sábado, 31 de marzo de 2018

Las necias ilusiones - Capítulo 1 - Adiós señor Miller


Se metería en la cama nada más llegar a casa.  Había hablado con Morgan, discutido con él, pero la situación era la que era y no había vuelta atrás.  Analizaba una y otra vez el error cometido, para tomar tan drástica decisión. . Un fuerte dolor de cabeza le atormentaba, fue a la cocina, se sirvió un vaso de leche y rebuscó en uno de los armarios  del baño, algún calmante que pudiera  paliar  aquellos batidos tan fuertes golpeando sus sienes.  Sin duda la sangre se había acumulado allí  Tomó una dosis más fuerte de lo acostumbrado.  Lo mejor sería acostarse y si con un poco de suerte conciliara el sueño, al día siguiente buscaría alguna solución, o al menos tratar de hablar con ella,  a ver si lo conseguía de una vez.  Acababa de regresar del viaje de una semana en París, y al hablar con Morgan se había enterado de la dimisión de ella, cuya carta estaba en el porta firmas que tendría que leer cuando fuese a la oficina.  El sueño tardó en llegar, pero también una pesadilla incomprensible e inquietante:



<  Da vueltas por el despacho sin saber muy bien porqué lo hace. Está enfadado no sabe la causa, pero lo está,  y mucho.  Sobre la mesa  está la carpeta de firmas, y dentro de ella una carta de dimisión a nombre de Ada Hudson,, secretaria de dirección, que por asuntos privados, había dejado el cargo que ocupaba.>

  Se había acostumbrado a la eficiencia de esa chica. Se habían   compenetrado perfectamente.  Le sería difícil acostumbrarse a otra persona a su servicio, pero tampoco sería tan imprescindible.
   Eso,  al menos era lo que pensaba,  y pronto ordenaría que buscasen a otra persona que ocupase su lugar a la mayor brevedad posible..  Ocho días más tarde, su despacho estaba ocupado por otra secretaria.

Se había despertado sobresaltado y empapado en sudor ¿ qué significaba aquello ?  Sin duda era una repercusión de todo lo acontecido.  Seguía sin saber a qué obedecía ese sueño tan perturbador.  Consultó su reloj y comprobó que aún faltaba mucho para levantarse.  Intentó volver a dormir, pero no lo consiguió.  Esperó pacientemente el nuevo amanecer y que el  día trajera sosiego.  Porque no.,. no estaba tranquilo y algo en su interior le decía que todo estaba relacionado y algo debió hacer mal .   Ella no tomó esa decisión por capricho, sino que tenía que ver con él.




Y acudió a la oficina, suspendió las visitas; el dolor de cabeza persistía, y no tenía ganas ni ánimos para hablar de negocios.  No era el día.  Recostado en su sillón, echó la cabeza hacia atrás.  No podía quitarse de la cabeza la sensación de soledad abrumadora que le invadía.    Se había marchado, ya no estaba allí, ni para mirarla, ni para contemplar su cara de estupor cada vez que se dírigía  a ella para darle alguna orden.  Había dejado su trabajo, y al parecer su casa.

Brendan Miller pensaba en todo lo vivido junto a ella, aunque,  a distancia,.   Sólo se había dado cuenta de lo necesaria que era, cuando  la perdió de vista.  ¿ Era eso lo que deseaba?  No estaba muy seguro de ello.  Había sido una relación siempre en tensión por parte de ella.  Ahora comenzaba a comprender lo que la ocurría cada vez que coincidían en algún despacho, porque era él,  quién ahora,   lamentaba su ausencia, y ni siquiera tenía el consuelo de volver a hablar con ella.  Había salido de su vida para siempre.

 Y al cabo de unos días tenía una nueva secretaria, pero era el polo opuesto de Ada. Esta era más extrovertida; siempre sonriente y no le importaba hacer horas extras.  Pensó  que era una joya de empleada.

-  Creo que he ganado con el cambio -, pensó, aunque no estuviera muy de acuerdo con su reflexión

Reconocía que a veces se había excedido con las órdenes dadas para cualquier trámite, y si no se cumplían con la celeridad que pensaba, bronca segura, como si ella fuese  culpable de todo lo que acontecía bajo el sol en la tierra.  Hasta que llegó el día en que se hartó y pidió la dimisión.  Algo que no entraba en la cabeza de Brendan; le parecía imposible que alguien como ella renunciase a un trabajo en su compañía con tan fenomenal sueldo.  Pero había ocurrido, y fue ella, la simple, la tímida secretaría que había entrado hacía a penas unos pocos meses, quién le dejase.
Pero ahora dudaba de que fueran las regañinas lo que la impulsó a ello. Sin duda habría algo más que no alcanzaba a comprender. Pero... ¿ y él,?  ¿por qué estaba tan inquieto?  Y de nuevo lo soñado durante la noche volvía claro y diáfano a su memoria.  Le había plantado, sin más, dejando la carta encima del escritorio de Morgan.

   < No aguanto más. Me voy.  No le soporto señor Miller.  Aquí se queda con su compañía.  No creo merecer el trato que estoy recibiendo, y créame por muy buen sueldo que ofrezca, no entra dentro de él,  amargar la vida a una persona.  Y usted lo hace constantemente. Así que me voy, hoy mismo, ahora.>

 Lo soñado . ¿ ocurrió de este modo? No exactamente, pero creía darse cuenta, de que era con él de quién tenía las quejas.  Morgan sólo recibió la carta.

  Y había salido hecha una furia, dejando a Morgan  sin poder articular palabra..   Nunca había demostrado tener un carácter tan fuerte.  Siempre tímida y prudente;  Le  dejó sorprendido, y en ese momento se dio cuenta de que  Brendan, acababa de perder a una de sus mejores empleadas.  Y tenía razón en algo:  siempre era la depositaria de alguna regañina por algo que no resultara como él había pensado.

 - Tendré que moderar mis exigencias   con la persona que ocupe su puesto en adelante.- pensó

  Pero ya no había remedio: la había perdido.  Porque lo que no haría sería disculparse ante ella.

-Ni hablar.  Que se marche, pero aquí el que manda soy yo.  Les pago un buen sueldo para que cumplan mis órdenes.  Así,  que se marche,    .  A ver si en el siguiente trabajo  esta tan considerada como aquí..

Estaba furioso consigo mismo.  En el fondo sabía que no tenía razón, pero tampoco se explicaba nada de lo ocurrido.  Abrió el porta firmas, y la carta de dimisión estaba frente a él, y consideró que era como si le hubieran dado una bofetada.  Nunca antes, nadie, se había atrevido a plantar cara como ella lo hizo aquella mañana.  De su boca salían en tropel miles de reproches dirigidos a él, pero recibidos por Morgan..  Y las explicaciones que le dio no podía rebatirlas  :    cuando mandaba unas flores a la conquista de turno y a él no le parecían adecuadas por el color elegido. Si recibía cordialmente a alguien que viniera a visitarle, le parecía que coqueteaba con esa persona.  Si al salir del trabajo, iba con cualquier compañero a tomar una copa, no consentía relación con quienes trabajaba para él....  y así por cualquier cosa.  Bien, pues se había terminado la cuestión,  Ya no tendría más discusiones con ella.

Pero, a pesar de los días transcurridos desde que se fuera, seguía notando su falta, y por ello, la que estaba en su lugar, no terminaba de encajar.  Sin duda, se había acostumbrado mal a la eficiencia de Ada; tendría paciencia y le daría la oportunidad de demostrar que está sobradamente capacitada para ocupar el puesto supliendo a la anterior.

No tenía nada pendiente, ni ganas de nada.  Ese día se había levantado mal, a la fuerza..  Ni siquiera había acudido al gimnasio; solamente corrió tres kilómetros y volvió a casa para prepararse para ir a la oficina.  Pero estaba en ella, y tampoco le apetecía ni recibir visitas, ni solucionar problemas.  Lo decidió de golpe: se tomaría un par de días libres.  Llamó a la secretaría y la pidió que anulase todo lo que tenía  hasta el próximo lunes

- Tengo un viaje que realizar. No lo había recordado. - la dijo

 ¿ Desde cuándo él pedía excusas a la secretaría por anular sus citas?  Estaba extrañado  él mismo,  de todo lo que estaba cambiando.  Los reproches de ella resonaban en su cabeza insistentemente.

- No es posible.  ¿Quién es ella para hacerme ésto ?

Ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo en su vida tan falta de interés.   Sólo alguna salida con alguna mujer, juergas con los amigos, o algún viaje extraño en compañía, era su sistema de vida.  Nunca hasta ahora, se había aislado en la cabaña, tal y como tenía planeado.  Pero no sólo eso: sus salidas con amigos se habían espaciado  y notaba que estaba cambiando. .  A eso se debía el mal humor ¿ Qué me ocurre, será que me estoy haciendo mayor ? Se preguntaba  ignorando adrede lo que en realidad pasaba.-.  Ha llegado la hora de sentar la cabeza- pensó- pero...,  ¿ qué cabeza ? La tengo bastante firme. Soy joven aún para pensar en tomar las cosas con calma.  Ya llegará esa hora. 

domingo, 25 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 25 y último - Cartas

 Y a su llegada, se fundieron en un abrazo largo e intenso, como si hicieran siglos que no se hubieran visto.  Lili les miraba con extrañeza, preguntándose ¿ por qué los mayores son tan pesados ?  Tiraba del borde de la chaqueta del padre, indicándole que aguardaba su abrazo.  Arthur la alzó en brazos y la besaba y abrazaba feliz y orgulloso de sus chicas.  Miraba todo con curiosidad, como si hubiera faltado de casa una eternidad, cuando habían sido unos pocos días.  Pero deseaba absorberlo todo, grabarlo en su retina.  Lo había echado de menos.  Y a su memoria volvió aquél comentario que se hizo cuando piso suelo italiano por primera vez " Creo que podría vivir aquí ..."  Y en realidad no había otro lugar en el mundo en el que deseara hacerlo más que en La Toscana.

El silencio, la paz y la armonía de su hogar, era cuanto necesitaba. Enlazó por la cintura a su mujer y ella reposaba su cabeza en el brazo de él  Le pareció más pequeña de lo que en realidad era.  la veía frágil y vulnerable, más todavía cuando esperaban ansiosos el momento supremo de traer una vida al mundo.  Todo estaba bien, todo era correcto, pero no quería siquiera pensar, que algo se torciera a última hora.  Cuando ésto pensaba , se instalaba en  el pesimismo, el mismo que le acompañó durante todo el tiempo que permaneció en su país, pendiente siempre del teléfono por si recibía la llamada desde Italia de que su hijo había llegado al mundo y él no estaba allí para recibirle.

Pero no fue así.  Llegó a tiempo de acompañar a Liliana hasta el paritorio, y como suele ocurrir, sin razón explicable para ello, anunció su llegada de madrugada, con el nerviosismo consabido del padre, primerizo, porque aunque tenían otra hija, para él era el primero que iba a recibir en sus brazos al nacer.  Ella más tranquila que él, como también es costumbre, pero los nervios de Arthur, terminaron por exaltar a Liliana, que con cada dolor de las contracciones, le pellizcaba fuerte en el brazo y le decía que nunca más la haría pasar por eso.  El iba lívido y asustado y no se atrevía a decir nada.  Le sobrecogía el dolor que pudiera estar sufriendo su esposa, y  no poder hacer nada por evitarlo.

Paró el coche en la entrada de urgencias del hospital y desencajado avisó para que salieran a recogerla.  La condujeron directamente  hasta el paritorio, ya que los dolores eran más frecuentes y más fuertes.  El bebe venía con prisas y todos tuvieron que prepararse rápidamente, pues ya estaba dilatada y dispuesta para  recibir a su hijo.  El parto, aunque fue duro, como todos, también fue rápido y sin complicaciones.  Arthur lloraba de emoción y alegría al tener entre sus brazos a su hijo.  Era una emoción indescriptible nunca antes vivida, y el ser padre le pareció lo más grande y maravilloso del mundo.

Liliana extendía los brazos hacia adelante reclamando a su hijo. Ambos se abrazaron y miraban extasiados la belleza y milagro de aquel montón de carne sonrosada fruto de su amor.  Ya estaba aquí, ya todo había pasado.  Tuvo el médico que, sonriendo, quitarles al bebe de los brazos para proceder a su revisión.  Arthur se dio cuenta de que en la sala esperaba su otra hija de la mano de Mathilda la señora que la cuidaba, y besando a su mujer salió en su busca para anunciarle que su hermano había nacido.  La niña contenta brincaba y palmoteaba feliz y deseaba conocerle

- Tenemos que esperar un poco.  El médico le está revisando.  Lo mismo hicieron contigo, sólo que como eras tan pequeña, no lo recuerdas.

Ya eran toda una señora familia de cuatro componentes.  Arthur salía de vez en cuando de su estudio y corría hasta donde se encontraba Liliana con el bebe que se criaba fuerte y precioso, con gran parecido a su padre.  Simplemente iba besaba a ambos y raudo volvía a seguir escribiendo.

Liliana se iba recuperando del parto lentamente, pero no terminaba de verse como antes, y a pesar de saber que todo volvería a su lugar en un corto espacio de tiempo, lamentaba no estar tan atractiva .  Por muchas palabras que le dijera Arthur, no desistía de su empeño.  La notaba nerviosa, inquieta y por días algo deprimida.  No sabían por qué, ni como, se originó una discusión, absurda, pero por ser la primera la dieron más importancia de la que tenía.

No se dirigieron la palabra en toda la tarde, únicamente lo hicieron delante de Lili, para que no notase el primer disgusto de sus padres.  La acostaron,  y juntos leyeron su cuento preferido, pero cuando la pequeña se durmió y el bebé hizo lo mismo,  volvieron  a su enfado.

- ¿ Vienes a la cama ?  - preguntó ella
- Aún no. Tengo que terminar algo - respondió él

Y cada uno de ellos se dirigió a una dependencia distinta, de la casa.  Arthur se encerró en su estudio y ella en la habitación.  Arthur estaba disgustado, enfadado consigo mismo; no entendía cómo habían discutido por una tontería.  Ella estaba pasando por la etapa post parto, que es difícil en la mayoría de las mujeres.  Pero era tozuda y no quería reconocer que a él no le importaba que aún su cintura no fuera todo lo pequeña que debía ser, ni que sus pechos eran más grandes por la lactancia y que a veces, a pesar de tener ayuda, no tenía tiempo para él por estar demasiado pendiente del niño.  No encontraba el argumento convincente que la hiciera ver que todo eso pasaría que había que dar tiempo al tiempo.  Pero también él debiera haber tenido paciencia y no haber discutido con ella.



Mientras tanto, en la cama, Liliana ocultaba su rostro en la almohada de Arthur para acallar su llanto.  Era la primera vez que no se habían acostado a un tiempo, y quién sabe si habrían más días que hicieran lo mismo.  Lo que ocurría de verdad, es que ya no la encontraba atractiva, que había perdido su interés por ella.  Miró el reloj y comprobó que era la una de la madrugada y su cama seguía vacía.
Siguió llorando, pero al mismo tiempo, eso la produjo el sopor necesario para quedarse dormida, cansada seguramente,por el mal rato pasado y por la tensión acumulada.

Arthur, dejó todo lo que estuviera haciendo y creyó oportuno ir a la cama al lado de su mujer que lo estaba pasando mal.  Al entrar vio que estaba dormida vuelta del lado contrario al que acostumbraba ..  Había estado escribiendo una carta para ella. Abrió un cajón de su secreter y entonces descubrió el montón de sobres anudado con un lazo celeste, y que la última había sido una de antes de dar a luz.  Sigilosamente deshizo la lazada y la leyó.  A su final, tenía los ojos vidriosos mirando a su mujer que dormía ajena a lo que hacía su marido.            Le amaba desesperadamente como él a ella, y habian sito unos tontos al organizar una montaña de un grano de arena.  Estaban nerviosos ante la situación nueva, pero en unos días, y precisamente por ese amor, todo volvería a ser normal en sus vidas.  Lo dejo todo tal cual, y volvió a leer la carta que la había escrito pídiéndola perdón:

< Al único, al primero y al último amor de mi existencia:

Porque eso es lo que eres, esposa mía.  No hay en el mundo medida con la que pueda comparar lo que siento por ti.  Eres hermosa por dentro y por fuera y estoy profundamente enamorado de ti.  No me importa la apariencia de tu cuerpo porque tu belleza radica en tu corazón, limpio, puro e inmenso por el amor que dedicas a los niños y a mi.  La belleza física es efímera , pero la que sale de dentro perdura toda la vida.
Lamento haberme enfadado contigo, porque he sido egoísta y no me he dado cuenta que para tí es una situación incómoda y te sientes deprimida, porque piensas que sólo te amo por tu belleza exterior.  Y eso es cierto, pero más por lo buena que eres, lo feliz que me haces y sobretodo porque eres la madre de mis hijos.  De unos hijos que nos dan alegría y amor.  Me siento orgulloso de ti y te amo, te amo, te amo.  No sé cómo hacértelo comprender. Te querré siempre, porque has sido agua limpia y cristalina en mi vida,  de la que ansío beber siempre.
Quiero que sellemos la paz entre nosotros, y que nunca más volvamos a discutir,  Te amo mi preciosa niña.  Tú me has enseñado a vivir y sin tí estoy vacio.  Arthur.

