Los tres, encaminaros sus pasos hasta la casa de los padres de ella, y allí se despidieron quedando en verse al día siguiente. La noche era templada y clara, que invitaba a pasear a pesar de ser una hora avanzada. Era noche de confidencias, y cada uno de los muchachos, se confesó con el otro. Arthur escuchaba atentamente el relato que Guido le hacía de su pasión por Liliana, y que ella era sabedora, pero habían llegado a un acuerdo de que nunca lo mencionaría. Le quería como a un hermano, pero no estaba enamorada de él.
.- La conozco bien, y creo que algo bulle en su cabeza y en su corazón, pero lo que quiera que sea, no la hace feliz. Tengo ese presentimiento desde hace un tiempo. Pero es su secreto, y si no desea hablar de ello, hay que respetarlo - dijo Guido con algo de melancolía
Escuchaba atentamente, las confidencias de su amigo, sin pronunciar palabra. Había intuído en ese verano que las miradas y las sonrisas que Guido la dirigía, eran algo más que amistad y cariño de haberse conocido hacía tiempo. Tampoco le extrañó. Liliana era una mujer espléndida capaz de enamorar a cualquier hombre que supiera apreciar sus méritos. Y entonces se dio cuenta de que admiraba a aquella mujer, que sentía por ella una simpatía especial, y que al leer la carta, algo le intranquilizó.. No quería que nadie la lastimase. En realidad poco sabía de su vida, sólo lo que había trascendido durante las vacaciones, y ahora la charla con Guido. Pero su cabeza le hacía concebir una idea distinta, muy distinta a lo que sintiera por cualquier otra chica. Era un sentimiento que ni siquiera con Mildred había experimentado. Y eso le inquietaba
- No te irás a enamorar de ella ¿ verdad ? - se repetía mientras de fondo escuchaba la voz de Guido. Siguieron durante largo rato charlando, hasta que el sueño les rindió.
Liliana dormía en su cuarto de adolescente, cuando aún vivía con sus padres. Todo permanecía en su sitio y mientras se desnudaba para meterse en la cama, sonrió con algo de nostalgia. Era una edad en que todas las preocupaciones que tenía eran la de buscar el vestido que más la favoreciera. Juntando sus manos puso la cabeza sobre ellas y poco a poco se quedó dormida; y al rato estaba profunda, y soñando algo que en un momento le hizo feliz, pero cuando lo recordó a la mañana siguiente la inquietó bastante.
< Todo era tan real como si en verdad lo estuviera viviendo. Era de noche. Acababa de salir de la casa de sus padres y regresaba a la suya en donde dormían los dos amigos: Guido y Arthur, pero en el sueño sólo veía a Arthur.
Había entrado en el hall de su apartamento y subió al piso de arriba en donde tenía los dormitorios. Entró sigilosamente en la habitación de Arthur, que dormía plácidamente. Estaba tumbado en la cama boca abajo, tapado medio cuerpo con una sabana y el otro medio desnudo, al descubierto. Ella se había parado en el dintel de la puerta contemplando aquella espalda bien formada y los musculosos brazos apoyados en la almohada. Algo la impulsó a desnudarse y meterse en la cama junto a él. Apenas le rozaba con su cuerpo. Pasó suavemente un dedo sobre la barba que comenzaba a crecer y él volvió la cabeza al otro lado. De repente se despertó y se incorporó creyendo que a su vez soñaba. Al comprobar que estaba con alguien en la cama, miro en la dirección en donde Liliana le observaba sonriente ¿Qué haces aquí ? La preguntó malhumorado - ¿ Te das cuenta de lo que has hecho? ¿Sabes a lo que te expones ? Ella incrédula le miraba con los ojos muy abiertos sin entender su reacción. Ella esperaba una sonrisa, un abrazo y ... >
Unos golpes en la puerta la despertaron de ese sueño tan extraño. Era su madre que la avisaba que era tarde y que sus amigos habían venido a buscarla para desayunar. La habían despertado en lo mejor; se quedaría sin saber si él aceptaba el reto que ella le proponía, o al contrario la rechazaba rotundamente, que era lo que daba a entender con su reacción.
