Y el único día que tenía libre lo pasé malhumorada. Aún recordaba el incidente con William. Una noche que prometía y se quedó sólo en eso: promesas. Mi autoestima que estaba alta, bajó de golpe a nivel del suelo. A mi lado tenía toda la documentación que Menzies me había facilitado a la que tendría que referirme en la junta, y no me gustaba nada lo que allí había. pero lo peor de todo comenzó en la mañana del lunes: Ese era el día marcado para mi debut. Los nervios se me agarrotaron en el estómago y hasta tenía náuseas.
" No voy a poder, no voy a poder ". Me repetía una y mil veces y miraba constantemente el reloj. Deseaba que se detuviese, que no avanzase más, pero por desgracia iba a su ritmo, y a las ocho en punto Menzies, tocó el timbre de la puerta; el coche nos esperaba abajo para llevarnos a la empresa. Tuve que agarrarme al brazo de mi tutor, porque las piernas no me sostenían. Al verme dió su aprobación al vestuario que había elegido para la presentación: un traje de chaqueta color gris claro, con una blusa color rosa palo. Me había esmerado en el arreglo. Quizá esperarían a alguien con algo más clásico, pero yo no era la directora de empresa al uso; además tenía poco más de veinte años. Impondría mi propio criterio, mis gustos personales. Nada tenía que ver la elección de la ropa con que fuera inteligente y hábil para dirigir lo que me habían encomendado.
Fue una mañana que querría borrar de mi vida para siempre. Todos muy correctos se pusieron de pie en cuanto entré en el salón de Juntas. Todo era nuevo para mí, incluso esa habitación, como lo fue cuando me vi ante la entrada al edificio. Nunca había pasado, siquiera por allí. ¿ Cómo no se le ocurrió a Menzies llevarme algún día para familiarizarme con ello ? Era imponente, no creí que fuera ni así, ni tan grande. Quizá por eso es que nunca me lo mostró.
Como prometió, mi tutor dió un pequeño discurso a modo de presentación y a continuación me dió la palabra. Se me atascaban en la garganta, no recordaba ninguna ni tampoco sabía cómo empezar. Nunca se me ocurrió que tendría que soltar una perorata ante estos señores que me miraban con conmiseración, pensando "esta chica ¿qué hace aquí?" Hasta vi en algunos de ellos que sonreían ligeramente. Y como hago siempre que tengo miedo y estoy insegura, tomé aire levanté los hombros y la cabeza y comencé a hablar para aquellos venerables señores que estaban juzgando cada centímetro de mi.
Lo primero que les solté fue un jarro de agua fría. Lo que menos se esperaban era que les dijera que las cosas iban mal, muy mal...
" Estamos estancados desde hace tres años, y el siguiente paso será que los accionistas comiencen a ver otras opciones que no sea la nuestra. Hemos de dar un vuelco radical en nuestra empresa, en nuestra dirección. De ninguna de las maneras podemos seguir así..."
Hice un paréntesis y respiré examinando a cada uno de ellos, que sorprendidos, no esperaban un discurso en esos términos. Ni yo misma me reconocía. Miré de reojo a mi tutor y le ví sonreir, tapándose la boca con la mano para que no se notara. Le veía satisfecho; había hecho mis deberes y estaba orgulloso de mí. Lo pronunciaba tal y como había visto la situación en los gráficos, no me estaba inventando nada. Cada uno de ellos abrió la carpeta con los datos que les había facilitado, y comprobaron que efectivamente, era cierto lo por mi anunciado.
Pero aún faltaba el postre y lo más duro, probablemente, que me acarrearía las enemistades de todos ellos, pero no sería posible relanzar la empresa sin esas drásticas medidas.
" Señores, como habrán visto, no he exagerado la situación. Para mejorar he decidido un plan de choque que estoy segura no aceptarán, pero es una prerrogativa que tengo y que asumo con todas las consecuencias. Desde este momento, queda disuelta definitivamente esta junta directiva... "
Los murmullos, las iras, en definitiva, se desataron los Idus de Marzo. Seguro que se preguntarían que quién era yo para dejarles en la calle después de tantos años, pero precisamente , ese era el problema; llevaban muchos años viviendo a la sopa boba y sin esforzarse en lo más mínimo por salvar el barco que estaba a punto de hundirse.
