domingo, 19 de agosto de 2018

Amores menores, grandes amores - Capítulo 29 - Vida familiar

Tras pasar dos días con Claire y su familia, siguieron viaje a Venecia.  Y allí hicieron lo típico de todos los enamorados.  Visitaron todos los rincones de la hermosa ciudad.  Viajaron en góndola en la que el gondolero les cantaba hermosas canciones de amor.  Se hicieron fotos en el Puente de los Suspiros. y en la Plaza de San Marcos. A pesar de que Dylan se reía de ella por lo turísta que era, no la importaba, deseaba vivir esos momentos románticos con el amor de su vida y los vivió a tope, sólo por la verla feliz y disfrutar con todo lo que estaban viendo.
Regresaron con la sensación de querer volver en otra ocasión.  No habían tenido lugares exóticos, ni playas de azúcar, ni de aguas cristalinas.  Pero habían vivido su amor al máximo;  se habían amado profundamente y se habían jurado amor eterno.

Pero había que volver a la realidad, por mucho que les costase. Estarían juntos, era lo importante, y un nuevo escenario se abría ante ellos: el comienzo de la vida real, sin fantasías . El trabajo y la felicidad que sentían  con la que lograban evadirse día tras día, cada vez que se juntaban.

Dos meses pasaron desde su casamiento, cuando Kylie notó los primeros síntomas de un embarazo que les colmó de alegría. Una ecografía les confirmó que estaban en lo cierto:  iban a ser padres.  Pero al mismo tiempo, el temor se instaló entre ellos.  Serían los nueve meses más largos y más  angustiosos que jamás pudieran vivir. Lo ocurrido con su hija fallida, les atormentaba, aunque cada uno de ellos procuraba ocultarse al otro.  Supieron que era un varón y que todo estaba normal y que nació sin problema alguno,  sano y precioso.  Los padres eran tan felices que juntos lloraron cuando llevaron al bebe a la habitación de la madre.  Ya eran una familia feliz y enamorada.
Maggie se trasladó a vivir con ellos hasta que Kylie estuviera más acostumbrada a manejarse con el niño.  Claire y su familia  viajaron hasta Londres para conocer a su sobrino, sería en las vacaciones de Semana Santa.  Krista, Ann y Tom, se rifaban al bebe,  Ellos eran como de la familia también, y participaban del acontecimiento.

Dylan llenó de flores la habitación de la clínica y de regalos para su esposa. No existía otro hombre más feliz en el mundo.  Hasta Perkins les felicitó y les hizo una visita en el hospital. Todos cuantos les trataban les querían, se habían ganado el respeto y el cariño de todos.  Hasta Melina llamó a su ex marido para felicitarle por su paternidad.  Ella vivía con su novio en Puerto Rico, y le confesó que era totalmente feliz y se congratularon de haber tomado la decisión de la separaciçón.  Se convertirían en buenos amigos, olvidando el vínculo que les unió en su día

Y la rueda de la vida siguió girando y dos años más tarde llegó Keyra, una preciosa niña parecida a su hermano, pero idéntica al padre a su misma edad.  Algo que hacía que Dylan no dejara de mirarla ni un sólo instante.
Siguió publicando pero tardaba más en hacerlo, ya que tenía que compatibilizar su trabajo con el placer inmenso que sentía por su función de padre.  Nada ni nadie le eximiría de esa función. Kylie, si tuvo que abandonar la escritura, al menos mientras los niños fueran tan pequeños, porque ellos ocupaban todo su tiempo,  a lo que no renunciaría.  Pero cada noche, o cada madrugada, según se diera el día, el matrimonio buscaba un rato para ellos solos.  No importaba la hora, sólo el momento en que pudieran sentirse hombre y mujer además de padres.

Y de esta forma transcurría sus vidas.  Unas veces las horas pasaban rápidas, por tanto,  los días, los meses y los años, se sucedían sin a penas darse cuenta.  Pero todo iba con normalidad.  Los niños iban al colegio y poco a poco Kylie encontró el tiempo para retomar su escritura. Tanto tiempo de descanso de no hacerlo, había fortalecido sus ideas.  Miró el cuaderno en donde tenía todo apuntado y comenzó a escribir una nueva novela.

Su tiempo era más limitado, por tanto la novela se retrasaba.  Pero no la importaba, no tenía prisa; estaba satisfecha con atender a los niños y a Dylan; no buscaba el exito ni la fama.  Amaba a su familia y para ella era lo más importante. Pero después de un largo plazo en que los niños iban creciendo y no la necesitaban tanto, al fin terminó lo que tenía en mente.  Se apartaba totalmente de la línea que había llevado hasta entonces, y eso hizo que también tardara más en completarla:  debía hacer bastante investigación.  Pero al fin envió a Perkins, una nueva galerada. Antes Dylan le había dado el visto bueno y creyó que sería un exito rotundo

- Sabes que no suelo equivocarme.  Te conozco muy bien, y creo que has acertado con cambiar el rumbo de tu escritura.-,    la dijo una vez terminada su lectura.

Dylan hacía poco que había lanzado un nuevo libro.  El éxito les sonreia, pero al mismo tiempo tenían menos ocasiones de sentarse tranquilamente a charlar después de cenar.  Tenía algunas presentaciones lejos de Londres, o firma de libro y eso le ausentaba algunas noches de la cena familiar.  Ambos conocían lo que era el lanzamiento de una obra.  Ellos eran conocidos y tenían un público fiel que les seguía, por tanto no podían defraudarles.

A pesar de su agitada vida, ellos seguían firmes en su amor, sin nada que lo alterase ni que lo hiciera disminuir, muy al contrario, cada vez era más auténtico, y habían dejado atrás definitivamente todas las dudas anteriores.  Pero el tiempo también pasaba para ellos, y cumplían años como matrimonio.  Habían pasado varios varios desde su enlace,  Kylie tenía casi treinta y siete y Dylan  sobradamente había entrado en la cuarentena.  Pero aún eran jóvenes y cautivadores.  Aún podían sentir la fogosidad de la juventud, porque la atracción mutua se mantenía.

Sólo alteraba la paz de su hogar, alguna que otra discusión, nunca de relevante importancia, y siempre tenían una máxima:  nunca dormirse sin haber hecho las paces.  Y ellos lo llevaban a rajatabla , además lo disfrutaban mucho, como si siguieran teniendo la misma edad de cuando se conocieron.  En ese aspecto, nunca tuvieron problemas.
Y así vivian y disfrutaban de una vida en el campo, en el lugar elegido por ellos para criar a sus hijos que poco a poco crecían y se volvían más independientes.

Cada vez que Dylan tenía que salir de viaje y Kylie no podía acompañarle, se ponía de mal humor, y a veces lo pagaba con quién tenía más cerca: con su mujer.  Pero los enfados duraban lo que alguna sonrisa, alguna caricia entraba en acción y todo se olvidaba al instante.

El lanzamiento del último libro de Dylan, fue todo un éxito, como esperaban,.  Su creación había mejorado notablemente desde que ellos se estabilizaron amorosamente y toda esa paz interior, se reflejaba en lo que escribía.  A pesar de que evadía todo lo que podía sus salidas, a veces , le era imposible desatender las peticiones de Perkins porque todo ello era beneficioso para la editorial.  Le debía esa deferencia a su ex suegro; siempre se había portado muy bien con él, y el cariño demostrado a su familia  hacía que muchas veces no pudiera rechazar lo que le solicitaba como un favor personal.  Y así ocurrió aquella vez.


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