- ¿ Por qué ese sueño ? ¿ Qué significaba? Y lo vio claro antes de que todo se perdiera en el olvido: estaba loca por él y no la importaría hacer lo soñado, pero también sabía que él no estaba en ello. Bajó y saludó a quienes la aguardaban ante una taza de humeante café
- Buenos días, chicos -saludó. Pero al encontrarse con los ojos de él, no puiso evitar sonrojarse, sin duda por el recuerdo del sueño
- Buenos días bella - dijo Guido, a lo que se unió Arthur.
Desayunaron charlando ante la mirada sonriente de la madre de Liliana. Esta no intervenía, sólo a ratos. Esquivaba la mirada de los chicos.
- Estoy muy a gusto con vosotros, pero he de regresar a Amalfi: yo tengo trabajo - añadió Guido
- Creí que pasarias el día con nosotros- añadió Arthur
- Yo también lo creía, pero he de ayudar a mi padre que no se encuentra muy bien. No me parecía oportuno divertirme mientras él permanece en cama
- Haces bien: la familia es lo primero. Yo no tengo a penas, y bien que la echo de menos - añadió Arthur
-¿ No tienes hermanos o primos ?- inquirió Liliana
- No tengo hermanos y si tengo tios y primos pero viven lejos, en Canadá, así que es como si no los tuviera. Mis padres hace tiempo que fallecieron, pero les recuerdo mucho y a menudo
- Nos veremos esta noche - añadió Guido - Liliana... hazte cargo de él.
Ella tosió un momento como si se atragantara. Nada la satisfacía más y nada deseaba más que estar a solas con él. Estaba intranquila por el sueño tenido durante la noche; sentía una sensación extraña, como si él adivinara lo que había estado pensando mientras dormía. Esperaba poder controlarse y que no trascendiera nada de lo soñado, por mucho que en verdad lo deseara, pero no con ese final, sino con otro muy diferente.
Y quiso que conociera el viñedo y hasta él se desplazaron. Arthur no esperaba que fuera tan bello y tan grande. Fueron hasta el caserón que presidia el terreno y allí saludaron a su padre que les acompañó para mostrarle la gran bodega en donde almacenaban su más preciado producto: el vino, que destilaba en barricas de barro cocido. Liliana le condujo hasta su laboratorio y allí le mostró en lo que andaba enredada y orgullosa le brindó una copa de lo que estaba a punto de conseguir. El la miraba con admiración de cómo disfrutaba con todo ésto y el gran trabajo que estaba desarrollando.
Después de un rato de charla dieron por concluida su visita y regresaron al pueblo. Arthur quería ver los manuscritos que Liliana había archivado con toda la obra. No contaban con muchos días para leer todo y hacer las correcciones si las hubiera; Deseaba llevarse algo de lo escrito para poder analizarlo detenidamente y presentarlo a su editorial. Había prometido ayudarla y así lo haría si verdaderamente los escritos lo merecían. Si no fuera de este modo, la desengañaría para que siguiera siendo enóloga en lugar de escritora.
Preparó una cafetera de café mientras Arthur leia una tras otra las cartas que tenía archivadas por fechas. No hablaban, ni uno ni otro. Ensimismado en la lectura, iba haciendo una señal en un lado de cada hoja que leía una en color rojo y otra en azul. La roja significaba que había que rectificar alguna frase o párrafo y para ello marcaba con rotulador lo que había de corregir. Las señales azules, permanecerían tal y como ella las concibió.
Mientras Liliana, haciendo el menor ruido posible, trajinaba en la cocina preparando algo de comer. Durante la sobremesa, Arthur la explicó lo que significaban aquellos puntos que marcaba en las hojas, y juntos volvieron a leer lo que había de rectificar para que ella se diera cuenta de lo que había de corregir. Hicieron un alto en el camino para descansar.
