Ambos estaban nerviosos, pero ella más. No paraba quieta, y no era por estar a disgusto, muy al contrario, estaba feliz ante esta nueva aventura, porque lo era . Conocería a sus amigos, su entorno en definitiva y se sentía segura a su lado. El la miraba constantemente tratando de adivinar algún signo de duda , y apretaba su mano para infundirla seguridad. Entre cinco y seis horas duraría el viaje, pero no la importaba. Quería todo el tiempo del mundo para estar con él. No tenía miedo a nada y a nadie si Michael estaba cerca.
Lo había organizado todo, y a la salida del aeropuerto les esperaba un coche con su chófer para llevarles a casa . Y en poco tiempo entraría en el que era su hogar, en su mundo, aún por explorar. El la miraba de soslayo captando cada gesto y tratando de adivinar lo que su cabeza pensaba. Pero todos los datos que pudiera tener eran de plena satisfacción debido a la amplia sonrisa que ella tenía permanentemente en el rostro.
Estaba nervioso, mucho más que nunca, y es que de ese viaje dependían muchas cosas, entre ellas la felicidad de ambos. Le enseñó la casa y al final se sentaron en una sala para charlar
- ¿ Qué te ha parecido ?
- No me la imaginaba así, tan grande para tí solo. Bueno, es un decir...
- ¿ Y ? ¿ Desconfías?
- No, no, además estás en tu derecho de hacer lo que quieras, no es eso. Es que imagino que te acompañará
alguien en algunas ocasiones
- Tienes razón; me acompañaban porque ahora estás tú y sólo tú. Y ahora ¿ vas a decirme algo?
-Me gusta tu casa, pero no es eso lo que especialmente me interesa. Me da lo mismo una casa deslumbrante que un simple apartamento. Las casas las hacen sus habitantes, y yo deseo conocer los sitios a donde vas con frecuencia. Quienes son tus amigos, en definitiva la vida que haces, no es porque dude de tí, es que quiero conocerte porque así serán más fáciles las cosas ¿ no crees ?
-Si, cielo, tienes razón ¿ Estás muy cansada? ¿ Quieres que vayamos a dar una vuelta y comencemos la inspección?
- No, hoy no. Sólo quiero estar contigo. No desconfío de ti, tengo plena confianza.
- ¿ Te parece que cenemos en casa, o prefieres ir a un restaurante, sin presentaciones de nadie?
- Cenemos en casa. Me apetece mucho estar solos.
- Eso tiene un riesgo - la dijo riendo
- No sé a qué te refieres - respondió ella de la misma forma
- Después te lo digo - La abrazó y la beso.
Cada minuto que pasaba con ella era una experiencia nueva, nada aburrida y cada vez estaba más convencido de que era la mujer de su vida. Que todo había sucedido por alguna razón. Y los días pasaron veloces y conoció a sus amigos más íntimos y todos le dieron la enhorabuena y Michael se relajó porque la vio feliz. Y aquella noche, la víspera de su regreso, a solas, la pidió en matrimonio y en su dedo anular de la mano izquierda depositó un anillo de compromiso, que ella aceptó y deposito un beso en él. Nunca pensó en vivir algo así, pero le tenía delante, románticamente perfecto. Con una rodilla hincada en el suelo mirándola con amor y esperando impaciente su respuesta
Era un hombre en edad madura, pero que de repente, por obra y gracia de ese amor, había retrocedido hasta los veinte años y miraba con ojos de amor, a la jovencita que emocionada le daba el si quiero. Y a esa respuesta, él respondió abrazándola y diciéndola cuánto la amaba y deseaba que fuera su esposa. No tardarían en serlo, pero primero tendría que cumplir con un trámite ineludible : Menzies.
El había sido su tutor y en ocasiones las veces de un padre. Sabía que sería un escollo ante lo poco convencional de su relación, pero esperaba tener argumentos suficientes para convencerle, aunque comprendía que no sería tarea fácil de lograr.
