sábado, 31 de marzo de 2018

Las necias ilusiones - Capítulo 1 - Adiós señor Miller


Se metería en la cama nada más llegar a casa.  Había hablado con Morgan, discutido con él, pero la situación era la que era y no había vuelta atrás.  Analizaba una y otra vez el error cometido, para tomar tan drástica decisión. . Un fuerte dolor de cabeza le atormentaba, fue a la cocina, se sirvió un vaso de leche y rebuscó en uno de los armarios  del baño, algún calmante que pudiera  paliar  aquellos batidos tan fuertes golpeando sus sienes.  Sin duda la sangre se había acumulado allí  Tomó una dosis más fuerte de lo acostumbrado.  Lo mejor sería acostarse y si con un poco de suerte conciliara el sueño, al día siguiente buscaría alguna solución, o al menos tratar de hablar con ella,  a ver si lo conseguía de una vez.  Acababa de regresar del viaje de una semana en París, y al hablar con Morgan se había enterado de la dimisión de ella, cuya carta estaba en el porta firmas que tendría que leer cuando fuese a la oficina.  El sueño tardó en llegar, pero también una pesadilla incomprensible e inquietante:



<  Da vueltas por el despacho sin saber muy bien porqué lo hace. Está enfadado no sabe la causa, pero lo está,  y mucho.  Sobre la mesa  está la carpeta de firmas, y dentro de ella una carta de dimisión a nombre de Ada Hudson,, secretaria de dirección, que por asuntos privados, había dejado el cargo que ocupaba.>

  Se había acostumbrado a la eficiencia de esa chica. Se habían   compenetrado perfectamente.  Le sería difícil acostumbrarse a otra persona a su servicio, pero tampoco sería tan imprescindible.
   Eso,  al menos era lo que pensaba,  y pronto ordenaría que buscasen a otra persona que ocupase su lugar a la mayor brevedad posible..  Ocho días más tarde, su despacho estaba ocupado por otra secretaria.

Se había despertado sobresaltado y empapado en sudor ¿ qué significaba aquello ?  Sin duda era una repercusión de todo lo acontecido.  Seguía sin saber a qué obedecía ese sueño tan perturbador.  Consultó su reloj y comprobó que aún faltaba mucho para levantarse.  Intentó volver a dormir, pero no lo consiguió.  Esperó pacientemente el nuevo amanecer y que el  día trajera sosiego.  Porque no.,. no estaba tranquilo y algo en su interior le decía que todo estaba relacionado y algo debió hacer mal .   Ella no tomó esa decisión por capricho, sino que tenía que ver con él.




Y acudió a la oficina, suspendió las visitas; el dolor de cabeza persistía, y no tenía ganas ni ánimos para hablar de negocios.  No era el día.  Recostado en su sillón, echó la cabeza hacia atrás.  No podía quitarse de la cabeza la sensación de soledad abrumadora que le invadía.    Se había marchado, ya no estaba allí, ni para mirarla, ni para contemplar su cara de estupor cada vez que se dírigía  a ella para darle alguna orden.  Había dejado su trabajo, y al parecer su casa.

Brendan Miller pensaba en todo lo vivido junto a ella, aunque,  a distancia,.   Sólo se había dado cuenta de lo necesaria que era, cuando  la perdió de vista.  ¿ Era eso lo que deseaba?  No estaba muy seguro de ello.  Había sido una relación siempre en tensión por parte de ella.  Ahora comenzaba a comprender lo que la ocurría cada vez que coincidían en algún despacho, porque era él,  quién ahora,   lamentaba su ausencia, y ni siquiera tenía el consuelo de volver a hablar con ella.  Había salido de su vida para siempre.

 Y al cabo de unos días tenía una nueva secretaria, pero era el polo opuesto de Ada. Esta era más extrovertida; siempre sonriente y no le importaba hacer horas extras.  Pensó  que era una joya de empleada.

-  Creo que he ganado con el cambio -, pensó, aunque no estuviera muy de acuerdo con su reflexión

Reconocía que a veces se había excedido con las órdenes dadas para cualquier trámite, y si no se cumplían con la celeridad que pensaba, bronca segura, como si ella fuese  culpable de todo lo que acontecía bajo el sol en la tierra.  Hasta que llegó el día en que se hartó y pidió la dimisión.  Algo que no entraba en la cabeza de Brendan; le parecía imposible que alguien como ella renunciase a un trabajo en su compañía con tan fenomenal sueldo.  Pero había ocurrido, y fue ella, la simple, la tímida secretaría que había entrado hacía a penas unos pocos meses, quién le dejase.
Pero ahora dudaba de que fueran las regañinas lo que la impulsó a ello. Sin duda habría algo más que no alcanzaba a comprender. Pero... ¿ y él,?  ¿por qué estaba tan inquieto?  Y de nuevo lo soñado durante la noche volvía claro y diáfano a su memoria.  Le había plantado, sin más, dejando la carta encima del escritorio de Morgan.

