lunes, 13 de agosto de 2018

Amores menores, grandes amores - Capítulo 16 - Un paraíso llamado Fidji

Era un paraíso en la tierra. luz sol, mar y amor.  Estaban en su luna de miel y no deseaban regresar a la normalidad de la vida diaria..  Había sido casi un mes en el que sólo reinaba el placer y la diversión entre ellos.  Pero la cruda realidad se imponía  y debían regresar a casa..  Dylan tenía que retomar  el trabajo que estaba haciendo, y aunque no tenía prisa, si debía cumplir con ciertos compromisos adquiridos con antelación y  volver en cualquier momento y eso,  había llegado.  Su recién estrenada esposa, Melina, no quería ni or hablar de volver a Londres.´

  El clima de Fidji era totalmente opuesto al de la capital británica y sentía que allí, los dos solos, no existía otro lugar mejor para vivir, para quererse, para olvidarse de prisas y de trabajo.  Sólo existían ellos dos.  Nada ni nadie importaba.
 Se hospedaban en un resort exclusivo, compuesto de un bungalow central, que era el dedicado a la Recepción del hotel, y anexo a él una veintena de otros más pequeños, que a pesar de estar conectados entre sí, eran totalmente independientes. Tenían playa privada y todos los exclusivos divertimentos para que los huéspedes sólo se ocuparan de divertirse y vivir en plena naturaleza sin ser molestados por nadie.

Dylan se asomó a la terraza y contemplaba el paisaje idílico que tenía ante sí.  Había pasado los días como en un suspiro, al lado de su mujer.  Una mujer a la que amaba y deseaba fuera feliz, pero también comprendía que era algo caprichosa por culpa del padre que la había consentido absolutamente todo desde muy pequeña.
  Encima de una de las mesas que poblaban la suite nupcial del bungalow, habían unas revistas que ni siquiera había tenido tiempo de  mirar.  Eran de hacía dos días, y se componían  de ecos de sociedad.  Su mujer dormía y no quería despertarla.  Se habían acostado muy tarde después de haber bailado y bebido durante gran parte de la velada.

Casi sin ganas, y por entretenerse, más que por otra cosa, comenzó a ojear las páginas aquellas, a pesar de que no estaba interesado en ellas.  Estaba a punto de cerrarla, cuando un anuncio y una cara, saltó ante sus ojos.  Esa cara le era conocida y el anuncio del libro también.  Muy conocido para él.  Se incorporó en el asiento y comenzó a leer la frase corta y escueta que en ella se mostraba:

" Kylie McPherson, la nueva revelación de la editorial Perkins.  Un joven talento que ha deslumbrado a todos con su primera novela.  De venta en librerías en Londres.  Próximamente se distribuirá a distintos países.
< No puedo decirte adiós >,  será el título que les cautive  "

Se quedó mirando la fotografía como si a traves de ella le estuviera hablando. Recordó que la vió el día de su boda como reportera, y lo cierto era que no tuvieron ni un momento para hablar. ¿ Cómo es que la editorial de su suegro publicaba su novela.  Aquella novela que él corrigió y  dio el visto bueno.? ¿Cómo había conectado con la editorial?  Sus recuerdos retrocedieron hasta años atrás, a aquella carta que lo cambió todo.  Entonces hubiera dado su vida por ella, pero estaba claro que no la interesó aquella relación.  Ahora tenía un nuevo amor: su esposa. a la que ocultó aquel flirteo con una chica demasiado joven para él.  atolondrada y sin saber lo que hacer con su vida.  ¿ Fue mejor así ?  No lo sabía, de lo que sí estaba muy seguro, es de que todo ocurre por algún motivo, y aquel amor  estaba condenado al fracaso.  Dejó la revista a un lado y volvió a la contemplación del horizonte.  Sería muy posible que en algún momento coincidiesen en la editorial.  De nuevo la vida les reunía, pero ahora todo era distinto,
 La voz de Melina le sacó de sus pensamientos y acudió rápidamente a su lado. Tenían que apurar el poco tiempo que tenían de su luna de miel.  En pocos días tomarían un avión con destino a Londres y a su vida, ahora si, de casados.  Estos días en Fidji habían sido extraordinarios, pero comenzarían a vivir su matrimonio en menos de una semana.  Habían tenido una luna de miel extraordinaria en duración y amor.  Debería darles fuerzas para empezar lo cotidiano, pero...  ¿ sería asi ?

