Y a su llegada, se fundieron en un abrazo largo e intenso, como si hicieran siglos que no se hubieran visto. Lili les miraba con extrañeza, preguntándose ¿ por qué los mayores son tan pesados ? Tiraba del borde de la chaqueta del padre, indicándole que aguardaba su abrazo. Arthur la alzó en brazos y la besaba y abrazaba feliz y orgulloso de sus chicas. Miraba todo con curiosidad, como si hubiera faltado de casa una eternidad, cuando habían sido unos pocos días. Pero deseaba absorberlo todo, grabarlo en su retina. Lo había echado de menos. Y a su memoria volvió aquél comentario que se hizo cuando piso suelo italiano por primera vez " Creo que podría vivir aquí ..." Y en realidad no había otro lugar en el mundo en el que deseara hacerlo más que en La Toscana.
El silencio, la paz y la armonía de su hogar, era cuanto necesitaba. Enlazó por la cintura a su mujer y ella reposaba su cabeza en el brazo de él Le pareció más pequeña de lo que en realidad era. la veía frágil y vulnerable, más todavía cuando esperaban ansiosos el momento supremo de traer una vida al mundo. Todo estaba bien, todo era correcto, pero no quería siquiera pensar, que algo se torciera a última hora. Cuando ésto pensaba , se instalaba en el pesimismo, el mismo que le acompañó durante todo el tiempo que permaneció en su país, pendiente siempre del teléfono por si recibía la llamada desde Italia de que su hijo había llegado al mundo y él no estaba allí para recibirle.
Pero no fue así. Llegó a tiempo de acompañar a Liliana hasta el paritorio, y como suele ocurrir, sin razón explicable para ello, anunció su llegada de madrugada, con el nerviosismo consabido del padre, primerizo, porque aunque tenían otra hija, para él era el primero que iba a recibir en sus brazos al nacer. Ella más tranquila que él, como también es costumbre, pero los nervios de Arthur, terminaron por exaltar a Liliana, que con cada dolor de las contracciones, le pellizcaba fuerte en el brazo y le decía que nunca más la haría pasar por eso. El iba lívido y asustado y no se atrevía a decir nada. Le sobrecogía el dolor que pudiera estar sufriendo su esposa, y no poder hacer nada por evitarlo.
Paró el coche en la entrada de urgencias del hospital y desencajado avisó para que salieran a recogerla. La condujeron directamente hasta el paritorio, ya que los dolores eran más frecuentes y más fuertes. El bebe venía con prisas y todos tuvieron que prepararse rápidamente, pues ya estaba dilatada y dispuesta para recibir a su hijo. El parto, aunque fue duro, como todos, también fue rápido y sin complicaciones. Arthur lloraba de emoción y alegría al tener entre sus brazos a su hijo. Era una emoción indescriptible nunca antes vivida, y el ser padre le pareció lo más grande y maravilloso del mundo.
Liliana extendía los brazos hacia adelante reclamando a su hijo. Ambos se abrazaron y miraban extasiados la belleza y milagro de aquel montón de carne sonrosada fruto de su amor. Ya estaba aquí, ya todo había pasado. Tuvo el médico que, sonriendo, quitarles al bebe de los brazos para proceder a su revisión. Arthur se dio cuenta de que en la sala esperaba su otra hija de la mano de Mathilda la señora que la cuidaba, y besando a su mujer salió en su busca para anunciarle que su hermano había nacido. La niña contenta brincaba y palmoteaba feliz y deseaba conocerle
- Tenemos que esperar un poco. El médico le está revisando. Lo mismo hicieron contigo, sólo que como eras tan pequeña, no lo recuerdas.
Ya eran toda una señora familia de cuatro componentes. Arthur salía de vez en cuando de su estudio y corría hasta donde se encontraba Liliana con el bebe que se criaba fuerte y precioso, con gran parecido a su padre. Simplemente iba besaba a ambos y raudo volvía a seguir escribiendo.
Liliana se iba recuperando del parto lentamente, pero no terminaba de verse como antes, y a pesar de saber que todo volvería a su lugar en un corto espacio de tiempo, lamentaba no estar tan atractiva . Por muchas palabras que le dijera Arthur, no desistía de su empeño. La notaba nerviosa, inquieta y por días algo deprimida. No sabían por qué, ni como, se originó una discusión, absurda, pero por ser la primera la dieron más importancia de la que tenía.
