domingo, 3 de junio de 2018

Daphne - Capítulo 3 - Adolescencia

Todos se quedaron sorprendidos ante mi presencia.  Los mayores alabaron el extraordinario cambio que los jóvenes habían sufrido, pero quizá se detuvieron más en el mio resaltando que  me convertiría en una preciosa jovencita.  Los chicos fueron los más sorprendidos, y yo, en mi interior supe que había sido todo un acierto el invento del relleno.  De lo contrario, hubiera pasado sin pena ni gloria.  Ellos avanzaron hacia mi dispuestos a ampliar más su saludo, en definitiva los tres éramos bastante iguales en edad.  Yo extendí la mano para que fuera estrechada, pero Niall, siempre más abierto que su hermano, se acercó ignorando mi mano y me estampo dos besos en las mejillas que me dejaron sin habla.  Gerard, más comedido, sólo depositó un beso en mi frente.  A continuación no paraban de comentar que ya no tenía ortodoncia, ni gafas, y que las pecas estaban a punto de decirme adiós

- Aunque las pequitas te hacen muy graciosa - comentó Niall - ¿ verdad ? -, dijo mirando a su hermano que me miraba fijamente
- Tienes unos ojos impresionantes - es todo lo que dijo.

Notaba que mi cara ardía.  Nunca me habían dedicado ni tanto tiempo y por supuesto tantos elogios a mi belleza.

- ¿ En verdad estaré guapa ? . me preguntaba interiormente, porque  no podía creérmelo.

Una de las veces, dirigí la mirada hacia Nelly que me hizo una seña disimuladamente con el dedo pulgar hacia arriba en señal de  okey.  Comenzaba a estar segura de mi misma.  Hubiera dado cualquier cosa porque algunas de mis compañeras estuvieran presentes, pero claro, la única joven de la  edad de ellos era yo. Si hubiera estado alguna chica más, seguro que no se detendrían tanto en mi.

Los señores de la casa, tuvieron la deferencia de compartir una botella de champán con sus empleados, y esa fue la primera vez que bebía alcohol.  Iría con cuidado no fuera a ser que se me subiera y sabría Dios lo que sería capaz de hacer un pelín achispada.  Así que decidí mojarme únicamente los labios.  Me sorprendió el brindis que el señor Sullivan hizo alzando su copa y secundado por todos

- Por los jóvenes que vienen pisando fuerte. Por Daphne, Gerard y Niall que de repente se han convertido en señorita y muchachos dejando de ser chiquillos.  Por ellos
- Por ellos -, respondieron todos a una.  Y nosotros tres nos miramos riendo, pero deteniendo nuestros ojos durante un instante Niall y yo. Enseguida me giré en dirección a Gerard y entre choqué mi copa con la suya, sonriéndole ampliamente.  ¿Por qué lo hice ? Sencillamente, había descubierto,  quizá, mi primer flechazo y al darme cuenta de ello, sentí pena por Gerard porque el tenía la misma mirada en mí, que yo en Niall.

Poco más se prolongó la velada.  Al día siguiente había que comenzar la rutina diaria que hasta que ellos llegaron, había estado suspendida en el tiempo,   exceptuando los jóvenes y yo, que ninguno teníamos clases hasta una semana después. Ellos seguramente saldrían a saludar a su pandilla y yo volvería a mi soledad, aunque mirándolo bien, podría acercarme en bicicleta hasta la ciudad y por lo menos allí daría una vuelta, y de paso visitaría alguna tienda de lencería.

Iba lentamente, sin prisa sumida en mil pensamientos, cuando el cláxon de un coche hizo que me echara hacia un lado.  Eran ellos que me saludaron a gritos y con las manos.  Me hicieron sonreír por la vitalidad que derrochaban.  Ellos siguieron su camino y yo el mio, pero mi pensamiento estaba en otro lado y a punto estuve de caer al suelo al no esquivar una piedra que estaba en medio de mi ruta.  Me hubiera gustado ir en el coche con ellos, pero seguramente ni se les habría pasado por la cabeza ¿ Qué iba a hacer con sus amigos ? No conocía a nadie, ni siquiera tenía a penas confianza con ellos.  Además no pegaba en su círculo de amistades, por tanto sería un pegote del que no sabrían  deshacerse de él. De todas formas no me costaría acostumbrarme en volver a mi solitaria vida.  Seguramente cuando comenzase el curso, al haber cambiado, sería posible echarme alguna amiga, o quién sabe si algún amigo.  Si esto ocurriera, sería la prueba definitiva de que verdaderamente habría cambiado y ya no sería tan despreciada por todos.

Aparqué la bicicleta en el lugar dedicado a ello, y miré a un lado y a otro de la calle ¿ Por dónde empezar a caminar ?  Daba igual, había ido por pasar la mañana.  . Elegí la acera de la derecha; la recorrería de una punta a otra y luego la de la izquierda.  La calle era muy comercial y seguramente encontraría lo que iba buscando.  Y me detuve frente al escaparate de una tienda de lencería con verdaderas prendas primorosas que hacía que la imaginación volara. Eran de una exquisitez asombrosa; nunca había visto nada igual.  Me fijé bien y a un lado había un cartel en el que decía. "Importado de Paris ".  Ahora lo entendía.  Me  imaginaba dentro de alguna de esas piezas de satén finísimo.

- Las francesas tienen gustos picantes, y saben cómo conquistar a un hombre - Me susurró una voz que hizo que me ruborizara.  Giré la cabeza y a mi lado estaba Niall que me miraba con una sonrisa en su cara
- Son muy bonitas...  Dije titubeando muerta de la vergüenza porque no sabía qué decir.
- ¿ Te las das de hombre de mundo ? - le respondí algo incómoda
- Ni mucho menos. Pero conozco Paris.  Mis padres nos han llevado varias veces
- Pues qué suerte la tuya - respondí  - En cambio, yo no conozco más allá de la parcela en la que vivo.  Algún día me daré una vuelta por allí. Cuando sea mayor
- Ya eres mayor y muy bonita.  Perdona, pero ahora no tienes nada que ver con la chica que dejamos a principios de verano.
- Tu también has cambiado, y Gerard y todos.
- Posiblemente, pero tú estás distinta. Estás...   muy bien.  Debí ponerme toda roja, porque al decirlo hizo un gesto con las manos realzando, bueno ya sabéis qué es lo primero que mira un hombre de una mujer.  A pesar de mi timidez, sonreí y pensé " si tú supieras ".

Deseaba cortar aquella conversación que él llevaba por otros derroteros.


- ¿ Te apetece tomar el aperitivo conmigo?
-Lo siento Niall, pero he irme ya
-Es pronto. Puedo mandar un correo a Gerard que no me espere
- No, no estaría bien, y yo tengo prisa.  Quizá nos veamos otro día
- ¿ Otro día ? ¡ Pero si vivimos en el mismo sitio
- Ya lo sé, pero es difícil volvernos a ver.  Bueno adiós. - Y salí deprisa antes de que él me hiciera cambiar de opinión

Mi corazón latía más aprisa que mis piernas.  Mi cabeza estaba en una nube y tuve que pararme porque ni siquiera recordaba dónde había dejado la bicicleta.

- Este chico tiene la facultad de descolocarme cada vez que nos vemos - me repetí a mi misma.  Volví la cabeza y divisé que a lo lejos, aún seguía mirando en la dirección en la que me había ido.

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