Y cuando terminó de contar la historia que nos lleva al principio de esta novela, ya era de madrugada avanzada. Ambos se miraron fijamente. Habían abierto sus almas y algo había cambiado entre ellos, es decir entre Elizabeth, porque hemos sabido del flechazo que recibió Michael al verla en la revista.. Tomó su mano y la besó dulcemente, y su mirada era tan dulce que a ella le costaba trabajo retirar la suya de la de él. Ese nombre desconocido la estaba dando la ternura que durante toda su vida había necesitado. Le echaría de menos cuando partiera que sería pronto, y después ¿qué ? Era injusto esa separación, pero el´tenía obligaciones y ella también.
Cuando Michael emprendió ese extraño viaje, sabía que era una aventura más de las que había realizado en su vida. Que era un sueño imposible de alcanzar, pero a pesar de todo, merecía la pena intentarlo.
Y Michael se subió al avión que le llevaría de regreso a su casa. Llevaba un nudo en el estómago. La noche anterior, y como despedida, había cenado con ella, pero ambos estaban algo tristones, precisamente porque al día siguiente estarían a miles de kilómetros uno del otro. El marchaba con el corazón encogido y en definitiva regresaba sin saber si ella le aceptaría o simplemente se quedaría en una simple amistad. Ella le recordó durante todo el día, pensando en el itinerario que estuviera llevando. Y aguardó impaciente una llamada anunciándola que ya estaba en casa, pero esa llamada no llegaba y decepcionada, regresó a su casa y se dispuso a seguir su vida normal. Sólo había tenido el paréntesis de unos pocos días que habían roto su monotonía. Saludó a Else y se dirigió a su habitación: había vuelto la rutina, haría de nuevo lo que hacía cada día antes de que él llegara. Y tuvo que reconocer que habían pasado unos días muy agradables y que le echaba de menos. ¿ Cómo era posible ? Pero así era; echaba de menos su cortesía, el que estuviera pendiente de ella constantemente, el que la tratase con cariño y dulzura sin insinuaciones deshonestas, de las que no estaba muy segura si hubiera rechazado. Le recordaba con afecto pero sabía positivamente que sería difícil volverse a ver y más llegar a algo serio. Eso sería imposible. Así que mejor desecharía todo acercamiento, pero si la gustaría recibir alguna llamada de él de vez en cuando.
Y retrocediendo en el tiempo, pensó en William en su cariño demostrado mientras estuvieron juntos, pero después... ¿ Haría Michael lo mismo? Pues seguramente, ya que la forma en que le conoció era totalmente atípica y todo el ardor que puso en verla, se desvanecería como el humo, una vez que volviera a la vida normal. Y ella debía hacer lo mismo. Por otro lado estaba la diferencia de edad. Eran demasiados años entre ellos. Ella era inexperta, pero él seguro que había corrido su mundo y además había estado casado; eran demasiados escalones para subir.
- Sólo ha sido una anécdota pero ¿ por qué me siento tan mal ? ¿ Será eso el enamoramiento? Meredith me dijo que cuando llegase lo notaría y sabría si sería el definitivo. En su caso, sin duda, pero en ¿éste? No tiene pies ni cabeza. Será mejor que lo ignore- . Y se sumergió en el baño de sales que estaba tomando y se mantuvo durante unos instantes, hasta que necesitó respirar y salió a la superficie.
Cenó como cada noche. Vió algún programa de televisión, como siempre y como siempre miró el reloj y pensó que era hora de acostarse. Al día siguiente la esperaba un nuevo día de trabajo. Era demasiado metódica, quienes la conocían bien la decían que era cuadriculada: cada cosa a una hora determinada, sin salirse del renglón para nada.
- Hora de dormir. Mañana será otro día
Se dió media vuelta y al poco rato se quedó dormida. Un repiquetear de su teléfono la despertó sobresaltada y medio dormida atendió la llamada
- ¿ Si , quién llama ?
- Perdona, soy yo. Sé que es una llamada intempestiva pero te echo de menos. Seguro que ya estabas durmiendo, pero quería escuchar tu voz
- ¿ Sabes la hora que es ? - miró el reloj - Aquí son las tres de la madrugada y me has dado un susto de muerte, pero me alegro que lo hayas hecho
- Perdóname de nuevo, pero no sé lo que me pasa. Estoy nervioso y malhumorado. Y deseo estar contigo, allí y sin embargo estoy muy lejos. Te quiero Elizabeth, esa es la explicación
Ella se echó a reír, pero en el fondo la satisfizo esa respuesta. Era la primera vez que recibía esa apasionada muestra de amor desde... Se volvió a tumbar y siguió escuchando las cuitas que él la dedicaba. Y le dejaba hablar y ella sonreía, y la complacía la vehemencia con que él la decía que la quería. Y se despidieron no como amigos sino como dos novios enamorados, al menos por parte de él
Eso no era posible. Era una fantasía, o peor, él sabía de su aburrida existencia y quiere divertirse a su costa. Pero también reconocía que era injusto pensar así; no la había pedido nada, sólo estar con ella ni siquiera la besó. Era escrupulosamente correcto, porque si lo hubiera hecho en esos pocos días, entonces sí que hubiera dudado de su honestidad. Tenía la cabeza muy alborotada no sabía qué pensar, pero lo que escuchaba, la gustaba, le halagaba y en definitiva: se sentía a gusto con él. La época en que los hombres la perturbaban había pasado, pero había una explicación que ella sabía perfectamente: no les hacía caso, tan sólo en el plan de trabajo, pero con Michael desde un principio de sintió tranquila y segura. Sonrió dándose la vuelta en la cama y tratando de volver a conciliar el sueño.
