lunes, 5 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 3 - Conectados

Como Arthur temía, las cosas no marchaban bien entre ellos.  Cada vez las discusiones eran más frecuentes, y cada vez más agrias.  En esta última ocasión tardaron en verse más de una semana, y la excusa que Mildred le dio, fue que tenía que reflexionar; no era culpa del trabajo, sino de ellos mismos.  No funcionaban. Ya no se sentían a gusto cuando estaban juntos.  Arthur pensó que era ella la que había cambiado y no encontraba explicación para ello, ya que él la seguía queriendo y se lo expresaba físicamente cada vez que tenían un encuentro.  Pero ella los dilataba en el tiempo cada vez mas.  Hasta que un día, supo que alguien estaba de por medio. Y trató de averiguar la verdad hablándo con ella, que a fuerza de mucho insistir, y de negar, terminó por admitir la verdad:  había conocido a alguien y se sentía más a gusto con ese desconocido que con él.



La noticia supuso un gran disgusto para Arthur , pues la quería, y nunca pensó que su relación se terminaría, máxime por ese motivo.  Pero estaba claro que ella no albergaba los mismos sentimientos que él, por tanto, acordaron cortar sus encuentros y relaciones.  Cada uno iría por su lado dando por roto su noviazgo de tanto tiempo.

Y pasado un mes, Arthur cada vez sentía más añoranza de Mildred, pero no volvería a estar con ella por mucho que le costase.  Su amor propio no lo admitía, y de repente un día que salía de un bar, después de haber estado con sus amigos, se dio de bruces con la realidad:  Mildred se besaba con un chico no lejos de donde ellos estaban despidiéndose.  El corazón le dio un vuelco, pero no dijo nada, ni nadie se dio cuenta de lo que ocurría unos metros más allá.  Se metió en su coche y miró por el retrovisor para ver por última vez a la que había sido su novia, y que ahora hacía arrumacos a otro.

Arrancó bruscamente lleno de rabia y coraje sin entender dónde había estado el fallo: sencillamente ya no le amaba y le había faltado valor para decirlo abiertamente. Muy bien, pues él haría lo mismo. Trataría de olvidarla lo más pronto posible; pero no sabía cómo ni por donde empezar.  Y fue esa noche cuando nuevamente entró en Facebook, con rabia, con coraje.  No le importaría mentir a quién fuese. Él había sido sincero y se lo habían pagado de ese modo tan cruel.  Fuera miramientos,   con nadie.  Trataría de divertirse al máximo.  Además tendría la oportunidad de ligar con quién primero se le antojase.

Al entrar en su apartamento, tiró las llaves con rabia en el mueble que tenía a la entrada, y se dirigió a su dormitorio.  Cogió las fotografías que tenía encima del chifonier de Mildred y de él, y las metió en un cajón.  Si había de olvidarla, lo haría desde ese mismo instante.  Hecho ésto se dirigió al salón, se sirvió una copa y encendió el portátil.  Entraría en la Red.  Sería un depredador que arrasase con todas cuantas chicas encontrase a su encuentro. No le importaria herirlas. El también sabía fingir y lo pondría en práctica desde ese mismo instante.

Y entró directamente en su página, y allí vió que tenía un aviso de correo ¿ Sería ella ? ¿ Se habría dado cuenta de su error?

- Es absurdo.  Acabo de verla morreándose con otro tio. Alguien que me pide amistad, seguro.

Pero se equivocaba era alguien que ya le había admitido como amigo; Liliana Bianco, le enviaba un correo agradeciéndole sus buenos deseos de que estuviera sana  y sin haber sufrido daño alguno

- ¿ Pero qué dice? ¿ A qué se refiere? - Ni siquiera recordó el terremoto de Nápoles y el haberse interesado por ella.  Entró en su pagina y no observó nada de particular, así que decidió escribirla como respuesta a su mensaje.

La escribió un correcto mensaje en inglés, y ella respondió rápidamente en el mismo idioma.  Algo que le sorprendió y no lo esperaba.  Estuvieron enviándose mensajes durante un rato y así supo que ella estaba en  Amalfi aunque había nacido en Pienza. Era enóloga, y ahora estaba de vacaciones.

Al cabo de media hora, sabía más de ella,  que ella de él..  No quería hablar mucho de sí mismo.   Ya sabemos lo reservados que son los británicos con sus cosas, diferentes a los latinos que al instante de conocerte te cuentan su vida.  Le resultó simpática y quedaron para conectarse por la noche.

Y así iniciaron unas charlas nocturnas en las que se contaban cómo habían tenido el día y los proyectos que cada uno de ellos se habían forjado.  Ninguno de los dos había mencionado la palabra noviazgo.  Ni tampoco se hicieron insinuaciones al respecto.  Arthur la contó que al fin había dado con el fallo en su trabajo que le traía loco. .  Había ocultado su verdadera profesión.   Y  ella que terminaban sus vacaciones   y volvería de nuevo a casa.  Quería ser escritora, y tenía varias novelas escritas, pero hasta ese momento no había tenido suerte para editarlas.  Trabajaba en un pequeño periódico local y tenía una columna de consultas amorosas, en la que ella escribía cartas  para alguien inexistente, pero que la solicitaban mediante un imaginario destinatario.
Se había hecho popular entre los lectores y se ayudaba como sommelier en algún restaurante para turistas, pero eso no era lo suyo. Su verdadera pasión eran las vides que su familia poseía en La Toscana, pero que de momento no podían explotarla  en todo su rendimiento por falta de liquidez que les permitiera sanearlas  y explotar las uvas maravillosas que daba el fértil terreno de su familia.  Por eso buscó un trabajo fuera de casa, aunque sus expectativas no se vieron cumplidas: ganaba poco y tenía que vivir.  A sus años, sólo había podido alquilar un pequeño apartamento en la zona antigua del lugar, pero ella se sentía como una reina. Había días, en que el turismo aflojaba y entonces las propinas escaseaban, y precisamente era este refuerzo lo que la permitía ahorrar para sus vacaciones de verano, como en esta ocasión..

Amalfi es un hermoso lugar,y desde allí, se desplazaba hasta  otros lugares, como por ejemplo Positano, que la encantaba y que a fuerza de ir año tras año, había creado amistad con una pandilla de chicos y chicas con los que se divertía.. Todo ésto era lo que contaba a Arthur, animándole a visitar aquella zona de la costa italiana, maravillosa, pintoresca y muy agradable en el trato con sus gentes.


Pero todo lo bueno termina, y sus pequeñas vacaciones también.  Regreso a su pueblo: Pienza. Un lugar con mucha historia a sus espaldas, pero a ella, aunque amaba aquellas casas tan características y con solera, hacían que echara de menos la pandilla amalfitana con sus discotecas, sus risas y su hermosa costa con increíbles playitas solitarias que sólo ellos conocían, lejos de los turistas que, en verano, poblaban sus estrechas calles.



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