Guardó las cartas que ella escribía y la suya la dejó junto a su mesilla.  Quería que fuese lo primero que leyera al despertar.  Después lentamente, se desnudó y se metió en la cama abrazando a su mujer.

Al despertar sintió que el cuerpo de su marido estaba pegado al de ella. Había pensado que, por motivo de la discusión, no dormirían juntos esa noche.  había perdido seguridad en sí misma, pero se dió cuenta de que estaba equivocada. Y entonces vio que había un sobre junto al reloj de su mesilla. lo tomó entre sus manos y comenzó a leer la carta que Arthur había escrito para ella la noche anterior.

Estaba tan emocionada que no podía contener el llanto, cosa que hizo que Arthur se despertara preocupado:

- ¿ Qué pasa ? ¿ Que te ocurre ?
- ¡ Oh Arthur ! - No pudo decir más .  Se abalanzó sobre su marido besando su cara.  El reia feliz y admitia sus caricias, todas cuantas ella le diera.  Se habían acabado los malos humores entre ellos; volvian a ser felices y enamorados como siempre.

Y pasaron los días, dos meses y la cuarentena también.  Hacía una mañana preciosa de sol y se amaban ¿ qué más se podía pedir ?  Se le ocurrió una idea que propuso de inmediato a su mujer:

- Cielo - la dijo - Te propongo que vayamos de excursión, tú y yo, solos, los dos.
- Pero ¿ qué dices ? Están los niños
- Lo sé.  No me he olvidado de ellos.  Diremos a Mathilda  que les cuide mientras nosotros nos regalamos algunas horas.  Quiero estar contigo, deseo a mi mujer y quiero estar con ella, sin  tener que estar pendiente de algún niño.  Recobremos nuestra intimidad.  Ya es hora


Y Liliana comprendió que ella también lo deseaba, y organizó todo de forma que pudieran tener unas tres horas para ellos solos.  No sabía lo que pensaba su marido, pero sea lo que fuere lo haría junto a él.  Y se montaron en la Vespa y llegaron a Amalfi, y después hasta la playa oculta que permanecía vacía, ya que sus descubridores estaban repartidos por el mundo; sólo quedaban ellos.  Sólo estaban ellos.  La primera vez que conoció aquél rincón paradisíaco, los chicos se desnudaron, pues en esta ocasión, harían lo mismo, pero sólo ellos dos.  Sólos como Adan y Eva en el paraiso.

Se bañaron desnudos, sintiendo la libertad en sus cuerpos y la caricia del sol en su piel. Y tumbados en la arena se amaron una y otra vez, besándose, acariciándose, siendo nuevamente uno del otro. Y volvieron a ser ellos mismos, como si el tiempo se hubiera detenido en aquella noche, en aquel apartamento pequeño de Pienza, sólo que ahora estaban juntos de por vida, y desnudos en una playa vacía, junto al mar Tirreno.  Y rieron durante todo el camino de regreso a casa.  De nuevo volverían a su tarea diaria como padres, pero al menos habían tenido unas pocas horas para ellos solos para vivir su amor en profundidad.


                                                                F    I    N

Autora:  1996rosafermu
Edición:         Enero de 2018
Ilustraciones:  Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS        

sábado, 24 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 24 - Por encima de todo

Todo estaba dispuesto para el alumbramiento. Estaba nerviosa,. Arthur estaba en su país y ella se sentía insegura cuando estaba lejos de él.  Procuraba que Lili no se diera cuenta de su ansiedad. Sólo deseaba que los días pasasen y su marido estuviera junto a ella.  No sólo la intranquilizaba la hora del parto, que esta vez sería diferente , no estaría sola como en el primero:  le tendría  a su lado.  Sólo esperaba que no se adelantara  y le diera tiempo a cumplir con los compromisos y regresara. a casa.

La misma ansiedad que ella sentía, la experimentaba Arthur.  No le gustaba haberlas dejado solas, en este preciso momento, tan crucial como sería el nacimiento del hijo ansiado y deseado.  La niña vino de rebote, pero éste fue planeado con toda intención, pero no por ello Lili era menos amada.  Sentía una especial conexión con ella, precisamente por haberse perdido los mejores años de la infancia de su hija. ¿ Significaba eso que la amaba más? No, simplemente que fue un regalo inesperado, pero amaba al que venía en camino con todas sus fuerzas porque ambos habían sido fruto del amor y porque ambos eran  parte de ellos mismos.

Sólo le quedaban dos días de permanencia  en Dublín; para el fin de semana estaría en casa, porque si, ahora Pienza era su casa.  Allí había formado su familia, sus hijos, su hogar.  Allí le esperaba el amor de su vida.  Deseaba estrecharla entre sus brazos.  Si alguien le hubiera dicho que perdería la cabeza por una mujer que no fuera Mildred, no le hubiera creído.  Y sin embargo era así, y la otra mujer había quedado como una simple anécdota.  Liliana le había dado todo, además de su amor, y él la correspondía de la misma forma.  Ya no podrían estar separados nunca.

Ese miércoles tenía firma en una librería del centro de Dublin.  En el escaparate se exhibía un retrato del escritor, además del libro y varias fotografías enmarcadas de pasajes relatados en el mismo.  Fotografías sobradamente conocidas por él, ya que le eran cotidianas, pero le hacían recordar que eran sus calles, sus casas, su hogar, su familia...  Lo eran todo.  Sonrió al verlas y entró en el establecimiento dispuesto a cumplir con el ritual de siempre, sobradamente conocido por él.

Se sentó ante la mesa preparada a tal efecto, y a su lado el anaquel exponiendo un gran retrato de la fachada de la casa de Liliana junto al suyo propio.  Había querido que fuera así, le pareció que al hacerlo, ella estaba a su lado.

Y comenzaron a entrar los lectores.  Unos con el libro ya comprado con anterioridad y otros adquiriendolo en ese momento,  y con su mejor sonrisa, atendía a todos y cada uno de ellos, a los que dedicaba alguna frase cariñosa, , y a veces,  el nombre  de otra persona  que no estaba presente pero que recibiría ese ejemplar de especial valor por haber sido dedicado personalmente por el autor.

Entre ellos, se le acercó una mujer sobradamente conocida por él, pero que al verla no le produjo ninguna especial sensación.  Había perdido el interés por ella que en otro momento sintiera y que fuera la causa, precisamente, de ese viaje a La Toscana.  En una fracción de segundo, al mirarla, pensó que el destino fue quién quiso ponerle en el camino correcto y que su felicidad estaba a miles de kilómetros de Irlanda, con una mujer sencilla y no con una sofisticada promesa de periodista de una revista de cotilleos del corazón.

- ¡ Mildred ! ¡ Cuánto tiempo !  Es una locura lo veloz que pasan los meses... los años. ¿ Cómo estás ?
- Bien, Arthur ¿ y tú ?  Te veo maravillosamente bien.  Observo que llevas un anillo muy especial
- Y observas bien.  Estoy felizmente casado.  Soy padre de una preciosa niña y otro que está por llegar. Pero si quieres, espera que termine la firma y te invito a cenar., y así hablamos.

Y así lo hicieron. Cenaron en un elegante restaurante y contaron lo que había sido de sus vidas durante tantos años.  Supo que ella se había casado con el chico por el que le dejó, pero que su matrimonio había sido un fiasco.  Que después tuvo otro novio que tampoco llegó a buen puerto y ahora tenía algún que otro pretendiente esporádico.  Seguía como reportera sin haber ascendido ningún peldaño en su trabajo.

Las insinuaciones de ella hacia él, fueron constantes, pero Arthur se hacía el desentendido. Amaba por encima de todo a su mujer y no la sería infiel ni por ella ni por ninguna otra.  Era plenamente feliz.  Adoraba a su familia y no perdería todo eso por un encuentro casual a olvidar a la mañana siguiente.  A pesar de que ella seguía en sus trece, creyó hablarle claramente rechazándola de plano:

- Eres una mujer preciosa.  Importante en una etapa de mi vida.  Lo pasé mal cuando me abandonaste, ,pero al mismo tiempo, y sin saberlo, me hiciste el mejor regalo de mi vida: conocer a mi mujer.  La amo tan profundamente que estos días separado de ella me producen dolor. Con ello quiero decirte, que por encima de todo está ella y mis hijos.  Siento ser tan crudo, pero ni por tí ni por nadie, lo echaría a perder.  Soy absoluta y rotundamente feliz.  Mi matrimonio me ha dado estabilidad, además de amor y una familia maravillosa.  No quiero herir tu amor propio, pero ya no te amo, Mildred.  Hace mucho tiempo que dejé de amarte, y fue en el preciso instante en que la conocí.  Así que ...  Te llevaré a casa - dijo, cortando la conversación y los deseos de Mildred.

