Tuvieron que madrugar mucho aquella mañana de lunes. Por distintos motivos, ambos estaban nerviosos. Tom porque vería a la chica que le gustaba y con la que estaba dispuesto a verse con más frecuencia y si ella lo quería formalizar algo parecido a una relación formal de noviazgo.
Kyle porque se entrevistaría con el rotundo señor Perkins, y de él dependería si seguía adelante como escritora, o arrinconaría la idea definitivamente, y seguiría siendo la cronista de las idas y venidas de los famosos. Estaba excitada, nerviosa y muy tensa. Había dormido poco ante lo que sucedería en aquel despacho de la editorial.
Repasó todo cuanto tenía que llevar para que no se le olvidase nada mil veces y sobre el bolso que llevaría, depositó un portafolios que contenía el relato. Aquel que entre los dos escribieran y corregiría; su único lazo de unión en aquel momento, porque luego llegó el otro, del que no quería ocuparse ahora, y que resulto tan especial para ella. Y sin quererlo, su imaginación voló hacia Dylan. Debían estar viajando por cualquier lugar de esos que sólo ves en el cine o en las revistas de las agencias de viajes. Claro, ellos irían con un guía contratado a ese efecto. Borró de su cabeza ciertas escenas que pudieran ocurrir entre marido y mujer, y se centró en buscar la ropa adecuada que causara buena impresión al magnate de las editoriales.
Mientras conducía, puso música en el coche. Deseaba tener la cabeza despejada y tampoco Tom, hablaba demasiado, por lo que se centró en las palabras que diría al entrar en el despacho de la editorial. Seguramente todo lo que había planeado decir, no serviría para nada, pero ella se iba preparando mentalmente.
Faltaban diez minutos para que fueran las ocho de la mañana, cuando se encontraba sentada en una sala, esperando a que diera la hora de que el señor Perkins, hiciera acto de presencia. La ponía algo nerviosa la mirada de aquél hombre, y eso que le había visto tan sólo cinco minutos y en un lugar y una ocasión poco propicia. Pero sus ojos juguetones habían recorrido su cara buscando algo que no acertaba a comprender. Sería parte de su personalidad, pensó. De esta manera cree analizar la sinceridad o hipocresía de la gente. Esta clase de personajes están acostumbrados a enfrentarse, tanto a personas formales, como a granujas que quieren conseguir algo de él. Y ella lo había logrado sin haber hecho grandes esfuerzos y con la verdad, relativa, pero verdad al fin y al cabo.
Pocos minutos después se vió sentada frente a él al otro lado de su escritorio. La había recibido estrechando su mano y con una amplia sonrisa en su cara.
- Al menos no se ha olvidado de mí - pensó, mientras se revolvía inquieta en el sillón.
- Es muy temprano, seguro que no ha desayunado. ¿ Le apetece un café, un té, un zumo... algo ?
Perkins se mostraba altamente simpático. No le conocía bien, y por eso la extrañó tanta amabilidad de su parte. No era habitual, muy al contrario, tenía fama de "ir al grano " sin pérdida de tiempo. Y con ella estaba haciendo una excepción
- Oh no, muchas gracias. Es muy pronto y estoy nerviosa
-¿ Por qué está nerviosa? - la preguntó
- Bueno... No estoy acostumbrada a esta clase de entrevistas. Hoy es un día importante para mí ¿ le parecen pocos motivos?
- Tiene razón. Me recuerda la primera vez que solicité un puesto como ayudante de editor. Probablemente porque lo pasé mal, es por lo que deseo que se sienta cómoda. Le advierto que suelo hacerlo con los principiantes, pero soy antipático y frío con los consagrados. Normalmente se creen el ombligo del mundo, porque hayan personas que les halaguen en la firma de cualquier libro, aunque después no los compren, y si lo hacen, no los lean.
- ¿ Ha traído el manuscrito?
- Desde luego. Sin él, no tendría objeto esta reunión
-Tiene razón. Perdóneme. ¿ Me lo presta ? Si no la importa comenzare a leer un par de páginas. Después seguirá mi ayudante hasta completarlo
- Adelante - le dijo
Pero ese par de páginas, se convirtieron en dos más, y en otras dos, y en otras... Así hasta completar el primer capítulo. En su expresión no había ningún signo que aclarase que le gustaba o que por el contrario no servía para nada. Fue hacia el final y leyó otras dos páginas hasta llegar a los títulos de crédito. Después lentamente se quitó las gafas, y la miró directamente a los ojos.
- Bien señorita McPherson la diré algo definitivo cuando termine de leerlo.
- ¿ Usted? ¿ Va a leerlo usted?
- Si, y lo haré hoy mismo ¿ De qué se extraña ? Es algo habitual, pero no con todos lo hago. Pero en usted he encontrado algo especial que me ha atrapado desde las primeras páginas
- Pues.. No sé qué decirle
- No diga nada
- Claro, claro.
- Bien. Uno de estos días le daré la respuesta. Observo que es muy cuidadosa y junto a los títulos de crédito, ha dejado su dirección y teléfono. No se preocupe, la llamaré pronto.
Y dieron por terminada la entrevista que había durado exactamente dos horas, aunque la mayoría del tiempo fue invertido en la lectura de la novela de Kyle.