Y no quiso demorarlo más; los nervios le tenían intranquilo y en cuanto llegaron le llamó por teléfono y le citó para entrevistarse. Nadie tenía noticias de la relación entre ellos dos, así que la sorpresa sería mayúscula cuando le anunciase que iba a casarse con ella. Era un puro trámite, pero creía que debía hacerlo. Ella era mayor de edad, y ya no tan inexperta. Iba camino de los treinta años, aunque su mente era aún infantil de una adolescencia y juventud no vivida. Tenía las ilusiones tocadas por otro amor interior, pero éste había vuelto a hacer que florecieran, que tomara nueva vida. Ya no sería la joven rica y solitaria. Ahora en su mirada había un brillo especial y una sonrisa permanente en su cara, y todos comprobaron que por primera vez comenzaba a ser feliz. Y el artífice de ese cambio no era otro más que Michael O'Sullivan.
De entrada Menzies dijo que no, que era un disparate y que no quería hablar más del tema, pero Michael se plantó frente a él y defendió su amor con uñas y dientes
-Señor Menzies ¿ se da cuenta de que por deferencia, he venido a anunciárselo personalmente? La amo como nunca pensé amar a alguien y ella me corresponde. Necesita vivir y ustedes no le facilitaron esa experiencia. No quiero su dinero ni su posición, la quiero a ella. Ha de reconocer que mi despacho, por lo menos es tan poderoso como el de ustedes. ¿ Dónde estaba usted cuando ella tenía preguntas y nadie tenía a su lado para responderlas? Quiero casarme con una mujer, pero que aún sigue siendo alguien con necesidad de afecto, algo que todos ustedes le negaron. La destinaron a algo que ella no quería y sin embargo la obligaron a aceptarlo ¿ Y ahora pone cortapisas para nuestra unión? La protegeré y la cuidaré como ella merece. Si cree que todo lo que le digo no es cierto, hable con ella y si no se queda satisfecho, lo lamentaré por usted, porque de todas maneras nos casaremos.
Y no se preocupe, ella seguirá al frente de la empresa si así lo desea. Yo renuncio a la mía y me trasladaré a Londres. No necesito vivir de su dinero, como ya tratará de averiguar seguramente. Es puro amor lo que sentimos, y por ella le ruego que en ésto no la falle.
Menzies se le quedó mirando pensativo. Parecía que la decisión era firme, pero antes de dar una respuesta, hablaría con ella. Si ella estaba decidida a dar ese paso tan trascendente, daría su aprobación, aunque en algo si tenía razón: era mayor y podía hacer con su vida lo que quisiera; era la hora de ser feliz, y ella lo merecía.
Se despidieron lo más cordialmente posible y Menzies quedó en llamarle después de hablar con ella. Michael, respiró aliviado al salir. Tenía el alma en vilo por si la decisión del tutor no fuera favorable y pudiera influenciar en ella. Era un trámite que debía cumplir y ya estaba hecho. Confiaba en haberle dado muestras de sus buenas intenciones, así que la moneda ahora estaba en el aire de ella que dependía de la entrevista y de convencerle.
Necesitó dar un paseo antes de ir a casa y contarle la entrevista. Sabía que estaría impaciente, pero necesitaba respirar aire fresco. Había sido tensa y creía no haberle convencido. Se veía como un adolescente pidiendo permiso a un padre para salir con su hija. Pero al mismo tiempo estaba enfadado ¿ dónde estaban ellos cuando les necesitaba? Tan sólo con Meredith, otra jovencita que poco podía apòrtarla, sólo en determinados asuntos. No obstante y pese a todo, sería ella quién tendría la última palabra. Si la convencíeran de que era una locura y no le aceptase al final, se retiraría pese a partirle el alma, pero a ella no la pondría entre la espada y la pared. Bastante había sufrido en su corta vida. Era hora de dejarla en paz y que ella eligiera al fin su destino.
Caminó perdiendo la noción del tiempo, hasta que la señal del teléfono móvil le hizo volver a la realidad. Era ella, preocupada, alterada por su tardanza. Comprobó el reloj y se dio cuenta de que llevaba andando más de tres horas.
