lunes, 14 de octubre de 2019

Pobre niña rica - Capítulo 4 - Hogar, mi hogar

Recorrimos Kensington y quedamos encantadas, adquiriendo un apartamento quizá demasiado grande para nosotras, pero  el señor Menzies nos dijo muy encarecidamente que tuviéramos en cuenta nuestra posición, o sea, que no eligiéramos ni cualquier zona, ni cualquier apartamento.  Los gastos correrían por cuenta de la compañía.  Entre el alquiler y la manutención, sería equivalente casi, como el pago de la residencia en donde habíamos vivido hasta ahora.  No lo pedimos, pero nos impusieron una mujer de servicio para ayudarnos, y sobretodo estudios, estudios, estudios.  Tan solo los fines de semana seríamos libres para divertirnos

- No está tan mal - dijo Meredith.

 A mi me pareció un regalo del cielo.  Ella no había tenido un régimen tan espartano como yo lo tuve, y su familia  estaba encantada  de cambiar la residencia por el apartamento.  Meredith era mayor que yo y no estaba tan encorsetada  como yo  obedeciendo órdenes , y según sus padres estaría  bien que tomara alguna responsabilidad en su vida..   De todas formas agradecí me fuera concedido ese regalo inesperado, y que Meredith me acompañara en él.ya que pensé, al plantearlo, que sería bastante mas difícil lograr un poco de independencia..  Pero mi tutor no olvidó en absoluto algunas de las normas que debía seguir y que enmarcó y lo puso en la cocina para tenerlas siempre presentes

- No acostarse demasiado  tarde
- Poco o nada  de alcohol
- Nada de chicos en casa
- Nada de celebrar fiestas en el apartamento....

Y así  ni se saben las prohibiciones que teníamos.  Estábamos seguras que  no todas  íbamos a cumplirlas, aunque  él estuviese en contínuo contacto con Else, nuestra sirvienta, mucama, y sobretodo espía. Ya nos las arreglaríamos , pero desde luego si nos surgiera algún compromiso masculino, saldríamos con él, aunque nunca, jamás, le llevaríamos a casa.  Estábamos dispuestas a cumplir nuestra promesa, en su mayoría, pero en otras nos las saltaríamos, porque entonces ¿ qué objeto tenía vivir solas?  Juntando nuestras manos, hicimos fiel promesa de no sobrepasar nuestros límites.

El primer sábado que salimos de fiesta, lo recuerdo como en un sueño:  fue increíble. Mi primera copa en una discoteca.  Mi primer baile.  Mi primera sonrisa a un chico, y mi primera vomitona en el servicio de señoras.  Todo en una noche;  menos mal que tenía a Meredith más juiciosa y comedida.  Ella controlaba mis impulsos, y eran seguir de juerga, que la noche nunca terminase.  Pero debíamos darla por concluida, de lo contrario no volveríamos a pisar la calle. Proteste y supliqué al menos un ratito más, pero Meredith me arrastró hasta un taxi a las cuatro de la madrugada

- No hagas ruido.  Ten cuidado y quítate los zapatos.  Como nos oiga entrar Else, nos la hemos cargado.

Else no se enteró de la hora de nuestra llegada, por tanto cuando entró en nuestra habitación, todo lo vió en calma y cerró la puerta sigilosamente para no despertarnos, ignorando, la pobre mujer, que acabábamos de acostarnos y aún no nos habíamos dormido

- ¡ Uf ! - dijo Meredith - Salvados por la campana -. Yo escondí la cara entre las sábanos para que mis risas no se sintieran fuera de esa habitación

Aquello era el paraíso.  Habíamos pasado de una férrea conducta, a abrir un "poquito" la mano. ¿ Se podía ser más feliz ?  Pues si.  Se podía, sólo que aún no había llegado el tiempo de serlo. Sabía que el resto de la semana tendríamos restringidas las salidas como no fueran  necesarias, pero el recuerdo de aquella noche de sábado no se borraría de mi cabeza hasta la siguiente ocasión Y lo cierto es que no tardó en llegar, pero sería distinta, nada que ver con la que disfrutamos en nuestra primera vez.