Aquella noche, al hablar con Liliana, la contó todo lo vivido con Mildred.  No guardaba ningún secreto para ella, y en su momento supo, el dolor que le produjo el abandono de esa mujer.  Ella le escuchaba atenta sin decir nada, mientras fingía no dar importancia a la cena y la conversación mantenida con su ex novia.  Sabía que  decía la verdad, que no significaba nada para él, y que cuando la susurraba que la quería y que estaba deseando llegar a casa, era cierto, pero su fibra  la pellizcaba en el corazón haciendo brotar,  sin querer,  los celos.

Se miró en el espejo y contempló su figura acariciando su vientre descomunal, ya algo caído.  Estaba horrible, pero su vientre era precisamente la prueba palpable de una gran noche de amor.  De ese amor que Arthur sentía por ella.   Y de repente se sintió feliz y contenta, porque su marido la amaba y estaba deseoso de abrazarla y susurrarla al oído hermosas palabras de amor.  Esas palabras que sólo ella le inspiraba.  Sintió que su corazón se ensanchaba y que la emoción llegaba hasta su garganta.

Tenía que expresar esas sensaciones que sentía.  Se puso una bata y se dirigió a su secreter y extrajo un papel y comenzó a escribir.  Era la carta del presente día, y en ella anotaría todo lo que estaba sintiendo por su marido, aunque nunca él la leyera, pero era su forma de decirle cuánto le amaba y cuánto le necesitaba. Y comenzó a volcar  su corazón en unos renglones que decían así:



< Al amor de mi vida:

Ya no eres un desconocido, muy al contrario te conozco muy bien, porque durante todo el tiempo que llevamos juntos, nuestro amor, mi amor, ha ido tomando forma y creciendo, creciendo y anidándose dentro de mi.  Hoy, cuando está a punto de venir al mundo una muestra de ese amor, me has vuelto a regalar tu sinceridad y yo te he escuchado con miedo a que me dijeras que algo, dentro de tí, había vibrado de nuevo al encontrarte con ella.  Con la mujer que te enamoró y por la que tanto sufriste.
Tengo miedo de perderte.  De no ser lo suficientemente atractiva para no seguir enamorado de mi.  Trato de alejar esos pensamientos que me hacen daño, pero es que mi amor es tan grande hacia ti, que me sentiría perdida sin él. Porque por tí respiro, lloro, canto, río...  por ti vivo.  No quiero ni pensar si alguna vez dejaras de amarme, porque no sería nadie, ni persona, ni objeto, ni nada; sólo una sombra deambulando por la vida.
Porque no sé cómo demostrarte lo imprescindible que has sido siempre para mi.  La fuerza que me diste en circunstancias difíciles cuando ignoraba lo que iba a ser de mi vida. Y seguí adelante, no por mí, sino por la persona que sembraste en mí y que era parte tuya y mía, de ambos.  Y ella era mi consuelo al recordar el momento en que nos pertenecimos el uno al otro.  Y sigo perteneciendote, y será de por vida, porque tu amor fue el primero y el único.
Te quiero, esposo mio.  Sé que tú me correspondes de igual manera, por eso es que tenemos un hogar feliz y nuestros hijos lo serán también.  Me siento vulnerable cuando no estás a mi lado, porque  eres mi fuerza, eres mi razón de vivir, lo eres todo: mi aire, mi sol, mi luz... mi amor único y verdadero.
Te querré siempre y para siempre, por encima de todo.  Y si algún día decidieras que ya no me amas, te seguiría queriendo igual, porque este amor forma parte de mi fibra y no sería yo, si no te quisiera.
Te amo:  Liliana >.


Dobló el papel,  la metió en un sobre, y la puso junto a las otras que atadas con un lazo celeste, se apilaban en uno de los cajones de su secreter.  Después depositó un  suave beso en ellas, y se metió en la cama con un sentimiento de melancolía, de ausencia de su otra mitad.  Cuando Arthur regresase, le diría que no deseaba que sus cartas fuesen publicadas ni ninguna otra creación suya.  Tenía una familia de la que ocuparse, y que las cartas redactadas a modo de diario, eran sólo para él.  Eran sus vivencias y deseaba que permanecieran guardadas    Acarició la almohada de Arthur y se quedó dormida.


viernes, 23 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 23 - Una charla con Lili

Después de la boda y el corto viaje de luna de miel, se establecieron en el caserón de los viñedos.  Allí Arthur montó su estudio mientras Liliana se dedicaba por entero a sus experimentos.  Gracias a la venta de las casas de ella, habían podido reforzar el viñedo y también a una aportación económica de Arthur.

Liliana estaba entusiasmada.  Por fin había logrado unos ingertos y por tanto un vino que en nada tenía que envidiar a los más selectoS caldos franceses.  Lo patentaría y lo distribuiría por los mejores restaurantes de la zona.

- Lo he conseguido, papa - decía mentalmente a su padre.

Pero en realidad lo había hecho gracias a la estabilidad de su vida.  Ambos lo habían conseguido: Arthur tenía el borrador de una futura novela a punto de encajar.. No quería separarse ni un minuto de su familia, y dado que el caserón era muy grande, habilitaron una zona como vivienda y allí montó su estudio, en la paz del campo en el que sólo se escuchaban los pájaros.  Lili había comenzado el colegio y todo marchaba bien, olvidando poco a poco los malos momentos vividos.  Eran felices y se amaban; tenían la complicidad más absoluta.  Durante ese tiempo, habían viajado de nuevo a Dublín para que Arthur pusiera al día su trabajo con la editorial, pero tanto Liliana como la niña, viajaron con él. Fueron a penas unos días, pero las necesitaba a su lado. No quería separarse de ellas. Padre e hija se adaptaron perfectamente el uno al otro y los tres formaron una familia feliz y encantadora.

Cada noche, antes de dormir y después de arropar a la pequeña, Arthur narraba a su mujer lo que había escrito durante el día, y ella le refería cómo iba todo en el viñedo.  Después se abrazaban y tenían su conexión íntima antes de que el sueño les invadiera.  Y poco a poco, la vida tomaba su pulso y los malos ratos quedaron en la distancia y a penas los recordaban.

Les parecía imposible gozar de tanta serenidad y armonía.  Liliana realizó su primer sueño: comercializar el vino dedicado a la memoria de su padre con denominación de origen " Bianco ". Tenía por ayudante, el mismo que tuvo su padre, de total confianza de ella, y que además de un gran entendido en vinos, le aconsejaba y orientaba.  Descargó  en buena parte su trabajo en él y de esta forma tenía más tiempo libre para dedicarlo a su otra pasión: la literatura, que bajo la tutela de Arthur se atrevía con una nueva novela.  Ahora tenía más experiencia de la vida y a un maestro extraordinario a su lado.  No sería un relato como fueron los primeros para jovencitas de pocos años.  Esta sería profunda, con sus propias experiencias y volcando en ellas toda la profunda gratitud que debía a su marido, por el gran amor que sentía hacia ellas, hacia su familia y su hogar.


No la importaba fuera publicada o no. Quería que quedase constancia de una parte de su vida desde que se conocieron, para que él siempre supiera que le había amado desde el mismo instante que le tuvo delante  Y recobró la escritura de esas cartas, pero en esta ocasión todas llevaban un destinatario: Arthur. no las publicaría, pero sí las guardaría todas y las escribiría a diario  El había sido su inspiración desde que le conociera y a él, en secreto se las dedicaba.  Y en secreto, Arthur volvió a enviar los manuscritos de antaño para que fueran publicados.  Sería su sorpresa y regalo de aniversario.  Hacía un año que se habían convertido en esposos.  Aquella noche, Arthur hizo una petición a su mujer

- No tomes las pastillas. Quiero tener otro hijo

Ella se le quedó mirando y sonrió, con esa sonrisa que le enamoró cuando la vio en Facebbok.  Se inclinó sobre él, besandole suavemente  y le dijo:

- Amor, hace días que ya no las tomo.  Yo también deseo que seamos padres.  Ahora toca esperar

Y se amaban noche tras noche, y por la mañana al despertar y no pasaron muchos días hasta que consiguieron su objetivo.  Y ese día hubo fiesta en el matrimonio por todo lo alto.  Y la pequeña Lili, no entendía cómo sus padres estaban tan contentos y reian y jugaban tanto.