Nada más llegar a su hogar, Melina llamó a sus padres que se alegraron de que por fin estuvieran en casa y dispuestos a vivir la vida real, dejando a un lado las fantasías de su luna de miel.  Después de ella,  Dylan saludó también a sus suegros y quedaron en comer juntos al cabo de un par de días.

Mientras Melina estaba en el salon de belleza junto a su madre, Dylan se dirigió a la editorial.  Quería charlar con su suegro del anuncio que había visto en una revista, en un lugar tan lejano como las islas.  Después de saludarse y abrazarse, pues Dylan era muy apreciado por Edouard, la conversación derivó hacia la nueva novela y promesa de escritora que iban a lanzar en breve

-¿ Sabes que la conocí cuando estuve en la Universidad?  Me pidió opinión sobre algo que había escrito, porque estaba indecisa si dedicarse a escribir o ser otra cosa.. Y creí que lo había dejado, cuando el día de nuestra boda, me abordó como reportera con un par de preguntas.  Comprendí que, a pesar de la opinión que la expresé entonces, había hecho caso omiso de ello. ¿ Cómo contacto con la editorial?
- Fue muy simple.  Me abordó mientras os aguardabamos para comenzar el banquete. Me habló con tanta sinceridad, que me vi reflejado en ella cuando comencé en este mundo, y decidí darle la oportunidad., y yo mismo lo leí primero. Ahora está en las oficinas para, junto a Alfred dar los últimos toques. Ya lo tengo todo dispuesto y en cuanto den su finiquitó, lo enviaré a imprimir y el lanzamiento.  Está nerviosa y se altera con facilidad.  Creo que le ha pillado todo por sorpresa y aún no está muy convencida de que vaya a hacerse famosa en un corto espacio de tiempo.
-Si se trata de la misma novela, te diré que me pareció buena cuando la leí.  Quizá falta de algunos toques, que al ser principante eran lógicos, pero bien planteada.  Creo que tendrá exito, y en verdad se lo deseo. A ti también, que arriesgas tu prestigio y tu dinero. ¿ Puedo ir a saludarla, no interrumpo el trabajo ?
- Desde luego que puedes.  Seguro que se alegrará, y no,  no interrumpes nada.  Estarán a punto de terminar la jornada de la mañana.  Ve.  La darás una alegría; ya sabes donde está el despacho de mi ayudante.
Mientras termino con lo que estoy haciendo e iremos a buscar a nuestras mujeres.  Deseo pasar el día con vosotros y dar un abrazo a mi niña.  Porque aunque esté casada, siempre será mi pequeña - y ambos hombres se echaron a reir.

Dylan se encaminó hacia el despacho del ayudante diecto de su suegro y sentía verdadera curiosidad por ver a la nueva reelación literaria.  Sabía que Edouard lo haría a lo grande, y la presentación sería extraordinaria.  Se alegraba por Kylie, a la que guardaba especial aprecio.  Y recordó aquella noche que pasaron juntos en que ella se mostró tal cuál era, desinhibida, a pesar de ser tan joven, pero tan segura de lo que estaba haciendo en ese momento. ¿ Por qué decidió tan aprisa dejar el profesorado?  De no haberlo hecho, posiblemente quién fuera su esposa en este momento sería ella y no Melina.  Pero eso nunca lo sabrán.  Recordó el dolor que le produjo no recibir contestación, algo que comprendió sería un rechazo  al amor de aquella casi menor de edad y que surgió en su corazón de adulto, casi sin pensarlo, como surgen las grandes historias de amor

-¿ Grandes? No, no fue grande.  Simplemente un contacto humano con algunas caricias que nos confundió, haciéndonos creer que era amor.a lo grande, pero ya hemos visto que no pasó de ser una anécdota para cada uno de nosotros. ¡ Es curioso , que lo recuerde con tanto detalle al cabo de tanto tiempo !  Quizá por la inexperiencia de ella, o por lo bonito de su cuerpo, y por el amor que me demostró, y  que luego se vió  había sido un espejismo.  En fin, todo eso pertenece al pasado.  Ahora mi amor es Melina, y he de pensar que el único y definitivo amor. Lo pasado en estos días es irrepetible.  Volveremos a Fidji.  Estoy seguro que ella también lo querrá.

Y sin a penas darse cuenta, estaba frente a la puerta que indicaba en una placa de bronce, que era el despacho de Alfred Connors, Editor Adjunto.

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