Y se despertó al día siguiente con otro ánimo y con la sonrisa en la cara. Su breve conversación en la madrugada con él había insuflado aire nuevo a su vida, y hasta sintió que le echaba de menos y que lamentaba profundamente que estuvieran tan lejos uno del otro. Estaba segura que de vivir en Londres, posiblemente llegarían a ser algo más que amigos. ¿ Y qué pasaba con William ?
- Estoy segura que ha rehecho su vida, y si es feliz me alegro por él, pero se ha portado fatal conmigo y me ha hecho daño.
Entró en su despacho con ganas renovadas de trabajar y de vez en cuando miraba al teléfono como si esperase de nuevo una llamada, miró su reloj y comprendió que a esa hora sería madrugada en Nueva York y estaría durmiendo, pero le gustaría volver a oír su voz a lo largo del día
- Despierta y no seas tonta. Eso no va a ocurrir; tiene que trabajar y tú también. No te hagas ilusiones, son muchos los kilómetros que os separan, Olvídalo o te romperán el corazón de nuevo.
Y en la llamada de esa noche, la anunció que estaría unos días fuera del país y no sabría si podría llamarla
- Son asuntos del despacho. Viajo a Canadá y ya sabes lo que ocurre en las reuniones, cenas o comidas, con interminables sobremesas y solamente hablar del asunto que nos ocupe. En definitiva, un aburrimiento total y absoluto. No te preocupes; en cuanto pueda te llamaré. Sueña conmigo. - Y la tiraba un beso a través del teléfono
Ella se preguntaba si esa actitud era propia de la edad que tenían ambos. Era más bien de unos quinceañeros, pero no importaba en cada detalle demostraba que la quería, inexplicable pero así era. Y poco a poco ella se fue tomando las cosas más en serio, aunque con prevención, no quería que la destrozaran el corazón nuevamente. La gustaba recibir esas llamadas nocturnas para desearla buenas noches, aunque fueran breves, pero las echaba de menos si por alguna casualidad no la podía llamar, aunque siempre lo hacía aunque fuera otra hora distinta a la acostumbrada.Cada vez que eso sucedía, un cosquilleo la recorría el estómago y es que se había acostumbrado a él. Era alguien especial y no la costaría trabajo encariñarse con Charles
Cuando Michael emprendió ese extraño viaje, sabía que era una aventura más de las que había realizado en su vida. Que era un sueño imposible de alcanzar, pero a pesar de todo, merecía la pena intentarlo.
Y Michael se subió al avión que le llevaría de regreso a su casa. Llevaba un nudo en el estómago. La noche anterior, y como despedida, había cenado con ella, pero ambos estaban algo tristones, precisamente porque al día siguiente estarían a miles de kilómetros uno del otro. El marchaba con el corazón encogido y en definitiva regresaba sin saber si ella le aceptaría o simplemente se quedaría en una simple amistad. Ella le recordó durante todo el día, pensando en el itinerario que estuviera llevando. Y aguardó impaciente una llamada anunciándola que ya estaba en casa, pero esa llamada no llegaba y decepcionada, regresó a su casa y se dispuso a seguir su vida normal. Sólo había tenido el paréntesis de unos pocos días que habían roto su monotonía. Saludó a Else y se dirigió a su habitación: había vuelto la rutina, haría de nuevo lo que hacía cada día antes de que él llegara. Y tuvo que reconocer que habían pasado unos días muy agradables y que le echaba de menos. ¿ Cómo era posible ? Pero así era; echaba de menos su cortesía, el que estuviera pendiente de ella constantemente, el que la tratase con cariño y dulzura sin insinuaciones deshonestas, de las que no estaba muy segura si hubiera rechazado. Le recordaba con afecto pero sabía positivamente que sería difícil volverse a ver y más llegar a algo serio. Eso sería imposible. Así que mejor desecharía todo acercamiento, pero si la gustaría recibir alguna llamada de él de vez en cuando.
Y retrocediendo en el tiempo, pensó en William en su cariño demostrado mientras estuvieron juntos, pero después... ¿ Haría Michael lo mismo? Pues seguramente, ya que la forma en que le conoció era totalmente atípica y todo el ardor que puso en verla, se desvanecería como el humo, una vez que volviera a la vida normal. Y ella debía hacer lo mismo. Por otro lado estaba la diferencia de edad. Eran demasiados años entre ellos. Ella era inexperta, pero él seguro que había corrido su mundo y además había estado casado; eran demasiados escalones para subir.