Se pusieron de pié acusando indignación. Yo estaba, porqué no decirlo, asustada. Nunca me había visto en algo igual. Algunos levantaban su puño amenazante. Todos hablaban a un tiempo y yo estaba a punto del desmayo. Menzies apretaba mi mano con cariño dando su aprobación a lo expuesto, y decidido a intervenir si aquello llegase a mayores. De repente, dió un puñetazo en la mesa, y todos callaron sorprendidos
- Continúe - dijo con toda la calma del mundo e indicándome con la mano que siguiese exponiendo lo que tenía en mente. Envalentonada por su apoyo, aunque me temblaban las piernas, con voz firme, inicié nuevamente la exposición de lo que iba a suceder en cuanto termináramos esa junta. Y sería, nada más y nada menos, que ninguno de ellos volvería a ese puesto en lo sucesivo. Estaba segura que al menos, alguno retiraría sus acciones y que lo acontecido en esta junta, correría como reguero de pólvora en los foros financieros. Eran contingencias que probablemente sucederían y por eso ya habíamos contado con ello. Nos esperaban tiempos difíciles, que aguantaríamos como mejor pudiéramos. Pero también tenía confianza que con la misma rapidez que corren las malas noticias, también se extenderían las buenas cuando comenzásemos con las reformas, que serían al día siguiente.
Menzies prometió estar a mi lado siempre, pero no sería visible nunca. El como los demás no tendría cargo directivo, pero sería mi consejero en la sombra. Cuando todos se fueron, y lo hicieron rápido, él y yo comenzamos a examinar los curriculums de quienes serían mis consejeros y ayudantes. Confíaba en Henry, y le propuse fuese mi asesor financiero. Y así uno a uno formamos el nuevo consejo de administración. Era urgente debíamos inspirar confianza a la bolsa y para ello trabajamos durante todo el día y parte de la noche. Las secretarias se encargaban de avisar a los nuevos consejeros y citarles para el día siguiente. Tendríamos una primera entrevista y si todo era normal y aceptable por parte de ambas partes, comenzarían a trabajar rápidamente. En las entrevistas estaría mi tutor, pero hecho ésto,
desaparecería de escena hasta que de nuevo yo requiriese su consejo.
- ¿ Te dejo en casa? Tendrás que comprarte un coche - me dijo sonriente - ¿ Sabes ? Has sobrepasado todas las expectativas que tenía contigo. Has nacido para este puesto.
- Gracias señor Menzies, pero estaba muerta de miedo. Si no le importa deseo pasear un poco antes de llegar a casa. Necesito relajarme.
- ¡ Claro, lo entiendo ! Haz lo que quieras que te haga sentirte bien, y no me llames señor, sino Thomas, sin más.
Me besó en la frente y se entretuvo durante unos instantes mirándome complacido. Se metió en su coche, y partió hacia su casa. Estábamos agotados, pero necesitaba tomar un poco de aire de la noche y relajarme. había sido un día excesivamente duro. Despacio, lentamente , pero tranquila, sin rumbo fijo, encaminé mis pasos en una dirección. Lo hice inconscientemente, y sólo cuando me ví frente a su casa me dí cuenta de ello.
¿ Por qué había llegado hasta allí? No habíamos terminado muy bien el día de nuestra cita e ignoraba si estaría en casa, o quizá lo hiciera acompañado de alguien. ¿ Qué hago ? Pero lo mismo que inconscientemente había llegado hasta allí, también instintivamente adelanté mi mano y llamé a su timbre. Abrió la puerta una señora de mediana edad. Amablemente me preguntó lo que deseaba y al preguntar por William, se hizo a un lado y me dejó pasar hasta una sala, yendo posteriormente en busca de él. Ni siquiera yo tenía muy clara la actitud que me había llevado hasta allí. Pensé que junto a Menzies, era la persona de la cuál podía fiarme. Se presentó de inmediato con actitud inquieta
-¿ Te ocurre algo ? ¿ A qué has venido ?