No se dirigieron la palabra en toda la tarde, únicamente lo hicieron delante de Lili, para que no notase el primer disgusto de sus padres. La acostaron, y juntos leyeron su cuento preferido, pero cuando la pequeña se durmió y el bebé hizo lo mismo, volvieron a su enfado.
- ¿ Vienes a la cama ? - preguntó ella
- Aún no. Tengo que terminar algo - respondió él
Y cada uno de ellos se dirigió a una dependencia distinta, de la casa. Arthur se encerró en su estudio y ella en la habitación. Arthur estaba disgustado, enfadado consigo mismo; no entendía cómo habían discutido por una tontería. Ella estaba pasando por la etapa post parto, que es difícil en la mayoría de las mujeres. Pero era tozuda y no quería reconocer que a él no le importaba que aún su cintura no fuera todo lo pequeña que debía ser, ni que sus pechos eran más grandes por la lactancia y que a veces, a pesar de tener ayuda, no tenía tiempo para él por estar demasiado pendiente del niño. No encontraba el argumento convincente que la hiciera ver que todo eso pasaría que había que dar tiempo al tiempo. Pero también él debiera haber tenido paciencia y no haber discutido con ella.
Mientras tanto, en la cama, Liliana ocultaba su rostro en la almohada de Arthur para acallar su llanto. Era la primera vez que no se habían acostado a un tiempo, y quién sabe si habrían más días que hicieran lo mismo. Lo que ocurría de verdad, es que ya no la encontraba atractiva, que había perdido su interés por ella. Miró el reloj y comprobó que era la una de la madrugada y su cama seguía vacía.
Siguió llorando, pero al mismo tiempo, eso la produjo el sopor necesario para quedarse dormida, cansada seguramente,por el mal rato pasado y por la tensión acumulada.
Arthur, dejó todo lo que estuviera haciendo y creyó oportuno ir a la cama al lado de su mujer que lo estaba pasando mal. Al entrar vio que estaba dormida vuelta del lado contrario al que acostumbraba .. Había estado escribiendo una carta para ella. Abrió un cajón de su secreter y entonces descubrió el montón de sobres anudado con un lazo celeste, y que la última había sido una de antes de dar a luz. Sigilosamente deshizo la lazada y la leyó. A su final, tenía los ojos vidriosos mirando a su mujer que dormía ajena a lo que hacía su marido. Le amaba desesperadamente como él a ella, y habian sito unos tontos al organizar una montaña de un grano de arena. Estaban nerviosos ante la situación nueva, pero en unos días, y precisamente por ese amor, todo volvería a ser normal en sus vidas. Lo dejo todo tal cual, y volvió a leer la carta que la había escrito pídiéndola perdón:
< Al único, al primero y al último amor de mi existencia:
Porque eso es lo que eres, esposa mía. No hay en el mundo medida con la que pueda comparar lo que siento por ti. Eres hermosa por dentro y por fuera y estoy profundamente enamorado de ti. No me importa la apariencia de tu cuerpo porque tu belleza radica en tu corazón, limpio, puro e inmenso por el amor que dedicas a los niños y a mi. La belleza física es efímera , pero la que sale de dentro perdura toda la vida.
Lamento haberme enfadado contigo, porque he sido egoísta y no me he dado cuenta que para tí es una situación incómoda y te sientes deprimida, porque piensas que sólo te amo por tu belleza exterior. Y eso es cierto, pero más por lo buena que eres, lo feliz que me haces y sobretodo porque eres la madre de mis hijos. De unos hijos que nos dan alegría y amor. Me siento orgulloso de ti y te amo, te amo, te amo. No sé cómo hacértelo comprender. Te querré siempre, porque has sido agua limpia y cristalina en mi vida, de la que ansío beber siempre.
Quiero que sellemos la paz entre nosotros, y que nunca más volvamos a discutir, Te amo mi preciosa niña. Tú me has enseñado a vivir y sin tí estoy vacio. Arthur.
Guardó las cartas que ella escribía y la suya la dejó junto a su mesilla. Quería que fuese lo primero que leyera al despertar. Después lentamente, se desnudó y se metió en la cama abrazando a su mujer.
Al despertar sintió que el cuerpo de su marido estaba pegado al de ella. Había pensado que, por motivo de la discusión, no dormirían juntos esa noche. había perdido seguridad en sí misma, pero se dió cuenta de que estaba equivocada. Y entonces vio que había un sobre junto al reloj de su mesilla. lo tomó entre sus manos y comenzó a leer la carta que Arthur había escrito para ella la noche anterior.