- Es muy difícil todo lo que me explicas. Creo que nunca seré escritora - dijo algo desanimada
-¡ Nooo !. Tienes talento y lo haces muy bien. Sólo son unas correcciones que tú misma verás . Te falta práctica y cuando los vuelvas a leer tu misma te darás cuenta de ello. No te desanimes. Las cartas están perfectas, nada que decir sobre ellas. Probablemente porque son tus sentimientos los que reflejas en ellas ¿ no es así ?
Ella se le quedó mirando y entre abrió los labios para decir algo, que finalmente frenó antes de que saliera alguna palabra de su boca. Terminaron muy tarde aquella noche, pero habían leído todas las cartas y hecho algunas anotaciones de una de las novelas. Trabajarían en ello al día siguiente, ya que al cabo de dos días regresaría de nuevo a Irlanda y quería llevarlos consigo.
Miró el reloj y comprobó que eran las dos de la madrugada:
- ¡ Uf, qué tarde se nos ha hecho ! - dijo Arthur dando carpetazo al trabajo - Será mejor que lo dejemos para mañana
-Quédate a dormir - le dijo ella - Hay sitio de sobra
- ¿ Estás segura ? ¿ No tendrás problemas mañana con tus padres?
-No. No te preocupes. soy myor de edad, y adulta. Además no vamos a hacer nada malo
- Lo digo por ti. Este es un lugar pequeño y podrían criticarte
-Pues que digan lo que quieran. Mi vida es mia y de nadie más. Así que no hay más que hablar. Yo confío en tí
Cada uno de ellos se dirigió a su habitación, pero Liliana no lograba conciliar el sueño. Y lo vivido la noche anterior volvía una vez y otra a su cabeza. Revivía lo soñado; era distinta la situación, pero los mismos protagonistas. Y su sangre se alteraba. Ella misma había dicho que era mayor de edad y adulta, luego entonces qué la impedía hacer lo que deseaba. Se bajó de la cama, se puso una bata y se dirigió a la habitación en donde Arthur leia una de sus novelas.
.- La conozco bien, y creo que algo bulle en su cabeza y en su corazón, pero lo que quiera que sea, no la hace feliz. Tengo ese presentimiento desde hace un tiempo. Pero es su secreto, y si no desea hablar de ello, hay que respetarlo - dijo Guido con algo de melancolía
Escuchaba atentamente, las confidencias de su amigo, sin pronunciar palabra. Había intuído en ese verano que las miradas y las sonrisas que Guido la dirigía, eran algo más que amistad y cariño de haberse conocido hacía tiempo. Tampoco le extrañó. Liliana era una mujer espléndida capaz de enamorar a cualquier hombre que supiera apreciar sus méritos. Y entonces se dio cuenta de que admiraba a aquella mujer, que sentía por ella una simpatía especial, y que al leer la carta, algo le intranquilizó.. No quería que nadie la lastimase. En realidad poco sabía de su vida, sólo lo que había trascendido durante las vacaciones, y ahora la charla con Guido. Pero su cabeza le hacía concebir una idea distinta, muy distinta a lo que sintiera por cualquier otra chica. Era un sentimiento que ni siquiera con Mildred había experimentado. Y eso le inquietaba
- No te irás a enamorar de ella ¿ verdad ? - se repetía mientras de fondo escuchaba la voz de Guido. Siguieron durante largo rato charlando, hasta que el sueño les rindió.
Liliana dormía en su cuarto de adolescente, cuando aún vivía con sus padres. Todo permanecía en su sitio y mientras se desnudaba para meterse en la cama, sonrió con algo de nostalgia. Era una edad en que todas las preocupaciones que tenía eran la de buscar el vestido que más la favoreciera. Juntando sus manos puso la cabeza sobre ellas y poco a poco se quedó dormida; y al rato estaba profunda, y soñando algo que en un momento le hizo feliz, pero cuando lo recordó a la mañana siguiente la inquietó bastante.