- Lo siento. He tenido un día durísimo y salí a dar un paseo y cuando me dí cuenta estaba a tu puerta. Te ruego me disculpes; no pensé que podrías estar ocupado. No te preocupes, ya me voy
- No vas a ir a ninguna parte. ¿ Has visto la cara que tienes? Se te ve cansada, muy cansada. Vas a quedarte y comeremos algo ¿ has cenado?
- Ni siquiera hemos comido
-¿ Hemos ?
- Si. Hoy ha sido "el gran día" y lo cierto es que quisiera borrarlo de mi cabeza. Ha sido espantoso; creí que me devorarían.
- Bueno, estás a salvo. Comamos algo y tomemos una copa de vino. Después te sentirás mejor. Habrás de disculparme un momento, he de hacer una llamada.
Atrajo mi cabeza hacia sí y depositó un beso en mi frente. Y de nuevo esa electricidad a su contacto recorrió mi cuerpo. Aquel era el lugar en el que quería estar. Me sentía protegida, a salvo de todos, menos de él. Su rostro estaba extraño como si deseara hacer algo que no hacía, y al fin me estrechó entre sus brazos y yo comencé a relajarme. Era mi refugio seguro. Y me di cuenta de que se estaba arreglando para salir y yo le había interrumpido ¿ Dónde iría a estas horas? Son más de las once.Le escuché hablar algo acalorado con quién fuera al teléfono. Seguramente cancelando su cita por culpa de mi presencia. Me levanté del sillón en donde estaba sentada, y cogiendo mi bolso, me disponía a abandonar la casa cuando él volvió a entrar en escena
- Vamos, la cena la están sirviendo. Será algo ligero. No esperaba recibir visitas
- Lo siento, ya me voy. Debí llamarte antes, pero ni siquiera se me ocurrió. Espero que aún tengas tiempo de acudir a tu cita
- No tengo ninguna cita, ya no. Así que relájate y cuéntame mientras cenamos lo que te ha traído hasta aquí.
" No voy a poder, no voy a poder ". Me repetía una y mil veces y miraba constantemente el reloj. Deseaba que se detuviese, que no avanzase más, pero por desgracia iba a su ritmo, y a las ocho en punto Menzies, tocó el timbre de la puerta; el coche nos esperaba abajo para llevarnos a la empresa. Tuve que agarrarme al brazo de mi tutor, porque las piernas no me sostenían. Al verme dió su aprobación al vestuario que había elegido para la presentación: un traje de chaqueta color gris claro, con una blusa color rosa palo. Me había esmerado en el arreglo. Quizá esperarían a alguien con algo más clásico, pero yo no era la directora de empresa al uso; además tenía poco más de veinte años. Impondría mi propio criterio, mis gustos personales. Nada tenía que ver la elección de la ropa con que fuera inteligente y hábil para dirigir lo que me habían encomendado.
Fue una mañana que querría borrar de mi vida para siempre. Todos muy correctos se pusieron de pie en cuanto entré en el salón de Juntas. Todo era nuevo para mí, incluso esa habitación, como lo fue cuando me vi ante la entrada al edificio. Nunca había pasado, siquiera por allí. ¿ Cómo no se le ocurrió a Menzies llevarme algún día para familiarizarme con ello ? Era imponente, no creí que fuera ni así, ni tan grande. Quizá por eso es que nunca me lo mostró.
Como prometió, mi tutor dió un pequeño discurso a modo de presentación y a continuación me dió la palabra. Se me atascaban en la garganta, no recordaba ninguna ni tampoco sabía cómo empezar. Nunca se me ocurrió que tendría que soltar una perorata ante estos señores que me miraban con conmiseración, pensando "esta chica ¿qué hace aquí?" Hasta vi en algunos de ellos que sonreían ligeramente. Y como hago siempre que tengo miedo y estoy insegura, tomé aire levanté los hombros y la cabeza y comencé a hablar para aquellos venerables señores que estaban juzgando cada centímetro de mi.