Estaba tan emocionada que no podía contener el llanto, cosa que hizo que Arthur se despertara preocupado:
- ¿ Qué pasa ? ¿ Que te ocurre ?
- ¡ Oh Arthur ! - No pudo decir más . Se abalanzó sobre su marido besando su cara. El reia feliz y admitia sus caricias, todas cuantas ella le diera. Se habían acabado los malos humores entre ellos; volvian a ser felices y enamorados como siempre.
Y pasaron los días, dos meses y la cuarentena también. Hacía una mañana preciosa de sol y se amaban ¿ qué más se podía pedir ? Se le ocurrió una idea que propuso de inmediato a su mujer:
- Cielo - la dijo - Te propongo que vayamos de excursión, tú y yo, solos, los dos.
- Pero ¿ qué dices ? Están los niños
- Lo sé. No me he olvidado de ellos. Diremos a Mathilda que les cuide mientras nosotros nos regalamos algunas horas. Quiero estar contigo, deseo a mi mujer y quiero estar con ella, sin tener que estar pendiente de algún niño. Recobremos nuestra intimidad. Ya es hora
Y Liliana comprendió que ella también lo deseaba, y organizó todo de forma que pudieran tener unas tres horas para ellos solos. No sabía lo que pensaba su marido, pero sea lo que fuere lo haría junto a él. Y se montaron en la Vespa y llegaron a Amalfi, y después hasta la playa oculta que permanecía vacía, ya que sus descubridores estaban repartidos por el mundo; sólo quedaban ellos. Sólo estaban ellos. La primera vez que conoció aquél rincón paradisíaco, los chicos se desnudaron, pues en esta ocasión, harían lo mismo, pero sólo ellos dos. Sólos como Adan y Eva en el paraiso.
Se bañaron desnudos, sintiendo la libertad en sus cuerpos y la caricia del sol en su piel. Y tumbados en la arena se amaron una y otra vez, besándose, acariciándose, siendo nuevamente uno del otro. Y volvieron a ser ellos mismos, como si el tiempo se hubiera detenido en aquella noche, en aquel apartamento pequeño de Pienza, sólo que ahora estaban juntos de por vida, y desnudos en una playa vacía, junto al mar Tirreno. Y rieron durante todo el camino de regreso a casa. De nuevo volverían a su tarea diaria como padres, pero al menos habían tenido unas pocas horas para ellos solos para vivir su amor en profundidad.
F I N
Autora: 1996rosafermu
Edición: Enero de 2018
Ilustraciones: Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
El silencio, la paz y la armonía de su hogar, era cuanto necesitaba. Enlazó por la cintura a su mujer y ella reposaba su cabeza en el brazo de él Le pareció más pequeña de lo que en realidad era. la veía frágil y vulnerable, más todavía cuando esperaban ansiosos el momento supremo de traer una vida al mundo. Todo estaba bien, todo era correcto, pero no quería siquiera pensar, que algo se torciera a última hora. Cuando ésto pensaba , se instalaba en el pesimismo, el mismo que le acompañó durante todo el tiempo que permaneció en su país, pendiente siempre del teléfono por si recibía la llamada desde Italia de que su hijo había llegado al mundo y él no estaba allí para recibirle.
Pero no fue así. Llegó a tiempo de acompañar a Liliana hasta el paritorio, y como suele ocurrir, sin razón explicable para ello, anunció su llegada de madrugada, con el nerviosismo consabido del padre, primerizo, porque aunque tenían otra hija, para él era el primero que iba a recibir en sus brazos al nacer. Ella más tranquila que él, como también es costumbre, pero los nervios de Arthur, terminaron por exaltar a Liliana, que con cada dolor de las contracciones, le pellizcaba fuerte en el brazo y le decía que nunca más la haría pasar por eso. El iba lívido y asustado y no se atrevía a decir nada. Le sobrecogía el dolor que pudiera estar sufriendo su esposa, y no poder hacer nada por evitarlo.
Paró el coche en la entrada de urgencias del hospital y desencajado avisó para que salieran a recogerla. La condujeron directamente hasta el paritorio, ya que los dolores eran más frecuentes y más fuertes. El bebe venía con prisas y todos tuvieron que prepararse rápidamente, pues ya estaba dilatada y dispuesta para recibir a su hijo. El parto, aunque fue duro, como todos, también fue rápido y sin complicaciones. Arthur lloraba de emoción y alegría al tener entre sus brazos a su hijo. Era una emoción indescriptible nunca antes vivida, y el ser padre le pareció lo más grande y maravilloso del mundo.
