miércoles, 15 de agosto de 2018

Amores menores, grandes amores - Capítulo 20 - Encuentro en Paris

Despúes de Londres,vinieron Manchester, Glasgow... Digamos que había pasado sobradamente su bautismo de fuego.  Ya no le ponían  nerviosa las presentaciones, muy al contrario la gustaba detenerse con cada persona que le solicitaba su firma.  Por la calle si la reconocían era ella misma la que se brindaba para hacerse la foto.  El público estaba encantado con ella.  La editorial creyó conveniente abrir un departamento en la misma oficina y poner al frente a una becaria que leyera las cartas, y las más importantes fuese Kylie, en persona quién las contestara. Eso encantaba  al público que se sentían atendidos. Se lanzaron nuevas ediciones y todas se vendían.  La cuenta corriente de Kylie aumentaba y Perkins estaba satisfecho de haber sido él quién le diera la oportunidad, quién la descubriera,.

Todos estos progresos no fueron de un día para otro, sino que se iban sucediendo poco a poco  pero que no cesaban. Y debía seguir escribiendo, de manera que llegó a un acuerdo de suspender, al menos por una temporada el salir fuera de Wells.  Allí estaría su refugio, a donde acudir cuando se sintiera muy agobiada.  Mejoraron la casa, pero por lo demás nada cambió. Se compró un coche nuevo y modificó su vestuario.  Esos serían todos los lujos que se permitiría.  Pero las comisiones sobre las ventas seguían subiendo, y fue el propio Perkins quién la obligo a buscar un asesor fiscal y un abogado para que todo fuera de acuerdo a la ley y nada ni nadie  tratare de aprovecharse de su inexperiencia en las finanzas.

Su abogado sería la pareja de Ann.  Le conocía y era de su total confianza; sabía que estaría bien protegida..  Un día la becaria la dijo que una periodista de una revista femenina había solicitado una entrevista con ella.

-  ¿Conoces a esta periodista ? la preguntó Kylie
- No en absoluto, pero yo soy nueva
- Esta bien.   Si tengo algún día la agenda libre, concreta con ella  el día y avísame
- -

Para tener más libertad de movimientos, decidió comprar un apartamento en Londres, en la  zona de King Cross. No muy grande, pero lo suficiente como para vivir una persona.   En él instalaría su despacho en donde escribiría.  Los fines de semana acudiría a Wells, para relajarse.

 Y hasta King Cross, llegó Krista Morgan, de la revista Femme, a quién ya conocemos .  Esa entrevista no fue todo lo que la periodista deseaba, pero sirvió para que ambas, con el transcurrir del tiempo se hicieran buenas amigas, llegando a ser la secretaria de prensa de Kylie, puesto que abandonaría al casarse con el que fuera compañero de ella en el periódico:  Tom

Su cambio de vida había sido vertiginoso en poco más de un año. Un año en el que Dylan y ella no se habían vuelto a ver, y por tanto tenían pendiente la comida o la cena que ambos se prometieron tener. Dylan acudía como siempre a su cottage en los costwolds y allí seguía escribiendo.  Desde que se vieron la última vez, había terminado una nueva novela, la había publicado y andaba de presentación en presentación y de firma en firma.  Dylan había dado el salto al Continente y se encontraba en Paris;  como siempre solo.  Su mujer había declinado una estancia en la capital francesa,  en primavera. Algo romántico y hermoso, pero que a ella le parecía aburrido.  Conocía París como la palma de su mano.  No le atraía de ninguna manera el pasar siquiera un fin de semana con su marido.

Dylan decidió que ya estaba harto; tenía la obligación de serle fiel, pero ningún derecho de que ella estuviera con él.  Había colgado el teléfono después de hablar con Melina y haber rechazado ésta el reunirse con él .  Estaba enfadado y furioso, no por decepción amorosa, sino porque estando casados, se habían convertido en extraños.

Bajó a la cafetería.  Al menos se distraeria un poco escuchando la música de monsieur Dupont que interpretaba maravillosamente al piano.  Pidió un whisky y dejó el móvil sobre la mesa.  Accidentalmente abrió el menú del correo, y en primer lugar saltó un nombre y un número:  Kylie.
Sin siquiera dudarlo, presionó el número y escuchó al otro lado la voz de ella

- Dígame

Eso es lo que necesitaba: una voz amiga.  Tardó un instante en responder, el tiempo que pensaba en el paso que iba a dar.  Lo deseaba con todas sus fuerzas, pero al mismo tiempo lo temía.  Se decidió, al fin a responder

- Dígame.  ¿ Quién llama ?
- Kylie soy yo -.  Al otro lado no se oía nada más que tenuemente la espiración de ella que respondió nerviosa
-¿ Qué quiees?
- Estoy en París para unas presentaciones.  Y he pensado que tenemos una cena pendiente.  Paris está precioso, es primavera y deseo que vengas
- ¿ Que vaya ?  Has debido volverte loco
- Posiblemente sea una locura, pero ¿ sabes qué ? he sido bastante cuerdo durante demasiado tiempo, y ahora deseo hacer locuras con quién quiero