Lo primero que les solté fue un jarro de agua fría. Lo que menos se esperaban era que les dijera que las cosas iban mal, muy mal...
" Estamos estancados desde hace tres años, y el siguiente paso será que los accionistas comiencen a ver otras opciones que no sea la nuestra. Hemos de dar un vuelco radical en nuestra empresa, en nuestra dirección. De ninguna de las maneras podemos seguir así..."
Hice un paréntesis y respiré examinando a cada uno de ellos, que sorprendidos, no esperaban un discurso en esos términos. Ni yo misma me reconocía. Miré de reojo a mi tutor y le ví sonreir, tapándose la boca con la mano para que no se notara. Le veía satisfecho; había hecho mis deberes y estaba orgulloso de mí. Lo pronunciaba tal y como había visto la situación en los gráficos, no me estaba inventando nada. Cada uno de ellos abrió la carpeta con los datos que les había facilitado, y comprobaron que efectivamente, era cierto lo por mi anunciado.
Pero aún faltaba el postre y lo más duro, probablemente, que me acarrearía las enemistades de todos ellos, pero no sería posible relanzar la empresa sin esas drásticas medidas.
" Señores, como habrán visto, no he exagerado la situación. Para mejorar he decidido un plan de choque que estoy segura no aceptarán, pero es una prerrogativa que tengo y que asumo con todas las consecuencias. Desde este momento, queda disuelta definitivamente esta junta directiva... "
Los murmullos, las iras, en definitiva, se desataron los Idus de Marzo. Seguro que se preguntarían que quién era yo para dejarles en la calle después de tantos años, pero precisamente , ese era el problema; llevaban muchos años viviendo a la sopa boba y sin esforzarse en lo más mínimo por salvar el barco que estaba a punto de hundirse.
Se pusieron de pié acusando indignación. Yo estaba, porqué no decirlo, asustada. Nunca me había visto en algo igual. Algunos levantaban su puño amenazante. Todos hablaban a un tiempo y yo estaba a punto del desmayo. Menzies apretaba mi mano con cariño dando su aprobación a lo expuesto, y decidido a intervenir si aquello llegase a mayores. De repente, dió un puñetazo en la mesa, y todos callaron sorprendidos
- Continúe - dijo con toda la calma del mundo e indicándome con la mano que siguiese exponiendo lo que tenía en mente. Envalentonada por su apoyo, aunque me temblaban las piernas, con voz firme, inicié nuevamente la exposición de lo que iba a suceder en cuanto termináramos esa junta. Y sería, nada más y nada menos, que ninguno de ellos volvería a ese puesto en lo sucesivo. Estaba segura que al menos, alguno retiraría sus acciones y que lo acontecido en esta junta, correría como reguero de pólvora en los foros financieros. Eran contingencias que probablemente sucederían y por eso ya habíamos contado con ello. Nos esperaban tiempos difíciles, que aguantaríamos como mejor pudiéramos. Pero también tenía confianza que con la misma rapidez que corren las malas noticias, también se extenderían las buenas cuando comenzásemos con las reformas, que serían al día siguiente.
Menzies prometió estar a mi lado siempre, pero no sería visible nunca. El como los demás no tendría cargo directivo, pero sería mi consejero en la sombra. Cuando todos se fueron, y lo hicieron rápido, él y yo comenzamos a examinar los curriculums de quienes serían mis consejeros y ayudantes. Confíaba en Henry, y le propuse fuese mi asesor financiero. Y así uno a uno formamos el nuevo consejo de administración. Era urgente debíamos inspirar confianza a la bolsa y para ello trabajamos durante todo el día y parte de la noche. Las secretarias se encargaban de avisar a los nuevos consejeros y citarles para el día siguiente. Tendríamos una primera entrevista y si todo era normal y aceptable por parte de ambas partes, comenzarían a trabajar rápidamente. En las entrevistas estaría mi tutor, pero hecho ésto,
desaparecería de escena hasta que de nuevo yo requiriese su consejo.