< Todo era tan real como si en verdad lo estuviera viviendo. Era de noche. Acababa de salir de la casa de sus padres y regresaba a la suya en donde dormían los dos amigos: Guido y Arthur, pero en el sueño sólo veía a Arthur.
Había entrado en el hall de su apartamento y subió al piso de arriba en donde tenía los dormitorios. Entró sigilosamente en la habitación de Arthur, que dormía plácidamente. Estaba tumbado en la cama boca abajo, tapado medio cuerpo con una sabana y el otro medio desnudo, al descubierto. Ella se había parado en el dintel de la puerta contemplando aquella espalda bien formada y los musculosos brazos apoyados en la almohada. Algo la impulsó a desnudarse y meterse en la cama junto a él. Apenas le rozaba con su cuerpo. Pasó suavemente un dedo sobre la barba que comenzaba a crecer y él volvió la cabeza al otro lado. De repente se despertó y se incorporó creyendo que a su vez soñaba. Al comprobar que estaba con alguien en la cama, miro en la dirección en donde Liliana le observaba sonriente ¿Qué haces aquí ? La preguntó malhumorado - ¿ Te das cuenta de lo que has hecho? ¿Sabes a lo que te expones ? Ella incrédula le miraba con los ojos muy abiertos sin entender su reacción. Ella esperaba una sonrisa, un abrazo y ... >
Unos golpes en la puerta la despertaron de ese sueño tan extraño. Era su madre que la avisaba que era tarde y que sus amigos habían venido a buscarla para desayunar. La habían despertado en lo mejor; se quedaría sin saber si él aceptaba el reto que ella le proponía, o al contrario la rechazaba rotundamente, que era lo que daba a entender con su reacción.
- ¿ Por qué ese sueño ? ¿ Qué significaba? Y lo vio claro antes de que todo se perdiera en el olvido: estaba loca por él y no la importaría hacer lo soñado, pero también sabía que él no estaba en ello. Bajó y saludó a quienes la aguardaban ante una taza de humeante café
- Buenos días, chicos -saludó. Pero al encontrarse con los ojos de él, no puiso evitar sonrojarse, sin duda por el recuerdo del sueño
- Buenos días bella - dijo Guido, a lo que se unió Arthur.
Desayunaron charlando ante la mirada sonriente de la madre de Liliana. Esta no intervenía, sólo a ratos. Esquivaba la mirada de los chicos.
- Estoy muy a gusto con vosotros, pero he de regresar a Amalfi: yo tengo trabajo - añadió Guido
- Creí que pasarias el día con nosotros- añadió Arthur
- Yo también lo creía, pero he de ayudar a mi padre que no se encuentra muy bien. No me parecía oportuno divertirme mientras él permanece en cama
- Haces bien: la familia es lo primero. Yo no tengo a penas, y bien que la echo de menos - añadió Arthur
-¿ No tienes hermanos o primos ?- inquirió Liliana
- No tengo hermanos y si tengo tios y primos pero viven lejos, en Canadá, así que es como si no los tuviera. Mis padres hace tiempo que fallecieron, pero les recuerdo mucho y a menudo
- Nos veremos esta noche - añadió Guido - Liliana... hazte cargo de él.
Ella tosió un momento como si se atragantara. Nada la satisfacía más y nada deseaba más que estar a solas con él. Estaba intranquila por el sueño tenido durante la noche; sentía una sensación extraña, como si él adivinara lo que había estado pensando mientras dormía. Esperaba poder controlarse y que no trascendiera nada de lo soñado, por mucho que en verdad lo deseara, pero no con ese final, sino con otro muy diferente.
