Y comenzaron las clases y se impuso la separación. Gerard estudiaría en Oxford, en la universidad cercana a Londres, y Niall terminaría en el elitista colegio para el curso siguiente seguir los pasos de su hermano y trasladarse a Inglaterra.. Yo tendría mi destino en el internado en Dublín. Cada uno de nosotros estábamos en puntos diferentes y tardaríamos meses en volvernos a ver. Lo más próximo serían las vacaciones de Navidad, y después... quién sabe.
A pesar de que nos veíamos poco cuando ellos estaban en casa, les echaba de menos, pues eran la única nota de color que aliviaba la soledad. Es terrible crecer sola, sin amigas de tu misma edad con ls que compartir las miles de cosas que te ocurren cuando acabas de cumplir dieciséis años. Tus primeros amores, tu primer beso, tu primer novio... ¡ Tantas y tantas cosas ! Al no tener con quién comparar nada de lo que estaba sucediendo en mi interior, pensaba que yo era distinta a las demás, y que sólo a mi me ocurrían estas cosas, estos cambios, cuando todo es normal y lo más natural a una edad en que los cambios son constantes y sin darte cuenta.
Esperaba con ansiedad las vacaciones de Navidad, no por las fiestas en sí, que para mi padre y para mi, resultaban tristes y melancólicas. Pero durante ellas, tendría la posibilidad de verles, si es que vinieran a pasar esas fiestas. No eran muy tradicionales, y no les supuso ningún problema el decir a sus padres que no las pasarían con ellos, que lo harían en casa de un compañero que les habían invitado. Por esta circunstancia, los señores decidieron que ellos tampoco las pasarían en casa y lo harían en la de Escocia.
No habría nada especial, en todo caso alguna cena preparada por la señora Pickford para los empleados de la casa. ¿ Te imaginas a una jovencita rodeada de personas mayores? De puro aburrimiento me entraban ganas de llorar, y lo que deseaba era meterme en la cama y quedarme dormida. Lo que yo creí era aburrimiento, tiempo después descubrí que fue tristeza por no haber podido ver a Niall y a Gerard. ¿ Les quería tanto como para arruinar unas fiestas que sólo se celebran una vez al año? Sencillamente no lo era, sino decepción por siempre estar pendiente de ellos por si vienen o no. Estaba hecha un mar de dudas y se me ocurrió hablar con Nelly, por ser la más joven entre todos los empleados de la casa. A mi padre ni siquiera se me ocurriría decirle algo referente a lo que me ocurría, porque aparte de darme vergüenza hablar con él de estas cosas,. Siempre estaba serio, y difícilmente sonreía desde que murió mi madre. Nunca me daba pie para contarle alguna confidencia.
Por eso, aquella Nochebuena, después de que todos nos retiráramos a descansar, acudí a la habitación de Nelly y le conté todas las sensaciones que estaba sintiendo y que no comprendía. Ella, acarició mi cabello y me dijo sonriendo con dulzura
- ¡ Ay pequeña, te has enamorado de Niall !
Recuerdo que me la quedé mirando con los ojos muy abiertos como si algo que me decía mi interior, sin querer reconocerlo, pero al escucharlo en boca de otra persona lo veías claramente. Yo sentí angustia, porque eso significaba sufrimiento y dolor, tal cual le pasaba a mi padre. Tapé la cara con mis manos y comencé a llorar quedamente
- No cielo, no llores,- me dijo Nelly abrazándome-. Eso no es malo, sólo que en tí va a ser algo menos que imposible. Además de ser un juerguista y gustarle demasiado las faldas, no perteneces a su misma escala social, y aunque eso no debería importar, si importa. No perteneces a su grupo de amigos, y entre ellos probablemente, encontrará a alguna chica de la que se enamore y se casen. ¿ Por qué crees que no han venido en estas vacaciones? Porque habrán conocido a la hermana, prima, o amiga del chico que les ha invitado y les apetecería más, que venir aquí y ver /llover o nevar. Has de olvidarle, hacerte amigas y amigos, salir y divertirte. Eres una chica muy guapa y seguro que no tardarás en tener algún pretendiente. pero has de salir de aquí, ir a la ciudad, hacerte amiga de tus compañeras de instituto, disfrutar tus años, y no estar siempre entre nosotros que ya somos vejestorios,.