   < No aguanto más. Me voy.  No le soporto señor Miller.  Aquí se queda con su compañía.  No creo merecer el trato que estoy recibiendo, y créame por muy buen sueldo que ofrezca, no entra dentro de él,  amargar la vida a una persona.  Y usted lo hace constantemente. Así que me voy, hoy mismo, ahora.>

 Lo soñado . ¿ ocurrió de este modo? No exactamente, pero creía darse cuenta, de que era con él de quién tenía las quejas.  Morgan sólo recibió la carta.

  Y había salido hecha una furia, dejando a Morgan  sin poder articular palabra..   Nunca había demostrado tener un carácter tan fuerte.  Siempre tímida y prudente;  Le  dejó sorprendido, y en ese momento se dio cuenta de que  Brendan, acababa de perder a una de sus mejores empleadas.  Y tenía razón en algo:  siempre era la depositaria de alguna regañina por algo que no resultara como él había pensado.

 - Tendré que moderar mis exigencias   con la persona que ocupe su puesto en adelante.- pensó

  Pero ya no había remedio: la había perdido.  Porque lo que no haría sería disculparse ante ella.

-Ni hablar.  Que se marche, pero aquí el que manda soy yo.  Les pago un buen sueldo para que cumplan mis órdenes.  Así,  que se marche,    .  A ver si en el siguiente trabajo  esta tan considerada como aquí..

Estaba furioso consigo mismo.  En el fondo sabía que no tenía razón, pero tampoco se explicaba nada de lo ocurrido.  Abrió el porta firmas, y la carta de dimisión estaba frente a él, y consideró que era como si le hubieran dado una bofetada.  Nunca antes, nadie, se había atrevido a plantar cara como ella lo hizo aquella mañana.  De su boca salían en tropel miles de reproches dirigidos a él, pero recibidos por Morgan..  Y las explicaciones que le dio no podía rebatirlas  :    cuando mandaba unas flores a la conquista de turno y a él no le parecían adecuadas por el color elegido. Si recibía cordialmente a alguien que viniera a visitarle, le parecía que coqueteaba con esa persona.  Si al salir del trabajo, iba con cualquier compañero a tomar una copa, no consentía relación con quienes trabajaba para él....  y así por cualquier cosa.  Bien, pues se había terminado la cuestión,  Ya no tendría más discusiones con ella.

Pero, a pesar de los días transcurridos desde que se fuera, seguía notando su falta, y por ello, la que estaba en su lugar, no terminaba de encajar.  Sin duda, se había acostumbrado mal a la eficiencia de Ada; tendría paciencia y le daría la oportunidad de demostrar que está sobradamente capacitada para ocupar el puesto supliendo a la anterior.

No tenía nada pendiente, ni ganas de nada.  Ese día se había levantado mal, a la fuerza..  Ni siquiera había acudido al gimnasio; solamente corrió tres kilómetros y volvió a casa para prepararse para ir a la oficina.  Pero estaba en ella, y tampoco le apetecía ni recibir visitas, ni solucionar problemas.  Lo decidió de golpe: se tomaría un par de días libres.  Llamó a la secretaría y la pidió que anulase todo lo que tenía  hasta el próximo lunes

- Tengo un viaje que realizar. No lo había recordado. - la dijo

 ¿ Desde cuándo él pedía excusas a la secretaría por anular sus citas?  Estaba extrañado  él mismo,  de todo lo que estaba cambiando.  Los reproches de ella resonaban en su cabeza insistentemente.

- No es posible.  ¿Quién es ella para hacerme ésto ?

Ni siquiera se daba cuenta de lo que estaba ocurriendo en su vida tan falta de interés.   Sólo alguna salida con alguna mujer, juergas con los amigos, o algún viaje extraño en compañía, era su sistema de vida.  Nunca hasta ahora, se había aislado en la cabaña, tal y como tenía planeado.  Pero no sólo eso: sus salidas con amigos se habían espaciado  y notaba que estaba cambiando. .  A eso se debía el mal humor ¿ Qué me ocurre, será que me estoy haciendo mayor ? Se preguntaba  ignorando adrede lo que en realidad pasaba.-.  Ha llegado la hora de sentar la cabeza- pensó- pero...,  ¿ qué cabeza ? La tengo bastante firme. Soy joven aún para pensar en tomar las cosas con calma.  Ya llegará esa hora. 

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