- Estoy bien. No te preocupes, mi amor. Nos hemos entretenido más de la cuenta - . Fue lo que la dijo para calmarla, aunque ella notó que algo no había ido bien. Cuando le tuvo frente a ella, se dio cuenta de que estaba preocupado. Tomó su cara entre las manos y le dijo:
- No sé lo que habéis hablado, pero sospecho que lo ha rechazado. Pues muy bien. Cuando hable con él, dejaré las cosas muy claras. Se trata de mi vida y sólo a mí compete la decisión. Hasta ahora he hecho lo que me dictaban, pero ahora no es igual. Te he conocido, nos amamos y nos comprendemos; es todo cuanto necesito. Y así se lo haré saber. Si nos sale bien, o nos sale mal, sólo a nosotros concierne y a nadie más. Yo te quiero y deseo unirme a tí en la forma que sea y cuando sea, y no habrá nadie que me haga cambiar de opinión. Y será mañana mismo cuando hable con Menzies. Es nuestra vida y ya no permitiré que manejen los hilos por mi. Te tengo a tí; ya no soy la pobre huérfana que inspiraba lástíma y siempre estaba solitaria. Tu me guiarás, tu me enseñaras. No necesito a nadie más
- ¿ Lo dices en serio ?
- Nunca he estado más segura de ello. Te quiero y seré tu esposa aunque se oponga el mundo entero
- Mi amor - la abrazo y la besó ardientemente.
Y temprano, a la mañana siguiente, Elizabeth se encaminó a la casa de Menzies. Estaba impaciente por hablar con él y dejar todo zanjado. Michael era su apoyo más importante. ¿ Qué pretendían, casarla con alguien rico pero totalmente inútil y engreído? Lo tenía muy claro, esta vez sería ella la que tomara la decisión, y ya lo había hecho: o Michael o nadie y si se negaban, lo dejaría todo y allá se las apañaran como quisieran. Se iría con él a Estados Unidos y cerraría esa página de su vida. Tenía derecho a sus propias decisiones y serían que se casaría con él o con nadie. Lo tomaban o lo dejaban. estaba furiosa y enfadada. El no se merecía esa desconfianza, no le conocían, ella tampoco mucho, era cierto, pero la amaba y se lo había demostrado. Y la había hecho feliz, algo que desconocía hasta entonces
Lo había organizado todo, y a la salida del aeropuerto les esperaba un coche con su chófer para llevarles a casa . Y en poco tiempo entraría en el que era su hogar, en su mundo, aún por explorar. El la miraba de soslayo captando cada gesto y tratando de adivinar lo que su cabeza pensaba. Pero todos los datos que pudiera tener eran de plena satisfacción debido a la amplia sonrisa que ella tenía permanentemente en el rostro.
Estaba nervioso, mucho más que nunca, y es que de ese viaje dependían muchas cosas, entre ellas la felicidad de ambos. Le enseñó la casa y al final se sentaron en una sala para charlar
- ¿ Qué te ha parecido ?
- No me la imaginaba así, tan grande para tí solo. Bueno, es un decir...
- ¿ Y ? ¿ Desconfías?
- No, no, además estás en tu derecho de hacer lo que quieras, no es eso. Es que imagino que te acompañará
alguien en algunas ocasiones
- Tienes razón; me acompañaban porque ahora estás tú y sólo tú. Y ahora ¿ vas a decirme algo?
-Me gusta tu casa, pero no es eso lo que especialmente me interesa. Me da lo mismo una casa deslumbrante que un simple apartamento. Las casas las hacen sus habitantes, y yo deseo conocer los sitios a donde vas con frecuencia. Quienes son tus amigos, en definitiva la vida que haces, no es porque dude de tí, es que quiero conocerte porque así serán más fáciles las cosas ¿ no crees ?
-Si, cielo, tienes razón ¿ Estás muy cansada? ¿ Quieres que vayamos a dar una vuelta y comencemos la inspección?
- No, hoy no. Sólo quiero estar contigo. No desconfío de ti, tengo plena confianza.