Esas palabras se quedaron impresas en mi memoria: " se ha olvidado de ti, eres insignificante para él. Nunca estarás a su altura " . Pero lejos de volver a sentir complejo, eso que Nelly me dijo, me dio fuerza para no refugiarme en mi soledad, sino en hacer cosas que me hicieran sobresalir de entre los demás. ¿ Que podría hacer ? De momento nada, seguir estudiando.
Y me entraron unas ganas terribles de que ese curso se pasara rápidamente para poder ir al internado. Dublín era una gran ciudad, llena de pubs, de cines, teatros, museos, y gente. Gente de todas las edades. Ya procuraría yo hacerme amigas. Trataría por todos los medios de olvidarme de ellos y comenzar a proyectar mi futuro. No sería una simple contable. Sería la mejor. Se me rifarían las empresas para tenerme como administradora, ganaré dinero y me compraré bonitos vestidos, zapatos, perfumes y todo cuanto se me antojara.
Me contaba a mi misma el cuento de la lechera. Primero tendría que terminar el bachillerato y después seguir en el internado. Se me erizaba el vello imaginando aquellas grandes estancias con camas a un lado y otro de la habitación, con cortinas que separaban unas camas de otras. Estudiar, madrugar, ir a clase, almorzar, vuelta a clase hasta las seis de la tarde y de ahí hasta las nueve era todo el tiempo que tendría libre, y por supuesto sin salir del recinto casi amurallado que era el internado que me había sido destinado.
Y entonces una especie de rebeldía comenzó a surgir desde mi interior. ¿ Por qué tenía que hacer lo que otros me mandasen ? ¿ Acaso mi opinión no contaba ? O sea, que mi futuro lo habían decidido entre mi padre y el señor Sullivan sin contar conmigo. Me veía trabajando en esa casa al jubilarse mi padre, para toda la vida. Y hasta vestiría como las que salen en las películas: cuello estirado, y un vestido largo hasta los pies de color negro. ¿ Ese sería mi futuro ? Pues no. Hablaría con mi padre, pero haría lo que más me gustase y no lo que otros idearan para mi. Pero ¿ qué me gustaba ? De repente me di cuenta de que no lo sabía, porque desde muy pequeña, todas las conversaciones referentes a mi porvenir, estaban encaminadas a ser contable, y nada más. De nuevo el pesimismo se adueñó de mi: no podría exigir otro destino si no sabía cuál sería mi camino.
A pesar de que nos veíamos poco cuando ellos estaban en casa, les echaba de menos, pues eran la única nota de color que aliviaba la soledad. Es terrible crecer sola, sin amigas de tu misma edad con ls que compartir las miles de cosas que te ocurren cuando acabas de cumplir dieciséis años. Tus primeros amores, tu primer beso, tu primer novio... ¡ Tantas y tantas cosas ! Al no tener con quién comparar nada de lo que estaba sucediendo en mi interior, pensaba que yo era distinta a las demás, y que sólo a mi me ocurrían estas cosas, estos cambios, cuando todo es normal y lo más natural a una edad en que los cambios son constantes y sin darte cuenta.
Esperaba con ansiedad las vacaciones de Navidad, no por las fiestas en sí, que para mi padre y para mi, resultaban tristes y melancólicas. Pero durante ellas, tendría la posibilidad de verles, si es que vinieran a pasar esas fiestas. No eran muy tradicionales, y no les supuso ningún problema el decir a sus padres que no las pasarían con ellos, que lo harían en casa de un compañero que les habían invitado. Por esta circunstancia, los señores decidieron que ellos tampoco las pasarían en casa y lo harían en la de Escocia.
No habría nada especial, en todo caso alguna cena preparada por la señora Pickford para los empleados de la casa. ¿ Te imaginas a una jovencita rodeada de personas mayores? De puro aburrimiento me entraban ganas de llorar, y lo que deseaba era meterme en la cama y quedarme dormida. Lo que yo creí era aburrimiento, tiempo después descubrí que fue tristeza por no haber podido ver a Niall y a Gerard. ¿ Les quería tanto como para arruinar unas fiestas que sólo se celebran una vez al año? Sencillamente no lo era, sino decepción por siempre estar pendiente de ellos por si vienen o no. Estaba hecha un mar de dudas y se me ocurrió hablar con Nelly, por ser la más joven entre todos los empleados de la casa. A mi padre ni siquiera se me ocurriría decirle algo referente a lo que me ocurría, porque aparte de darme vergüenza hablar con él de estas cosas,. Siempre estaba serio, y difícilmente sonreía desde que murió mi madre. Nunca me daba pie para contarle alguna confidencia.