- ¿ Te dejo en casa? Tendrás que comprarte un coche - me dijo sonriente - ¿ Sabes ? Has sobrepasado todas las expectativas que tenía contigo. Has nacido para este puesto.
- Gracias señor Menzies, pero estaba muerta de miedo. Si no le importa deseo pasear un poco antes de llegar a casa. Necesito relajarme.
- ¡ Claro, lo entiendo ! Haz lo que quieras que te haga sentirte bien, y no me llames señor, sino Thomas, sin más.
Me besó en la frente y se entretuvo durante unos instantes mirándome complacido. Se metió en su coche, y partió hacia su casa. Estábamos agotados, pero necesitaba tomar un poco de aire de la noche y relajarme. había sido un día excesivamente duro. Despacio, lentamente , pero tranquila, sin rumbo fijo, encaminé mis pasos en una dirección. Lo hice inconscientemente, y sólo cuando me ví frente a su casa me dí cuenta de ello.
¿ Por qué había llegado hasta allí? No habíamos terminado muy bien el día de nuestra cita e ignoraba si estaría en casa, o quizá lo hiciera acompañado de alguien. ¿ Qué hago ? Pero lo mismo que inconscientemente había llegado hasta allí, también instintivamente adelanté mi mano y llamé a su timbre. Abrió la puerta una señora de mediana edad. Amablemente me preguntó lo que deseaba y al preguntar por William, se hizo a un lado y me dejó pasar hasta una sala, yendo posteriormente en busca de él. Ni siquiera yo tenía muy clara la actitud que me había llevado hasta allí. Pensé que junto a Menzies, era la persona de la cuál podía fiarme. Se presentó de inmediato con actitud inquieta
-¿ Te ocurre algo ? ¿ A qué has venido ?
- Lo siento. He tenido un día durísimo y salí a dar un paseo y cuando me dí cuenta estaba a tu puerta. Te ruego me disculpes; no pensé que podrías estar ocupado. No te preocupes, ya me voy
- No vas a ir a ninguna parte. ¿ Has visto la cara que tienes? Se te ve cansada, muy cansada. Vas a quedarte y comeremos algo ¿ has cenado?
- Ni siquiera hemos comido
-¿ Hemos ?
- Si. Hoy ha sido "el gran día" y lo cierto es que quisiera borrarlo de mi cabeza. Ha sido espantoso; creí que me devorarían.
- Bueno, estás a salvo. Comamos algo y tomemos una copa de vino. Después te sentirás mejor. Habrás de disculparme un momento, he de hacer una llamada.
Atrajo mi cabeza hacia sí y depositó un beso en mi frente. Y de nuevo esa electricidad a su contacto recorrió mi cuerpo. Aquel era el lugar en el que quería estar. Me sentía protegida, a salvo de todos, menos de él. Su rostro estaba extraño como si deseara hacer algo que no hacía, y al fin me estrechó entre sus brazos y yo comencé a relajarme. Era mi refugio seguro. Y me di cuenta de que se estaba arreglando para salir y yo le había interrumpido ¿ Dónde iría a estas horas? Son más de las once.Le escuché hablar algo acalorado con quién fuera al teléfono. Seguramente cancelando su cita por culpa de mi presencia. Me levanté del sillón en donde estaba sentada, y cogiendo mi bolso, me disponía a abandonar la casa cuando él volvió a entrar en escena
- Vamos, la cena la están sirviendo. Será algo ligero. No esperaba recibir visitas
- Lo siento, ya me voy. Debí llamarte antes, pero ni siquiera se me ocurrió. Espero que aún tengas tiempo de acudir a tu cita
- No tengo ninguna cita, ya no. Así que relájate y cuéntame mientras cenamos lo que te ha traído hasta aquí.
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