- ¿ Y te parece que sea yo ? Me estás ofendiendo y mucho.  Eres un hombre casado.  Diviértete con tu mujer, es lo que debes hacer
- Eso sería lo correcto, pero no ha querido acompañarme
- Y entonces te acordaste de esa chica tonta que conquistaste un día
- ¿ En serio te conquisté ? ¿ Y por qué no volverlo a repetir?  Dicen que donde hay rescoldo puede avivarse la llama
- Tú la apagaste.  Además estás trabajando
- No.   Este fin de semana lo tengo libre
- . Ni siquiera sé en qué hotel estas
- En el Ritz . Habitación  608
- Rotundamente no - y colgó furiosa

¿ Qué se había creido ? ¿ Por quién la tomaba  <Te toma por alguien a quién necesita.  Sabes de sobra que está muy solo y que su matrimonio hace aguas.  Sólo fue un espejismo >  Ella misma se daba las respuestas para convencerse de que quería ir, necesitaba ir. Y no lo pensó ni un minuto más; no dejaría que volviera a escaparse ese tren que pasaba por su puerta.

Aterrizó en el Charles D'Gaulle, pero tenía una duda.  Le había dicho que no, pero era un hecho que él necesitaba compañía." ¿ Y si por casualidad contratara a alguien para que le hiciera olvidar su soledad?  Los hombres hacen eso", se repetía mientras se dirigía a la cabina de teléfono.  Solicitó la pusieran con el hotel Ritz

-  Bonjour. Ici, l'hôtel Ritz. Que veux-tu?
- Avec monsieur Anderson, s''il vous plaît
- ¿ Quién llama ? - al otro lado la voz de Dylan se escuchó anodina, fria
- ¿ Cómo que quién llama? Ven a buscarme inmediatamente.  Estoy en el Charles D'Gaulle
- ¿ Tú ?
- Si yo. ¿ No me llamaste para eso?  Estoy en la zona del duty freed, así que ven pronto
- Enseguida te recojo

En cuestión de segundos, nada más escuchar su voz, su sangre comenzó a correr por las venas y algo renovado le indicaba que su dirección correcta era esa y le esperaba en el aeropuerto.  Pidió un taxi y aunque tardaron en llegar por el tráfico, al verse uno frente al otro, se fundieron en un abrazo y en un largo beso. Un beso que hacía tiempo no daba, sólo a ella.  Se miraron a los ojos y volvieron a abrazarse, como para despertarse de un viejo sueño.

En la zona de llegadas había revuelo: un famoso llegaba a Paris y los reporteros gráficos se empujaban unos a otros para obtener la mejor fotografía del famoso de turno.  Uno de ellos, en un momento dado, giró la cabeza y se fijó que había otro rostro conocido y de él nadie se había percatado.  Ya veía los titulares:  Dylan Anderson se cita en París con su amante desconocida.   Les sorprendió en el segundo abrazo y por tanto la cara de Kylie estaba oculta por la de Dylan, pero cuando abandonaban el aeropuerto, pudo sacar la instantánea de ambos tomados de la mano y sonrientes

- Me ha tocado la lotería. Esto va a ser un bombazo.  El caso es,  que ella también me es conocida. Las enviaré ahora mismo  -.  Y rápidamente, se puso manos a la obra..

Se miraban mutuamente sin pronunciar palabra.  Dylan de vez en cuando apretaba suavemente la mano de ella que permanecía enlazada a la de él.  Agradecía que estuviera allí, y se olvidó por completo que estaba casado y que a ella la estaba buscando un problema.  Lo olvidó todo, excepto que estaban juntos y contaban con dos días para vivirlos.  Sin embargo Kylie no podía quitar de su cabeza que tenía algo pendiente y grave que decirle, y quizá fuera el momento oportuno para ello.  Cuando llegasen al hotel sería lo primero que hiciera: contarle lo ocurrido tiempo atrás.  Corría el riesgo de una discusión y que todos los planes se vinieran abajo, pero era el momento propicio porque quizá no se presentara otra oportunidad mejor.

El hablaba sin cesar feliz, sonriente.  Ella le miraba absorta en sus propios pensamientos.  Sabía que iba a causarle un gran dolor, pero su deber era comunicárselo, aunque hubiera pasado tanto tiempo.  No había podido hablar con él y hoy tendría esa oportunidad. Ni siquiera escuchaba lo que la decía.  Hablaba nervioso, excitado, contento porque ella se encontrar allí, y eso la dolía aún más porque tendría que hacerle una revelación importante, ya  en pasado, pero para ella estaba aún presente.  Debía saber que hubiera sido padre de no haberse truncado por un estúpido accidente.

Y de este modo llegaron al hotel.  La ayudó a bajar del taxi y entraron en el vestíbulo.  Andaba deprisa, debido sin duda por el propio nerviosismo que sentía.  No lo hubiera imaginado,  que al final ella estuviera allí, junto a él.  En cambio Kylie se sentía desfallecer por momentos, pero debía hacerlo. Y tragó saliva, cuando Dylan abrió la puerta de la habitación 608




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