demasiado formal para lo que yo hubiera deseado.  A esas alturas ya sabía lo que me ocurría con él, pero lejos de rechazarlo lo vivian plenamente en mis fantasías juveniles.  Bien era cierto que me llevaba bastantes años en edad, pero yo tenía dieciocho, no era una niña y había descubierto el amor por primera vez. Y por las noches a solas en mi habitación, imnaginaba que él sentía lo mismo por mi, y nos hacíamos novios, y me besaba y yo le besaba y hasta nos casaríamos.  Pero el despertar ponía todo en su lugar, y me daba cuenta de que me había dormido viviendo el cuento de la lechera y que nada de eso se cumpliría.  El,  si no estaba casado, tendría novia, por ejemplo aquella chica que le acompañaba en el centro comercial.  Era difícil que un hombre así anduviera suelto por el mundo.  Esos pensamientos me ponían de mal humor y se me quitaban las ganas de ir a la universidad, pero si no lo hacía, también perdería la oportunidad de poder verle e incluso de hablar con el.  De repente sentí una envida atroz de todas las chicas que estaban en tercero que podían verle y oírle.  Yo sin embargo estaba pendiente de que me dijera algo sobre mi bochornosa novela.

Y al fin me encontré sentada frente a su escritorio.  Extrajo de su cartera un sobre que contenía los folios de mi escrito. Cuando lo sacó, me tapé la cara con las manos:  los márgenes estaban llenos de rectificaciones y no quise saber cuál iba a ser su veredicto

- ¿ Por qué te tapas la cara ? ¿Es por los apuntes?
- No es necesario que me diga nada. Lo sé
-¿ Qué sabes ?
- Pues... que es un desastre
- Yo no he dicho eso. No está mal para ser tu primer relato.  El tema es bueno, pero mal desarrollado, y es normal: aún no eres escritora ni has recibido las clases suficientes para hacerlo bien.  Hasta que no llegues a cuarto, no pretendas aspirar a ser un premio Nobel de Literatura.  Te queda mucho camino por recorrer, y no será fácil, pero tienes talento y madera de escritora y es lo principal. Vuelve a empezar y trata de estudiar las rectificaciones que te he hecho y si estás conforme, aplícalas.  Lo volveremos a leer, pero esta vez juntos, a un tiempo, y si a ambos nos satisface, te daré direcciones de editoriales  que se dedican a editar libros de noveles como tú.

- ¿ Cómo sabe tanto de ésto ? - le pregunté
- Porque además de dar clase, soy escritor
- ¿ Y por qué da clases en la Universidad
- Porque pasé una mala racha y decidí darme un descanso.  No te preocupes, a ti también te ocurrirá  si sigues escribiendo.  A veces las idean huyen de ti, y si eso ocurre, es mejor dejarlo todo y volver cuando hayas olvidado los personajes de tu último libro. ¿ Estás conforme ? Léelo despacio, durante el fin de semana y ya me contarás la próxima vez que nos veamos.

- ¡ Bingo, vamos a vernos otra vez !- dije para mi.  No pensaba en otra cosa que en volverle a ver.  No me importaba el manuscrito, ni ser escritora,  ni nada de nada.  Sólo me importaba él y ser capaz de que me viera como algo más que una alumna pesada con ensoñaciones de escritora.

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