La niña iba creciendo y comenzaba a hacer preguntas pidiendo sin querer una respuesta a ellas.  Había llegado el momento de aclarar ciertas cosas de la mejor manera posible, para que su mente infantil comprendiera exactamente y sin dañarla lo que había pasado en la vida de sus padres.
Sentados uno junto al otro y con la niña sentada en sus rodillas, Arthur tragó saliva y procuró contar a su hija que Guido ea un amigo que cuidaba de ellas mientras él estaba de viaje. Pero que su papá siempre había sido él.  Y quedó sorprendido cuando la niña le respondió:

- Ya lo sabía.  Mamá me lo dijo, pero quería saber si Guido era mi tio.  El me dijo que le llamara así

Arthur exhaló un suspiro de alivio, y apretó la mano de Liliana sonriéndola.  Le agradecía desde el fondo de su alma, que hubiera dicho a la niña que tenía un padre y que pronto vendría a reunirse con ellas.  Y todo fue sencillo, porque en la imaginación de la niña, lo asoció todo sin hacer preguntas y lo aceptó tal cual se lo habían contado.

Abrazados antes de dormir, Arthur miro a Liliana y dándola el beso de buenas noches, simplemente la dijo:  "  Gracias ".  Ella supo a lo que se refería y le respondió

-No la mentí: su padre estaba de viaje.  Era demasiado pequeña para que conociera toda la verdad, así que la dije que regresarías pronto y que mientras el tio Guido cuidaría de nosotras.  Después os encontrasteis en la feria  y todo lo demás ya lo sabes.  Su fantasía infantil no se preguntó más.  Sólo que su papa había vuelto, por eso se abrazó a nosotros el día que te encontré en la carretera.  Para ella es lo más natural del mundo, y así ha de ser para nosotros también.  Hemos dejado atrás muchas cosas que nos hacían daño.  Otorguemos el perdón y vivamos la vida como nos ha tocado vivirla; agarrémosla con ambas manos, fuerte, para que no vuelva a escaparse.

Acarició la mejilla de su marido, le besó y se acurrucó en su pecho para dormir.

Y pasó el tiempo y tuvieron ese hijo tan deseado. Arthur publicó su nueva novela que tituló < Viaje a La Toscana >. Y fue un libro de viaje en el que mezcló experiencias vividas con anécdotas y paisajes de aquella bellísima zona italiana. Con fotografías que él mismo hizo a su paso por allí, la primera vez que lo visitó, hacía ya tantos años, y que cambió el curso de su vida.  Y la fachada de la casa de Liliana, en donde comenzó su propia historia, fue conocida  por quienes compraban el libro Introdujo romances de por medio, basados en sus vivencias, y dio nombre a unos personajes mitad ficticios, y mitad reales.

Tuvo un éxito arrollador porque su lectura era amena y conectaba perfectamente con los lectores,, en una mezcla que enganchaba desde el principio. .Como es natural en la introducción explicó que no era real, aunque los lugares existían en verdad.  Pero en la novela, estaban reflejados todos los protagonistas que habían vivido, con otros nombres, pero estaban presentes en ella.  Así Guido volvió a tomar vida, aunque se llamara Filippo, y el mismo autor se llamó Peter y su amada Teresa.  Todo estaba disfrazado, pero todo era real..

Y de nuevo tuvo que desplazarse a Dublín para la presentación del libro que había agotado una primera edición.  Pero ésta vez debía ir solo, ya que Liliana estaba cercana a dar a luz, y no se atrevió a viajar.  Arthur hubiera querido  que le acompañara, pero también comprendió que sería arriesgado y optó por conformarse con ir en solitario.

jueves, 22 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 22 - Una página en blanco

El contacto de su mano sobre el brazo, le daba escalofríos.  Hacía mucho tiempo que no sentía su tacto.  Se paró en seco y se miraron a los ojos profundamente. La angustia atenazaba su garganta y Liliana se daba cuenta de ello.  Y pensó que le había dicho la verdad, que había hablado con el corazón en la mano.  Que un cúmulo de mentiras y de circunstancias adversas les había separado, pero que siempre, aunque a distancia, habían pertenecido uno al otro.  Y que él estaba allí por ella. Y que el destino tenía una manera curiosa de indicarles el camino y que a pesar de la separación, del tiempo transcurrido,  de los sucesos dolorosos vividos, estaban destinados a unirse, a volver a encontrarse. Y que su hija les uniría aún más.  Que todo lo perdonaría, incluso a Guido por el mal comportamiento que tuvo con ellos, y que fue,  en parte,  causante  de los sufrimientos ocasionados, porque estaba segura que, aunque algunos sucesos acaecidos fueran inevitables, si hubieran estado juntos, los hubieran llevado mejor, porque se sostendrían uno al otro.

¿ Qué había sido de él durante tanto tiempo desaparecido ? ¿ Por qué se alejo sin dejar rastro? Y lo supo de inmediato.  Bastó contemplar su rostro y el ríctus de dolor que tenía para conocer que sólo deseaba alejarse de ella, porque su amor era tan grande que le producía un dolor que no sabía cómo aplacar.   Había perdonado lo que Guido la contó, pero nunca la dijo la verdad, sino que él se había dado a la buena vida., olvidándose de ella y del bebe que había engendrado.


 A un tiempo, Arthur pensaba algo parecido a lo que sentía ella.


 ¿ Por qué no atendió sus llamadas ? ¿ Por qué no le confesó la verdad antes de escuchar otras voces que lo cambiaron todo?  Se hacía mil y un reproches:  también ella había contribuido a la confusión,.  Pero no esperaba que aquel amigo fiel, les mintiera para separarles.

A pesar de que Guido la pidiera en matrimonio y la prometiera reconocer a su hija, siempre se negó a una cosa y a otra. Su hija tenía un padre y aunque él lo hubiera ignorado, seguía siendo su padre. Y referente al matrimonio, le repitió una vez más que le quería como a un hermano, pero nada más.  Que su corazón siempre pertenecería a Arthur y no deseaba hacer otra cosa, aunque él la hubiese olvidado.

Pero ahora sabía que nunca había sido así, que la amaba y que estaba allí dispuesto a quedarse a su lado.  Y que la vida les brindó la oportunidad que los hombres les habían negado: el encuentro a través de su hija.  Y ahora sabía que el haberse extraviado en la feria no había sido casual, sino que alguien invisible había movido unos hilos ignorados para reunirles de nuevo.

Y ahora estaba ahí delante de ella, a punto de saltárseles las lágrimas porque la sentía perdida, aunque no era así, sino que su amor se ensanchaba cada día más.  Que le había recordado especialmente en sus momentos más trágicos y que le necesitaba tener cerca, en donde fuera y como fuera. Y que quería consolarle, abrazarle y hacerle perder esa angustia sentida.

Y al detenerse, frente al caserón,. ella adelantó sus brazos hacia él y le estrechó contra su pecho murmurando unas palabras siempre deseadas y no escuchadas durante tanto tiempo:

- Arthur, te amo y siempre te amaré. Estés a mi lado o ausente.  Conmigo o sin mí.  Siempre seré tuya, siempre te perteneceré.  -  Y besó sus labios y se fundieron en el abrazo, en el beso y en su llanto.  Se abría una nueva vida para ellos.

  De la casa salió un torbellino corriendo y seguido por una mujer de edad mediana que la llamaba a gritos:

-Lili, Lili, ven aquí

Pero Lili no escuchaba, sino que corría con sus brazos abiertos, que cerró tratando de abarcar las piernas de sus padres que se fundían en un interminable abrazo.

Todo había sido posible, todo ocurrió sin darse cuenta, pero ahí estaban juntos de nuevo y entre ellos su hija.  Ninguno de los dos podía creer en la forma en que todo había sucedido, pero el resultado era patente.  Seguían amándose y no habría fuerza en el mundo que lo pudiera impedir.  Sólo faltaba una larga charla de ellos dos, a solas, para encajar todas las fichas y regularizar su situación.  Ambos pensaban, sin decirlo en una misma cosa: se unirían ante Dios y ante los hombres..