Liliana extendía los brazos hacia adelante reclamando a su hijo. Ambos se abrazaron y miraban extasiados la belleza y milagro de aquel montón de carne sonrosada fruto de su amor. Ya estaba aquí, ya todo había pasado. Tuvo el médico que, sonriendo, quitarles al bebe de los brazos para proceder a su revisión. Arthur se dio cuenta de que en la sala esperaba su otra hija de la mano de Mathilda la señora que la cuidaba, y besando a su mujer salió en su busca para anunciarle que su hermano había nacido. La niña contenta brincaba y palmoteaba feliz y deseaba conocerle
- Tenemos que esperar un poco. El médico le está revisando. Lo mismo hicieron contigo, sólo que como eras tan pequeña, no lo recuerdas.
Ya eran toda una señora familia de cuatro componentes. Arthur salía de vez en cuando de su estudio y corría hasta donde se encontraba Liliana con el bebe que se criaba fuerte y precioso, con gran parecido a su padre. Simplemente iba besaba a ambos y raudo volvía a seguir escribiendo.
Liliana se iba recuperando del parto lentamente, pero no terminaba de verse como antes, y a pesar de saber que todo volvería a su lugar en un corto espacio de tiempo, lamentaba no estar tan atractiva . Por muchas palabras que le dijera Arthur, no desistía de su empeño. La notaba nerviosa, inquieta y por días algo deprimida. No sabían por qué, ni como, se originó una discusión, absurda, pero por ser la primera la dieron más importancia de la que tenía.
No se dirigieron la palabra en toda la tarde, únicamente lo hicieron delante de Lili, para que no notase el primer disgusto de sus padres. La acostaron, y juntos leyeron su cuento preferido, pero cuando la pequeña se durmió y el bebé hizo lo mismo, volvieron a su enfado.
- ¿ Vienes a la cama ? - preguntó ella
- Aún no. Tengo que terminar algo - respondió él
Y cada uno de ellos se dirigió a una dependencia distinta, de la casa. Arthur se encerró en su estudio y ella en la habitación. Arthur estaba disgustado, enfadado consigo mismo; no entendía cómo habían discutido por una tontería. Ella estaba pasando por la etapa post parto, que es difícil en la mayoría de las mujeres. Pero era tozuda y no quería reconocer que a él no le importaba que aún su cintura no fuera todo lo pequeña que debía ser, ni que sus pechos eran más grandes por la lactancia y que a veces, a pesar de tener ayuda, no tenía tiempo para él por estar demasiado pendiente del niño. No encontraba el argumento convincente que la hiciera ver que todo eso pasaría que había que dar tiempo al tiempo. Pero también él debiera haber tenido paciencia y no haber discutido con ella.
Mientras tanto, en la cama, Liliana ocultaba su rostro en la almohada de Arthur para acallar su llanto. Era la primera vez que no se habían acostado a un tiempo, y quién sabe si habrían más días que hicieran lo mismo. Lo que ocurría de verdad, es que ya no la encontraba atractiva, que había perdido su interés por ella. Miró el reloj y comprobó que era la una de la madrugada y su cama seguía vacía.
Siguió llorando, pero al mismo tiempo, eso la produjo el sopor necesario para quedarse dormida, cansada seguramente,por el mal rato pasado y por la tensión acumulada.
Arthur, dejó todo lo que estuviera haciendo y creyó oportuno ir a la cama al lado de su mujer que lo estaba pasando mal. Al entrar vio que estaba dormida vuelta del lado contrario al que acostumbraba .. Había estado escribiendo una carta para ella. Abrió un cajón de su secreter y entonces descubrió el montón de sobres anudado con un lazo celeste, y que la última había sido una de antes de dar a luz. Sigilosamente deshizo la lazada y la leyó. A su final, tenía los ojos vidriosos mirando a su mujer que dormía ajena a lo que hacía su marido. Le amaba desesperadamente como él a ella, y habian sito unos tontos al organizar una montaña de un grano de arena. Estaban nerviosos ante la situación nueva, pero en unos días, y precisamente por ese amor, todo volvería a ser normal en sus vidas. Lo dejo todo tal cual, y volvió a leer la carta que la había escrito pídiéndola perdón:
< Al único, al primero y al último amor de mi existencia:
Porque eso es lo que eres, esposa mía. No hay en el mundo medida con la que pueda comparar lo que siento por ti. Eres hermosa por dentro y por fuera y estoy profundamente enamorado de ti. No me importa la apariencia de tu cuerpo porque tu belleza radica en tu corazón, limpio, puro e inmenso por el amor que dedicas a los niños y a mi. La belleza física es efímera , pero la que sale de dentro perdura toda la vida.