Kyle porque se entrevistaría con el rotundo señor Perkins, y de él dependería si seguía adelante como escritora, o arrinconaría la idea definitivamente, y seguiría siendo la cronista de las idas y venidas de los famosos. Estaba excitada, nerviosa y muy tensa. Había dormido poco ante lo que sucedería en aquel despacho de la editorial.
Repasó todo cuanto tenía que llevar para que no se le olvidase nada mil veces y sobre el bolso que llevaría, depositó un portafolios que contenía el relato. Aquel que entre los dos escribieran y corregiría; su único lazo de unión en aquel momento, porque luego llegó el otro, del que no quería ocuparse ahora, y que resulto tan especial para ella. Y sin quererlo, su imaginación voló hacia Dylan. Debían estar viajando por cualquier lugar de esos que sólo ves en el cine o en las revistas de las agencias de viajes. Claro, ellos irían con un guía contratado a ese efecto. Borró de su cabeza ciertas escenas que pudieran ocurrir entre marido y mujer, y se centró en buscar la ropa adecuada que causara buena impresión al magnate de las editoriales.
Mientras conducía, puso música en el coche. Deseaba tener la cabeza despejada y tampoco Tom, hablaba demasiado, por lo que se centró en las palabras que diría al entrar en el despacho de la editorial. Seguramente todo lo que había planeado decir, no serviría para nada, pero ella se iba preparando mentalmente.
Faltaban diez minutos para que fueran las ocho de la mañana, cuando se encontraba sentada en una sala, esperando a que diera la hora de que el señor Perkins, hiciera acto de presencia. La ponía algo nerviosa la mirada de aquél hombre, y eso que le había visto tan sólo cinco minutos y en un lugar y una ocasión poco propicia. Pero sus ojos juguetones habían recorrido su cara buscando algo que no acertaba a comprender. Sería parte de su personalidad, pensó. De esta manera cree analizar la sinceridad o hipocresía de la gente. Esta clase de personajes están acostumbrados a enfrentarse, tanto a personas formales, como a granujas que quieren conseguir algo de él. Y ella lo había logrado sin haber hecho grandes esfuerzos y con la verdad, relativa, pero verdad al fin y al cabo.
Pocos minutos después se vió sentada frente a él al otro lado de su escritorio. La había recibido estrechando su mano y con una amplia sonrisa en su cara.
- Al menos no se ha olvidado de mí - pensó, mientras se revolvía inquieta en el sillón.
- Es muy temprano, seguro que no ha desayunado. ¿ Le apetece un café, un té, un zumo... algo ?
Perkins se mostraba altamente simpático. No le conocía bien, y por eso la extrañó tanta amabilidad de su parte. No era habitual, muy al contrario, tenía fama de "ir al grano " sin pérdida de tiempo. Y con ella estaba haciendo una excepción
- Oh no, muchas gracias. Es muy pronto y estoy nerviosa
-¿ Por qué está nerviosa? - la preguntó
- Bueno... No estoy acostumbrada a esta clase de entrevistas. Hoy es un día importante para mí ¿ le parecen pocos motivos?
- Tiene razón. Me recuerda la primera vez que solicité un puesto como ayudante de editor. Probablemente porque lo pasé mal, es por lo que deseo que se sienta cómoda. Le advierto que suelo hacerlo con los principiantes, pero soy antipático y frío con los consagrados. Normalmente se creen el ombligo del mundo, porque hayan personas que les halaguen en la firma de cualquier libro, aunque después no los compren, y si lo hacen, no los lean.
Y lo cierto era que esa amabilidad la desconcertaba. Al fin, dejó a un lado las buenas palabras y se convirtió en el hombre de negocios, que en definitiva era.
- ¿ Ha traído el manuscrito?
- Desde luego. Sin él, no tendría objeto esta reunión
-Tiene razón. Perdóneme. ¿ Me lo presta ? Si no la importa comenzare a leer un par de páginas. Después seguirá mi ayudante hasta completarlo
- Adelante - le dijo
Pero ese par de páginas, se convirtieron en dos más, y en otras dos, y en otras... Así hasta completar el primer capítulo. En su expresión no había ningún signo que aclarase que le gustaba o que por el contrario no servía para nada. Fue hacia el final y leyó otras dos páginas hasta llegar a los títulos de crédito. Después lentamente se quitó las gafas, y la miró directamente a los ojos.
- Bien señorita McPherson la diré algo definitivo cuando termine de leerlo.
- ¿ Usted? ¿ Va a leerlo usted?
- Si, y lo haré hoy mismo ¿ De qué se extraña ? Es algo habitual, pero no con todos lo hago. Pero en usted he encontrado algo especial que me ha atrapado desde las primeras páginas
- Pues.. No sé qué decirle
- No diga nada
- Claro, claro.
- Bien. Uno de estos días le daré la respuesta. Observo que es muy cuidadosa y junto a los títulos de crédito, ha dejado su dirección y teléfono. No se preocupe, la llamaré pronto.
Y dieron por terminada la entrevista que había durado exactamente dos horas, aunque la mayoría del tiempo fue invertido en la lectura de la novela de Kyle.
RESERVADO DERECHOS DE AUTOR / COPY RIGHT
Autora< rosaf9494quer / 1996Rosafermu
Edición< Agosto de 2018
Ilustraciones< Internet< Dakota Johnson
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