 Menzies se presentó en el apartamento inesperadamente una tarde.¡ Y menos mal que nos vió que estábamos estudiando!  Eso le satisfizo mucho y sonrió complacido

- Señoritas vengo a notificarles que este fin de semana acudiremos a un acto benéfico importante.  Será en el hotel Savoy y a un tiempo su presentación ante los altos financieros de este país.  Nos conviene que la vayan conociendo.  De este modo cuando tome la dirección del negocio, no será una desconocida
- Pero... No estoy preparada para eso ¿ No soy demasiado joven ?
- En absoluto.  Antiguamente era a los dieciocho años, y usted va camino de los veinte. Dejen los estudios por un momento y planifiquemos  el vestuario y el resto  de actuaciones
- Bueno les dejo solos - dijo mi amiga disponiéndose a salir y cerrando los libros
- No señorita Meredith, uste también asistirá al acto.  es la mejor amiga de Beth, como una hermana, y estoy seguro que ella estará encantada, si usted así lo desea, por supuesto.

Meredith y yo nos miramos, pero no saltábamos de alegría en absoluto, aunque aceptó.  Me veía engalanada y siendo el foco de todos, de unos asistentes que sólo pensaban en engrosar sus negocios y establecer corrillos conversando sobre la bolsa y sus beneficios obtenidos, algo que a mi me traía sin cuidado, pero que sin embargo sería el pan nuestro de cada día en poco tiempo, una vez concluida mi carrera.  Esa sería mi vida.  Trajes de fiesta, de ejecutiva y reuniones pesadisimas de finanzas  con vetustos caballeros que pensarían que tenía el puesto de directora  por ser hija de quien era.

 Y no les faltaba razón, pero me interesaría en extremo por lo que ocurría en el mundo;  tenía mis propias ideas y las pondría en marcha en cuanto tuviera la ocasión.  Debía demostrarles que no solo era una niña rica, sino que también tenía cerebro.
Pero de todas las formas  que se mire, era un rollo soberano para una chica que aún no tenía veinte años.  Ni siquiera había tenido tiempo de conocer al hombre de mis sueños, algo totalmente normal a mi edad, pero es que toda yo, mi entorno, mi vida, no lo era.  Pedí mentalmente, que al menos acudiera algún chico joven y pudiera entablar una charla con él, porque lo que me aguardaba sería  escuchar cumplidos elogiosos de hombres mayores, pero pensando que yo no tenía más que fachada.

Y lo mismo que cuando cumplí los diecinueve seguimos el mismo ritual, sólo que en esta ocasión debía ser más llamativo, ya que sería mi presentación en sociedad y centro de atención de todos ellos.  De una sociedad banal que nada tenía que ver con mi carácter tan concentrado y tan poco dado a estas cosas con gente mayor.  Pero, al igual que una reina, mi destino estaba marcado desde mi nacimiento.  Ya lo sabía, se habían encargado de metermelo en la cabeza durante toda mi vida:  "Debía sacrificarme por el bien de la compañía que con tanto esfuerzo y trabajo había creado mi padre para el bien común.   Bla, bla, bla...
Machaconamente esa fue mi canción de cuna, y la tenía tan asumida, que estaba dispuesta a renunciar a todo por cumplir ese papel.  Cuando Meredith me escuchaba repetir esa frase, se me quedaba mirando y extrañada y me decía

- ¿ También al amor ?  Creo que no sabes lo que dices.  Aún no te ha dado tiempo de enamorarte, pero el día que lo estés, comprenderás que no hay otra cosa más importante en tu vida que el amor al nombre que hayas elegido.  Aún no lo has encontrado, pero ya me lo dirás.

Y ahora veo que fue una frase premonitoria, o quizá no, sino que es lo que ocurre en una vida normal, pero no en la mía, ya que estaba destinada a más altas encomiendas que un simple amor ¿ Y si no fuera tan simple ?, solía preguntarme y desechar ese pensamiento a un mismo tiempo  Para Meredith si lo fue, y en cierto modo para mí también.

- No, eso no sucederá nunca.  Porque nunca tendré oportunidad de conocer a alguien tan especial por quién renunciar a todo, incluso a la vida si fuera necesario. ¡ A que va a resultar que soy una romántica !  Me decía a mi misma a sabiendas de que sólo eran frases leídas en las novelas románticas, pero que no sucederían en la vida real,  en la mía no, desde luego.

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