Lamento haberme enfadado contigo, porque he sido egoísta y no me he dado cuenta que para tí es una situación incómoda y te sientes deprimida, porque piensas que sólo te amo por tu belleza exterior. Y eso es cierto, pero más por lo buena que eres, lo feliz que me haces y sobretodo porque eres la madre de mis hijos. De unos hijos que nos dan alegría y amor. Me siento orgulloso de ti y te amo, te amo, te amo. No sé cómo hacértelo comprender. Te querré siempre, porque has sido agua limpia y cristalina en mi vida, de la que ansío beber siempre.
Quiero que sellemos la paz entre nosotros, y que nunca más volvamos a discutir, Te amo mi preciosa niña. Tú me has enseñado a vivir y sin tí estoy vacio. Arthur.
Guardó las cartas que ella escribía y la suya la dejó junto a su mesilla. Quería que fuese lo primero que leyera al despertar. Después lentamente, se desnudó y se metió en la cama abrazando a su mujer.
Al despertar sintió que el cuerpo de su marido estaba pegado al de ella. Había pensado que, por motivo de la discusión, no dormirían juntos esa noche. había perdido seguridad en sí misma, pero se dió cuenta de que estaba equivocada. Y entonces vio que había un sobre junto al reloj de su mesilla. lo tomó entre sus manos y comenzó a leer la carta que Arthur había escrito para ella la noche anterior.
Estaba tan emocionada que no podía contener el llanto, cosa que hizo que Arthur se despertara preocupado:
- ¿ Qué pasa ? ¿ Que te ocurre ?
- ¡ Oh Arthur ! - No pudo decir más . Se abalanzó sobre su marido besando su cara. El reia feliz y admitia sus caricias, todas cuantas ella le diera. Se habían acabado los malos humores entre ellos; volvian a ser felices y enamorados como siempre.
Y pasaron los días, dos meses y la cuarentena también. Hacía una mañana preciosa de sol y se amaban ¿ qué más se podía pedir ? Se le ocurrió una idea que propuso de inmediato a su mujer:
- Cielo - la dijo - Te propongo que vayamos de excursión, tú y yo, solos, los dos.
- Pero ¿ qué dices ? Están los niños
- Lo sé. No me he olvidado de ellos. Diremos a Mathilda que les cuide mientras nosotros nos regalamos algunas horas. Quiero estar contigo, deseo a mi mujer y quiero estar con ella, sin tener que estar pendiente de algún niño. Recobremos nuestra intimidad. Ya es hora
Y Liliana comprendió que ella también lo deseaba, y organizó todo de forma que pudieran tener unas tres horas para ellos solos. No sabía lo que pensaba su marido, pero sea lo que fuere lo haría junto a él. Y se montaron en la Vespa y llegaron a Amalfi, y después hasta la playa oculta que permanecía vacía, ya que sus descubridores estaban repartidos por el mundo; sólo quedaban ellos. Sólo estaban ellos. La primera vez que conoció aquél rincón paradisíaco, los chicos se desnudaron, pues en esta ocasión, harían lo mismo, pero sólo ellos dos. Sólos como Adan y Eva en el paraiso.
Se bañaron desnudos, sintiendo la libertad en sus cuerpos y la caricia del sol en su piel. Y tumbados en la arena se amaron una y otra vez, besándose, acariciándose, siendo nuevamente uno del otro. Y volvieron a ser ellos mismos, como si el tiempo se hubiera detenido en aquella noche, en aquel apartamento pequeño de Pienza, sólo que ahora estaban juntos de por vida, y desnudos en una playa vacía, junto al mar Tirreno. Y rieron durante todo el camino de regreso a casa. De nuevo volverían a su tarea diaria como padres, pero al menos habían tenido unas pocas horas para ellos solos para vivir su amor en profundidad.
F I N
Autora: 1996rosafermu
Edición: Enero de 2018
Ilustraciones: Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS
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