Sentados a la mesa, los tres, cenaban tranquilamente riendo las ocurrencias de la niña que no paraba de hablar. Cuando ella se acostase, sería el momento en que ellos hablaran de todo cuanto habían vivido mientras estuvieron separados.  Y a solas, uno junto al otro, se fueron relatando todo lo acontecido en todos esos años.  Liliana no salía de su asombro al conocer la versión que él la daba tan distinta a como lo había contado Guido.  Le habló de la carta, su mayor prueba, pero no se la enseñaría, algo que ella le pidió insistentemente:

- Déjalo estar. Hemos aclarado todo, y eso es lo que importa. El ha muerto y debemos perdonarle para que descanse en paz.
- Si todo eso está bien, pero quiero leer esa carta, y pedirte perdón también yo, porque te traté mal y no debí hacerlo.
-Es hora de olvidar y comenzar una nueva vida. Y ahora dime cómo va la bodega, tus escritos..., todo.  Quiero que me cuentes todo.
- La bodega me está costando mucho  sacarla adelante, pero debo hacerlo por mi padre y lo conseguiré. Los escritos, los arrinconé: no te tenido tiempo de sentarme a escribir con todo lo que ha pasado.

- Comprendo.  Quiero ayudarte con el viñedo.  ¿ qué necesitas?
- No necesito nada. El banco me concedió un crédito y confío que para el año próximo todo estará listo para la venta
- Muy bien.  Insisto: quiero ayudarte y lo haré. Cancelaremos lo que quede del crédito y de esta forma te será más fácil el negocio.  Tendrás más tiempo para dedicarte a tu otra pasión. Estaré a tu lado y serás de gran ayuda para mi.  Te nombro mi correctora oficial - Ambos rieron, pero Liliana no aceptó la ayuda monetaria, lo que originó una pequeña discusión que solventaron llegando a un acuerdo.

Arthur debía regresar a Dublin para poner al día  la editorial y recoger los beneficios producidos de todos los años  durante su ausencia.  Era un buen pellizco de dinero que destinaría íntegro  a los proyectos de Liliana.  Comenzaban a llegar las ideas a su cabeza y volvería a escribir cuando hubieran solucionado los trámites de su boda.  Y regresó a Pienza, y aunque sólo había faltado unos pocos días, a ambos, les pareció que hacía un siglo que estaban separados.

Y al cabo de un tiempo se casaron e hicieron una pequeña escapada a Venecia. Esa hermosa ciudad que dejó para otro momento  en visitarla, cuando viajó por primera vez a Italia.  Era la ocasión perfecta y única para recorrer sus canales al lado de la que ya era su esposa..  Y siempre recordarían aquel encuentro fortuito en el que ambos supieron que estaban condenados a unir sus vidas para siempre.  Aquel camino directo a la gloria de amar y saberse amado, olvidando todos los rencores y desafíos a los que habían tenido que hacer frente.  Se abría un nuevo capítulo en sus vidas.  A escribir esas páginas que permanecían en blanco  a la espera de llenar sus renglones día a día, minuto a minuto.

miércoles, 21 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 21 - Más fuerte que yo

Y viajó de nuevo a Nápoles al bufete de los abogados  Palmieri.  En su cartera llevaba la carta escrita por Guido.  Quería reconocer a esa niña.  Mientras viajaba recordó la carita de su hija y analizó detenidamente todos los rasgos de su fisonomía.  Tenía el cabello castaño con reflejos cobrizos,   que al sol parecían casi dorados, al igual que él. Se le hacían dos hoyuelos en las mejillas cada vez que sonreía: él lo tenía en su barbilla. El rizado del pelo era como el de su madre; al verlas juntas, la pequeña era una réplica exacta de Liliana. ¿ Por qué Guido mintió a ambos? El era un buen hombre  ¿por qué motivo procedió tan cruelmente contra ellos?  Bien es sabido que por amor se pueden hacer locuras, y sin duda él las hizo, sin medir las consecuencias que ello pudiera tener, sin  darse cuenta de que a quién dañaba era a ella.

Ante los abogados, les mostró la carta que recibiera en su día por su mediación.  Les explicó todo lo acontecido detalladamente y expresó que deseaba disfrutar de su hija al máximo, pero sin herir a la madre, y que sobretodo, quería que tuviera sus apellidos que, por derecho, la pertenecían.

- Nos pondremos en contacto con la señora explicando lo que desea. Recibirá noticias en breve, no se preocupe.

Dejó su dirección y salió del bufete.  regresaría a Pienza.  Seguía sin conocer el domicilio de ella.  Deseaba volverlas a ver.  Tratar de suavizar la situación.  No era posible que le odiara; el propio Guido le había manifestado que le amaba.  No quería litigios.  Sólo quería vivir con ellas, pero si esto no fuera posible, al menos tener armonía por el bien de la criatura de la que ni siquiera sabía como se llamaba.  Era una crueldad, pero no podía culpar a la madre, y comprendía que habían pasado muchas cosas  en su vida, en un corto espacio de tiempo, y que necesariamente tenía que estar dolida por todo ello.  Había confiado plenamente en alguien que la había traicionado y había destruido su amor y sus esperanzas de ser feliz, Pero no había sido él, sino  otra persona quién  había permanecido a su lado como un ángel guardíán, cuando en realidad era el autor de esa decepción.  Pero Guido había muerto, había pedido perdón .  Debía descansar en paz; ya nada podía hacerse por remediar lo ocurrido.    Pero en su carta decía que ella le había perdonado, pero en realidad le perdonó algo que ignoraba.  No se lo recriminaría.  No deseaba causarle mayor decepción de la que ya sentía.  No le enseñaría la carta que le había escrito explicando todo lo que había hecho.  Pero había omitido la existencia de su hija  ¿por qué ? Si estaba confesando que era el autor de la separación ¿ por qué no decirle que era padre?  Daría cualquier cosa por tenerle delante y expresar todas las dudas que ahora asaltaban su cabeza, pero que nadie respondería, porque sólo una persona podría hacerlo y ya no estaba.

Alquiló un coche, y quiso salir de su casa. Estando en ella  no dejaba de pensar y pensar. Tampoco podía escribir.  De esta forma,  sin rumbo fijo tomo la carretera y llegó hasta Amalfi. Con un poco de suerte quizá pudiera localizar a algunos de los amigos de aquel entonces.  Pero no vio a nadie, y por el dueño del restaurante en el que solían comer, supo que algunos de ellos vivian en Siena, otros se establecieron en Roma al casarse,  y otros habían emigrado a Estados Unidos.  Todos se habían dispersado, y también supo, que Liliana no había vuelto por Amalfi desde hacía mucho tiempo y que Guido se había trasladado a Pienza, ignorando si al fin se habían casado. Que supo de su muerte y que estaba enterrado en Amalfi, en el panteón familiar.

Al llegar a este punto  el hombre lamentó su muerte y lo rápido de su enfermedad y desenlace..
Comió allí mismo, evocando mientras lo hacía, lo distintas que habían sido las comidas de otro tiempo a su regreso de aquella playa de la que sólo ellos conocían su existencia.  Ahora se daba cuenta de los días alegres y felices que vivieron entonces, tan ajenos al destino que cada uno de ellos tendría tiempo después.  Cuando hubo terminado de comer, emprendió el regreso a Pienza, con un regusto agridulce por todas las evocaciones.

Y recordó sus primeras vivencias en Facebook con ella, cuando le recomendó que aprendiera a vivir. Sin saber que el vivir, traía consigo cientos de preocupaciones, pérdidas que te marcarían, sinsabores y mil cosas mas. Si ésto significaba vivir, dudaba de que mereciera la pena hacerlo.  Se sentía deprimido y derrotado.  Todas sus esperanzas, sus deseos de estar con ella, de vivir allí, en esa tierra extraña para él, habían sido un espejismo, porque todo estaba basado en ella, y Liliana no quería ni verle. Pero ahora tenía una conexión con ella, más fuerte: una niña.  Una hija que nada sabía de su padre, y que seguramente creería que era aquél que desapareció de su vida de la noche a la mañana, sin darse cuenta de que aquella persona que la mimaba y protegía se había ido para siempre.

Suponía que su madre le habría explicado lo que significaba aquella ausencia, pero era seguro que nada le hablaría de su verdadero padre, del que  no conocía ni su nombre, del que nunca había estado a su lado, y del que ignoraba que le tenía muy cerca pero muy lejos al mismo tiempo.

Miraba la carretera sin verla.  El desánimo hizo presa en él, y pensó que lo único que le retenía allí era aquella hija ignorada, pero que si se alejaba ahora, la perdería para siempre.  Debía hacerse a la idea, de que su vida, en el futuro así sería:  peleando por estar con ella.  Y ese cúmulo de sentimientos le causaban mucha tristeza.  Había depositado todas sus esperanzas en aquel lugar de la tierra, y sin embargo ahora le era hostil por la negación de una mujer.  Quizá si no hubiera estado tanto tiempo fuera, hubiera arreglado algo la situación.  No debió tirar la toalla.  Debió viajar a Italia sin hacer caso de lo que Guido le dijera, que estaba visto y comprobado que tenía una intención para nada favorable a su relación.