Por eso, aquella Nochebuena, después de que todos nos retiráramos a descansar, acudí a la habitación de Nelly y le conté todas las sensaciones que estaba sintiendo y que no comprendía. Ella, acarició mi cabello y me dijo sonriendo con dulzura
- ¡ Ay pequeña, te has enamorado de Niall !
Recuerdo que me la quedé mirando con los ojos muy abiertos como si algo que me decía mi interior, sin querer reconocerlo, pero al escucharlo en boca de otra persona lo veías claramente. Yo sentí angustia, porque eso significaba sufrimiento y dolor, tal cual le pasaba a mi padre. Tapé la cara con mis manos y comencé a llorar quedamente
- No cielo, no llores,- me dijo Nelly abrazándome-. Eso no es malo, sólo que en tí va a ser algo menos que imposible. Además de ser un juerguista y gustarle demasiado las faldas, no perteneces a su misma escala social, y aunque eso no debería importar, si importa. No perteneces a su grupo de amigos, y entre ellos probablemente, encontrará a alguna chica de la que se enamore y se casen. ¿ Por qué crees que no han venido en estas vacaciones? Porque habrán conocido a la hermana, prima, o amiga del chico que les ha invitado y les apetecería más, que venir aquí y ver /llover o nevar. Has de olvidarle, hacerte amigas y amigos, salir y divertirte. Eres una chica muy guapa y seguro que no tardarás en tener algún pretendiente. pero has de salir de aquí, ir a la ciudad, hacerte amiga de tus compañeras de instituto, disfrutar tus años, y no estar siempre entre nosotros que ya somos vejestorios,.
Esas palabras se quedaron impresas en mi memoria: " se ha olvidado de ti, eres insignificante para él. Nunca estarás a su altura " . Pero lejos de volver a sentir complejo, eso que Nelly me dijo, me dio fuerza para no refugiarme en mi soledad, sino en hacer cosas que me hicieran sobresalir de entre los demás. ¿ Que podría hacer ? De momento nada, seguir estudiando.
Y me entraron unas ganas terribles de que ese curso se pasara rápidamente para poder ir al internado. Dublín era una gran ciudad, llena de pubs, de cines, teatros, museos, y gente. Gente de todas las edades. Ya procuraría yo hacerme amigas. Trataría por todos los medios de olvidarme de ellos y comenzar a proyectar mi futuro. No sería una simple contable. Sería la mejor. Se me rifarían las empresas para tenerme como administradora, ganaré dinero y me compraré bonitos vestidos, zapatos, perfumes y todo cuanto se me antojara.
Me contaba a mi misma el cuento de la lechera. Primero tendría que terminar el bachillerato y después seguir en el internado. Se me erizaba el vello imaginando aquellas grandes estancias con camas a un lado y otro de la habitación, con cortinas que separaban unas camas de otras. Estudiar, madrugar, ir a clase, almorzar, vuelta a clase hasta las seis de la tarde y de ahí hasta las nueve era todo el tiempo que tendría libre, y por supuesto sin salir del recinto casi amurallado que era el internado que me había sido destinado.
Y entonces una especie de rebeldía comenzó a surgir desde mi interior. ¿ Por qué tenía que hacer lo que otros me mandasen ? ¿ Acaso mi opinión no contaba ? O sea, que mi futuro lo habían decidido entre mi padre y el señor Sullivan sin contar conmigo. Me veía trabajando en esa casa al jubilarse mi padre, para toda la vida. Y hasta vestiría como las que salen en las películas: cuello estirado, y un vestido largo hasta los pies de color negro. ¿ Ese sería mi futuro ? Pues no. Hablaría con mi padre, pero haría lo que más me gustase y no lo que otros idearan para mi. Pero ¿ qué me gustaba ? De repente me di cuenta de que no lo sabía, porque desde muy pequeña, todas las conversaciones referentes a mi porvenir, estaban encaminadas a ser contable, y nada más. De nuevo el pesimismo se adueñó de mi: no podría exigir otro destino si no sabía cuál sería mi camino.
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