Y quiso que conociera el viñedo y hasta él se desplazaron. Arthur no esperaba que fuera tan bello y tan grande. Fueron hasta el caserón que presidia el terreno y allí saludaron a su padre que les acompañó para mostrarle la gran bodega en donde almacenaban su más preciado producto: el vino, que destilaba en barricas de barro cocido. Liliana le condujo hasta su laboratorio y allí le mostró en lo que andaba enredada y orgullosa le brindó una copa de lo que estaba a punto de conseguir. El la miraba con admiración de cómo disfrutaba con todo ésto y el gran trabajo que estaba desarrollando.
Después de un rato de charla dieron por concluida su visita y regresaron al pueblo. Arthur quería ver los manuscritos que Liliana había archivado con toda la obra. No contaban con muchos días para leer todo y hacer las correcciones si las hubiera; Deseaba llevarse algo de lo escrito para poder analizarlo detenidamente y presentarlo a su editorial. Había prometido ayudarla y así lo haría si verdaderamente los escritos lo merecían. Si no fuera de este modo, la desengañaría para que siguiera siendo enóloga en lugar de escritora.
Preparó una cafetera de café mientras Arthur leia una tras otra las cartas que tenía archivadas por fechas. No hablaban, ni uno ni otro. Ensimismado en la lectura, iba haciendo una señal en un lado de cada hoja que leía una en color rojo y otra en azul. La roja significaba que había que rectificar alguna frase o párrafo y para ello marcaba con rotulador lo que había de corregir. Las señales azules, permanecerían tal y como ella las concibió.
Mientras Liliana, haciendo el menor ruido posible, trajinaba en la cocina preparando algo de comer. Durante la sobremesa, Arthur la explicó lo que significaban aquellos puntos que marcaba en las hojas, y juntos volvieron a leer lo que había de rectificar para que ella se diera cuenta de lo que había de corregir. Hicieron un alto en el camino para descansar.
- Es muy difícil todo lo que me explicas. Creo que nunca seré escritora - dijo algo desanimada
-¡ Nooo !. Tienes talento y lo haces muy bien. Sólo son unas correcciones que tú misma verás . Te falta práctica y cuando los vuelvas a leer tu misma te darás cuenta de ello. No te desanimes. Las cartas están perfectas, nada que decir sobre ellas. Probablemente porque son tus sentimientos los que reflejas en ellas ¿ no es así ?
Ella se le quedó mirando y entre abrió los labios para decir algo, que finalmente frenó antes de que saliera alguna palabra de su boca. Terminaron muy tarde aquella noche, pero habían leído todas las cartas y hecho algunas anotaciones de una de las novelas. Trabajarían en ello al día siguiente, ya que al cabo de dos días regresaría de nuevo a Irlanda y quería llevarlos consigo.
Miró el reloj y comprobó que eran las dos de la madrugada:
- ¡ Uf, qué tarde se nos ha hecho ! - dijo Arthur dando carpetazo al trabajo - Será mejor que lo dejemos para mañana
-Quédate a dormir - le dijo ella - Hay sitio de sobra
- ¿ Estás segura ? ¿ No tendrás problemas mañana con tus padres?
-No. No te preocupes. soy myor de edad, y adulta. Además no vamos a hacer nada malo
- Lo digo por ti. Este es un lugar pequeño y podrían criticarte
-Pues que digan lo que quieran. Mi vida es mia y de nadie más. Así que no hay más que hablar. Yo confío en tí
Cada uno de ellos se dirigió a su habitación, pero Liliana no lograba conciliar el sueño. Y lo vivido la noche anterior volvía una vez y otra a su cabeza. Revivía lo soñado; era distinta la situación, pero los mismos protagonistas. Y su sangre se alteraba. Ella misma había dicho que era mayor de edad y adulta, luego entonces qué la impedía hacer lo que deseaba. Se bajó de la cama, se puso una bata y se dirigió a la habitación en donde Arthur leia una de sus novelas.
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