- Sólo ha sido una anécdota pero ¿ por qué me siento tan mal ? ¿ Será eso el enamoramiento? Meredith me dijo que cuando llegase lo notaría y sabría si sería el definitivo. En su caso, sin duda, pero en ¿éste? No tiene pies ni cabeza. Será mejor que lo ignore- . Y se sumergió en el baño de sales que estaba tomando y se mantuvo durante unos instantes, hasta que necesitó respirar y salió a la superficie.
Cenó como cada noche. Vió algún programa de televisión, como siempre y como siempre miró el reloj y pensó que era hora de acostarse. Al día siguiente la esperaba un nuevo día de trabajo. Era demasiado metódica, quienes la conocían bien la decían que era cuadriculada: cada cosa a una hora determinada, sin salirse del renglón para nada.
- Hora de dormir. Mañana será otro día
Se dió media vuelta y al poco rato se quedó dormida. Un repiquetear de su teléfono la despertó sobresaltada y medio dormida atendió la llamada
- ¿ Si , quién llama ?
- Perdona, soy yo. Sé que es una llamada intempestiva pero te echo de menos. Seguro que ya estabas durmiendo, pero quería escuchar tu voz
- ¿ Sabes la hora que es ? - miró el reloj - Aquí son las tres de la madrugada y me has dado un susto de muerte, pero me alegro que lo hayas hecho
- Perdóname de nuevo, pero no sé lo que me pasa. Estoy nervioso y malhumorado. Y deseo estar contigo, allí y sin embargo estoy muy lejos. Te quiero Elizabeth, esa es la explicación
Ella se echó a reír, pero en el fondo la satisfizo esa respuesta. Era la primera vez que recibía esa apasionada muestra de amor desde... Se volvió a tumbar y siguió escuchando las cuitas que él la dedicaba. Y le dejaba hablar y ella sonreía, y la complacía la vehemencia con que él la decía que la quería. Y se despidieron no como amigos sino como dos novios enamorados, al menos por parte de él
Eso no era posible. Era una fantasía, o peor, él sabía de su aburrida existencia y quiere divertirse a su costa. Pero también reconocía que era injusto pensar así; no la había pedido nada, sólo estar con ella ni siquiera la besó. Era escrupulosamente correcto, porque si lo hubiera hecho en esos pocos días, entonces sí que hubiera dudado de su honestidad. Tenía la cabeza muy alborotada no sabía qué pensar, pero lo que escuchaba, la gustaba, le halagaba y en definitiva: se sentía a gusto con él. La época en que los hombres la perturbaban había pasado, pero había una explicación que ella sabía perfectamente: no les hacía caso, tan sólo en el plan de trabajo, pero con Michael desde un principio de sintió tranquila y segura. Sonrió dándose la vuelta en la cama y tratando de volver a conciliar el sueño.
Y se despertó al día siguiente con otro ánimo y con la sonrisa en la cara. Su breve conversación en la madrugada con él había insuflado aire nuevo a su vida, y hasta sintió que le echaba de menos y que lamentaba profundamente que estuvieran tan lejos uno del otro. Estaba segura que de vivir en Londres, posiblemente llegarían a ser algo más que amigos. ¿ Y qué pasaba con William ?
- Estoy segura que ha rehecho su vida, y si es feliz me alegro por él, pero se ha portado fatal conmigo y me ha hecho daño.
Entró en su despacho con ganas renovadas de trabajar y de vez en cuando miraba al teléfono como si esperase de nuevo una llamada, miró su reloj y comprendió que a esa hora sería madrugada en Nueva York y estaría durmiendo, pero le gustaría volver a oír su voz a lo largo del día
- Despierta y no seas tonta. Eso no va a ocurrir; tiene que trabajar y tú también. No te hagas ilusiones, son muchos los kilómetros que os separan, Olvídalo o te romperán el corazón de nuevo.
Y en la llamada de esa noche, la anunció que estaría unos días fuera del país y no sabría si podría llamarla
- Son asuntos del despacho. Viajo a Canadá y ya sabes lo que ocurre en las reuniones, cenas o comidas, con interminables sobremesas y solamente hablar del asunto que nos ocupe. En definitiva, un aburrimiento total y absoluto. No te preocupes; en cuanto pueda te llamaré. Sueña conmigo. - Y la tiraba un beso a través del teléfono
Ella se preguntaba si esa actitud era propia de la edad que tenían ambos. Era más bien de unos quinceañeros, pero no importaba en cada detalle demostraba que la quería, inexplicable pero así era. Y poco a poco ella se fue tomando las cosas más en serio, aunque con prevención, no quería que la destrozaran el corazón nuevamente. La gustaba recibir esas llamadas nocturnas para desearla buenas noches, aunque fueran breves, pero las echaba de menos si por alguna casualidad no la podía llamar, aunque siempre lo hacía aunque fuera otra hora distinta a la acostumbrada.Cada vez que eso sucedía, un cosquilleo la recorría el estómago y es que se había acostumbrado a él. Era alguien especial y no la costaría trabajo encariñarse con Charles
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