- ¿ Te parece que cenemos en casa, o prefieres ir a un restaurante, sin presentaciones de nadie?
- Cenemos en casa. Me apetece mucho estar solos.
- Eso tiene un riesgo - la dijo riendo
- No sé a qué te refieres - respondió ella de la misma forma
- Después te lo digo - La abrazó y la beso.
Cada minuto que pasaba con ella era una experiencia nueva, nada aburrida y cada vez estaba más convencido de que era la mujer de su vida. Que todo había sucedido por alguna razón. Y los días pasaron veloces y conoció a sus amigos más íntimos y todos le dieron la enhorabuena y Michael se relajó porque la vio feliz. Y aquella noche, la víspera de su regreso, a solas, la pidió en matrimonio y en su dedo anular de la mano izquierda depositó un anillo de compromiso, que ella aceptó y deposito un beso en él. Nunca pensó en vivir algo así, pero le tenía delante, románticamente perfecto. Con una rodilla hincada en el suelo mirándola con amor y esperando impaciente su respuesta
Era un hombre en edad madura, pero que de repente, por obra y gracia de ese amor, había retrocedido hasta los veinte años y miraba con ojos de amor, a la jovencita que emocionada le daba el si quiero. Y a esa respuesta, él respondió abrazándola y diciéndola cuánto la amaba y deseaba que fuera su esposa. No tardarían en serlo, pero primero tendría que cumplir con un trámite ineludible : Menzies.
El había sido su tutor y en ocasiones las veces de un padre. Sabía que sería un escollo ante lo poco convencional de su relación, pero esperaba tener argumentos suficientes para convencerle, aunque comprendía que no sería tarea fácil de lograr.
Y no quiso demorarlo más; los nervios le tenían intranquilo y en cuanto llegaron le llamó por teléfono y le citó para entrevistarse. Nadie tenía noticias de la relación entre ellos dos, así que la sorpresa sería mayúscula cuando le anunciase que iba a casarse con ella. Era un puro trámite, pero creía que debía hacerlo. Ella era mayor de edad, y ya no tan inexperta. Iba camino de los treinta años, aunque su mente era aún infantil de una adolescencia y juventud no vivida. Tenía las ilusiones tocadas por otro amor interior, pero éste había vuelto a hacer que florecieran, que tomara nueva vida. Ya no sería la joven rica y solitaria. Ahora en su mirada había un brillo especial y una sonrisa permanente en su cara, y todos comprobaron que por primera vez comenzaba a ser feliz. Y el artífice de ese cambio no era otro más que Michael O'Sullivan.
De entrada Menzies dijo que no, que era un disparate y que no quería hablar más del tema, pero Michael se plantó frente a él y defendió su amor con uñas y dientes
-Señor Menzies ¿ se da cuenta de que por deferencia, he venido a anunciárselo personalmente? La amo como nunca pensé amar a alguien y ella me corresponde. Necesita vivir y ustedes no le facilitaron esa experiencia. No quiero su dinero ni su posición, la quiero a ella. Ha de reconocer que mi despacho, por lo menos es tan poderoso como el de ustedes. ¿ Dónde estaba usted cuando ella tenía preguntas y nadie tenía a su lado para responderlas? Quiero casarme con una mujer, pero que aún sigue siendo alguien con necesidad de afecto, algo que todos ustedes le negaron. La destinaron a algo que ella no quería y sin embargo la obligaron a aceptarlo ¿ Y ahora pone cortapisas para nuestra unión? La protegeré y la cuidaré como ella merece. Si cree que todo lo que le digo no es cierto, hable con ella y si no se queda satisfecho, lo lamentaré por usted, porque de todas maneras nos casaremos.
Y no se preocupe, ella seguirá al frente de la empresa si así lo desea. Yo renuncio a la mía y me trasladaré a Londres. No necesito vivir de su dinero, como ya tratará de averiguar seguramente. Es puro amor lo que sentimos, y por ella le ruego que en ésto no la falle.
