miércoles, 6 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 6 - Final de todo y principio de nada

Siempre supe que los señores eran considerados con todos nosotros, pero esa noche, la primera sin mi padre, lo sentí más de cerca, cuando el señor llegó a la cocina en donde estaba con el personal y dirigiéndose a mi, dijo:

-Querida niña. No puedes quedarte en tu casa sola, de manera que ocuparás un cuarto de invitados. Si tienes que coger alguna cosa, Nelly o la señora Pickford te acompañarán.  Tenía afecto a tu padre, y quiero que sepas que no vas a quedar desamparada, pero de eso ya hablaremos.  Hoy no es el momento.  No quiero que te preocupes por nada y que recurras a nosotros si necesitas algo.

Desde el fondo de mi corazón les agradecí esas palabras, porque necesitaba cariño en grandes dosis. Por mucho que me garantizara el futuro, sería yo quién debía resolverlo, pero ellos serían una gran ayuda.  Nelly subió hasta mi cuarto, una vez instalada, un vaso de leche con unas galletas y una pastilla para que pudiera dormir.  Veía la habitación por primera vez en mi vida.  Nunca había estado en esa planta, a pesar de vivir allí siempre.  Me pareció un exceso por parte de mi padre, pero él era así de escrupuloso con lo ajeno hasta el más mínimo detalle.

Como todas las de la casa, ésta era una habitación amplia, con una cama grande, de estilo clásico al igual que la cómoda y chifonier que la acompañaban.  Tapizada en tonos crema con una tela de raso estampada haciendo juego con la colcha y cojines que adornaban la cama.  En comparación con la de mi casa, ésta era de un lujo asiático, y no es que la mía fuera mala, pero eran muebles baratos de esos que tienes que formar tu mismo, y recuerdo el día que acompañé a mi padre al establecimiento.  Y las risas que nos echamos al tratar de componer aquel rompecabezas.  Creo que fue de las pocas veces que nos divertimos juntos.

Nelly me dijo que los chicos habían llamado por teléfono avisados por su padre, pero que no tenían vuelo para llegar a tiempo del entierro, así que vendrían en cuanto fuera posible, y tratarían de hablar conmigo.  Íntimamente les disculpé . Si se habían acordado de mi y yo misma me recriminé la poca fé que tenía en el ser humano.

Era muy temprano, pero estaba levantada y vestida para bajar hasta la cocina.  Todo estaba en silencio.  Miré el reloj y ví que eran las siete de la mañana

- Demasiado temprano para los señores -, pensé.

Me dirigí hacia la cocina  y allí todo estaba en movimiento para empezar la jornada.  De nuevo todos se acercaron hacia mi para saber cómo me encontraba y me abrazaban cariñosos.  Debía ir a mi casa y tratar de guardar las cosas más personales de mi padre, pero al mismo tiempo tenía miedo, no a él, ni a su espíritu,  sino a enfrentarme a la soledad y el silencio que sin duda reina en una casa deshabitada.  Y debía hacerlo sola.  Todos se ofrecieron a acompañarme, pero les pedí que no lo hicieran, porque además necesitaba estar sola y llorar si es  que me venía el llanto, o gritar si así deseaba.  A regañadientes comprendieron que necesitaba enfrentarme a esas pequeñas cosas que son necesarias hacer después de  una ausencia tan querida.

Cuando entré en mi casa, noté que el silencio reinante no era como el que hubiera cuando estaba habitada.  Éste podía cortarse.  Era pesado, compacto, extraño.  Ni siquiera el ruido del viento lo alteraba y entonces me derrumbé, y de rodillas frente al sillón que ocupara mi padre lloré, lloré, lloré no sé el tiempo.  En un momento dado, note sobre mis brazos unas manos que me levantaban del suelo. Al principio pensé que era Nelly o Saoirse que venían a ver lo que hacía, pero había un olor que no era el de ellas, y que me era conocido.  Levanté la vista y una cara triste estaba ante mi:  Niall había venido a buscarme.  Instintivamente me abrazó y yo le abracé. Y permanecí llorando junto a su pecho, mientras él acariciaba mi cabeza y suavemente decía que me calmara

Esperó paciente a que mi llanto cesara, y entonces me dí cuenta que detrás de nosotros también estaba Gerard que nos miraba fijamente, con una mirada que no supe descifrar, y que en aquel momento no le presté demasiada importancia.  Era tanta la congoja que sentía que no podía pronunciar palabra. Se acercó a nosotros y nos rodeó en un abrazo que abarcaba a los tres.  Había algo más en aquella unión que no era el recuerdo de los juegos de niños, puesto que tampoco había jugado tanto con ellos, pero si nos conocíamos desde el nacimiento, y eso nos unía.
Se les veia afligidos porque recordaron después, las anécdotas que tuvieron con mi padre, cuando en el instituto, las notas en matemáticas eran flojas y él les ayudaba hasta superarlas, algo que yo desconocía totalmente.  Y entonces me di cuenta que en verdad, aquella familia, habían querido y respetado a mi padre y yo sería la que recogiera su agradecimiento.

Al cabo de un momento, Gerard dijo:
- Ven vayámonos de aquí.  No debes venir sola porque de lo contrario te hincharas a llorar.  Nosotros estaremos aquí un par de días, así que te acompañaremos en lo que precises.  para eso somos amigos ¿ no ?

Me extrañó su forma de decírmelo y la extraña mirada de sus ojos, pero ni por lo más remoto, y menos en esos momentos, se me ocurrió pensar que era por otro motivo que no fuera el de ayudarme.  Tardé tiempo en darme cuenta de eso, pero ya llegaremos a ese capítulo.

Yo en el centro y ellos agarrados de cada uno de mis brazos.  Me sentía a gusto, protegida y querida por estos muchachos que a simple vista parecían fríos e insensibles, pero que distaban mucho de serlo, al menos Gerard que era el más tranquilo.  Fuimos hasta la casa y volví a desayunar con ellos, en el comedor.  Si no hubiera sido porque mi cabeza estaba en otras cosas, estoy segura que me hubiera sentido encogida en aquel ambiente,. Ellos obsequiosos se turnaban en ofrecerme tostadas, o llenarme la taza de café, o apretaban una de mis manos, para hacerme sentir que no estaba sola en esta particular travesía del desierto.

Les miraba agradecida y sonriente, aunque más que una sonrisa fuese una mueca, pero lo hacía con más intensidad y frecuentemente  a Niall.  En aquél momento no me daba cuenta, de que otros ojos no perdían detalle y a veces bajaba la cabeza como pensativo.  Si hubiera tenido más experiencia, me hubiera dado cuenta de que Gerard me miraba con otros ojos distintos a como podría hacerse con una amiga que se conoce de toda la vida,  Al terminar, Niall me preguntó:

¿ Quieres salir a dar un paseo, ir a la ciudad, hacer algo en concreto ?
- No gracias, Niall.  Lo cierto es que no me apetece nada
- Bien, pues salgamos a que nos de un poco el aire.  Un corto paseo nos vendrá bien. Anda, vamos


Me tomó de la mano, y yo le seguí sumisa, como si no tuviera fuerzas para negarme.  Y la verdad es que no deseaba hacerlo.  El sentir su mano sobre la mía, hacía que me sintiera segura, que había alguien que se preocupaba por mi, que me protegía no sabía de qué ni porqué, pero me gustaba.  Y accedí a ello: daríamos un paseo por primera vez los dos solos.

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