Estaba cansado, desorientado y sin saber qué hacer, porque hiciera lo que hiciera, siempre saldría perdiendo.  La cara despectiva de Liliana recriminándole su abandono, le hacía daño en lo más profundo, porque siempre trató de estar cerca de ella.  Lo hubiera dejado todo, pero no le dio ninguna oportunidad.  Ella también había sido perdedora, porque sabía,  que en un tiempo le quiso, pero ahora el rencor la dominaba y mató con ello la débil esperanza que tenía de solucionar todo y, al menos, partir de cero y volver a vivir el amor que un día les unió.


Aguardaría hasta saber la respuesta de los abogados y sus derechos sobre esa criatura preciosa que auxilió sin saber que llevaba su misma sangre.  No tenía la más mínima duda de que era su hija, y se lo confirmó la actuación de Guido por conseguir a Liliana, y la aseveración de ella de que nunca llegó a casarse con él.  Cuando todo estuviera arreglado, posiblemente volvería  a Dublín.  Según terminara todo así sería su decisión.

Iba sin ver el paisaje que se abría ante sus ojos, y por primera vez, se fijó en él.  A cada lado de la carretera se extendía un viñedo con un caserón al fondo.  Era impresionantemente bello, y recordó que era enologa y que trabajaba con su padre.  Pero al morir éste, ¿ qué habría hecho ? ¿  vendería la propiedad?  Además de escribir,  su pasión era trabajar en conseguir un vino  reserva y a ello dedicaba tiempo y esfuerzo ¿ Qué habrá sido de todos aquellos proyectos ?  También ella había perdido tiempo e ilusiones.  No podía hacerla pasar por el trámite de perder a su hija también. Cuando regresó a Italia, tenía en mente guiarla en su escritura , orientarla en una mejor creación de sus novelas.  Pero ni siquiera habían hablado de ello, ni de nada, porque a penas habían cruzado unas pocas palabras, y ellas habían sido de reproches.

No tenía más alternativa que quedarse a vivir en Italia si quería tener a la pequeña.  El amor es también sacrificio y renuncia, y él por Liliana y su hija, estaba dispuesto a ello.  Se encerraría en su casa y trataría de retomar su vida.  Estaba visto que él no había nacido para el amor.  Primero fue Mildred y cuando creía que había encontrado el amor de su vida, también le abandona.


Estaba hundido moralmente.  Paró el coche a un lado y puso su cabeza sobre el volante ¿ por qué había tomado esa carretera ? . No le llevaba a ninguna parte.  Una gran congoja le atenazaba el pecho, hasta que una voz sobradamente conocida le hizo levantar la cabeza

- ¿ Qué haces aquí ?

Ante sus ojos acuosos, estaba un rostro amado que le miraba extrañamente.  Se miraron los dos, y él salió del coche respondiendo a su pregunta

- No lo sé.  Iba de regreso a casa y no presté atención a las indicaciones.  Creo que me he confundido de camino.  Pero ya me voy. ¿ Es aquí donde vives?
- Anda, entra en casa - le dijo, agarrándole de un brazo.

martes, 20 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 20 - La feria

¿ Sería día de fiesta?  En la plaza había un gran ir y venir de operarios que montaban tenderetes.  El día del santo patrón San Lucchese. Un templete grande y otros más pequeños Habría una orquesta y bebidas y chucherías para los más pequeños.  Los comercios de alrededor estaban cerrados, por lo que no pudo alquilar un coche que le llevase hasta Amalfi.  Hoy era  día de fiesta y todos estaban dispuestos a pasárselo bien.

Contrariado y sin saber lo que hacer, salió del laberinto de operarios que diligentemente montaban los puestos para que todo estuviese dispuesto para la hora de la misa a celebrar en la catedral.  Salió de allí mascullando no se sabe qué.  Pareciera que todo se le ponía en contra. Y recordó que ella iba en Vespa , y comprendió porqué ese medio de transporte es útil en lugares como aquél.

No había ninguna cara conocida, al menos él no recordaba a ninguno de ellos. Pensó que serían todos forasteros, que como los feriantes iban de fiesta en fiesta para ganarse la vida.  Harto de dar vueltas, decidió recluirse en casa hasta que pasara todo el alboroto.  Asomado a uno de los balcones , veía pasar a grupos de gentes que se dirigían a misa y a presenciar la procesión de San Lucchese.  En sus rostros estaba reflejada la alegría que sentían por la festividad.

Estaba inquieto. Posiblemente por la contrariedad que había sufrido al no poder seguir con sus pesquisas, pero no podía hacer otra cosa más que esperar al día siguiente en que la normalidad hubiese vuelto a las calles de Pienza.  Por lo menos los restaurantes y bares permanecían abiertos, ya que desde las localidades vecinas, venían para disfrutar del jolgorio.  Decidió salir y comer algo fuera de casa; al mismo tiempo le serviría de distracción y se le haría más corto el tiempo.

Se sorprendió al llegar a la plaza y verla llena de gente que reía y brindaba. En una de las calles, habían instalado un Tio Vivo para los más pequeños, que felices mirando a sus padres, agitaban la pequeña campanilla que llevaban en su atracción.  Sonrió al ver cómo los niños participaban también de la fiesta.

Al cabo de un rato abandonó el lugar y decidió entrar en uno de los bares.  A pesar de ser Abril, hacía un día hermoso de sol y hasta la temperatura era suave.  En su caminar chocó con una niña que lloraba desconsolada llamando a su mamá.  Tratando de hacerse entender, la preguntaba qué la ocurría, y al no cesar el llanto de la pequeña se dirigió con ella de la mano hacia el lugar en donde los carabinieri hacían guardia.  A penas había llegado cuando una mujer joven llorando llegaba hasta ellos y se abrazaba a la pequeña besando su rostro.

- ¡ Oh Dios mio, te he encontrado ! Qué susto me has dado.  No vuelvas a soltarte de mi mano ¿ me oyes ?

Arthur no podía articular palabra. ¡ Estaba allí, delante de él ! Y de golpe comprendió a lo que Guido se refería:  Liliana y su hija.  Ella ni siquiera levantó la cabeza, hasta que el carabinieri la indicó que había sido ese señor quién había llevado a la niña hasta ellos.  Entonces fue cuando le vio.  No podía creérselo. ¿ Que jugarreta del destino le guardaba otra vez ?  Con los ojos abiertos al máximo, Liliana no podía creer lo que estaba viendo. Ninguno de los dos tenía palabras para expresar lo que ocurría .  El policía les miraba sin entender lo que allí sucedía.  Fue Liliana quién cogiendo a su hija de la mano, agradeció al guardia el haberla protegido, y con un movimiento de cabeza hacia Arthur, comenzó a ir en la dirección opuesta a donde estaban.

Después de la primera reacción, Arthur dudaba de si le había reconocido. Salió tras ella e hizo que se detuviera lejos del barullo de la gente que disfrutaba de la feria

- ¿ Y te vas ? ¿ Así ?
-¿ Qué quieres que haga ? Te he dado las gracias por ayudar a mi hija
- ¿ Tú hija ?
- ¿ No lo sabías? Pues no son esas mis noticias.  Guido te lo anunció y tu respuesta fue que olvidara el tema.  Así que ya ves, he seguido tu consejo y he olvidado tu rostro
- Oye, oye ¿ qué estás diciendo?  No sabía que tuvieras una hija, ni Guido me dijo nada. ¿ Es cierto lo que estoy pensando ? Esa niña es...

Ella le miró frente a frente, retadora, poniendo en duda lo que la estaba diciendo. Aún quemaba su memoria las palabras de Guido refiriéndose a su encuentro en Dublín. Y así se lo hizo saber

- Eres frágil de memoria. Viajó hasta Dublin para decirte que me había quedado embarazada en aquella noche contigo, y que ni siquiera te diste por aludido. Que lo rechazaste de plano.  Ni siquiera tuviste el detalle de una llamada por teléfono.  Nada de nada.  ¿ Y ahora pretendes hacerte la víctima?
No tienes ni idea de lo que ha sido de nuestra vida.  Nunca te has interesado por nosotras, así que ahora, olvídate de mi.  Déjanos seguir viviendo. ¿ A qué has venido ?  Cómo has tenido el cinismo de volver aquí.  ¿ Has traído a tu mujer, tu novia, o lo que sea, contigo?
- ¡ Ya está bien ! - gritó Arthur sin entender nada de lo que estaba escuchando - No sabía que estabas embarazada, y mucho menos que habíamos tenido un hijo.  nadie me dijo nada, es más, lo único que supe es que os íbais a casar en el plazo de quince días.  Que me habías olvidado y que por tal motivo, la hostilidad que teníamos, él y yo, quedaba olvidada.  Nada más; puedes creerme
- Pues no te creo ni una palabra.  Qué objeto tenía aquel viaje si no era para decirte mi situación ?
- El casarse contigo.  Ese era el objeto
- Pues le salió mal, porque no lo hice.  Ni con él ni con nadie.  Pero gracias a él no me sentí tan sola. Dí a luz con la  compañía de los médicos y las enfermeras, cuando debieras haber sido tú quién estuviera a mi lado.  Fue él quién estuvo a mi lado día a día, mientras tú, seguramente, te corrías la gran juerga.