Menzies se le quedó mirando pensativo. Parecía que la decisión era firme, pero antes de dar una respuesta, hablaría con ella. Si ella estaba decidida a dar ese paso tan trascendente, daría su aprobación, aunque en algo si tenía razón: era mayor y podía hacer con su vida lo que quisiera; era la hora de ser feliz, y ella lo merecía.
Se despidieron lo más cordialmente posible y Menzies quedó en llamarle después de hablar con ella. Michael, respiró aliviado al salir. Tenía el alma en vilo por si la decisión del tutor no fuera favorable y pudiera influenciar en ella. Era un trámite que debía cumplir y ya estaba hecho. Confiaba en haberle dado muestras de sus buenas intenciones, así que la moneda ahora estaba en el aire de ella que dependía de la entrevista y de convencerle.
Necesitó dar un paseo antes de ir a casa y contarle la entrevista. Sabía que estaría impaciente, pero necesitaba respirar aire fresco. Había sido tensa y creía no haberle convencido. Se veía como un adolescente pidiendo permiso a un padre para salir con su hija. Pero al mismo tiempo estaba enfadado ¿ dónde estaban ellos cuando les necesitaba? Tan sólo con Meredith, otra jovencita que poco podía apòrtarla, sólo en determinados asuntos. No obstante y pese a todo, sería ella quién tendría la última palabra. Si la convencíeran de que era una locura y no le aceptase al final, se retiraría pese a partirle el alma, pero a ella no la pondría entre la espada y la pared. Bastante había sufrido en su corta vida. Era hora de dejarla en paz y que ella eligiera al fin su destino.
Caminó perdiendo la noción del tiempo, hasta que la señal del teléfono móvil le hizo volver a la realidad. Era ella, preocupada, alterada por su tardanza. Comprobó el reloj y se dio cuenta de que llevaba andando más de tres horas.
- Estoy bien. No te preocupes, mi amor. Nos hemos entretenido más de la cuenta - . Fue lo que la dijo para calmarla, aunque ella notó que algo no había ido bien. Cuando le tuvo frente a ella, se dio cuenta de que estaba preocupado. Tomó su cara entre las manos y le dijo:
- No sé lo que habéis hablado, pero sospecho que lo ha rechazado. Pues muy bien. Cuando hable con él, dejaré las cosas muy claras. Se trata de mi vida y sólo a mí compete la decisión. Hasta ahora he hecho lo que me dictaban, pero ahora no es igual. Te he conocido, nos amamos y nos comprendemos; es todo cuanto necesito. Y así se lo haré saber. Si nos sale bien, o nos sale mal, sólo a nosotros concierne y a nadie más. Yo te quiero y deseo unirme a tí en la forma que sea y cuando sea, y no habrá nadie que me haga cambiar de opinión. Y será mañana mismo cuando hable con Menzies. Es nuestra vida y ya no permitiré que manejen los hilos por mi. Te tengo a tí; ya no soy la pobre huérfana que inspiraba lástíma y siempre estaba solitaria. Tu me guiarás, tu me enseñaras. No necesito a nadie más
- ¿ Lo dices en serio ?
- Nunca he estado más segura de ello. Te quiero y seré tu esposa aunque se oponga el mundo entero
- Mi amor - la abrazo y la besó ardientemente.
Y temprano, a la mañana siguiente, Elizabeth se encaminó a la casa de Menzies. Estaba impaciente por hablar con él y dejar todo zanjado. Michael era su apoyo más importante. ¿ Qué pretendían, casarla con alguien rico pero totalmente inútil y engreído? Lo tenía muy claro, esta vez sería ella la que tomara la decisión, y ya lo había hecho: o Michael o nadie y si se negaban, lo dejaría todo y allá se las apañaran como quisieran. Se iría con él a Estados Unidos y cerraría esa página de su vida. Tenía derecho a sus propias decisiones y serían que se casaría con él o con nadie. Lo tomaban o lo dejaban. estaba furiosa y enfadada. El no se merecía esa desconfianza, no le conocían, ella tampoco mucho, era cierto, pero la amaba y se lo había demostrado. Y la había hecho feliz, algo que desconocía hasta entonces
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