- Nada de eso, muy al contrario, pero eso ya no importa. Llevo tiempo buscándote.  Lo he dejado todo para estar a tu lado, pero ya veo que todo ha sido inútil.  Pero el no haberme hablado de la existencia de esta niña, ha sido la mayor crueldad, el mayor castigo que has podido darme, y, créeme no lo merezco.  Posiblemente algún día sabrás la verdad, pero ahora comprendo que ha sido  este encuentro bastante inesperado para ambos.  No te preocupes, no perturbaré tu vida, pero estaré cerca de mi hija. Eso al menos tenlo presente.  Lamento por lo que has pasado, pero no fue mi culpa y a él se lo expliqué. Te llamé varias veces, pero no atendías mi llamada.  Estuve en el extranjero todo este tiempo tratando de olvidarte, algo imposible como has podido comprobar.
Recibí una carta de un abogado que me entregó algo que Guido dejó para mi,  explicando todo lo pasado.  Pero no voy a  argumentar en mi defensa; probablemente llegará el día que sepas que ha jugado con los dos, y que no es hora de juzgarle porque no está aquí para defenderse.
Quiero que sepas, que, ahora con mayor motivo, me quedaré a vivir en Pienza, en la que fuera tu casa.  La he alquilado y ese será mi domicilio y que mi abogado será informado de lo acontecido para que emprenda las gestiones y darle mis apellidos y tener derecho a disfrutar de ella.  Creo que nosotros no tenemos más que hablar.

- ¿ Crees que me voy a quedar cruzada de brazos para que hagas y deshagas a tu antojo? ¿ Cómo justificarás que esta niña es tu hija?
- Con el ADN.  A estas alturas deberías saberlo

Y clavando sus ojos en ella dio media vuelta y se alejo de allí. No podía estar ni un minuto más junto a Liliana  y recibir unos reproches injustificados.  Destilaba odio por todos sus poros. Y en parte disculpó su proceder; había perdido todo cuanto tenía en muy poco tiempo y ahora le planteaba el compartir una hija de la que , hasta ese momento, ignoraba que existiera.  Una muchacha dulce que se había convertido en una leona defendiendo a su cachorro..


lunes, 19 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 19 - La carta

Y concertó la cita con los abogados y tuvo que desplazarse hasta Nápoles, pero no le importó. Iba esperanzado con la idea de que ellos le dieran el domicilio de Liliana.  De repente sentía la necesidad, no sólo de verla, sino también de justificarse ante ella.  Le pusieron al corriente  de todo  lo que ellos eran depositarios. Le entregaron un sobre cerrado que el fallecido les había encargado le fuera remitido, después de la lectura de su testamento.     Informado por los abogados de la inmobiliaria que llevaba el asunto, pensó en  alquilar el piso en el que había vivido Liliana.   Puesto que debía vivir en algún lado; mejor  allí que en un hotel.. .Y poca cosa más pudo averiguar.  .

Arthur salió del despacho de abogados igual que había entrado: sin saber nada de ella.  En su bolsillo llevaba el sobre que Guido pidió le fuera enviado.  ¿ Qué contenía aquella carta ?  Volvería de inmediato a Pienza .

 La que fuera la casa de Liliana, estaba situada en  una calle bonita llena de flores,  tranquila.  No se escuchaban más ruidos que la voz de algún chiquillo jugando en la calle y el canto de los pájaros.  Sería un buen lugar para vivir..

 Cerró el contrato para el alquiler y esa misma noche ya podría dormir en la que fuera casa de ella.  Se sentía más cerca de Lili en aquel lugar.  .  Todo estaba igual, con los mismos muebles, todo en orden.  Sonrió al evocar aquél día que tantas consecuencias tuvo en la vida de todos ellos,.

No se atrevía a abrir aquél sobre guardado en su chaqueta.  No se hacía idea de lo que hubiera en él, pero al mismo tiempo, deseaba hacerlo y averiguar lo que Guido le diría.

Estaba cansado después de estar todo el día haciendo trámites. Se tumbó en la cama y extrajo del sobre la carta que le entregaran los abogados.

< No sé cómo empezar esta carta. He de poner mi conciencia en claro antes de que mi cabeza se niegue a hacerlo. He de partir con la conciencia tranquila, y no sería así, si no hiciera la confesión que en estos momentos reflejo en este papel.
Seguramente te preguntarás  por qué no lo he hecho personalmente, pero todo ha sucedido muy rápido, tú estás no sé donde y mi tiempo se agota.  Por eso he de confesarme contigo y pedirte perdón por todo el daño que os he causado.>

< No debí mentirte, ni a ella tampoco.    Me aproveché de una circunstancia para tergiversar la historia a mi favor.  Mi propósito era conseguir a Liliana, y lo hice, pero nunca la tuve. Por mucho empeño que ella pusiera, yo sabía que era en tí en quién pensaba. Que fuí yo quién la metió ideas en tu contra en su cabeza, y fui yo quién te contó que te había olvidado.  Perdóname, te lo pido desde lo más profundo de mi arrepentimiento.  Fui un canalla que pensaba que todo sería más fácil, que te olvidaría.  Pero nunca creí que su amor fuera tan fiel.  Te quiso siempre.
Me queda poco tiempo y deseo morir en paz.  Entre lágrimas he obtenido su perdón, pero me falta el tuyo y según creo no llegará a tiempo de recibirlo.
Va a quedarse sola y por ello te pido, si es que volvéis a veros, que la ayudes.  No fue ella la que te dejó, sino el engaño que le conté y que creo comprenderás a qué me refiero cuando la veas.  Ignoro si esta carta llegará a tus manos algún día.  Si ocurriera, búscala y protégelas, si a las dos.
Me han detectado un tumor cerebral y va rápido, por eso no tengo tiempo de decirte todo esto en persona, porque nadie sabe tu paradero.
Sé que eres un buen hombre y la quieres, por eso te digo que luches por ella, para que vuelva a ser feliz porque sólo contigo lo conseguirá.  Guido >
                                           

¿ A qué se estaba refiriendo ?  Hablaba en plural.  Volvió a leer lo expresado  en la última voluntad del que en un tiempo fuera su amigo. ¿ De qué engaño hablaba ? ¿ Qué mentira había urdido para separarles? ¿Podría perdonarle?  Hasta que no supiera la verdad, le sería muy difícil hacerlo, y hasta no encontrar a Liliana, dudaba mucho de que lo consiguiera.  Era urgente encontrarla. Pero ¿ Por dónde buscar ? ¿ A quién preguntar? ¿ En Amalfi ? ¿ Y si se hubiera refugiado allí ? Era feliz cada vez que se desplazaba a ese lugar.  Seguramente sería  allí donde viva.

- Mañana iré. Localizaré a algún amigo de entonces y me podrá dar alguna información. Ha pasado mucho tiempo, ese es mi temor. ¡Santo cielo ! ¿ Qué es lo que ocurrió ? ¿ A qué engaño se refería  Guido?  Recuerdo que fue a Dublín a verme y me anunció que se casaban, que me había olvidado.  ¿Será eso  por lo que me pide perdón ?  Si no aclaro pronto este asunto me volveré loco.

Y apenas había amanecido, se levantó de la cama.  Se sentía extraño.  Le era extraño el silencio de aquél lugar.  Pasó la mano por el sitio en donde aquella noche durmiera Liliana, y la emoción le embargó. Si no la encontraba en Amalfi, no sabía a quién recurrir ni a donde acudir en su busca.  Se vistió y salió a la calle.  Algún transeúnte circulaba por ella.  Lentamente se dirigió a la plaza mayor.  Al pasar frente a la casa que fuera de los padres de ella, se paró unos instantes y evocó la amabilidad que tuvieron con él cuando les presentaron.  Movió la cabeza negativamente como tratando de alejar un pensamiento.  Se encontró en medio de la plaza que comenzaba a cobrar vida.  La tienda de alquiler de coches, seguía en el mismo lugar, igual que entonces.  Allí alquilaría uno y saldría de inmediato para Amalfi

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